establecido la configuracion del mapa del mundo de la posguerra, la medida de la grandeza de Stalin o del terrible poder de Adolf Hitler. Durante noventa dias la sola palabra Stalingrado habia hecho vivir, respirar y delirar al Kremlin y Berchtesgaden.

Era Stalingrado la que determinaria la filosofia de la Historia y los sistemas sociales del futuro. La sombra del destino del mundo oculto a los ojos de los hombres la ciudad que en un tiempo habia conocido una vida normal y corriente. Stalingrado se convirtio en la senal del futuro.

La vieja mujer, al acercarse a su casa, se encontraba sin darse cuenta bajo el poder de las fuerzas que se habian manifestado en Stalingrado, aquel lugar donde ella habia trabajado, criado a su nieto, escrito cartas a sus hijas, enfermado de gripe, se habia comprado zapatos.

Pidio al conductor que se detuviera, se apeo del vehiculo. Abriendose camino con dificultad a traves de la calle desierta, todavia sembrada de escombros, contemplaba las ruinas y reconocia vagamente los restos de las casas vecinas a la suya.

El muro de su casa que daba a la calle todavia estaba en pie y a traves de las ventanas abiertas, Aleksandra Vladimirovna entrevio con sus viejos ojos hipermetropes las paredes de su apartamento, reconocio la pintura azul y verde descolorida. Pero las habitaciones no tenian suelo ni techo, no habia escalera por la que subir. Las huellas del incendio habian quedado impresas en los ladrillos, a menudo hechos anicos por las explosiones.

Con una fuerza brutal que le sacudio el alma, percibio toda su vida: sus hijas, su desdichado hijo, su nieto Seriozha, las perdidas irreparables y su cabeza gris, sin un techo. Una mujer debil, enferma, con el abrigo raido y los zaparos destaconados miraba las ruinas de su casa.

?Que le deparaba el futuro? A sus setenta anos, era una incognita. «Queda vida por delante», penso Aleksandra Vladimirovna. ?Que seria de aquellos que amaba? No lo sabia. Un cielo primaveral la miraba a traves de las ventanas vacias de su casa.

La vida de sus seres queridos era un desbarajuste, una vida embrollada, confusa, repleta de dudas, de desgracias, de errores. ?Como viviria Liudmila? ?Como acabaria la discordia de su familia? ?Y Seriozha? ?Estaba vivo? ?Que dificil era la vida para Viktor Shtrum! ?Que pasaria con Stepan Fiodorovich y Vera? ?Seria capaz Stepan de construir una nueva vida, encontraria la paz?

?Que camino seguiria Nadia, inteligente, buena y tambien mala? ?Y Vera? ?Sucumbiria a la soledad, las necesidades, las estrecheces diarias? ?Que ocurrira con Yevguenia? ?Seguiria a Krimov a Siberia, iria a parar a un campo, moriria como ha muerto Dmitri? ?El Estado perdonaria a Seriozha ser hijo de un padre y una madre muertos en un campo, a pesar de ser inocentes?

?Por que su vida era tan enmaranada, tan confusa? Y aquellos que habian muerto, asesinados, ejecutados, mantenian su relacion con los vivos. Aleksandra Vladimirovna recordaba sus sonrisas, sus bromas, su risa, sus ojos tristes y desconcertados, su desesperacion y su esperanza. Mitia, abrazandola, le habia dicho: «No pasa nada, mama, sobre todo no te preocupes por mi, tambien en el campo hay buena gente». Sofia Levinton, su pelo negro, el labio superior cubierto de vello, joven, combativa y alegre, declama versos. Ania Shtrum, palida, siempre triste, inteligente y bromista. Tolia comia de mala manera, con gula, los macarrones con queso rallado, le irritaba oirle comer ruidosamente; nunca queria echarle una mano a Liudmila: «?Es mucho pedir que vayas por un vaso de agua…?». «Vale, vale, te lo traigo, pero ?por que no se lo pides a Nadia?» ?Y mi pequena Marusia? Zhenia siempre se burlaba de tus sermones de maestra, ensenaste, ensenaste a Stepan a ser un hombre recto… Te ahogaste en el Volga con el pequeno Slava Beriozkin, con la vieja Varvara Aleksandrovna. «Expliqueme, Mijail Sidorovich.» Dios mio, ?que puede explicarme ahora…?

Caoticos, siempre llenos de penas, sufrimientos secretos, dudas, esperaban la felicidad. Algunos iban a verla, otros le escribian cartas, y en ella persistia siempre un extrano sentimiento: la familia era grande y estaba unida, pero en un rincon de su corazon anidaba la sensacion de su propia soledad.

Y ahi estaba, una mujer vieja ahora; vive esperando el bien, cree, teme el mal, llena de angustia por los que viven y tambien por los que estan muertos; ahi esta, mirando las ruinas de su casa, admirando el cielo de primavera sin saber que lo esta admirando, preguntandose por que el futuro de los que ama es Can oscuro y sus vidas estan tan llenas de errores, sin darse cuenta de que precisamente esa confusion, esa niebla y ese dolor aportan la respuesta, la claridad, la esperanza, sin darse cuenta de que en lo mas profundo de su alma ya conoce el significado de la vida que le ha tocado vivir, a ella y a los suyos. Y aunque ninguno de ellos pueda decir que les espera, aunque sepan que en una epoca tan terrible el ser humano no es ya forjador de su propia felicidad y que solo el destino tiene el poder de indultar y castigar, de ensalzar en la gloria y hundir en la miseria, de convertir a un hombre en polvo de un campo penitenciario, sin embargo ni el destino ni la historia ni la ira del Estado ni la gloria o la infamia de la batalla tienen poder para transformar a los que llevan por nombre seres humanos. Fuera lo que fuese lo que les deparara el futuro -la fama por su trabajo o la soledad, la miseria y la desesperacion, la muerte y la ejecucion-, ellos viviran como seres humanos y moriran como seres humanos, y lo mismo para aquellos que ya han muerto; y solo en eso consiste la victoria amarga y eterna del hombre sobre las fuerzas grandiosas e inhumanas que hubo y habra en el mundo.

62

Aquel dia la cabeza no solo le daba vueltas a Stepan Fiodorovich, que se habia puesto a beber desde la manana. Aleksandra Vladimirovna y Vera se encontraban en un estado de nerviosismo febril antes de la partida. Los obreros pasaban continuamente y preguntaban por Spiridonov, pero el estaba arreglando algunos asuntos pendientes, habia ido al raikom a buscar su nuevo destino, telefoneaba a sus amigos, puso en orden sus documentos en la comisaria militar, iba a los talleres charlando, bromeando, y cuando se quedo solo, en la sala de turbinas, pego la mejilla al volante frio, inmovil y, cansado, cerro los ojos.

Entretanto Vera empaquetaba sus pertenencias, secaba los panales sobre la estufa, preparaba para Mitia los biberones con leche hervida, metia el pan en una bolsa. Estaba a punto de separarse para siempre de Viktorov y de su madrc. Se quedarian solos; nadie aqui pensaria ni se preocuparia de ellos.

Le consolaba el pensamiento de que ahora era la mayor de la familia. Ahora era la mas tranquila, la que mejor aceptaba las dificultades de la vida.

Aieksandra Vladimirovna mirando los ojos de su nieta, irritados por la falta de sueno, le dijo:

– Asi es la vida. Vera. No hay nada mas dificil que abandonar la casa donde se ha sufrido tanto.

Natasha se puso a cocinar unas empanadas a los Spiridonov para el viaje. Salio por la manana, cargada de lena y provisiones, a casa de una conocida que tema una estufa rusa; preparo el relleno y extendio la masa. Su cara, enrojecida por el trabajo en el horno, habia rejuvenecido y embellecido. Se miraba al espejo riendo, se empolvaba la nariz y las mejillas de harina, pero cuando su conocida salia de la habitacion, Natalia lloraba y las lagrimas caian sobre la pasta.

Al final su amiga se dio cuenta de que estaba llorando y le pregunto:

– ?Que tienes, Natasha? ?Por que lloras? -Me habia acostumbrado a ellos. La vieja es buena, Vera me da pena, y tambien el huerfano.

La mujer escucho con atencion sus explicaciones y dijo:

– Mientes, Natasha, tu no lloras por la vieja.

– Si, si, es verdad -admitio Natasha. El nuevo director prometio dejar marchar a Andreyev, pero le exigio que se quedara en la central electrica otros cinco dias mas. Natalia anuncio que se quedaria esos cinco dias y que luego se reuniria con su hijo en Leninsk.

– Y una vez alli -dijo-, ya veremos donde vamos a parar.

– ?Que es lo que veras? -pregunto su suegro. Natasha no respondio. Lo mas probable es que habia llorado porque no veia nada.

Pavel Andreyevich no queria que su nuera se preocupara por el; y Natasha tenia la sensacion de que su suegro recordaba las discusiones que habia tenido con su mujer, Varvara Aleksandrovna, que la juzgaba, que no la perdonaba.

A la hora de comer, Stepan Fiodorovich volvio a casa y conto como se habian despedido de el los obreros en la sala de maquinas.

– Por aqui durante toda la manana tambien ha habido un ir y venir de gente que preguntaba por usted -dijo Aieksandra Vladimirovna-. Al menos han venido cinco o seis personas que querian verle.

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