?Stalin! ?El gran Stalin! Es probable que tuviera una voluntad de hierro, pero era mas debil de caracter que cualquiera. Un esclavo del tiempo y de las circunstancias, resignado y humilde servidor del dia de hoy que abre de par en par la puerta a los tiempos nuevos.

Si, si, si… Y los que no se postraron ante los nuevos tiempos acabaron en la basura.

Ahora sabia como se quebranta a un hombre. Te registran, te arrancan los botones, te quitan las gafas; todo eso despierta en el individuo la sensacion de nulidad fisica. En el despacho del juez instructor el individuo toma conciencia de que el papel que ha desempenado en la Revolucion, en la guerra civil no significa nada; que todos sus conocimientos, su trabajo no son mas que tonterias. Y Krimov llego a una segunda conclusion: la nulidad del hombre no era solo fisica.

Los que se obstinaban en defender su derecho a ser hombres eran, poco a poco, quebrantados, destruidos, rotos, roidos, cercenados para llevarlos a un nivel tal de fragilidad, porosidad, plasticidad y debilidad que no querian ya pensar en la justicia, en la libertad y ni siquiera en la paz, solo querian que los liberasen de una vida que se habia vuelto odiosa.

Los jueces de instruccion resultaban vencedores en su trabajo porque sabian que tenian que considerar al hombre como a un todo, una unidad fisica y espiritual. El alma y el cuerpo son vasos comunicantes y, golpeando, desmantelando el sistema defensivo de la naturaleza del hombre, el atacante encuentra siempre una brecha por la cual introducir con exito sus tropas, apoderarse del alma y obligar al individuo a una rendicion incondicional.

No tenia fuerzas para pensar en todo aquello, pero tampoco para no pensarlo.

?Quien le habia traicionado? ?Quien le habia denunciado, calumniado? Ahora sentia que estas preguntas no revestian interes para el.

Siempre se habia enorgullecido de subordinar su vida a la logica. Pero ahora ya no era asi. La logica le decia que habia sido Yevguenia Nikolayevna la que habia pasado la informacion sobre su conversacion con Trotski. Pero toda su vida actual, su lucha contra el juez instructor, su capacidad de respirar, de continuar siendo el enmarada Krimov, se fundaba en la fe en que Zhenia no tenia ninguna culpa. Se sorprendia incluso de haberlo dudado un instante. No habia fuerza en el mundo capaz de obligarle a no tener fe en Zhenia. Creia en ella a pesar de que sabia que solo ella conocia su conversacion con Trotski; aunque sabia que las mujeres traicionaban, que eran debiles, y que Zhenia le habia abandonado, que se habia ido en un momento dificil de su vida.

Le hablo a Katsenelenbogen de su interrogatorio, pero no le dijo una palabra sobre esta cuestion.

Ahora Katsenelenbogen ya no tenia ganas de bromear, no hacia el payaso.

Krimov no se habia equivocado a la hora de juzgarlo. Era inteligente, pero todo lo que decia era extrano y terrible. A veces le parecia que no habia nada injusto en el hecho de que un viejo chequista como el estuviera encerrado en una celda de la prision interna de la Lubianka. No podia ser de otra manera. De vez en cuando le daba la impresion de que estaba loco.

Era un poeta, el bardo de los organos de seguridad del Estado.

Con la voz vibrante de admiracion habia contado una vez a Krimov que Stalin, durante una pausa en el ultimo congreso del Partido, pregunto a Yezhov por que habia llevado la politica de represion tan lejos. Cuando Yezhov, turbado, le respondio que habia seguido a rajatabla sus directrices, Stalin, el jefe de Estado, dijo con tristeza dirigiendose a los delegados que se agolpaban a su alrededor: «Y esto lo dice un miembro del Partido».

Le conto el terror que habia sentido Yagoda…

Evocaba a los grandes chequistas, apreciadores de Voltaire, conocedores de Rabelais, admiradores de Verlaine, que una vez habian dirigido el trabajo en aquella enorme casa que nunca dormia.

Le hablo de un verdugo que habia trabajado durante muchos anos en Moscu, un viejo leton pacifico y amable que, antes de ajusticiar al condenado, le pedia permiso para dar su ropa al orfanato. Acto seguido, le hablo de otro verdugo que bebia dia y noche, en un estado perenne de melancolia y mal humor cuando no tenia trabajo, y que cuando le despidieron, comenzo a visitar los sovjoses de los alrededores de Moscu para sacrificar cerdos; siempre se llevaba una botella de sangre de cerdo alegando que el medico le habia prescrito beberia contra la anemia.

Le relato que en 1937 ejecutaban cada noche a cientos de sentenciados «sin derecho a correspondencia», que cada noche las chimeneas del crematorio de Moscu humeaban y los Komsomoles, movilizados para ayudar con las ejecuciones y el transporte de cadaveres, acababan volviendose locos.

Le conto el interrogatorio de Bujarin, la obstinacion de Kamenev.

Una vez estuvieron hablando toda la noche hasta el amanecer.

Aquella noche el chequista le expuso su teoria. Conto a Krimov el singular destino de un nepman [120], el ingeniero Frenkel.

En los albores de la NEP, Frenkel habia montado en Odessa una fabrica de motores, pero a mediados de los anos veinte fue arrestado y enviado a Solovki.

Desde el campo de Solovki, Frenkel envio a Stalin un proyecto genial. El viejo chequista habia pronunciado justamente esa palabra: «genial».

En el proyecto se hablaba detenidamente, con argumentaciones tecnicas y economicas, de la utilizacion de un numero ingente de prisioneros para construir carreteras, diques, centrales electricas y depositos de agua.

El nepman detenido se convirtio en general del MGB; el Amo habia apreciado la idea en su justo valor.

De la simplicidad del trabajo santificado que llevaban a cabo regimientos de reclusos condenados a trabajos forzados, de esas palas, picos, hachas y sierras irrumpio el siglo xx.

El mundo de los campos comenzo a absorber el progreso, atrajo a su orbita la locomotora electrica, excavadoras, niveladoras de terreno, sierras electricas, turbinas, cortadoras, un parque enorme de tractores y automoviles. El mundo de los campos asimilo la aviacion de transporte y de pasajeros, la comunicacion por radio, las maquinas automaticas, los mas modernos sistemas de enriquecimiento de minerales; el mundo de los campos proyectaba, planificaba, disenaba, generaba minas, fabricas, nuevos mares, gigantescas centrales electricas. Se desarrollaba impetuosamente, y las viejas prisiones de trabajo forzado parecian casi ridiculas, conmovedoras, como juegos de construccion para ninos.

Pero los campos, segun Katsenelenbogen, quedaban regazados respecto a la vida que les nutria. Como antes, muchos cientificos y especialistas no eran utilizados porque sus conocimientos no se inscribian en el campo de la tecnica o la medicina…

Historiadores de fama mundial, matematicos, astronomos, estudiosos de la literatura, geografos, criticos de arte, especialistas en sanscrito o en antiguos dialectos celtas no encontraban su Nueva clase surgida de los pequenos comerciantes, que con la NEP [Nueva Politica Economica (Novaya Ekonomicbeskaya Politika), 1921-1928] habian ascendido a la categoria de empresarios a gran escala.

Escuchando a Katsenelenbogen, a Krimov le parecia estar oyendo a un cientifico hablar de la obra mas importante de su vida. No se limitaba a cantar las alabanzas del campo; se comportaba como un investigador: hacia comparaciones, ponia de manifiesto contradicciones y defectos, revelaba similitudes y contrastes.

Naturalmente, al otro lado de las alambradas de los campos tambien habia defectos, pero de una forma bastante atenuada.

En la vida, no son pocos los casos de personas que no hacen lo que podrian, ni de la manera que desean, en las universidades, las redacciones, los institutos de investigacion de la Academia.

En los campos, explicaba Katscnelenbogen, los «delincuentes comunes» dominaban a los «politicos». Depravados, incultos, perezosos, sobornables, propensos a las peleas sangrientas y a la rapina, los comunes frenaban el desarrollo cultural y productivo de la vida de los campos. Pero se apresuraba a anadir que, al otro lado del alambre espinoso, el trabajo de los cientificos, de los mas altos exponentes de la cultura, a menudo era supervisado por personas poco instruidas, incultas, limitadas.

El campo era el reflejo, por asi decido, hiperbolico, exagerado de la vida en el exterior. Sin embargo la realidad que se daba a ambos lados de la alambrada, lejos de ser contradictoria, respondia a las leyes de la simetria.

Llegados a ese punto, Katsenelenbogen se ponia a hablar, ya no como un poeta o un filosofo, sino como un profeta. Si se hubiera desarrollado el sistema de campos de forma audaz y consecuente, liberandolo de obstaculos y defectos, los limites habrian desaparecido. Los campos estaban destinados a fundirse con la vida del exterior. En esta fusion, en el aniquilamiento de la contraposicion entre campo y vida exterior estaba la madurez, el triunfo de los grandes principios.

A pesar de todos sus defectos el sistema concentracionario presentaba una ventaja decisiva. Solo en los campos, el principio de la libertad personal se contrapoma de forma absolutamente pura al principio superior de la razon. Este principio elevaria el campo a un nivel que le permitiria autosuprimirse, fundirse con la vida de la ciudad y los pueblos.

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