el pueblo».
En el articulo se hablaba de la enorme importancia que la Union Sovietica, guiada a traves de la tempestad de la guerra por el gran Stalin, concedia a la ciencia; de las consideraciones y los honores con que el Partido y el gobierno colmaban a los hombres de ciencias, sin parangon con otras partes del mundo, y de como, incluso en aquel terrible periodo, el Estado sovietico fomentaba las condiciones necesarias para que los cientificos desarrollaran un trabajo normal y fructifero. Mas adelante se referian los grandes objetivos que el instituto tenia por delante: las nuevas construcciones, ampliacion de los viejos laboratorios, la relacion entre teoria y practica, asi como el papel que desempenaba las investigaciones cientificas en la industria belica.
Asimismo se aludia al entusiasmo patriotico que habia exaltado al colectivo de los obreros cientificos, quienes se esforzaban por mostrarse dignos de la confianza y los desvelos del Partido, e incluso del propio camarada Stalin, y por no decepcionar la esperanza que el pueblo habia depositado en el glorioso grupo de vanguardia de la intelectualidad sovietica: los hombres de ciencia.
En la ultima parte del articulo se constataba que, por desgracia, dentro de ese colectivo sano y fraternal habia individuos que no eran conscientes de su responsabilidad para con el pueblo y el Partido, hombres extranos a la gran familia sovietica. Estas personas se oponian a la colectividad, anteponian sus intereses personales por encima de los deberes que el Partido imponia a los cientificos, eran propensos a exagerar sus meritos cientificos, reales o ilusorios. Algunos de ellos, voluntariamente o no, se convertian en portavoces de opiniones y puntos de vista extranos, no sovieticos; predicaban ideas politicamente hostiles. Estas personas, por lo general, exigian una actitud neutra hacia las teorias idealistas, reaccionarias y oscurantistas de los cientificos idealistas extranjeros; se jactaban de los vinculos que mantenian con ellos, rebajando asi el sentimiento de orgullo nacional de los cientificos rusos y disminuyendo los meritos de la ciencia sovietica. A veces se erigian en defensores de una justicia por asi decirlo pisoteada, con el fin de granjearse popularidad entre personas poco perspicaces, confiadas e ingenuas. En realidad, sembraban la semilla de la discordia, la desconfianza en la fuerza de la ciencia rusa, la irreverencia hacia su glorioso pasado y sus grandes exponentes.
El articulo exhortaba a eliminar cualquier forma de corrupcion, todo lo que fuera adverso y hostil, todo lo que supusiera un estorbo para el cumplimiento, durante la Gran Guerra Patria, de los objetivos fijados por el Partido y el pueblo a los cientificos. El articulo concluia con las palabras: «?Adelante, hacia las nuevas cumbres de la ciencia! Sigamos la via gloriosa, iluminada por el faro de la filosofia marxista, esa via por la que nos guia el gran partido de Lenin y Stalin».
Aunque el articulo no mencionaba nombres, en el laboratorio todos comprendieron que las alusiones acusatorias se referian a Shtrum.
Savostianov le hablo a Shtrum del articulo, pero este se nego a leerlo. En ese momento se encontraba con sus colaboradores, que estaban acabando de montar los nuevos aparatos.
Shtrum paso un brazo alrededor de los hombros de Nozdrin y exclamo:
– Pase lo que pase, esta maquina hara su trabajo.
Nozdrin, de pronto, empezo a despotricar a diestro y siniestro, y Viktor Pavlovich no comprendio, en aquel instante, a quien iban dirigidas aquellas imprecaciones.
Al final de la jornada laboral, Sokolov fue a verle.
– Le admiro, Viktor Pavlovich. Ha trabajado todo el dia como si nada. Su fuerza socratica es extraordinaria.
– Si un hombre es rubio por naturaleza, no se vuelve moreno porque se hable de el en un periodico mural - respondio Shtrum.
Se habia familiarizado con la sensacion de estar resentido con Sokolov, y la costumbre habia difuminado aquel sentimiento hasta el punto de que era como si perteneciera al pasado. Ya no reprochaba a Sokolov su caracter reservado y su acritud timorata. A veces incluso se decia: «Tiene muchas virtudes, y a fin de cuentas, todos tenemos defectos».
– Si-dijo Sokolov-. Pero hay articulos y articulos. Anna Stepanovna se encontro mal despues de leerlo. Primero fue a la enfermeria y luego la enviaron a casa.
«Pero ?que es eso tan terrible que han escrito?», penso Shtrum. Sin embargo no pidio detalles a Sokolov y nadie le menciono el contenido del articulo.
De la misma manera, probablemente, se le oculta a un enfermo terminal el avance inexorable de la enfermedad que le corroe.
Aquella noche Shtrum fue el ultimo en abandonar el laboratorio. Aleksei Mijailovich, el viejo guardian que ahora trabajaba en el guardarropa, le dijo mientras le tendia el abrigo:
– Es asi, Viktor Pavlovich; en este mundo no hay paz para la buena gente.
Una vez se hubo puesto el abrigo, Viktor Pavlovich subio de nuevo las escaleras y se detuvo ante el tablero del periodico mural. Leyo el articulo y, azorado, miro a su alrededor; le parecio que le iban a arrestar al instante, pero el vestibulo estaba desierto y tranquilo.
La relacion de desequilibrio entre la fragilidad del cuerpo humano y la potencia colosal del Estado se le aparecio en su concreta e imponente realidad; tuvo la sensacion de que el Estado le escrutaba el rostro con unos ojos enormes, claros. De un momento a otro se abalanzaria sobre su cuerpo, y el, castaneteando los dientes, emitiria un gemido, un grito, y desapareceria para siempre.
La calle estaba atestada, pero a Shtrum le parecia que una franja de tierra de nadie le separaba de los transeuntes.
En el trolebus un hombre tocado con un gorro militar de invierno le decia a su companero de viaje, con voz excitada:
– ?Has oido el boletin «Ultima hora»?
Desde los asientos de delante, alguien grito:
– ?Stalingrado! Los alemanes han sido aplastados.
Una mujer entrada en anos miro a Shtrum como si le reprochara su silencio.
Shtrum estaba pensando en Sokolov con ternura: «Los hombres estan llenos de defectos; el los tiene y yo tambien».
Pero tras considerar que equipararse a los demas en sus debilidades y defectos nunca es del todo sincero, enseguida rectifico: «Sus opiniones dependen del amor que profesa al Estado, del exito de su vida. Se arrima al sol que mas calienta; ahora que la victoria esta cercana no pronunciara ni una sola palabra de critica. Yo soy diferente, tanto si le va bien al Estado como si le va mal, tanto si me golpea como si me acaricia, mi actitud hacia el no cambia».
Cuando llegara a casa le contaria a Liudmila Nikolayevna lo del articulo. Esta vez si que le habian tomado en seno. Le diria: «Ahi tienes mi premio Stalin, Liudochka. Solo se escriben articulos de ese tipo cuando se quiere encarcelar a alguien».
«Nuestros destinos estan unidos -penso-. Si te invitaran a la Sorbona para impartir un ciclo de conferencias, ella vendria conmigo; y si me mandaran a un campo de Kolyma, tambien me seguiria.
«Bien, no puedes decir que no te lo has ganado, y a pulso ademas», le diria Liudmila Nikolayevna.
Y el le replicaria con acritud: «No necesito criticas sino comprension. Criticas tengo mas que suficientes en el instituto».
Fue Nadia la que le abrio la puerta. En la penumbra del pasillo, ella le abrazo, apretandose contra su pecho.
– Tengo frio, estoy empapado; deja que me quite el abrigo. ?Que ha pasado? -pregunto.
– ?Es que no te has enterado? ?Stalingrado! Una inmensa victoria. Los alemanes estan acorralados, ?Venga, entra enseguida!
Le ayudo a quitarse el abrigo y le arrastro hacia la habitacion tirandole del brazo.
– Por aqui, por aqui. Mama esta en la habitacion de Tolia.
Abrio la puerta. Liudmila Nikolayevna estaba sentada en el escritorio de Tolia. Volvio lentamente la cabeza hacia el y le sonrio con aire triste y solemne.
Aquella noche Shtrum no le conto a Liudmila lo que habia ocurrido en el instituto.
Estaban sentados ante el escritorio de Tolia. Liudmila Nikolayevna dibujaba en un folio la posicion de los alemanes cercados en Stalingrado mientras le explicaba a Nadia su propio plan de operaciones militares.
Durante la noche, en su cuarto, Shtrum no dejo de pensar: «?Dios mio! ?Y si escribiera una carta de arrepentimiento? Todo el mundo lo hace en esta clase de situaciones».