previstas ni tratadas en la descripcion de la publicacion medica.

El estado del paciente durante la operacion fue satisfactorio; su pulso se mantuvo constante, sin caidas.

Hacia las dos el doctor Maizel, que tenia sobrepeso y estaba lejos de ser joven, se sintio indispuesto y durante algunos minutos se vio obligado a interrumpir la operacion. La terapeuta, la doctora Klestova, le suministro Validol y luego pudo terminar su labor sin mas interrupciones. Poco despues del final de la operacion, sin embargo, cuando el teniente Shaposhnikov fue trasladado a cuidados intensivos, el doctor Maizel sufrio una grave angina de pecho. Solo repetidas inyecciones de alcanfor y el suministro de una fuerte dosis de nitroglicerina liquida habian acabado hacia la noche con los espasmos de las arterias coronarias. Evidentemente, el ataque se habia originado por la excitacion nerviosa y la sobrecarga excesiva de un corazon enfermo.

La enfermera Terentieva, que hacia guardia junto al enfermo, seguia el desarrollo del postoperatorio. Klestova entro en la unidad y tomo el pulso al paciente, todavia inconsciente. Las constantes vitales de Shaposhnikov no habian sufrido alteraciones destacables y la doctora dijo a la enfermera Terentieva:

– Maizel le ha dado una nueva vida y el casi se muere. A lo que la enfermera Terentieva respondio:

– Oh, si al menos el teniente Tolia lograra salir adelante…

La respiracion de Shaposhnikov apenas era audible. Su cara no mostraba signo alguno de movilidad, los brazos delgados y el cuello parecian los de un nino, y en la piel palida, apenas visible en la penumbra, se percibia el bronceado que le habia quedado de los ejercicios en el campo y las marchas forzadas en la estepa. El estado en el que se encontraba estaba a caballo entre la inconsciencia y el sueno, un pesado sopor causado por los efectos de la anestesia y el agotamiento de sus fuerzas fisicas y morales.

El paciente musitaba palabras inarticuladas y a veces frases enteras. A Terentieva le daba la impresion de que repetia una cantinela: «Que bien que no me hayas visto asi». Despues permanecia en silencio, las comisuras de los labios se le relajaban; parecia que, en estado de inconsciencia, llorara.

Hacia las ocho de la tarde el enfermo abrio los ojos y pidio a la enfermera Terentieva, agradablemente sorprendida, que le diera de beber. La mujer explico al paciente que le habian prohibido ingerir liquidos, y anadio que la operacion habia sido un exito y que pronto se recuperaria. Le pregunto como se encontraba y el respondio que le dolia el costado y la espalda, pero solo un poco.

La enfermera le comprobo de nuevo el pulso y le humedecio los labios y la frente con una toalla mojada.

En ese momento el enfermero Medvedev entro en el pabellon para informar a la enfermera Terentieva de que el jefe de cirugia, Platonov, la requeria al telefono. Fue a la habitacion de la enfermera de guardia, cogio el auricular e informo al doctor Platonov de que el paciente se habia despertado y que su estado, teniendo en cuenta la dura intervencion que habia soportado, era normal. Luego pidio que la sustituyeran puesto que debia acudir a la comisaria militar de la ciudad para solucionar un problema que habia surgido a consecuencia del cambio de destinacion del marido. El doctor Platonov le concedio permiso y le pidio que tuviera a Shaposhnikov bajo observacion hasta que pudiera examinarlo.

Terentievna volvio al pabellon. El enfermo yacia en la misma postura que lo habia dejado, pero la expresion de sufrimiento se le habia atenuado en la cara: las comisuras de los labios se le habian subido de nuevo y su aspecto parecia tranquilo y sonriente. Al parecer, el sufrimiento constante envejecia la cara de Shaposhnikov, y ahora que sonreia sorprendio a la enfermera: tenia las mejillas hundidas, ligeramente hinchadas; los labios carnosos y palidos; la frente alta, sin la menor arruga, como si no fuera la de un adulto, ni siquiera la de un adolescente, sino la de un nino. La enfermera pregunto al paciente como se encontraba, pero no respondio: al parecer, se habia dormido. La enfermera examino con ansiedad la expresion de su rostro. Cogio la muneca de Shaposhnikov y no le noto el pulso; la mano todavia estaba un poco caliente, con aquel calor debil, apenas perceptible, que conserva por la manana la estufa encendida el dia antes cuando aun no ha sido alimentada.

Y aunque la enfermera habia vivido siempre en la ciudad, se dejo caer de rodillas y, en voz baja, para no molestar a los vivos, se lamento como una campesina:

– Querido nuestro, ?por que nos has abandonado?

30

Por el hospital se difundio la noticia de que la madre del teniente Shaposhnikov habia llegado. El comisario del batallon, Shimanski, fue el encargado de recibir a la madre del teniente muerto. Shimanski, un hombre apuesto cuyo acento revelaba su origen polaco, fruncia la frente mientras esperaba a Liudmila Nikolayevna, resignandose de antemano a las inevitables lagrimas que esta derramaria, o tal vez a un desmayo. Se pasaba la lengua por el bigote, apenas dejado crecer, sin lograr vencer la compasion que en el suscitaban tanto el teniente muerto como su madre, y precisamente por eso estaba irritado con uno y otro: ?que pasaria con sus nervios si tenia que ponerse a recibir a las madres de todos los tenientes muertos?

Shimanski invito a Liudmila Nikolayevna a que tomara asiento antes de comenzar a hablar y le acerco una garrafa de agua.

– Se lo agradezco, pero no tengo sed.

Escucho el relato sobre el concilio medico que habia precedido a la operacion (el comisario de batallon no considero necesario mencionar al medico que se habia opuesto), sobre las dificultades de la intervencion en si y lo bien que habia ido. Shimanski anadio que los cirujanos eran de la opinion que aquella operacion se debia practicar en caso de heridas graves como las que habia sufrido el teniente Shaposhnikov. Dijo ademas que la muerte del teniente Shaposhnikov sobrevino por paro cardiaco y que, tal como habian revelado las conclusiones de la autopsia del patologo anatomico, el medico militar de tercer grado Boldirev, el diagnostico y la prevencion de aquel desenlace inesperado estaba fuera del alcance de los medicos.

Asimismo el comisario de batallon la informo de que cientos de pacientes pasaban por el hospital y raras veces se habia encontrado con alguno tan estimado por el personal medico como el teniente Shaposhnikov, un paciente responsable, educado, muy reservado, que siempre evitaba escrupulosamente pedir cualquier cosa y molestar al personal.

Por ultimo, Shimanski afirmo que debia sentirse orgullosa de haber educado a un hijo que habia sabido, con abnegacion y honor, dar su vida por la patria. Luego le pregunto si tenia alguna peticion.

Liudmila Nikolayevna se disculpo por hacer perder el tiempo al comisario y, tras sacar de su bolso una hoja de papel, comenzo a leer sus peticiones.

Pidio que le indicaran el lugar donde su hijo habia sido enterrado.

El comisario asintio en silencio y lo anoto en su cuaderno.

Queria hablar con el doctor Maizel.

El comisario le comunico que, al enterarse de su llegada, el doctor Maizel tambien habia expresado su deseo de verla.

Pidio si podia conocer a la enfermera Terentieva. Shimanski asintio y escribio otra nota en su cuaderno. Ademas pregunto si podia quedarse de recuerdo los objetos personales del hijo.

El comisario tomo nota tambien de eso.

Luego solicito que se repartieran entre los heridos los regalos que habia llevado para su hijo, y deposito sobre la mesa dos cajitas de boquerones y un paquete de chocolatinas.

Los grandes ojos azules de la mujer se cruzaron con los del comisario. Este entorno los suyos involuntariamente ante su brillo.

Shimanski pidio a Liudmila que volviera al hospital al dia siguiente a las nueve y media de la manana: todas sus peticiones serian satisfechas.

El comisario de batallon Shimanski siguio con la mirada la puerta que se cerraba, miro los regalos que habia dejado para los heridos, se tomo el pulso pero no lo encontro, se dio por vencido y bebio el agua que habia ofrecido al inicio de la conversacion a Liudmila Nikolayevna.

31

Parecia que Liudmila Nikolayevna no tuviera un minuto libre. Por la noche vago por las calles, se sento en un

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