sonado demasiado falso.
– Te ha llamado Chepizhin -dijo Liudmila Nikolayevna.
Shtrum miro el reloj.
– Esta noche volvere pronto y le llamare. A proposito, es posible que vaya de nuevo a los Urales.
– ?Por mucho tiempo?
– No, dos o tres dias.
Tenia prisa, le esperaba un gran dia.
Grande era su trabajo, grandes sus asuntos, ?asuntos de Estado!, pero sus pensamientos seguian la ley de la proporcionalidad inversa: eran pequenos, miseros, banales.
Zhenia, antes de irse, le habia pedido a su hermana que se acercara a Kuznetski Most para hacerle llegar a Krimov doscientos rublos.
– Liudmila -dijo-, no te olvides de entregar ese dinero, como te pidio Zhenia. Ya has tardado demasiado.
Habia dicho eso no porque se preocupara por Krimov o Zhenia. Lo habia dicho porque temia que el descuido de Liudmila pudiera precipitar la vuelta de Zhenia a Moscu. Zhenia, una vez en la capital, comenzaria a escribir declaraciones, cartas, a hacer llamadas telefonicas, transformando el apartamento de Shtrum en un centro de asistencia a los detenidos.
Comprendia que esos pensamientos no solo eran pequenos y mezquinos, sino tambien viles. Sintio verguenza y anadio a toda prisa:
– Escribe a Zhenia. Invitala en nombre tuyo y mio. Quiza tenga que volver a Moscu, y, sin invitacion, no le sera facil. ?Me has oido, Liuda? ?Escribele enseguida!
Despues de estas palabras, se sintio bien, pero una vez mas sabia que lo habia dicho por su propia tranquilidad… En cualquier caso era extrano. Antes, cuando se pasaba dias enteros en su habitacion, aislado de todos, temiendo al administrador de la casa y a las empleadas de la oficina de racionamiento, tenia la cabeza llena de pensamientos sobre la vida, la verdad, la libertad; pensamientos sobre Dios… Nadie le necesitaba, su telefono no sonaba durante semanas enteras, sus conocidos preferian no saludarle cuando se»o encontraban por la calle. En cambio ahora, cuando de cenas de personas le esperaban» le llamaban por telefono le escribian, ahora que una ZIS-101 tocaba el claxon delicadamente bajo la ventana de su casa, no podia librarse de un cumulo de pensamientos vacios como las cascaras de los granos de girasol, de un lamentable sentimiento de enojo de temores ridiculos.
Sus reflexiones microscopicas y triviales le acompanaban a todas partes: pronunciaba palabras fuera de lugar esbozaba una sonrisita imprudente.
Durante un tiempo despues de la llamada telefonica de Stalin le parecio que el miedo habia desaparecido de su vida. Pero persistia, solo que era diferente: ya no era un miedo plebeyo, sino senorial. Era un miedo que viajaba en coche, que tenia linea directa con el Kremlin; pero seguia presente.
Lo que parecia imposible, una actitud de rivalidad envidiosa hacia los logros y las teorias de otros cientificos, se habia convertido en algo normal. Le inquietaba que le adelantaran, que le doblaran.
No tenia muchas ganas de hablar con Chepizhin; le parecia que no tenia fuerzas para mantener una conversacion que preveia larga y dificil. Habian simplificado demasiado cuando habian tocado el tema de la dependencia de la ciencia respecto al Estado. El se sentia verdaderamente libre. Nadie consideraba sus modelos teoricos como hipotesis absurdas sacadas del Talmud. Nadie le atacaba. El Estado necesitaba la fisica teorica. Ahora Shishakov y Badin lo comprendian. Para que Markov demostrara su talento en la experimentacion y Kochkurov en su aplicacion practica, se necesitaba a un teorico. Todos lo habian comprendido de repente despues de la llamada telefonica de Stalin. ?Como podia explicar a Dmitri Petrovich que esa llamada le habia proporcionado la libertad en el trabajo? Pero ?por que se habia vuelto tan intolerante con los defectos de Liudmila Nikolayevna? ?Por que era tan indulgente con Shishakov?
Ahora Markov le parecia especialmente agradable. Se interesaba por los asuntos personales de los jefes, por las circunstancias secretas o medio secretas, las inocentes argucias y las meditadas perfidias, las pequenas ofensas y las graves humillaciones por no haber sido invitado al presidium, la inclusion en las listas especiales, y las palabras fatales: «Usted no esta en la lista».
Incluso hubiera preferido pasar una tarde libre charlando con Markov que discutiendo como lo hacia con Madiarov en las reuniones de Kazan. Markov captaba con sorprendente precision los aspectos ridiculos de las personas, sabia burlarse de las debilidades humanas, sin malicia y al mismo tiempo con sarcasmo. Poseia una inteligencia refinada y, sobre todo, era un cientifico de primer orden; tal vez era el fisico experimental de mayor talento del pais.
Shtrum ya se habia puesto el abrigo cuando Liudmila Nikolayevna le dijo:
– Maria Ivanovna llamo ayer.
Se apresuro a preguntar:
– ?Y?
Su cara habia cambiado visiblemente de expresion.
– ?Que tienes? -pregunto Liudmila Nikolayevna,
– Nada, nada -respondio, volviendo del pasillo a la habitacion.
– En realidad no lo entendi del todo, pero temo que sea una historia desagradable. Parece que Kovchenko les ha telefoneado. Como de costumbre, esta preocupada por ti; tiene miedo de que te busques problemas de nuevo.
– ?Como? -pregunto el, impaciente-. No lo entiendo.
– Es lo que te digo: yo tampoco lo entiendo. Evidentemente, no queria extenderse demasiado por telefono.
– Espera, repitemelo otra vez-dijo Shtrum, desabrochandose el abrigo y sentandose en la silla al lado de la puerta.
Liudmila le miro y movio la cabeza. Le parecio que sus ojos le observaban con aire de tristeza y reproche.
Y como para confirmarle esa conjetura, le dijo:
– Ves, Vitia, esta manana no tenias tiempo de telefonear a Chepizhin, pero siempre estas dispuesto a oir hablar de Masha… Incluso has esperado, aunque llegabas tarde.
Mirandola de reojo, de arriba abajo, dijo:
– Si, llego tarde.
Se acerco a la mujer, se llevo su mano a los labios.
Ella le acaricio la nuca, despeinandole ligeramente el pelo.
– Ya ves que importante e interesante se ha vuelto Masha -dijo despacio Liudmila, y sonriendo con tristeza, anadio-: La misma Masha que no sabe distinguir a Balzac de Flaubert.
Shtrum la miro: tenia los ojos humedos y le parecio que los labios le temblaban.
Impotente, se encogio de hombros, y cuando llego a la puerta se volvio a mirarla.
Le dejo estupefacto la expresion de su cara. Bajaba las escaleras y pensaba que si se separaba de Liudmila y no volvia a verla, esa expresion de su cara impotente, conmovedora, extenuada, llena de verguenza por el y por ella, no le abandonaria hasta el dia de su muerte. Comprendia que en esos momentos habia sucedido algo muy importante: su mujer le habia dado a entender que percibia su amor por Maria Ivanovna, y el se lo habia confirmado…
Una cosa era cierta: si veia a Masha era feliz, si pensaba que no la volveria a ver le costaba respirar.
Cuando el coche de Shtrum se acercaba al instituto, el automovil de Shishakov se puso a su altura, y los dos vehiculos se detuvieron casi al mismo tiempo en la entrada.
Caminaban el uno al lado del otro por el pasillo, asi como poco antes sus respectivos vehiculos circulaban juntos.
Aleksei Alekseyevich tomo a Shtrum del brazo y le pregunto:
– Entonces, ?se va pronto?
– Parece que si -respondio Shtrum.
– Dentro de poco usted y yo nos despediremos para siempre. Usted sera el amo y senor -dijo en broma Aleksei Alekseyevich.
Shtrum penso de repente: «?Que diria si le preguntara si ha amado alguna vez a la mujer de otro?».
– Viktor Pavlovich-dijo Shishakov-, ?le va bien pasarse por mi despacho sobre las dos?
– A las dos estoy libre. Con mucho gusto.