He aqui que las grandes insurrecciones en el gueto de Varsovia, en Treblinka y Sobibor, el gran movimiento partisano que inflamo decenas de paises subyugados por Hitler, las insurrecciones postestalinianas en Berlin en 1953 o en Hungria en 1956, los levantamientos que estallaron en los campos de Siberia y Extremo Oriente tras la muerte de Stalin, los disturbios en Polonia, los movimientos estudiantiles de protesta contra la represion del derecho de opinion que se extendio por muchas ciudades, las huelgas en numerosas fabricas, todo ello demostro que el instinto de libertad en el hombre es invencible. Habia sido reprimido, pero existia. El hombre condenado a la esclavitud se convierte en esclavo por destino, pero no por naturaleza.
La aspiracion innata del hombre a la libertad es invencible; puede ser aplastada pero no aniquilada. El totalitarismo no puede renunciar a la violencia. Si lo hiciera, pereceria. La eterna, ininterrumpida violencia, directa o enmascarada, es la base del totalitarismo. El hombre no renuncia a la libertad por propia voluntad. En esta conclusion se halla la luz de nuestros tiempos, la luz del futuro.
51
Una maquina electrica puede efectuar calculos matematicos, memorizar acontecimientos historicos, jugar al ajedrez, traducir libros de una lengua a otra. Supera al hombre en su capacidad de solucionar con mayor rapidez problemas matematicos; su memoria es impecable.
?Existe un limite al progreso que crea maquinas a imagen y semejanza del hombre?
Evidentemente la respuesta es no.
Se puede imaginar la maquina de los siglos y milenios futuros. Escuchara musica, sabra apreciar la pintura, ella misma pintara cuadros, compondra melodias, escribira versos.
?Hay un limite a su perfeccionamiento? ?Podra ser comparada a un hombre? ?Lo sobrepasara?
La reproduccion del hombre por parte de la maquina necesitara cada vez mas electronica, volumen y superficie.
El recuerdo de la infancia, las lagrimas de felicidad, la amargura de la separacion, el amor a la libertad, la compasion hacia un perrito enfermo, la aprension, la ternura maternal, la reflexion sobre la muerte, la tristeza, la amistad, la esperanza repentina, la suposicion feliz, la melancolia, la alegria inmotivada, la turbacion inesperada…
?Todo, la maquina lo reproducira todo! Sin embargo, sobre la Tierra no habra lugar suficiente para colocar la maquina, esa maquina cuyas dimensiones siempre continuaran creciendo en medida y peso como si intentara recrear las particularidades de la mente y el alma del hombre medio, del hombre insignificante.
El fascismo aniquilo a decenas de millones de hombres.
52
En una casa espaciosa, luminosa y limpia de un pueblo situado en un bosque de los Urales, Novikov, el comandante del cuerpo de tanques, y el comisario Guetmanov acababan de examinar los informes de los comandantes de las brigadas que habian recibido la orden de salir de la reserva y entrar en servicio activo.
El trabajo insomne de los ultimos dias habia dado paso a una calma momentanea.
Como suele suceder en esos casos, a Novikov y a sus subordinados les daba la impresion de que les habia faltado tiempo para completar la instruccion de los reclutas. Pero ahora el periodo de instruccion habia llegado a su fin, habia acabado la asimilacion de la optica, los equipos de radio, los principios de balistica y el funcionamiento de los motores y las piezas moviles; habia terminado el periodo de practicas de la direccion del tiro, de evaluacion, eleccion y reparticion de los objetivos, de determinacion del momento propicio para abrir fuego, de la observacion de los impactos, de la introduccion de modificaciones, del cambio de objetivos.
El nuevo maestro, la guerra, ensena rapido, hace trabajar a los rezagados, llena las lagunas.
Guetmanov alargo la mano hacia el armarito que se encontraba entre las dos ventanas, tamborileo con un dedo y dijo:
– Eh, amigo, ven a primera linea.
Novikov abrio la puerta del armario, saco una botella de conac y lo sirvio en dos grandes vasos azulados.
– ?Por quien vamos a brindar? -dijo el comisario, pensativo.
Novikov sabia a la salud de quien habia que beber, precisamente por eso Guetmanov lo habia preguntado.
Despues de un momento de vacilacion, Novikov dijo:
– Camarada comisario del cuerpo, beberemos a la salud de los que usted y yo estamos a punto de conducir a la batalla. Que no derramen mucha sangre.
– Correcto, antes de nada preocupemonos de los cuadros que nos han confiado -asintio Guetmanov-. ?Bebamos por nuestros muchachos!
Brindaron y luego vaciaron sus vasos.
Novikov, con precipitacion indisimulada, volvio a llenar los vasos y dijo:
– ?Por el camarada Stalin! ?Que seamos dignos de su confianza!
Se percato de que en los ojos atentos y afectuosos de Guetmanov habia asomado una sonrisa burlona e, irritado consigo mismo, penso: «?Maldita sea! He corrido demasiado».
– Claro que si -dijo Guetmanov bondadosamente-, brindemos por nuestro viejecito, por nuestro papaito. Bajo su mando hemos navegado hasta las aguas del Volga.
Novikov miro al comisario, pero ?que se puede leer en una cara gorda, sonriente, de pomulos salientes, en los ojos entornados, alegres y desprovistos de bondad de un hombre inteligente de cuarenta anos? De repente Guetmanov se puso a hablar del jefe del Estado Mayor, el general Neudobnov:
– Es un buen tipo. Un bolchevique. Un autentico estalinista. Un hombre con experiencia de mando. Y resistencia. Lo conoci en 1937. Yezhov lo mando a limpiar el distrito militar. Bueno, en esos tiempos yo tampoco me ocupaba de un jardin de infancia… Hizo un trabajo concienzudo. No era un blandengue, era un hacha: ?habia liquidado listas de hombres enteras! Si, se gano la confianza de Yezhov, tanto como Vasili Vasilievich Ulrij. Hay que invitarlo enseguida, si no se ofendera.
Por su tono se habria podido creer que condenara la lucha librada contra los enemigos del pueblo, lucha en la que, Novikov lo sabia, Guetmanov habia tomado parte. Y Novikov miro de nuevo a Guetmanov y no lograba comprenderlo.
– Si -dijo Novikov despacio y a reganadientes-, en aquella epoca algunos las hicieron buenas.
Guetmanov hizo un ademan y cambio de tema.
– Hoy ha llegado un informe del Estado Mayor General: horrible. Los alemanes avanzan hacia el monte Elbrus, y en Stalingrado empujan a los nuestros al agua. Lo digo sin rodeos: es culpa nuestra, hemos disparado contra los nuestros, hemos destruido nuestros cuadros.
Novikov sintio un repentino arrebato de confianza hacia Guetmanov:
– Si, camarada comisario, han destruido a muchos hombres buenos. Han hecho verdadero dano al ejercito. Por ejemplo, el general Krivoruchko: perdio un ojo durante un interrogatorio, si bien el le rompio la cabeza al juez instructor con un tintero.
Guetmanov asintio con simpatia y dijo:
– Lavrenti Pavlovich aprecia mucho a nuestro Neudobnov. Y Lavrenti Pavlovich es un hombre inteligente: nunca se equivoca juzgando a las personas.
«Si, si», penso Novikov para sus adentros, resignadamente.
Se callaron y escucharon las voces bajas y silbantes que llegaban de la habitacion de al lado.
– Mientes, esos calcetines son nuestros.
– ?Como que vuestros, camarada teniente? ?Que le pasa, esta chiflado o que? -Y la misma voz anadio, esta vez tuteando-: Pero donde los pones, no los toques, esos son los cuellos de nuestros uniformes.
– Y que mas, camarada instructor, ?como que vuestros? ?Mire!
Eran el ayudante de campo de Novikov y el ordenanza de Guetmanov que estaban separando la ropa de sus jefes despues de la colada.