encuentro; habian llorado, arrepintiendose de los malos pensamientos que habian concebido la una respecto a la otra, de sus sospechas, de la falta de confianza en su amistad.

?Dios, que complicada y embrollada era la vida! Maria Ivanovna, la honesta y pura Maria, no habia sido sincera con Liudmila, habia fingido. Pero solo habia actuado asi porque le amaba.

Ahora Viktov Pavlovich raras veces veia a Maria Ivanovna. Casi todo lo que sabia de ella le llegaba a traves de Liudmila.

Supo que Sokolov habia sido propuesto para el premio Stalin por unos trabajos publicados antes de la guerra, que habia recibido una carta entusiasta de unos jovenes fisicos de Inglaterra y que en las proximas elecciones de la Academia seria presentada su candidatura como miembro correspondiente. Todas estas informaciones se las habia dado Maria Ivanovna a Liudmila.

Durante sus breves encuentros con Maria Ivanovna, Shtrum ahora ni siquiera mencionaba a Piotr Lavrentievich.

Las preocupaciones del trabajo, las reuniones, los viajes no conseguian aplacar su continua nostalgia, y el deseo de verla era constante.

Liudmila Nikolayevna le habia dicho varias veces:

– No entiendo por que Sokolov la tiene tomada contigo. Ni siquiera Masha se lo explica.

La explicacion, por supuesto, era sencilla, pero era imposible que Maria Ivanovna la compartiera con Liudmila.

Bastante habia hecho con confesarle a su marido lo que sentia por Shtrum.

Aquella confesion habia destruido para siempre la amistad entre Shtrum y Sokolov. Le habia prometido a su marido que no volveria a ver a Shtrum. Si decia una palabra a Liudmila no sabria nada mas de ella; ni donde estaba ni como estaba. ?Se veian tan poco! ?Y los encuentros eran tan breves! Cuando se encontraban apenas hablaban, paseaban por la calle cogidos de la mano o se quedaban sentados en silencio en un banco del parque.

Cuando Shtrum estaba en sus horas mas bajas, Maria, con una sensibilidad fuera de lo comun, habia entendido por lo que estaba pasando. Habia adivinado sus pensamientos, previsto sus acciones; parecia conocer de antemano todo lo que le pasaria. Cuanto mas abatido estaba, mas doloroso e intenso era el deseo de verla. Le parecia que en esa comprension absoluta residia su unica felicidad. Tenia la impresion de que al lado de esa mujer podia soportar cualquier sufrimiento. Con ella seria feliz.

Habian conversado por las noches en Kazan, en Moscu habian paseado juntos por el jardin Neskuchni, una vez se habian sentado unos minutos en un banco, en la plaza de la calle Kaluga; eso era todo. Eso, antes. Ahora, por el contrario, a veces se hablaban por telefono; otras, se veian en la calle, y de estos breves encuentros no decia ni una palabra a Liudmila.

A decir verdad, Viktor comprendia que su pecado, el de el y el de ella, no se media por los minutos pasados en secreto sentados en un banco. Su pecado era mas grave: la amaba. ?Por que habia ocupado ella un lugar tan importante en su vida?

Cada palabra dicha a su mujer era una verdad a medias. Cada movimiento, cada mirada, aun cuando1 fuera contra su voluntad, contenia en si la mentira.

Con indiferencia fingida, preguntaba a Liudmila Nikolayevna: «?Te ha llamado tu amiguita? ?Como esta? ?Y la salud de Piotr Lavrentievich?».

Se alegraba de los exitos de Sokolov, pero no porque albergara buenos sentimientos hacia el. Le parecia que en cierto sentido los exitos de Sokolov le daban derecho a Maria Ivanovna a no sentir remordimientos.

Era insoportable tener noticias de Sokolov y Maria Ivanovna por boca de Liudmila. Era humillante para Liudmila, para Maria Ivanovna, para el.

La mentira se mezclaba con la verdad incluso cuando hablaba con su mujer sobre Tolia, Nadia y Aleksandra Vladimirovna. La mentira estaba en todas partes. ?Por que motivo? Sus sentimientos hacia Maria Ivanovna eran la verdad de su alma, de sus pensamientos, de sus deseos. ?Por que esta verdad engendraba tantas mentiras? Sabia que, renunciando a ese amor, liberaria de la mentira a Liudmila, a Maria Ivanovna y a si mismo. Pero cada vez que se convencia de que debia renunciar a ese amor al que no tenia derecho, un sentimiento perverso, que le nublaba el juicio y rechazaba el sufrimiento, le disuadia insinuandole: «Esta mentira, al fin y al cabo, no es tan terrible, no hace dano a nadie. El sufrimiento es peor que la mentira».

A ratos le parecia que podria encontrar la fuerza y la crueldad para romper con Liudmila y destruir la vida de Sokolov, y ese sentimiento le incitaba, le permitia formular el argumento opuesto: «La mentira es lo peor de todo. Seria mejor romper con Liudmila que mentir, que obligar a Maria Ivanovna a mentir. La mentira es peor que el sufrimiento».

No se daba cuenta de que su pensamiento se habia transformado en el fiel servidor de su sentimiento, que sus sentimientos manejaban al pensamiento, y que solo habia un modo de romper ese circulo vicioso: cortar por lo sano, sacrificarse a si mismo en lugar de a los demas.

Cuanto mas pensaba en todo aquello, menos lo entendia. ?Como entenderlo, como desembrollar la marana? Su amor por Maria Ivanovna era al mismo tiempo la verdad y la mentira de su vida. El verano pasado habia tenido una aventura con la bella Nina, y no se habia tratado de una historia entre colegiales. Con Nina no se habia limitado a pasear por un jardin. Pero solo ahora habia irrumpido esa sensacion de traicion, de desgracia familiar, de culpa ante Liudmila.

Aquellas elucubraciones consumian una incalculable cantidad de energia espiritual e intelectual, probablemente tanta como la que Planck habia dedicado a elaborar la teoria cuantica.

Una vez habia considerado que ese amor nacia solo de sus penas y desgracias… Sin ellas, nunca hubiera experimentado aquel sentimiento…

Pero ahora la vida le sonreia, y su deseo de ver a Maria Ivanovna no se habia atenuado.

Ella era una persona especial: no la atraian ni la riqueza ni la fama ni el poder. Por el contrario, deseaba compartir con el las desdichas, la pena, las privaciones… Shtrum se alarmo: ?y si ahora ella le daba la espalda?

Comprendia que Maria Ivanovna adoraba a Piotr Lavrentievich, y eso le hacia enloquecer.

Lo mas probable es que Zhenia tuviera razon. Ese segundo amor, llegado despues de largos anos de matrimonio, era en realidad la consecuencia de una avitaminosis del alma, del mismo modo que una vaca suena con lamer la sal que durante anos busca y no encuentra en la hierba, en el heno y en las hojas de los arboles. Esa hambre del alma crece poco a poco hasta convertirse en una fuerza enorme. Si, era eso, era eso. Oh, que bien conocia el hambre espiritual… Maria Ivanovna era completamente diferente de Liudmila…

?Eran ciertos o falsos esos pensamientos? Shtrum no se daba cuenta de que no los habia engendrado la razon, sus actos no estaban determinados por su correccion o su inconveniencia. No era la razon fa que gobernaba su conducta. Sufria si no veia a Maria Ivanovna y era feliz cuando pensaba que iba a verla. Cuando se imaginaba que en el futuro podrian estar siempre juntos, era feliz.

?Por que no sentia remordimientos cuando pensaba en Sokolov? ?Por que no sentia verguenza?

Pero ?de que tenia que avergonzarse? A fin de cuentas, solo habian paseado por el parque y se habian sentado en un banco.

?Como si el problema fuera haberse sentado en un banco! Estaba dispuesto a romper con Liudmila, a decirle a su amigo que amaba a su mujer, que queria quitarsela.

Ahora evocaba todo lo malo de su vida en comun con liudmila. Recordaba la mala velacion entre Liudmila y su madre, que Liudmila no habia permitido a su primo, de regreso del campo penitenciario, pasar la noche en casa. Recordaba de ella la dureza, la groseria, la terquedad, la crueldad.

Los malos recuerdos le endurecian. Y necesitaba endurecerse para cometer una crueldad. Por otro lado Liudmila habia pasado toda su vida con el, compartiendo los momentos mas duros y dificiles. Tema el cabello casi cano y cargaba con muchos sufrimientos a las espaldas. ?Es que solo tenia defectos? Durante muchos anos se habia sentido orgulloso de ella, le alegraba su rectitud, su sinceridad. Si, si, no habia duda, se disponia a cometer una crueldad.

Por la manana, a punto de salir para el trabajo, Viktor Pavlovich recordo la reciente visita de Yevguenia Nikolayevna, y penso: «Que suerte que Zhenia haya vuelto a Kuibishev».

Se avergonzo de ese pensamiento, y precisamente en aquel instante Liudmila Nikolayevna dijo:

– A todos nuestros parientes encarcelados se ha sumado Nikolai. Menos mal que Zhenia ya no esta en Moscu.

Quiso reprocharle esas palabras, pero se dio cuenta a tiempo y decidio no decir nada: un reproche suyo hubiera

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