matrimonio, a ese narizotas.
– ?Asi de rapido? -se sorprendio Aleksandra Vladimirovna.
– ?Y cuanto tiempo necesita? Despues de la guerra quiere llevarme a Georgia con el. Se debe de creer que le lavare la escalera.
Por la noche dijo a Vera:
– ?Y si fueramos a la ciudad? Ponen una pelicula. Mishka, el conductor, nos llevara en camion. Tu te metes en la cabina con el pequeno, y yo en la parte trasera.
Vera nego con la cabeza.
– Ve -la animo Aleksandra Vladimirovna-. Si me encontrara mejor, iria con vosotras.
– No, no, ni hablar.
– Hay que vivir-dijo Natalia-; esto parece un centro de reunion de viudos y viudas.
Luego anadio en tono de reproche:
– Tu te quedas siempre en casa, no quieres ir a ninguna parte, y ni siquiera cuidas bien de tu padre. Ayer hice la colada, y su ropa interior y sus calcetines estan llenos de agujeros.
Vera tomo al bebe en brazos y se fue con el a la cocina.
– Mitenka, ?verdad que tu madre no es una viuda?
Aquellos dias Stepan Fiodorovich colmaba de atenciones a Aleksandra Vladimirovna: por dos veces le trajo al medico de la ciudad, ayudaba a Vera a ponerle las ventosas; a veces le deslizaba en la mano un bombon diciendo:
– «No se lo de a Vera, a ella ya le he dado uno. Este es especialmente para usted. Lo he comprado en la cantina».
Aleksandra Vladimirovna comprendia que a Stepan Fiodorovich le abrumaban las preocupaciones. Pero cuando le preguntaba si tenia noticias del obkom, el negaba con la cabeza y cambiaba de tema.
Solo la tarde en que le anunciaron que su caso seria revisado, Stepan Fiodorovich, de regreso en casa, se habia sentado en la cama al lado de Aleksandra Vladimirovna y habia dicho:
– ?En que lio estoy metido! Marusia se habria vuelto loca si lo hubiera sabido. -Pero ?de que le acusan? -De todo -respondio.
Entraron en la habitacion Natalia y Vera, y la conversacion se interrumpio.
Aleksandra Vladimirovna, mirando a Natalia, pensaba que la vida no podria doblegar a una belleza asi de fuerte y obstinada. Todo era bello en Natalia: su cuello, su busto joven, las piernas, los energicos brazos desnudos casi hasta los hombros. «Un filosofo sin filosofia», penso Aleksandra Vladimirovna. Habia observado a menudo que las mujeres acostumbradas a la comodidad, cuando se encontraban en condiciones dificiles se marchitaban, dejaban de cuidar su aspecto fisico, como habia hecho Vera. A ella le gustaban las temporeras, las que trabajaban en la industria pesada, las mujeres que vivian en las barracas, trabajando entre el polvo y el barro, pero que se hacian la permanente, se miraban al espejo, se empolvaban la nariz pelada: pajaros obstinados que durante el mal tiempo, a pesar de todo, entonaban su canto.
Stepan Fiodorovich tambien miraba a Natalia; luego cogio del brazo a Vera, la atrajo hacia el, la abrazo y como para pedirle perdon la beso.
Aleksandra Vladimirovna exclamo, sin venir a cuento:
– ?Que tienes, Stepan? ?Todavia es pronto para morir! Yo, que soy vieja, tengo la intencion de curarme para seguir viviendo en este mundo.
El le lanzo una rapida ojeada y sonrio. Entretanto Natalia lleno una palangana de agua caliente, la dejo en el suelo, al lado de la cama, y poniendose de rodillas dijo:
– Aleksandra Vladimirovna, voy a lavarle los pies. Ahora la habitacion esta bastante caldeada.
– ?Que hace, idiota? ?Se ha vuelto loca? ?Levantese ahora mismo! -grito Aleksandra Vladimirovna.
60
Durante la tarde Andreyev regreso de la colonia de la fabrica de tractores.
Entro en la habitacion para ver a Aleksandra Vladimirovna y su cara hurana sonrio; aquel era el primer dia que se habia levantado de la cama; palida y delgada, estaba sentada a la mesa, con las gafas sobre la nariz; leia un libro.
Le conto que habia empleado mucho tiempo en localizar su casa, porque toda la zona estaba surcada de trincheras, crateres de obus, escombros y zanjas.
En la rabrica habia mucha gente, a cada hora llegaba gente nueva e incluso habia policia. No habia averiguado nada sobre los combatientes de las milicias populares. Los enterraban, y seguian encontrando mas en las trincheras y en los sotanos. Y por todos lados, chatarra, cascos…
Aleksandra Vladimirovna le preguntaba si habia tenido dificultades para encontrar donde dormir y para comer, si los hornos habian sufrido danos, si los obreros tenian provisiones, si habia visto al director.
Por la manana, antes de que Andreyev llegara, Aleksandra Vladimirovna habia dicho a Vera:
– Siempre me he reido de los presentimientos y las supersticiones, pero hoy, por primera vez en mi vida, tengo el claro presentimiento de que Pavel Andreyevich traera noticias de Seriozha. Pero se equivoco.
Lo que contaba Andreyev era importante, independientemente de que le escuchara una persona feliz o infeliz. Los obreros le habian dicho a Andreyev que no habia provisiones, no recibian su salario, en los sotanos y refugios hacia frio y habia humedad. El director ya no era el mismo hombre que solia ser; antes, cuando los alemanes atacaban, era amigo de todos en los talleres, pero ahora ya no les hablaba; le habian construido una casa y le habian mandado un coche desde Saratov.
– Es cierto que la vida en la central electrica no es facil, pero se pueden contar con los dedos de la mano las personas que estan resentidas con Stepan Fiodorovich: se ve claramente que se preocupa por todos.
– La situacion es triste -sentencio Aleksandra Vladimirovna-. ?Que ha decidido, Pavel Andreyevich?
– He venido a despedirme; vuelvo a casa, aunque ya no tengo casa. He encontrado una vivienda en un sotano.
– Hace lo correcto -aprobo Aleksandra Vladimirovna-, Su vida esta alli, sea cual sea.
– Mire lo que he encontrado en el suelo -dijo, y saco del bolsillo un dedal oxidado.
– Pronto ire a la ciudad, a mi casa, en la calle Gogol, a desenterrar trozos de metal y cristal – observo Aleksandra Vladimirovna-. Tengo muchas ganas de ir a mi casa.
– ?No se habra levantado de la cama demasiado pronto? Esta usted muy palida.
– Su relato me ha trastornado. Me habria gustado que las cosas hubieran sido diferentes es esta tierra santa.
Andreyev tosio ligeramente.
– Recuerde lo que dijo Stalin hace dos anos: hermanos y hermanas… Pero ahora que los alemanes han sido derrotados, al director le han dado una casa, no se puede hablar con el sin acordar cita previa, y los hermanos y hermanas viven en refugios subterraneos.
– Si, si, no hay nada bueno en todo esto -dijo Aleksandra Vladimirovna-. Y de Seriozha, ninguna noticia, como si se lo hubiera tragado la tierra.
Por la tarde llego de la ciudad Stepan Fiodorovich. Cuando habia partido para Stalingrado aquella manana no habia dicho a nadie que la oficina del obkom revisaria su caso.
– ?Ha vuelto Andreyev? -pregunto con voz entrecortada, imperiosamente-. ?No se sabe nada de Seriozha? Aleksandra Vladimirovna nego con la cabeza. Vera se dio cuenta enseguida de que su padre habia bebido. Se notaba en su manera de abrir la puerta, en sus ojos tristes, animados y brillantes; se veia en como habia dejado sobre la mesa unos dulces comprados en la ciudad, en como se habia quitado el abrigo y hacia preguntas. Se acerco a Mitia, que dormia en la cesta de la ropa, y se inclino sobre el.
– ?No le eches el aliento! -le advirtio Vera.
– ?No es nada, deja que se acostumbre! -dijo Spirido-nov, alegre.
– Sientate a comer. Seguro que te has puesto a beber sin comer nada. Hoy la abuela se ha levantado de la cama por primera vez.
– Esa si que es una buena noticia -exclamo Stepan Fiodorovich, y dejo caer la cuchara en la sopa, salpicandose