– Un flechazo -senalo Guetmanov y se echo a reir.
Y en aquella risa condescendiente habia cierta condena al amor ridiculo del joven hacia su tanque.
Novikov sintio en aquel instante que el era igual de ridiculo, que tambien el podia amar estupidamente. Pero no queria hablar con Guetmanov de su capacidad de amar de modo estupido y cuando este se puso serio dijo al tanquista con tono ejemplar:
– ?Bravo! el amor al tanque es una gran fuerza. Has obtenido exito porque amas a tu carro -Novikov anadio con tono de burla-: Pero ?por que razon concreta amarlo? Es un blanco enorme y facil, hace un ruido infernal que lo desenmascara inmediatamente y quienes van en el se aturden con el estruendo. Cuando esta en movimiento traquetea y desde el es imposible observar ni apuntar correctamente.
Guetmanov habia mirado a Novikov y sonreido con ironia. Y ahora, mientras llenaba de nuevo los vasos, sonrio del mismo modo, miro a Novikov y dijo:
– Nuestro itinerario pasa por Kuibishev. Nuestro comandante podra hacerle una visita a alguien que yo me se. Brindemos por el encuentro.
«Solo me faltaba eso», penso Novikov sintiendo que se ruborizaba como un colegial.
La guerra habia sorprendido al general Neudobnov en el extranjero. No fue hasta inicios de 1942, a su regreso al Comisariado Popular de Defensa en Moscu, cuando vio las barricadas mas alla del rio Moscova, las barricadas antitanque, y escucho las senales de alarma aerea.
Neudobnov, como Guetmanov, no hacia nunca preguntas a Novikov sobre la guerra, tal vez porque se avergonzaba de no haber estado nunca en el frente.
Sin embargo Novikov queria comprender por que cualidades Neudobnov habia llegado a ser general, y por ello reflexionaba sobre la biografia del jefe de Estado Mayor, que se reflejaba en las hojas de su expediente como un abedul joven en un estanque.
Neudobnov era mayor que Novikov y Guetmanov y en 1916 habia estado recluido en una carcel zarista por su participacion en un grupo bolchevique.
Despues de la guerra civil fue enviado por el Partido a trabajar en el GPU [57], presto servicio en las tropas fronterizas, fue enviado a estudiar a la Academia, periodo durante el que fue secretario de la organizacion del Partido de su promocion. Despues trabajo en el departamento militar del Comite Central, en la oficina central del Comisariado Popular de Defensa.
Antes de la guerra habia estado dos veces en el extranjero. Formaba parte de la nomenklatura. Al principio Novikov no comprendia del todo que significaba eso de la nomenklatura, cuales eran los privilegios y derechos especiales de los que gozaban esos dirigentes.
Neudobnov avanzaba con extraordinaria rapidez a traves del habitualmente largo periodo que separa la candidatura a un cargo del nombramiento al mismo; parecia que el Comisariado Popular de Defensa solo esperara la candidatura de Neudobnov para aprobarla. Habia algo extrano, sin embargo, en la informacion que constaba en su expediente: en un primer momento parecia explicar todos los misterios de la vida de un hombre, los motivos de sus exitos y fracasos, pero un momento despues solo parecia oscurecer la esencia, no explicar nada.
A su modo de ver la guerra reexaminaba los historiales, las biografias, los informes confidenciales, los diplomas… Y de repente el dirigente Neudobnov, que formaba parte de la nomenklatura, se habia encontrado bajo las ordenes del coronel Novikov. Pero sabia perfectamente que una vez acabada la guerra cesaria tambien aquella situacion anormal.
Neudobnov habia llevado consigo a los Urales un fusil de caza y habia dejado pasmados a todos los aficionados del cuerpo; Novikov dijo que seguramente, en su tiempo, el zar Nicolas II tambien salia de caza con un fusil de ese tipo. A Neudobnov se lo habian dado en 1938 junto con una dacha y varios objetos confiscados: muebles, alfombras y una vajilla de porcelana.
Hablaran de lo que hablaran, ya fuera de la guerra, de la situacion de los koljoces, del libro del general Dragomirov, de la nacion china, de las cualidades del general Rokossovski, del clima de Siberia, de la calidad de la tela para capote rusa, o de la belleza superior de las rubias sobre las morenas, las opiniones de Neudobnov nunca se pasaban de la raya.
Resultaba dificil comprender si aquello obedecia a la discrecion o bien era la expresion de su verdadera naturaleza.
A veces, despues de la cena, se volvia locuaz y contaba historias sobre saboteadores que habian sido desenmascarados y que actuaban en los campos mas inesperados: en la fabricacion de instrumental medico, en talleres de fabricacion de botas para el ejercito, en pastelerias, en palacios de pioneros, en los establos del hipodromo de Moscu, la Galeria Tretiakov.
Poseia una memoria excelente y al parecer leia mucho: estudiaba las obras de Lenin y Stalin. Durante las discusiones solia decir:
– El camarada Stalin ya en el XVII Congreso decia… -y citaba.
Una vez Guetmanov le dijo:
– Hay citas y citas. Se han dicho cosas de todo tipo… Por ejemplo: «La tierra ajena no queremos, pero de la nuestra ni un centimetro cederemos». Y ?donde estan los alemanes ahora?
Neudobnov se encogio de hombros como si la presencia de los alemanes en el Volga no significara nada en comparacion con las palabras sobre que no se cederia un solo centimetro de tierra.
De repente todo se desvanecio: los tanques, el reglamento militar, los ejercicios de tiro, el bosque, Guetmanov, Neudobnov… ?Zhenia! ?De veras volveria a verla?
53
Novikov se sorprendio de que Guetmanov, despues de leer una carta que habia recibido de casa, le dijera:
– Mi esposa nos compadece, le he descrito las condiciones en que vivimos.
Lo que al comisario le parecia una vida ardua, para Novikov era un lujo excesivo.
Por primera vez habia podido escoger su alojamiento. Una vez, yendo a visitar a una brigada, habia dicho que el sofa no le gustaba y, cuando regreso al lugar del sofa, este habia sido reemplazado por una silla con un respaldo de madera; y Vershkov, su ayudante de campo, estaba esperandolo ansioso para ver si el cambio era del agrado del oficial.
El cocinero le preguntaba:
– ?Como esta el borsch, camarada coronel?
Novikov amaba a los animales desde que era nino. Y ahora bajo su cama vivia un erizo que, como amo y senor, se pasaba la noche correteando por la habitacion. Tambien tenia una joven ardilla que comia avellanas y vivia en una jaula especial, decorada con el emblema de un tanque que le habian construido los mecanicos. La ardilla se habia acostumbrado rapidamente a Novikov y a veces se le sentaba en las rodillas, lo miraba fijamente, confiada y curiosa, con ojos de pilluela. Todos se mostraban atentos y amables con los animales: el ayudante de campo Vershkov, el cocinero Orlenev, el conductor Jaritonov.
Y aquello para Novikov no era un asunto baladi. Una vez, antes de la guerra, llevo a la residencia de oficiales un cachorro que mordisqueo un zapato al coronel e hizo, en el transcurso de media hora, tres charcos de pipi en la cocina comunal; fue tal el revuelo que se armo que Novikov se vio obligado a separarse de su perro.
Llego el dia de la partida y entre el comandante del cuerpo de tanques y su jefe de Estado Mayor quedo pendiente una rina intrincada sin resolver.
Llego el dia de la partida, y con el las preocupaciones por el combustible, por las provisiones del viaje, por la organizacion de los carros y los convoyes.
Comenzo a pensar como serian sus futuros colegas, los hombres cuyos batallones de artilleria saldrian hoy de la reserva y se dirigirian a la via ferrea; comenzo a preguntarse acerca del hombre ante el cual tendria que cuadrarse y decir: «Camarada general, permitale que le informe…».
Llego el dia de la partida y Novikov no habia conseguido ver a su hermano, a su sobrina. Cuando partio hacia los Urales penso que estaria cerca de su hermano; sin embargo, no habia tenido tiempo de verlo.
Ya habia sido informado del movimiento de las brigadas, de que las plataformas para la maquinaria pesada estaban preparadas, y de que el erizo y la ardilla habian sido liberados en el bosque.
Era dificil gobernar, responder por cada naderia, revisar cada detalle. Los tanques ya estaban dispuestos sobre