Katsenelenbogen, que habia llegado a dirigir la oficina de disenos y proyectos de un campo, estaba convencido de que los cientificos e ingenieros alli recluidos estaban capacitados para resolver las cuestiones mas complejas. Se sentian como pez en el agua a la hora de afrontar cualquier problema tecnico o cientifico a escala mundial. Bastaba con dirigir a la gente con racionalidad y ofrecerles unas buenas condiciones de vida. El viejo dicho de que sin libertad no hay ciencia era simplemente ridiculo.
– Cuando los niveles se igualen -dijo- y nosotros pongamos un signo de igualdad entre la vida de los campos y la vida que se desarrolla al otro lado de la alambrada, la represion ya no tendra razon de ser, dejaremos de dictar ordenes de arresto. Derribaremos las carceles y otros recintos de aislamiento. Bastara la seccion cultural-educativa para corregir cualquier anomalia. Mahoma y la montana iran al encuentro uno de la otra.
»La abolicion de los campos sera un triunfo del humanismo, y al mismo tiempo, el principio de la libertad individual, nocion caotica, primitiva, del hombre de las cavernas, no volvera a resurgir; al contrario, sera completamente superada.
Hizo una larga pausa y luego anadio que tal vez, en el curso de unos siglos, este mismo sistema se autosuprimiria y, de ser asi, su disolucion generaria la democracia y la libertad personal.
– No hay nada eterno bajo el sol -dijo-, pero no me gustaria vivir para ver ese momento. Krimov observo:
– Sus ideas son dementes. Esa no es el alma ni el corazon de la Revolucion. Dicen que los psiquiatras que han trabajado demasiado tiempo en un manicomio acaban por volverse locos.
Perdone, pero a usted no le han arrestado sin motivo. Cantarada Katsenelenbogen, usted otorga a los organos de seguridad todos los atributos de la divinidad. Ya era hora de que le retiraran de la circulacion. Katsenelenbogen asintio con aire bonachon. -Si, creo en Dios. Soy creyente, un viejo oscurantista. Cada epoca crea un Dios a su propia semejanza. Los organos de seguridad son razonables y poderosos, dominan al hombre del siglo xx. Hubo un tiempo en que los hombres divinizaron las fuerzas de la naturaleza: los terremotos, los relampagos, los truenos y los incendios forestales. Pero le hare notar que usted tambien esta en prision; yo no soy el unico. Ya era hora, tambien, de que le pusieran a usted fuera de circulacion. Un dia la historia aclarara quien tiene razon, si usted o yo.
– Entretanto el viejo Dreling vuelve a su casa, al campo -le dijo Krimov, consciente de que sus palabras no le pasarian desapercibidas.
Y, en efecto, Katsenelenbogen declaro:
– Ese maldito viejo es un estorbo para mi fe.
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Krimov oyo unas palabras pronunciadas en voz baja:
– Acaban de anunciar que nuestras tropas han liquidado por completo las ultimas bolsas de resistencia enemiga en Stalingrado. Parece ser que han capturado a Paulus, pero no estoy seguro de haberlo entendido bien.
Krimov lanzo un grito, forcejeo, dio patadas contra el suelo, sintio el deseo de mezclarse con la muchedumbre de hombres enfundados enchaquetas guateadas y botas de fieltro… Sus voces amadas cubrian la conversacion que se estaba manteniendo en voz baja a su lado; abriendose camino entre las ruinas de Stalingrado, Grekov caminaba con sus andares oscilantes hacia el.
El medico que sostenia a Krimov por el brazo advirtio: -Hay que hacer una pequena pausa…Comenzar con las inyecciones de alcanfor. Tiene el pulso debil. Krimov trago una bola salada de saliva y dijo: -No importa, continue, ya que la medicina lo permite… Pero no conseguiran que firme.
– Firmara, firmara -intervino el juez de instruccion con un tono de benevola seguridad propia de un capataz de fabrica-. Hemos hecho firmar a otros mas duros de pelar.
Tres dias despues, el segundo interrogatorio concluyo y Krimov regreso a su celda.
El guardian de servicio dejo a su lado un paquete envuelto en un trapo blanco.
– Firme el recibo de entrega, ciudadano detenido -dijo.
Nikolai Grigorievich leyo la lista del contenido escrita con una caligrafia familiar: cebollas, ajo, azucar, galletas. Y abajo: «Tu Zhenia».
Dios, Dios, lloraba…
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El 1 de abril de 1943, Stepan Fiodorovich Spiridonov recibio una copia de la resolucion adoptada por el colegio del Comisariado del Pueblo de las centrales electricas sovieticas: debia dimitir de la central de Stalingrado, trasladarse a los Urales y asumir la direccion de una pequena central electrica que se alimentaba con turba. El castigo no era demasiado duro, ya que podrian haberle sometido a juicio. Spiridonov no comento la noticia en casa y decidio esperar la resolucion de la oficina del obkom. El 4 de abril recibio una severa reprimenda por abandonar su puesto en la centralsin autorizacion en los dias mas dificiles. Esta tambien era una decision indulgente: podrian haberle expulsado del Partido. Pero a Stepan Fiodorovich la decision de la oficina del obkom no le parecio justa porque sus camaradas del obkom sabian que el habia dirigido la central hasta el ultimo dia de la defensa de Stalingrado, que habia partido hacia la orilla izquierda solo cuando hubo comenzado la contraofensiva sovietica y que se habia ido para ver a su hija, que acababa de dar a luz en la bodega de una barcaza. En la reunion trato de protestar, pero Priajin se mostro inflexible.
– Puede interponer un recurso en la oficina de la Comision Central de Control, pero creo que el camarada Shkiriatov juzgara que nuestra resolucion es demasiado suave, demente incluso.
Stepan Fiodorovich insistio:
– Estoy convencido de que la Comision de Control revocara la decision.
Sin embargo, como habia oido decir muchas cosas sobre Shkiriatov, tuvo miedo de interponer el recurso de apelacion.
Temia y sospechaba que la severidad de Priajin no obedeciera unicamente al asunto de la central electrica. Priajin, por supuesto, se acordaba muy bien de las relaciones de parentesco que habia entre Stepan Fiodorovich, Yevguenia Nikolayevna Shaposhnikova y Krimov, y no veia con buenos ojos la proximidad de un hombre que sabia que el, Priajin, y el detenido Krimov eran viejos conocidos.
Y, aun queriendolo, Priajin no hubiera podido apoyar a Spiridonov. Si lo hubiera hecho, los enemigos, que siempre gravitan en torno al poder, se habrian apresurado a informar a las autoridades competentes de que Priajin, por simpatia hacia el enemigo del pueblo Krimov, ayudaba a un pariente suyo, al cobarde desertor Spiridonov.
Pero estaba claro que si Priajin no tomaba parte en la defensa de Spiridonov no era solo porque no pudiera, sino sobre todo porque no queria. Priajin, evidentemente, estaba al corriente de que en la central electrica se hospedaba la suegra de Krimov, que vivia en el piso de Spiridonov. Lo mas seguro es que Priajin supiera que Yevguenia Nikolayevna mantenia correspondencia con su madre, y que recientemente le habia enviado una copia de su solicitud a Stalin.
Despues de la reunion de la oficina del obkom, Voronin, el jefe de la seccion del obkom del MGB, se tropezo con Spiridonov en la cantina donde este habia ido a comprar requeson y embutido, le miro de arriba abajo y le dijo con sorna:
– Asi que haciendo sus compras despues de recibir un buen rapapolvo. ?Es usted un buen amo de casa!
– Es la familia, no hay nada que hacer; ahora soy abuelo -dijo Stepan Fiodorovich con una lastimosa sonrisa culpable.
Voronin tambien sonrio.
– Y yo que pensaba que estaba preparando un paquete. Despues de estas palabras, Spiridonov penso: «Menos mal que me envian a los Urales. Aqui las hubiera pasado canutas. ?Que sera de Vera y el pequeno?».
Desde la cabina del camion que le llevaba a la central electrica, miraba a traves del cristal empanado la ciudad destruida de la cual pronto se separaria. Stepan Fiodorovich pensaba que por aquella acera, ahora cubierta de ladrillos, iba a trabajar su mujer antes de la guerra; pensaba en la red electrica; pensaba que los nuevos cables de