Cogio el panuelo de su hermana, que estaba sobre el divan, cubrio con el el telefono y dijo:

– Por lo visto pueden escuchar a traves del telefono. He tenido que firmar una declaracion.

– Pero tu nunca fuiste la mujer legitima de Nikolai.

– No, pero me han interrogado como si fuera su esposa. Te lo contare. Recibi el aviso de que debia comparecer con mi pasaporte. Pase revista a todos: Mitia, Ida, incluso tu Abarchuk; se me pasaron por la mente todos nuestros amigos y conocidos que han estado en la carcel, pero ni por un momento pense en Nikolai. Estaba citada a las cinco. Un despacho de lo mas ordinario. En la pared, los retratos enormes de Stalin y Beria. Un individuo joven, con una cara corriente, me escruta con una mirada penetrante y omnipotente. No se anduvo con rodeos: «?Conoce las actividades contrarrevolucionarias de Nikolai Grigorievich Krimov?». Mas de una vez tuve la sensacion de que nunca saldria de alli. Imaginate, incluso insinuo que Novikov…, en pocas palabras, una porqueria espantosa: que yo me habia convertido en la amante de Novikov para sacarle toda la informacion posible y comunicarsela a Nikolai Grigorievich… Senti que se me paralizaba todo por dentro. Le dije: «Sabe, Krimov es un comunista tan fanatico que quien esta con el tiene la impresion de asistir a un raikom». Y el me dice: «?Quiere decir que Novikov no le parece un verdadero sovietico?». Le respondo: «Su trabajo es muy extrano: la gente combate en el frente contra los fascistas, y usted, joven, se queda en la retaguardia para cubrir a estos hombres de lodo». Pensaba que despues de haberle dicho eso iba a atizarme en los morros, pero se sintio avergonzado, se ruborizo. En definitiva, han arrestado a Nikolai. Y las acusaciones son absurdas; trotskismo, relaciones con la Gestapo.

– Que horror -dijo Liudmila Nikolayevna, y penso que tambien habrian podido estrechar el cerco sobre Tolia y haberle declarado sospechoso de cosas similares-. Me imagino como va a tomarse Viria la noticia -anadio-. En estos momentos esta terriblemente nervioso, todo el rato tiene la impresion de que le van a meter en la carcel. Recuerda siempre donde, de que y con quien ha hablado. Sobre todo en el maldito Kazan.

Durante un rato Yevguenia Nikolayevna miro fijamente a su hermana y al final murmuro:

– ?Quieres que te diga que es lo mas terrible? El juez instructor me pregunto: «?Como es que no esta al corriente del trotskismo de su marido cuando el mismo le refirio palabras entusiastas acerca de Trotski, en relacion con un articulo suyo que califico como 'puro marmol'?». Solo despues, mientras volvia a casa, recorde que Nikolai me habia dicho: «Eres la unica persona que lo sabe»; y por la noche, de repente, tuve un shock: se lo habia contado a Novikov cuando estuvo en Kuibishev. Crei que iba a perder la razon, me invadio una angustia…

– Ay, infeliz -respondio Liudmila Nikolayevna-. Era de esperar que esto ocurriera.

– Pero ?por que a mi? -pregunto Yevguenia Nikolayevna-. A ti tambien habria, podido pasarte.

– Nada de eso. Del primero te has separado y con el segundo te has juntado. A uno le cuentas confidencias del otro.

«Pero tu tambien te separaste del padre de Tolia. Seguro que le has contado muchas cosas a Viktor Pavlovich,

– No, te equivocas -dijo con conviccion Liudmila Nikolayevna-, no tiene ni punto de comparacion.

– Pero ?por que? -pregunto Zhenia, sintiendose enojada de repente al mirar a su hermana mayor-. Reconoce que lo que acabas de decir es una tonteria.

Liudmila Nikolayevna respondio sin inmutarse:

– No lo se, tal vez sea una estupidez.

– ?No tienes reloj? -pregunto Yevguenia Nikolayevna-. Tengo que llegar a tiempo al numero 24 de Kuznetski Most. -Y sin poder contener mas su irritacion, declaro-: Tienes un caracter dificil, Liuda. Ya entiendo por que mama prefiere vivir en Kazan sin un techo propio, a pesar de que tu tienes un piso de cuatro habitaciones.

Despues de haber dicho estas crueles palabras, Zhenia se arrepintio y acto seguido, para dar a entender a Liudmila que su relacion fraternal era mas fuerte que cualquier desavenencia, anadio:

– Quiero creer en Novikov. Pero la verdad es que… ?como han llegado esas palabras a los organos de seguridad? Es terrible, me siento como si me hubiera perdido en una espesa niebla.

Le hubiera gustado tanto que su madre estuviera a su lado. Zhenia habria apoyado la cabeza en su hombro y habria dicho: «Querida mama, estoy tan cansada…».

Liudmila Nikolayevna observo:

– ?Sabes lo que puede haber pasado? Tu general quiza le haya contado esa conversacion a alguien, y este ha presentado la denuncia.

– Si, si -dijo Zhenia-. Que extrano, una idea tan sencilla y ni se me habia ocurrido.

En el silencio y la tranquilidad de la casa de Liudmila, Zhenia, percibia con mayor intensidad la inquietud interior que la dominaba…

Todo lo que no habia sentido o pensado al abandonar a Krimov, todo lo que secretamente la torturaba y agitaba cuando se marcho: su ternura hacia el que no desaparecia, su inquietud por el, la costumbre de verle, se habia acentuado en las ultimas semanas.

Zhenia le imaginaba en el trabajo, en el tranvia, mientras hacia cola delante de las tiendas. Casi todas las noches sonaba con el, gemia, gritaba, se despertaba. Los suenos eran terribles, llenos de incendios, guerra, y era imposible alejar el peligro que amenazaba a Nikolai Grigorievich.

Por la manana, mientras se vestia y se lavaba deprisa, temerosa de llegar tarde al trabajo, seguia pensando en el. Le parecia que no le amaba. Pero ?acaso se puede pensar ininterrumpidamente en un hombre al que no se ama y sufrir tanto por su destino infeliz? ?Por que cada vez que Limonov y Sharogorodski bromeaban sobre la falta de talento de los poetas y pintores que el preferia le entraban ganas de ver a Nikolai, de acariciarle el cabello, de mimarle, compadecerle?

Ahora se habia olvidado de su fanatismo, de su indiferencia hacia las victimas de la represion, del odio con que hablaba de los kulaks durante la colectivizacion general. Ahora solo se acordaba de las cosas bonitas, romanticas, conmovedoras y tristes. El poder que ahora ejercia sobre ella residia en su debilidad. Sus ojos tenian una expresion infantil, la sonrisa era confusa, los movimientos, torpes.

Le imaginaba con las hombreras arrancadas, con la barba canosa; le veia, por la noche, echado sobre el catre; le veia de espaldas mientras paseaba por el patio de la prision… Probablemente el imaginaba que ella habia intuido su destino y que por eso habia roto con el.

Yacia sobre el catre de la celda y pensaba en ella… La generala…

?Como comprender si era piedad, amor, conciencia o deber?

Novikov le habia enviado un salvoconducto y, utilizando la linea telefonica militar, se habia puesto de acuerdo con un amigo suyo de las fuerzas aereas, quien le habia prometido que haria llegar a Zhenia en un Douglas al Estado Mayor del frente. Los jefes de Zhenia le habian, dado un permiso de tres semanas.

Yevguenia Nikolayevna trataba de tranquilizarse, repitiendose: «El lo comprendera; comprendera que no podia actuar de otra manera».

Sabia que se habia comportado muy mal con Novikov: alli estaba, esperandola.

Le habia escrito contandoselo todo con una sinceridad despiadada. Despues de haber enviado la carta, Zhenia penso que la censura militar leeria su contenido. Todo aquello podia causar un gran perjuicio a Novikov.

«No, no, el lo comprendera», se repetia.

Pero el problema era que Novikov lo comprenderia, y despues la abandonaria para siempre.

?Le amaba o amaba el amor que el sentia por ella?

Un sentimiento de miedo, de tristeza, de horror frente a la soledad se apodero de ella cuando penso en que su separacion era, a fin de cuentas, inevitable.

La idea, ademas, de haber sido ella misma la que habia estrangulado con sus propias manos su felicidad le era particularmente insoportable.

Pero cuando pensaba que ahora no podia cambiar nada, al contrario, que no dependia de ella, sino de Novikov, que la ruptura era completa y definitiva, esa idea le parecia especialmente dura.

Cuando se le hacia demasiado doloroso, demasiado insoportable recordar a Novikov, trataba de imaginar a Nikolai Grigorievich. Tal vez la llamaran para un careo con el… Buenos dias, mi pobrecito querido.

Novikov, en cambio, era alto, fuerte, ancho de espaldas, y estaba investido de poder. No tenia necesidad de apoyo, se las arreglaria solo. Le habia apodado «el coracero». Nunca olvidaria su maravilloso y atrayente rostro; siempre sentiria nostalgia de el, de la felicidad que ella misma habia arruinado. No sentia piedad hacia ella misma. No le daba miedo sufrir. Pero sabia que Novikov no era tan fuerte como aparentaba. En su cara, a veces, asomaba una expresion de impotencia, de temor…

Ademas ella tampoco era tan despiadada consigo misma ni tan indiferente a sus propios sufrimientos.

Liudmila, como si adivinara los pensamientos de su hermana, le pregunto:

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