– Una despiadada. Se considera que ciertas cosas son inadmisibles; han pedido a la direccion que examine la cuestion del futuro proximo, de…
– Entiendo -dijo Shtrum.
Y aunque estaba convencido de que iban a adoptar una resolucion de ese tipo, se sintio turbado.
«No soy culpable de nada -penso-, pero me mandaran a la carcel; van a arrestarme. Ellos saben que Krimov es inocente y le han encarcelado.»
– ?Alguien voto en contra? -pregunto Shtrum, y del otro lado del telefono le llego el embarazoso silencio de Savostianov.
– No, Viktor Pavlovich; digamos que hubo unanimidad -dijo al fin Savostianov-. Se ha causado usted un perjuicio enorme al no venir hoy.
La voz de Savostianov se oia mal, evidentemente llamaba desde un telefono publico.
Aquel mismo dia telefoneo Anna Stepanovna. Como habia sido destituida de su puesto, ya no iba al instituto y no sabia nada de la reunion del Consejo Cientifico. Le dijo que se marchaba dos meses a casa de su hermana en Murom y le conmovio su cordialidad: le invitaba a visitarla.
– Gracias, gracias -dijo Shtrum-, pero si fuera a Murom no seria para estar ocioso, sino para ensenar fisica en algun instituto tecnico.
– Dios mio, Viktor Pavlovich -dijo Anna Stepanovna-. ?Por que dice eso? Estoy desesperada, todo es culpa mia. ?Acaso valia la pena que hiciera eso por mi?
Probablemente habia interpretado como un reproche las palabras sobre el instituto tecnico. Tampoco su voz se oia bien; por lo visto no llamaba desde su casa, sino desde una cabina telefonica.
«?Habra intervenido Sokolov?», se preguntaba Shtrum.
Entrada la noche llamo Chepizhin. Aquel dia Viktor, como un enfermo grave, solo se animaba cuando comenzaban a hablar de su enfermedad. Chepizhin lo noto.
– ?Habra intervenido Sokolov? ?Es posible que lo haya hecho? -preguntaba Shtrum a Liudmila Nikolayevna; naturalmente, ella no podia saber si Sokolov habia tomado la palabra.
Una especie de telarana se habia tejido entre el y su circulo intimo.
Era obvio que Savostianov tenia miedo de decir aquello que mas interesaba a Viktor Pavlovich; no queria ser su informador. Lo mas probable es que hubiera pensado: «Shtrum se encontrara con personas del instituto y dira: 'Ya lo se, Savostianov me lo ha contado con detalle'».
Anna Stepanovna habia sido muy cordial, pero en una situacion asi podria haber ido a casa de Shtrum en lugar de contentarse con hacer una llamada telefonica.
Y Chepizhin, reflexionaba Viktor Pavlovich, deberia haberle propuesto colaborar con el Instituto de Astrofisica, o al menos contemplar la posibilidad.
«Estan ofendidos conmigo y yo con ellos; lo mejor seria que no volvieran a llamar.»
Pero con quien mas irritado estaba era con los que no se habian dignado llamar. Durante todo el dia estuvo esperando las llamadas de Gurevich, Markov, Pimenov. Despues se enfado con los tecnicos y los electricistas que trabajaban en la instalacion de los nuevos aparatos.
«Hijos de perra -pensaba-. ?Los obreros, esos si que no tienen nada que temer!»
Le resultaba insoportable pensar en Sokolov. Piotr Lavrentievich habia ordenado a Maria Ivanovna que no le llamara. Podia perdonar a todos, tambien a sus viejos conocidos e incluso a parientes y colegas. ?Pero a un amigo! Pensar en Sokolov le suscitaba tanta rabia, una ofensa tan aguda, que incluso le costaba respirar. Y al mismo tiempo que pensaba en la traicion del amigo, Shtrum,, sin darse cuenta, trataba de justificarlo.
Nervioso, escribio a Shishakov una carta absolutamente inutil donde le pedia que le comunicaran la decision que habia tomado la direccion del instituto, puesto que estaba enfermo y en los dias sucesivos no iria a trabajar al laboratorio.
Al dia siguiente no recibio ni una sola llamada.
«Bueno, es senal de que me arrestaran», pensaba Shtrum.
Y este pensamiento ya no le atormentaba; por el contrario, se alegraba. Del mismo modo se consuelan las personas enfermas» «Bien, enfermos o no, todos moriremos»,
Viktor Pavlovich dijo a Liudmila;
– La unica persona que nos trae noticias es Zhenia. A decir verdad, las suyas son noticias de la sala de recepcion del NKVD…
– Ahora estoy convencida -dijo Liudmila Nikolayevna-de que Sokolov intervino en el Consejo Cientifico. Si no, no se explica el silencio de Maria Ivanovna. Le da verguenza llamar despues de eso. Aunque podria llamarla yo durante el dia, mientras el esta en el trabajo.
– ?Bajo ningun concepto! -grito Shtrum-. ?Me oyes, Liuda?
– Pero ?que tengo que ver yo con tus relaciones con Sokolov? -objeto Liudmila Nikolayevna-. Masha es mi amiga.
Evidentemente, no podia explicar a Liudmila por que no podia llamar a Maria Ivanovna. Le avergonzaba la idea de que Liudmila, de modo involuntario, pudiera convertirse en enlace entre Maria Ivanovna y el.
– Liuda, ahora nuestra relacion con la gente solo puede ser unilateral. Si a un hombre le meten en la carcel, su mujer solo puede visitar a las personas que la llamen. No tiene derecho a decir por si misma: tengo ganas de ir a veros. Seria una humillacion para ella y para el marido. Hemos entrado en un nuevo periodo. Ahora no podemos escribir cartas a nadie, solo responderlas. No podemos llamar a nadie por telefono, solo descolgar el auricular cuando nos llaman. No debemos ser los primeros en saludar a nuestros conocidos, porque tal vez ellos no deseen saludarnos. Y aunque me saluden, no tengo ya el derecho a hablar primero. Puede suceder que esa persona quiera saludarme con un movimiento de cabeza, pero no desee hablar conmigo. Si me dirige la palabra, entonces le respondere. Hemos entrado a formar parte de la gran casta de los intocables.
Hizo una pausa.
– Pero por suerte para los intocables hay excepciones a esta ley. Hay una o dos personas (no hablo de nuestros familiares, de tu madre, de Zhenia) que merecen la confianza enorme y sincera de los parias. A ellos se les puede telefonear y escribir sin esperar ninguna senal de autorizacion. Por ejemplo, Chepizhin…
– Tienes razon, Vitia, todo eso es cierto -dijo Liudmila Nikolayevna, y sus palabras le sorprendieron. Hacia mucho tiempo que su mujer no le daba la razon en algo-. Pero yo tambien tengo una amiga: ?Maria Ivanovna!
– ?Liuda! -grito-. ?Liuda! ?Sabes que Maria Ivanovna ha prometido a Sokolov que no volvera a vernos? Intenta llamarla. ?Venga, llama, llama!
Descolgo el auricular y se lo tendio a Liudmila Nikolayevna.
En aquel instante, en un rincon de su conciencia, esperaba que Liudmila llamara…, al menos ella oiria la voz de Maria Ivanovna.
– ?Ah! ?Asi estan las cosas? -observo Liudmila Nikolayevna, y colgo el auricular.
– Pero ?por que no vuelve Zhenia? -pregunto Shtrum-. Estamos unidos por la desgracia. Nunca he sentido tanta ternura hacia ella como ahora.
Cuando llego Nadia, Shtrum le dijo:
– Nadia, he hablado con tu madre, ella te lo explicara todo con detalle. Ahora que me he convertido en un espantajo no puedes ir a ver a los Postoyev, los Gurevich y los demas. Para toda esta gente, tu antes que nada eres mi hija.: ?Mi hija! ?Comprendes quien eres? ?Un miembro de mi familia! Te lo pido encarecidamente…
Sabia de antemano lo que ella diria, como protestaria y se indignaria. Nadia levanto la mano para interrumpirle.
– Bah, eso ya lo comprendi cuando vi que no ibas al consejo de los impios.
Fuera de sus casillas, miro a su hija. Despues le dijo en tono ironico:
– Espero que esto no influya en tu teniente.
– Por supuesto que no influira.
– ?Como?
Ella se encogio de hombros.
– Nada. Ya veo que comprendes…
Shtrum miro a su mujer y a su hija, les tendio los brazos y se fue a su habitacion.
En su gesto habia tanta confusion, tanta culpa, debilidad agradecimiento, amor, que las dos permanecieron mucho rato una al lado de la otra sin articular palabra, sin atreverse a mirarse.