Y los que estaban echados sobre los catres seguian conversando. En la penumbra no podian distinguirse las caras de quienes hablaban, aunque se reconocian perfectamente por la voz. Sin necesidad de llamarse por el nombre, respondian y hacian preguntas.
– Fue Demidov el que pidio que lo destinaran en mision. ?Te acuerdas? Si no volaba, adelgazaba.
– ?Te acuerdas de cuando escoltabamos a unos Petliakov cerca de Rzhev? Ocho Messer se le lanzaron en picado y el no rehuyo el combate, resistio durante diecisiete minutos.
– Si, no estaria mal sustituir nuestros cazas por unos Junkers.
– Siempre cantaba mientras volaba. No pasa un dia sin que me acuerde de sus canciones. Cantaba tambien las canciones de Vertinski.
– ?Era un hombre culto el moscovita!
– Si, ese en el aire no te dejaba plantado. Siempre miraba por los que se quedaban detras.
– Tu no tuviste tiempo de conocerlo.
– Claro que si. Dime como vuelas y te dire que clase de companero eres.
Skotnoi acabo de cantar otra estrofa y todos se callaron a la espera de que continuara. Pero Skotnoi no entono otra cancion. Repitio, en cambio, un proverbio muy conocido entre los aviadores que comparaba la vida de un piloto de caza con la camiseta de un nino [36].
Despues la conversacion giro en torno a los alemanes.
– Lo mismo pasa con ellos, enseguida se les ve el plumero. Puedes decir si se trata de un buen piloto o si va en busca de novatos o rezagados.
– En general, no suelen tener parejas fuertes.
– No pondria la mano en el fuego.
– El boche le hinca los dientes al que esta herido, pero escapa veloz si estas activo.
– Uno a uno. Yo tambien he derribado uno asi.
– No te ofendas, pero yo no otorgaria una condecoracion por abatir un Junkers.
– Un taran [37]: asi es la naturaleza rusa.
– ?Por que me iba a ofender? Ahora no me puedes quitar la medalla.
– A proposito del taran, hace mucho tiempo que acaricio un sueno… ?Golpear el avion enemigo con mi helice y no se hable mas!
– El taran, si, el taran. Aproximarse por la cola. Derribarlo, aplastarlo, confundirlo con el humo, el gas.
– Me gustaria saber si el comandante se va a llevar la vaca y las gallinas en el Douglas.
– Ya las han matado, las estan conservando en salazon. Alguien dijo arrastrando las palabras, pensativo:
– Ahora mismo me sentiria cohibido llevando a una chica a un buen club; he perdido la costumbre.
– Solomatin no lo estaria.
– ?Tienes envidia, Lenia?
– Envidio el hecho, no el objeto.
– Claro. Fiel hasta la tumba.
Luego todos se pusieron a recordar la batalla de Rzhev, la ultima antes de entrar en reserva, cuando siete cazas se encontraron con un nutrido numero de Junkers prestos a bombardear acompanados de unos Messer. Cada piloto elogiaba sus propias hazanas, pero en realidad comentaban lo que habian conseguido juntos.
– Estaban en el fondo del bosque, pero en cuanto alzaron el vuelo fueron inconfundibles. ?Volaban en tres filas! Reconoci enseguida la silueta de los Ju-87, con las patas prominentes y el morro amarillo. Bueno, pense para mi, la cosa va a estar movidita.
– Al principio pense que eran disparos de la artilleria antiaerea.
– Hay que reconocer que el sol estaba de nuestra parte. Me puse de espaldas al sol, y abajo, de cabeza. Iba a la izquierda, pero de repente el aleman se me pone a una treintena de metros… Me tambalee, pero no paso nada: ?el avion obedecia perfectamente! Me lance contra el Junkers abriendo fuego con toda la artilleria, empezo a echar humo, y en esas, un Messer con el morro amarillo y largo como un lucio gira hacia mi. Pero ya era demasiado tarde para el. Vi la luz azul de las balas trazadoras.
– Y yo vi las mias que dieron en el blanco sobre las alas negras.
– Te lo pasaste en grande.
– De pequeno siempre estaba lanzando la corneta, y mi padre me sacudia de lo lindo. Luego, cuando trabajaba en la fabrica, nada mas acabar la jornada me iba andando al club de aviacion, siete kilometros de ida y siete de vuelta. Estaba molido, pero nunca me salte una clase.
– Escucha esto. Me habian quemado el deposito de aceite y los tubos de la gasolina. La carlinga era un horno, todo echaba humo. Y en ese momento un aleman me da un golpe en el ala, las gafas se me rompieron, los cristales se hicieron anicos, tenia los ojos llenos de lagrimas. Me lanzo en picado contra el para devolverle la cortesia. Solomatin me cubre. Mi avion estaba en llamas, pero no tenia miedo, habia perdido el sentido del tiempo. No se como, pero logre aterrizar. Y yo no me queme, solo mis botas y el avion.
– Yo parece como si lo estuviera viendo ahora mismo -anadio otra voz-: Estaban a punto de abatir a nuestro companero. Hago todavia dos virajes y el con un gesto me dice que me vaya. Yo no iba en pareja y me lanzaba contra los Messer para echar una mano a quien lo necesitara.
– Una vez me lleve una buena, me acribillaron como a una vieja perdiz.
– Doce veces me lance a por el aleman. Al final consegui tocarlo. Lo vi sacudir la cabeza y supe que era mi oportunidad. Lo derribe con mi canon a veinticinco metros de distancia.
– Si, en general, a los alemanes no les gusta combatir en un plano horizontal; prefieren el plano vertical.
– ?Eso es un desproposito!
– ?Que?
– ?Todo el mundo lo sabe, incluso las chicas del pueblo! Los alemanes tratan de evitar los giros bruscos.
Todos se callaron; al cabo de un rato alguien dijo:
– Partiremos manana en cuanto amanezca. Demidov se quedara aqui solo.
– Bueno, amigos, cada uno es libre de hacer lo que quiera, pero yo me voy al pueblo, a dar una vuelta.
– ?Una visita de despedida? Claro, vamos.
En medio de la noche, todo -el rio, el campo, el bosque- estaba tan tranquilo y maravilloso como si en el mundo no existiera ni el odio, ni las traiciones, ni la vejez, solo el amor correspondido. Las nubes flotaban sobre la luna, que a su vez caminaba sobre el velo que envolvia la Tierra. Solo unos pocos pasaron aquella noche en el refugio. En los linderos del bosque, cerca de las vallas, refulgian los panuelos blancos y estallaban risas felices. En el silencio un arbol se estremecia, asustado por un sueno nocturno, y de vez en cuando el rio bisbiseaba un rumor incomprensible y enseguida volvia a correr en silencio.
Llego la hora amarga para el amor: la hora de la despedida, la hora del destino. El que llora olvidara al dia siguiente; a otra pareja los separara la muerte, para algunos el destino decretara un nuevo encuentro: la fidelidad.
Nacio un nuevo dia. Los motores se pusieron a rugir, el viento de las helices aplasto la hierba estropeada y miles de gotas microscopicas temblaron al sol… Los aviones militares, uno detras del otro, se alzaban a aquella altura azul, elevando en el cielo canones y ametralladoras. Daban vueltas, esperaban a sus companeros, se ponian en formacion…
Todo lo que aquella noche habia parecido tan inmenso desaparecia en el cielo azul…
Ahora las casas grises parecian cajitas con sus huertitos rectangulares, que se deslizaban, desaparecian bajo el ala del avion… Ya no se veia el sendero cubierto por la hierba, no se veia la tumba de Demidov… ?En marcha! Y todo el bosque se estremecia, se desvanecia definitivamente bajo las alas del avion.
– ?Buenos dias, Vera! -dice Viktorov.
39
A las cinco de la madrugada los guardias de turno despertaron a los detenidos. Todavia era noche cerrada y los barracones estaban iluminados por esa luz despiadada que hay en las prisiones, las estaciones ferroviarias y las salas de admision de los hospitales.