– Tengo a estos diablos bajo control -dijo Guetmanov-. Antes, cuando caminabamos usted y yo, ellos iban detras de nosotros hacia los ejercicios de tiro del batallon de Fatov. Yo cruce el arroyo a traves de las piedras, mientras que usted paso saltando y sacudio la pierna para quitarse el barro. Pues bien, mire atras y vi a mi ordenanza cruzar el arroyo a traves de las piedras y a su teniente saltar y sacudirse la pierna.

– Eh, pendencieros, discutid en voz baja -dijo Novikov, y las voces alli al lado cesaron de inmediato.

En la habitacion entro el general Neudobnov, un hombre palido, de frente alta y tupidos cabellos canos. Lanzo una mirada a los vasos y a la botella, coloco sobre la mesa un fajo de papeles y le pregunto a Novikov:

– Camarada coronel, ?que vamos a hacer con el jefe de Estado Mayor de la segunda brigada? Mijailov volvera dentro de un mes y medio, he recibido un certificado medico del hospital del distrito.

– Pero ?que clase de jefe de Estado Mayor va a ser un hombre sin intestino y sin un trozo de estomago? -dijo Guetmanov mientras servia en un vaso conac para Neudobnov-. Beba, camarada general, beba ahora que los intestinos estan en su sitio.

Neudobnov enarco las cejas y miro interrogativamente con sus ojos gris claro en direccion a Novikov.

– Por favor, camarada general, se lo ruego -le invito Novikov.

Le irritaban los modales de Guetmanov, su actitud de amo y senor alli adonde iba, convencido de su derecho a emitir su opinion largo y tendido en las reuniones que se celebraban para resolver problemas tecnicos de los que no entendia nada. Y con esa misma seguridad, convencido de su derecho, Guetmanov era capaz de ofrecer el conac ajeno, invitar a los huespedes a descansar en la cama de otro, leer de la mesa papeles que no le pertenecian.

– Tal vez podriamos nombrar temporalmente para el cargo al mayor Basangov -dijo Novikov-. Es un oficial sensato y ya ha participado en combates de tanques en Novograd- Volinski. ?Tiene alguna objecion el comisario de brigada?

– Ninguna, naturalmente -respondio Guetmanov-. ?Que objecion podria hacer…? Pero si una consideracion. El subjefe de la segunda brigada es un teniente coronel armenio, su superior del Estado Mayor sera un calmuco, a lo que hay que anadir que, en la tercera brigada, el superior del Estado Mayor es el teniente coronel Lifshits. Tal vez podriamos prescindir del calmuco.

Miro a Novikov y luego a Neudobnov.

– Para ser francos, eso es lo que nos dice el sentido comun, pero el marxismo nos ha dado otro enfoque sobre esa cuestion.

– Lo principal es como el camarada en cuestion combatira al aleman, ese es mi marxismo – declaro Novikov-. Y donde rece su abuelo a Dios, si en una iglesia, en una mezquita… -medito un instante y anadio-: o en una sinagoga, a mi me da lo mismo… Yo pienso asi: lo principal en la guerra es disparar.

Eso, eso -asintio con alegria Guetmanov-. No tenemos sinagogas ni lugares de oracion en nuestro cuerpo de tanques. Despues de todo estamos defendiendo Rusia. -Acto seguido fruncio el ceno y dijo con rabia-: Os lo digo de verdad: basta ya. ?Me dan ganas de vomitar! Siempre sacrificamos a los rusos en nombre de la amistad de los pueblos. Un natsmen [56] apenas necesita saber el alfabeto para que le nombren comisario del pueblo, mientras que a nuestro Ivan, no importa que sea un pozo de ciencia, lo mandamos al cuerno, «?cede el paso al natsmen!». Han transformado al gran pueblo ruso en una minoria nacional. Yo estoy a favor de la amistad entre los pueblos, pero no en estos terminos. ?Basta!

Novikov se quedo pensativo, miro los papeles que estaban sobre la mesa, tamborileo en el vaso con la una y dijo:

– ?Soy yo quien oprime a los rusos por una simpatia particular hacia los calmucos?

Se volvio hacia Neudobnov y anadio:

– Bien, el mayor Sazonov es nombrado temporalmente jefe del Estado Mayor de la segunda brigada.

– El oficial Sazonov es excepcional -comento Guetmanov en voz baja.

Y Novikov, que habia aprendido a ser rudo, autoritario, duro, sintio de nuevo inseguridad ante el comisario… «Bien, bien… -penso consolandose-, no entiendo de politica. Solo soy un proletario que sabe de guerra. Nuestro trabajo es sencillo: aplastar a los alemanes.»

Pero, aunque se reia para sus adentros de la incompetencia en materia militar de Guetmanov, le resultaba desagradable sentirse timido frente a el.

Aquel hombre de cabeza grande, cabellos desgrenados, estatura mediana, pero ancho de espaldas y con un vientre prominente, aquel tipo divertido, de voz estentorea, siempre en movimiento, tenia una energia inagotable.

Aunque nunca habia estado en el frente, en las brigadas se decia de el: «?Oh, es combativo nuestro secretario!».

Le gustaba organizar los mitines del Ejercito Rojo; sus discursos cautivaban a la audiencia, bromeaba mucho y hablaba con sencillez, a menudo groseramente.

Caminaba bamboleandose y normalmente se apoyaba en un baston; si un tanquista estaba en las musaranas y no lo saludaba, Guetmanov se detenia delante y, apoyandose en el famoso baston, se quitaba la gorra y hacia una profunda reverencia como un viejo campesino.

Era irascible y odiaba las objeciones. Cuando alguien discutia con el, se ponia a resoplar y fruncir el ceno; una vez se encolerizo, levanto la mano y acabo descargando un punetazo contra el capitan Gubenkov, el jefe del Estado Mayor del regimiento de artilleria pesada. Como decian de el sus camaradas, se mostraba «terriblemente sujeto a sus principios».

El ordenanza de Guetmanov condeno severamente al terco capitan:

– Ese cerdo ha sacado de quicio a nuestro comisario.

Guetmanov no trataba con consideracion a quienes habian sido testigos de los primeros dias duros de la guerra. En una ocasion habia dicho del favorito de Novikov, el comandante de la primera brigada Makarov:

– Le hare escupir toda la filosofia de 1941.

Novikov opto por callar, si bien le gustaba hablar con Makarov sobre aquellos primeros dias de la guerra, dias terribles pero en cierto sentido fascinantes.

En la audacia, en la agudeza de sus juicios, Guetmanov parecia todo lo contrario que Neudobnov.

Pero los dos hombres, a pesar de sus diferencias, estaban unidos por un vinculo solido.

La mirada inexpresiva pero atenta de Neudobnov, sus frases bien perfiladas, sus palabras siempre sosegadas, deprimian a Novikov.

En cambio, Guetmanov, riendose a carcajadas, decia:

– Tenemos suerte. En solo doce meses los alemanes se han vuelto mas odiosos para nuestros campesinos que los comunistas en veinticinco anos.

O bien, sonriendo de improviso:

– Que quieres, a nuestro papaito le gusta que le digan que es genial.

Ese atrevimiento no contagiaba al interlocutor, bien al contrario, le inspiraba inquietud.

Antes de la guerra Guetmanov habia estado al frente de una region. Pronunciaba discursos sobre la produccion de ladrillos y la organizacion del trabajo de investigacion cientifica en una filial del Instituto de Carbon, hablaba de la calidad de la coccion del pan en la fabrica de pan de la ciudad, de los defectos de la novela Llamas azules publicada en el almanaque local, de la reparacion del parque de tractores, del inadecuado almacenamiento de las mercancias en las naves locales, sobre la epidemia de peste aviaria en los corrales de los koljoces.

Ahora hablaba con la misma seguridad de la calidad del combustible, de las normas del consumo de los motores y de la tactica de los combates con tanques, de la accion conjunta de infanteria, tanques y artilleria en caso de que rompieran la defensa del adversario, de la marcha de los tanques, del servicio medico en batalla, de los codigos de radio, de la psicologia militar del tanquista, de la peculiar relacion que se establece entre los miembros de cada dotacion y de las diversas dotaciones entre si, de las reparaciones rutinarias y las prioritarias, sobre la evacuacion de la maquinaria averiada en el campo de batalla.

En una ocasion Guetmanov y Novikov, que estaban en el batallon del capitan Fatov, se detuvieron frente al tanque que habia resultado vencedor en las pruebas de tiro.

Mientras el oficial al mando del blindado respondia a las preguntas de los superiores acariciaba suavemente con la palma de la mano la pared del tanque.

Guetmanov pregunto al tanquista si le habia resultado dificil hacerse con el primer puesto. Y este, animado de improviso, habia respondido:

– No, ?por que iba a ser dificil? Yo amo a mi tanque. Apenas llegue de mi pueblo al centro de instruccion y lo vi, enseguida lo ame aunque parezca increible.

Вы читаете Vida y destino
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату