correr.
Pero en el bosque, entre los arboles, se ocultaba el regimiento de su guardia personal, miles de hombres fuertes, entrenados, despiertos, con reflejos inmediatos. La mision de su vida consistia en evitar que el minimo soplo de aire llegara a mover un pelo de su cabeza, que no lo tocara siquiera. El zumbido discreto del telefono transmitia a todos los sectores y zonas los movimientos del Fuhrer, que habia decidido pascar solo por el bosque.
Dio media vuelta y, reprimiendo el deseo de salir corriendo, se dirigio hacia los edificios verde oscuro de su cuartel general.
Los guardias vieron que el Fuhrer apretaba el paso, sin duda para tratar asuntos urgentes que requerian su presencia en el Estado Mayor. ?Como podian imaginar que pocos minutos antes del crepusculo el caudillo de Alemania habia escapado del lobo del cuento?
Detras de los arboles brillaban las luces de los edificios del Estado Mayor. Por primera vez, al pensar en el fuego de los hornos crematorios sintio un horror humano.
18
Una extrana inquietud se apodero de los hombres que se encontraban en los refugios y en el puesto de mando del 62° Ejercito: tenian ganas de tocarse la cara, palpar sus uniformes, mover los dedos de los pies encerrados en las botas. Los alemanes no disparaban. Se habia hecho el silencio.
Aquel silencio daba vertigo. Los hombres tenian la impresion de haberse vaciado, de que se les habia entumecido el corazon; que los brazos, las piernas se movian como miembros extranos. Causaba una impresion inverosimil, inconcebible, comer las gachas en silencio, y en silencio escribir una carta, despertarse por la noche en medio de la calma. El silencio tenia voz propia, habia hecho nacer una infinidad de sonidos que parecian nuevos y extranos: el tintineo del cuchillo, el susurro de la pagina de un libro, el crujido de la tarima, las pisadas de los pies desnudos, el chirrido de la pluma, el tictac del reloj de pesas en la pared del refugio.
El jefe del Estado Mayor del ejercito Krilov entro en el refugio del comandante. Chuikov estaba sentado en el catre y frente a el, detras de una pequena mesa, se hallaba Gurov. Krilov queria anunciar rapidamente las ultimas novedades: el frente de Stalingrado habia pasado al ataque, el cerco sobre las tropas de Paulus se decidiria en las proximas horas. Miro a Chuikov y Gurov y tomo asiento, en silencio, en el catre. Krilov debio de ver algo muy importante en los rostros de sus camaradas para no hacerles participes de esa informacion, que tenia una importancia capital.
Los tres hombres permanecian callados. El silencio daba vida a nuevos ruidos hasta ese instante borrados en Stalingrado. El silencio estaba a punto de generar nuevos pensamientos, pasiones, inquietudes que habian sido acallados durante los dias de combate.
Pero en esos instantes no tenian todavia nuevos pensamientos: sus emociones, ambiciones, ofensas, odio no se habian liberado del peso aplastante de Stalingrado. No pensaban que de ahora en adelante sus nombres estarian ligados a una pagina gloriosa de la historia militar de Rusia.
Aquellos instantes de silencio fueron los mejores de su vida, instantes regidos exclusivamente por sentimientos humanos, y ninguno de los alli presentes pudo explicarse el motivo de tanta felicidad y de tanta tristeza, del amor y la paz que les habia invadido.
?Es necesario continuar hablando de los generales de Stalingrado despues del exito del ataque defensivo? ?Es necesario contar las pasiones mezquinas que se aduenaron de algunos jefes de la defensa en Stalingrado? ?De como bebian y discutian sin interrupcion a proposito de una gloria indivisible? ?De como Chuikov, borracho, se lanzo contra Rodimtsev con la intencion de estrangularlo solo porque, en el mitin celebrado para conmemorar la victoria de Stalingrado, Nikita Jruschov abrazo y beso a Rodimtsev sin dignarse mirar siquiera a Chuikov?
?Es necesario explicar que Chuikov y su Estado Mayor fueron los primeros en abandonar la santa tierra de Stalingrado para asistir a las celebraciones del vigesimo aniversario de la Cheka-OGPU? ?Y que al dia siguiente el y sus camaradas, borrachos como una cuba, estuvieron a punto de ahogarse en el Volga y fueron sacados del agua por los soldados? ?Es necesario hablar de los insultos, los reproches, las sospechas, la envidia?
La verdad es solo una. No hay dos verdades. Sin verdad, o bien con fragmentos, con una pequena parte de la verdad, con una verdad cortada y podada, es dificil vivir. Una verdad parcial no es una verdad. Dejemos que en esta maravillosa y silenciosa noche reine en el alma la verdad, sin mascaras. Restituyamos a los hombres, por esta noche, la bondad, la grandeza de sus duras jornadas de trabajo…
Chuikov salio del refugio y subio despacio a la cima de la pendiente del Volga. Los escalones de madera crujian bajo sus pies. Estaba oscuro. ?1 este y el oeste callaban. Las siluetas de los bloques de las fabricas, las ruinas de los edificios de la ciudad, las trincheras, los refugios se habian fundido en la tranquila y silenciosa tiniebla de la tierra, del cielo, del Volga.
Asi se manifestaba la victoria del pueblo. No con la marcha ceremonial del ejercito bajo el estruendo de la orquesta, ni tampoco en los fuegos artificiales o en las salvas de la artilleria, sino en la humeda quietud nocturna que envolvia a la tierra, la ciudad, el Volga…
Chuikov se habia conmovido; su corazon endurecido por la guerra le martilleaba en el pecho. Aguzo el oido: el silencio se habia roto. Desde Banni Ovrag y la fabrica Octubre Rojo llegaba una cancion. Abajo, en la orilla del Volga, se oian voces apagadas y los acordes de una guitarra.
Chuikov regreso al refugio. Gurov, que le habia esperado para cenar, le dijo:
– Esta calma es increible, Vasili Ivanovich.
Chuikov resoplo y no dijo nada.
Luego, una vez sentados a la mesa, Gurov observo:
– Eh, camarada, has tenido que pasarlas canutas si lloras por una cancion alegre.
Chuikov le fulmino con una mirada viva y desconcertada.
19
En el refugio excavado en la ladera del barranco de Stalingrado, algunos soldados del Ejercito Rojo estaban sentados alrededor de una mesa improvisada, a la luz de una lampara de fabricacion casera.
Un sargento servia vodka en los vasos de sus companeros y los hombres observaban como el liquido precioso alcanzaba el nivel indicado por su una torcida.
Despues de beber, todos alargaron las manos hacia el pan.
Uno acabo de masticar y dijo:
– Si, las hemos pasado moradas, pero al final hemos vencido.
– Los fritzes se han calmado, no se oye ni un ruido.
– Si, ya han tenido suficiente.
– La epopeya de Stalingrado ha terminado.
– Pero antes les ha dado tiempo de provocar muchas desgracias. Han quemado la mitad de Rusia.
Masticaban el pan muy despacio, sin apresurarse, reencontrando en la calma la sensacion feliz y tranquila de aquellos que por fin pueden reposar, beber y comer despues de un largo y dificil trabajo.
Las mentes comenzaban a nublarse, pero esta niebla tenia algo especial, no les aturdia. Y todo se percibia con extrema lucidez: el sabor del pan, el crujido de la cebolla, las armas amontonadas bajo la pared de arcilla de la trinchera, el recuerdo del hogar, el Volga y la victoria sobre el potente enemigo, obtenida con esas mismas manos que acariciaban los cabellos de los ninos, que abrazaban a las mujeres, que despedazaban el pan y liaban cigarrillos con papel de periodico.
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