– Claco, como si no lo comprendiera.
– Por supuesto -dijo Guetmanov-, las hemos hecho buenas, pero el pueblo nos perdonara. ?Nos perdonara! Porque en el fondo somos buenas personas. ?No es verdad? Novikov miro con ternura a los presentes y dijo:
– ?No es buen tipo el comisario de nuestro cuerpo?
– Si, muy buen tipo -corroboro Darenski.
– Exacto -dijo Guetmanov, y los tres se echaron a reir.
Como si hubiera adivinado el deseo de Novikov y Darenski, Guetmanov miro el reloj.
– Voy a descansar; estoy siempre en movimiento, dia y noche, hoy al menos dormire hasta la manana. Hace diez dias que no me quito las botas, como un gitano. ?Donde esta el jefe del Estado Mayor? ?Esta durmiendo ya?
– ?Dormido? -pregunto Novikov-. ?Que va! Ha ido a inspeccionar una nueva posicion dado que nos trasladaremos manana.
Cuando se quedaron solos, Darenski dijo: -Piotr Pavlovich, hay algo que no he acabado de comprender… Hace poco tiempo estaba-en las arenas de la region del Caspio. Me sentia muy deprimido. Parecia que habia llegado el fin. Y mira lo que ha pasado ahora: hemos podido organizar esta fuerza fantastica, una fuerza ante la cual todo parecia inutil.
– ?Y yo comprendo cada vez mejor y mas claramente que significa ser ruso! -dijo Novikov-. Somos fuertes y temerarios como lobos.
– ?Una fuerza fantastica! -repitio Darenski-. Pero he aqui lo fundamental: los rusos conducidos por los bolcheviques encabezaran la humanidad y el resto es un detalle insignificante.
– Escucha una cosa -propuso Novikov-: ?quieres que vuelva a formular la peticion de tu traslado? Entrarias como subjefe de Estado Mayor. Combatiriamos juntos, ?que te parece?
– ?Que puedo decir? Gracias. ?Y de quien seria el adjunto?
– Del general Neudobnov. Segun el reglamento, un teniente coronel desempena las funciones de general.
– ?Neudobnov? ?El que estuvo en el extranjero antes de la guerra? ?En Italia?
– Exacto. El mismo. No es un Suvorov, pero por lo general se puede trabajar con el.
Darenski guardo silencio. Novikov le miro.
– Entonces, ?cerramos el trato? -insistio.
Darenski se levanto el labio con un dedo y tiro un poco atras la mejilla.
– ?Ves las coronas? -pregunto-. En 1937 Neudobnov me hizo saltar dos dientes durante un interrogatorio.
Se intercambiaron una mirada, guardaron silencio un rato, luego se miraron de nuevo.
Darenski dijo:
– Desde luego, es un hombre competente.
– Es verdad; no es un calmuco, es un ruso -dijo riendo Novikov, y de pronto grito-: Bebamos, pero esta vez en serio, ?a la rusa!
Darenski, por primera vez en su vida, bebio mucho, pero de no ser por las dos botellas de vodka vacias sobre la mesa, nadie habria notado que los dos hombres habian empinado el codo. Fue asi como comenzaron a tutearse.
Novikov lleno los vasos por enesima vez y dijo:
– Bebe, no pares.
Esta vez el abstemio Darenski no se abstuvo de beber.
Hablaron de los primeros dias de la guerra, del repliegue, de Bliujer y Tujachevski, de Zhukov. Darenski hablo sobre su interrogatorio y le explico lo que queria saber el juez instructor.
Novikov, a su vez, le conto como habia retrasado durante algunos minutos, en el inicio de la ofensiva, el avance de los tanques. Pero evito mencionar que se habia equivocado al juzgar la conducta de los comandantes de brigada. Hablaron de los alemanes; Novikov dijo que pensaba que el verano de 1941 le habia endurecido para toda la vida, pero cuando le enviaron los primeros prisioneros, habia ordenado que les alimentaran algo mas decentemente y que transportaran a los heridos y aquellos con sintomas de congelacion en camion hasta la retaguardia. Darenski observo:
– Tu comisario y yo hemos puesto como un trapo a los calmucos. ?Hemos hecho bien! Es una lastima que no este aqui tu Neudobnov. Me hubiera gustado decirle unas cuantas palabras, ya lo creo.
– ?Acaso no habia gente de Kursk o de Oriol que se entendia con los alemanes? -pregunto Novikov-. Mira el general Vlasov; que yo sepa no es calmuco. Mi Basangov es un buen soldado. Pero Neudobnov es un chequista, el comisario me ha hablado largo y tendido de el. No es un soldado. Nosotros los rusos venceremos, llegaremos a Berlin. Lo se; los alemanes no nos pararan.
– Estoy al corriente de Neudobnov, Yezhov y todo eso -dijo Darenski-, pero ahora hay una sola Rusia: la Rusia sovietica. Y se que aunque me rompieran todos los dientes, mi amor por Rusia no cambiaria. La amare hasta el ultimo aliento. Sin embargo, no hare de adjunto de una puta como esa. No, camarada, ?estamos de broma?
Novikov lleno los vasos de vodka y le animo:
– Venga, de un trago.
Luego anadio:
– ?Quien sabe lo que pasara? Algun dia estare entre los malos.
Cambiando de tema dijo de improviso:
– El otro dia paso algo horrible:-le desgajaron la cabeza a un tanguista, pero el, muerto, continuaba apretando el acelerador y el tanque avanzaba. ?Adelante, siempre adelante! Darenski repitio:
– Tu comisario y yo hemos maldecido a los calmucos, y ahora no se me va de la cabeza un viejo calmuco, ?Cuantos anos tiene Neudobnov? ?Y si fueramos a hacerle una visita a donde esta acantonado?
Novikov, con la lengua pastosa, dijo arrastrando las palabras:
– Tengo una gran alegria. La mas grande de las alegrias. Saco una fotografia de su bolsillo y se la tendio a Darenski. Este la observo durante un buen rato en silencio, y dijo:
– Una belleza, nada que objetar.
– ?Una belleza? La belleza por si sola no es nada, ?comprendes? No se ama como yo la amo solo por la belleza.
En la puerta aparecio Veishkov, se quedo alli mirando fijamente con expresion interrogativa al comandante del cuerpo.
– Largate de aqui-ordeno despacio Novikov.
– Eh, ?por que le tratas asi? El solo queria saber si necesitabas algo -dijo Darenski.
– Bueno, bueno, sere malo, sere un grosero, pero no hace falta que nadie me de lecciones. Y ademas, teniente coronel, ?por que me tuteas? ?Acaso es eso lo que dice el reglamento?
– ?Asi que esas tenemos! -exclamo Darenski.
– Dejalo, no entiendes los chistes -dijo Novikov, y penso que era una suerte que Zhenia no le viera borracho.
– No comprendo las bromas estupidas -respondio Darenski.
Discutieron durante un largo rato y se reconciliaron solo cuando Novikov le propuso acercarse hasta donde estaba Neudobnov y molerle a palos. Al final no fueron a ninguna parte, pero continuaron bebiendo.
31
Aleksandra Vladimirovna recibio el mismo dia tres cartas: dos de sus hijas y una tercera de su nieta Vera.
Todavia no habia abierto los sobres, pero por la caligrafia ya habia reconocido de quien eran. Sabia que las cartas no eran portadoras de buenas noticias.
La experiencia le habia ensenado que los hijos no escriben a las madres para compartir alegrias.
Las tres le pedian que fuera a verlas: Liudmila a Moscu, Zhenia a Kuibishev y Vera a Leninsk. Y aquellas invitaciones confirmaron a Aleksandra Vladimirovna que la vida no era facil para sus hijas y su nieta.
Vera escribia que los disgustos en el Partido y en el trabajo habian extenuado a su padre. Unos dias antes habia regresado a Leninsk desde Kuibishev, adonde habia acudido por una convocatoria del Comisariado del Pueblo. Vera decia que ese viaje habia agotado a su padre mas que el trabajo que habia desempenado en la central