que no habia participado en el coro que cantara como solista. Echando una ojeada al cuello sucio de la guerrera del soldado, donde quedaban las marcas de los galones descoidos, Keize pregunto:
– Verstehen Sie, Herr Major, ?has comprendido, cerdo? el hombre asintio. Habia comprendido.
Keize le cogio por el cuello y lo zarandeo como se sacude un despertador estropeado. El prisionero de guerra le asesto un punetazo en el pomulo y le insulto.
Parecia que le habia llegado su hora. Pero el Gauleiter del barracon especial no mato al mayor Yershov, le asigno catre del rincon, en el fondo, junto a la ventana. El lugar estaba vacio a la espera de alguien que resultara del agrado de Keize. Ese mismo dia Keize llevo a Yershov un huevo de oca cocido y riendose se lo dio.
– Ihre Stimme wird sebon! [68]
Desde entonces Keize se comporto bien con Yershov. Tambien en el barracon todo el mundo respetaba a aquel prisionero cuya firmeza inflexible se asociaba a un caracter dulce y alegre.
Despues del incidente con Keize, solo uno de los interpretes de Suliko estaba resentido con Yershov: el comisario de brigada Osipov.
– Es un tipo dificil -decia.
Poco despues de este suceso Mostovskoi bautizo a Yershov como director de conciencias.
Ademas de Osipov, otro hombre que sentia antipatia por Yershov era Kotikov, un prisionero de guerra taciturno que parecia saberlo todo de todo el mundo. Kotikov era incoloro; todo lo que tenia que ver con el -sus ojos, los labios, incluso la voz- carecia de color. La ausencia de color era tan pronunciada que se convertia en un color inolvidable.
Aquella noche la alegria de Keize durante el pase de lista hizo aumentar la tension y el miedo entre los detenidos. Los habitantes de los barracones siempre vivian en estado de alerta, a la espera de que algo malo sucediera, y el miedo, los presentimientos, la angustia que experimentaban dia y noche, ora se hacian mas intensos, ora amainaban, pero nunca les abandonaban.
Hacia el final del pase de lista, ocho kapos fueron a los barracones especiales. Vestian una ridicula gorra de visera propia de un payaso y un brazalete de un amarillo vivo. A juzgar por sus caras, se adivinaba que no llenaban su escudilla de la olla del resto de los reclusos.
El hombre al mando, Konig, era alto, rubio y apuesto. Vestia un abrigo de color acerado al que le habian descosido todos los distintivos. Por debajo del abrigo asomaban un par de botas que relucian como diamantes. Era un antiguo oficial de las SS que habia sido degradado y relegado al campo por varios delitos criminales. Ahora era el jefe de la policia del campo.
– ?Mutze ab! [69] -grito Keize.
Asi dio inicio el registro. Los kapos, con los gestos entrenados y aprendidos de los obreros de una fabrica, palpaban las mesas en busca de cavidades, sacudian los harapos, comprobaban con sus dedos agiles e inteligentes las costuras de las ropas de los detenidos, y miraban dentro de las escudillas. A veces, a modo de broma, propinaban un rodillazo en el trasero a un detenido y decian: «A tu salud».
De vez en cuando los kapos se volvian hacia Konig y le tendian algun objeto encontrado: unos apuntes, un cuaderno, una cuchilla de afeitar. Konig, con un movimiento brusco de guantes, les hacia saber si le parecia digno de interes o no.
Durante el registro los detenidos permanecian de pie, alineados en fila.
Mostovskoi y Yershov estaban uno al lado del otro, mirando a Konig y Keize. Las figuras de los dos alemanes parecian fundidas en bronce.
Mostovskoi se tambaleaba, la cabeza le daba vueltas. Apuntando con el dedo en direccion a Keize, dijo a Yershov:
– ?Ay que individuo!
– Un magnifico ejemplar ario -respondio Yershov. Y para que Chernetsov no le oyera murmuro al oido de Mostovskoi-: Pero algunos de nuestros muchachos no se quedan cortos.
Chernetsov se entrometio en la conversacion que no habia oido y dijo:
– Cada pueblo tiene el derecho sagrado de poseer sus heroes, sus santos y sus villanos.
Mostovskoi se volvio hacia Yershov, pero lo que dijo tambien iba para Chernetsov.
– Por supuesto, nosotros tambien tenemos a nuestros canallas, pero en el asesino aleman hay algo irrepetible.
El registro concluyo. Dieron la orden de echarse a dormir. Los prisioneros se encaramaron a sus literas.
Mostovskoi se acosto y estiro las piernas. Luego recordo que no habia comprobado si todas sus cosas seguian en orden. Se levanto con un gemido y empezo a examinar sus pertenencias. Parecia que no habia desaparecido la bufanda, ni tampoco los trozos de tela que utilizaba como calcetines, pero la sensacion de ansiedad no remitio.
Yershov se le aproximo y le dijo en voz baja:
– El kapo Nedzelski va diciendo por ahi que nuestro bloque se disolvera. Algunos de los hombres seran retenidos para ser sometidos a mas interrogatorios y la mayor parte ira a parar a campos comunes.
– Que mas da -respondio Mostovskoi.
Yershov se sento en el catre y dijo, con una voz baja y sin embargo clara:
– ?Mijail Sidorovich!
Mostovskoi se incorporo sobre el codo y le miro.
– Mijail Sidorovich, he estado pensando en algo importante y necesito hablar con usted. Si vamos a morir quiero que sea haciendo ruido.
Hablaba en un susurro y Mostovskoi, escuchando a Yershov, comenzo a sentirse embargado por la emocion. Era como si una brisa magica soplara sobre el.
– El tiempo es oro -dijo Yershov-. Si los alemanes consiguen tomar ese diabolico Stalingrado, todo el mundo se instalara en la apatia. Solo tiene que echar un vistazo a tipos como Kirillov para convencerse.
El plan de Yershov consistia en formar una alianza militar entre los prisioneros de guerra. Repaso el plan punto por punto de memoria, como si estuviera leyendo un documento.
– … instauracion de la disciplina y de la solidaridad entre todos los ciudadanos sovieticos presentes en el campo; expulsion de los traidores del propio circulo; sabotaje al enemigo; creacion de comites de lucha entre prisioneros polacos, franceses, yugoslavos y checos…
Mirando sobre las literas la confusa penumbra del barracon, dijo:
– Algunos de los hombres de la fabrica militar confian en mi: reuniremos armas. Haremos las cosas a lo grande. Disponemos de enlaces con decenas de otros campos. Terror contra los traidores. Nuestro objetivo final: una sublevacion general, una Europa libre y unida.
– ?Una Europa libre y unida! Ay, Yershov, Yershov…
– No estoy hablando por hablar. Nuestra conversacion es solo el inicio de la lucha.
– Me alisto en su ejercito -dijo Mostovskoi y, moviendo la cabeza, repitio-: Una Europa libre… Aqui, en nuestro campo, habra una seccion de la Internacional Comunista, compuesta solo por dos personas, una de las cuales ni siquiera esta afiliada al Partido.
– Usted tiene conocimientos de aleman, ingles y frances, conseguiremos miles de contactos -afirmo Yershov-. ?Que Komintern necesita? Prisioneros de todos los paises, ?unios!
Mostovskoi, mirando a Yershov, pronuncio unas palabras que creia haber olvidado hacia mucho tiempo:
– ?La voluntad del pueblo! -Y se sorprendio de haber recordado justamente esas palabras.
– Tenemos que hablar con Osipov y el coronel Zlatokrilets -prosiguio Yershov-. Osipov tiene una gran energia. Pero no le gusto, es mejor que hable usted con el. Y yo hablare con el coronel hoy mismo. Con ellos seremos cuatro.
73
El cerebro del mayor Yershov trabajaba sin tregua, dia y noche, elaborando un plan para articular un movimiento clandestino que abarcara todos los campos alemanes. Pensaba en los medios de enlace entre ellos, reteniendo los nombres de los campos de trabajo, los campos de concentracion y las estaciones ferroviarias. Pensaba en la creacion de un codigo secreto, en la posibilidad de incluir en las listas de transporte, con ayuda de los