detenidos que trabajaban en la administracion, a los miembros de la organizacion secreta que tendrian que desplazarse de campo en campo.

?Su alma acariciaba un sueno! La obra de miles de agitadores clandestinos y heroicos saboteadores culminaria con una insurreccion armada en los campos. Quienes se involucraran en el alzamiento deberian hacerse con la artilleria antiaerea, utilizada para la defensa del campo, para transformarla en medios antitanque y antiinfanteria. Era preciso identificar a los artilleros reclusos y afrontar los calculos relativos a las piezas incautadas por los grupos de asalto.

El mayor Yershov conocia bien la vida del campo; sabia valorar la potencia de la corrupcion, del miedo, de la necesidad de llenar el estomago. Habia visto a muchos hombres cambiar sus honestas guerreras por los capotes azul claro con hombreras de los voluntarios de Vlasov.

Presenciaba el abatimiento, el servilismo, la deslealtad y la sumision. Constataba el horror ante el horror. Veia a hombres petrificados de miedo ante los aterradores oficiales de las SS.

Al mismo tiempo, en los pensamientos del harapiento mayor hecho prisionero no habia fantasias.

Durante los tiempos oscuros del implacable avance aleman hacia el frente oriental, el sostenia a sus companeros con palabras alegres y valientes, convencia a aquellos que estaban hinchados por el hambre a luchar por su salud. En el habitaba un desprecio inextinguible, provocador e indestructible por la violencia.

Los hombres captaban el fuego vivo que Yershov emanaba; un fuego sencillo y necesario a todos, igual al de la estufa rusa donde arde la lena de abedul.

Debia de ser aquella calidez, unida a la fuerza de su mente y coraje, la que habia erigido a Yershov como lider indiscutible de los oficiales sovieticos en el campo. Yershov habia comprendido hacia tiempo que Mijail Sidorovich seria el primer hombre al que confiaria sus pensamientos.

Tendido en el catre miraba fijamente las tablas rugosas del techo como si observara la tapa de su ataud con el corazon aun latiendole.

Aqui, en el campo, como nunca antes en sus treinta y tres anos de vida, era consciente de su propia fortaleza. Su vida no habia sido facil antes de la guerra. Su padre, un campesino de Voronezh, habia sido deskulakizado en 1930. En aquella epoca, Yershov servia en el ejercito. No rompio la relacion con su padre. No fue admitido en la Academia Militar, aunque habia pasado el examen de ingreso con calificacion de sobresaliente. Despues de conseguir con no pocas dificultades graduarse en la Escuela Militar fue destinado a una oficina de reclutamiento de distrito.

Su padre y el resto de la familia fueron confinados al norte de los Urales. Yershov pidio un permiso y fue a visitarle. Desde Sverdlovsk recorrio doscientos kilometros por una via estrecha. A lo largo de ambos lados de la via se extendian vastas extensiones de bosques y pantanos, pilas de lena, el alambre espinoso del campo, las barracas y los refugios cavados en la tierra. Las altas torres de vigilancia se erguian como hongos venenosos con piernas gigantes. El convoy fue detenido dos veces: un peloton de guardias buscaba a un prisionero fugado. Por la noche el tren se detuvo en un apartadero y espero el paso de otro convoy en direccion opuesta. Yershov no lograba conciliar el sueno, oia los ladridos de los perros de la OGPU [70], los silbidos de los centinelas de un enorme campo penitenciario que se encontraba en las inmediaciones.

Llego al final de la linea tres dias despues y, aunque llevaba en el cuello el distintivo de teniente, le pedian a menudo el pase ferroviario y los documentos reglamentarios y en cada control esperaba que le dijeran «venga, coge tus cosas» y le condujeran a un campo… Evidentemente tambien el aire de aquel lugar tenia algo de concentracionario.

Prosiguio su viaje por una carretera entre pantanos, recorriendo setenta kilometros en la parte trasera de un camion. El vehiculo pertenecia al sovjos OGPU donde trabajaba su padre. Iba atestado de trabajadores deportados a los que enviaban a talar arboles. Yershov les hizo algunas preguntas pero solo recibio monosilabos como respuesta, evidentemente tenian miedo de su uniforme militar.

Al atardecer llegaron a una diminuta aldea encajonada entre la linde de un bosque y el borde de un pantano. Mas tarde recordaria la dulce tranquilidad de la puesta de sol en las inmensas extensiones del norte. Bajo la luz del crepusculo las isbas parecian completamente negras, como si las hubieran hecho hervir en alquitran.

Cuando entro en la chabola, con el penetro la ultima luz del dia. La humedad, el bochorno, el olor a comida de pobre, la ropa miserable y las camas, el calor del humo le salieron al encuentro.

De aquella oscuridad emergio su padre, la cara demacrada, ojos esplendidos que golpearon a Yershov por su indescriptible expresion.

Los brazos viejos, delgados, rudos envolvieron al hijo en un abrazo, y en ese movimiento convulso de los viejos brazos extenuados que colgaban del cuello del joven oficial se expresaba un timido lamento y tanto dolor, una peticion de defensa tan confiada, que Yershov solo encontro un modo de responder: se echo a llorar.

Despues visitaron tres tumbas: la madre habia muerto en el primer invierno, la hermana mayor, Aniuta, en el segundo y Marusia, en el tercero.

Alli, en el mundo de los campos, los cementerios y los pueblos se fundian en uno. El mismo musgo cubria las paredes de madera de las isbas y las pendientes de los refugios, los tumulos y los terrones de los pantanos. La madre y las hermanas de Yershov descansarian por siempre bajo ese cielo: en invierno, cuando el hielo congela la humedad, y en otono, cuando la tierra del cementerio se hincha con el agua sucia de los pantanos desbordados.

Padre e hijo permanecieron alli de pie, en silencio. Des pues el padre levanto la mirada hacia su hijo y abrio los brazos: «Perdonadme, vivos y muertos, porque no supe salvar a los que amaba».

Aquella noche el padre se confio al hijo. Hablo con calma, tranquilo. Lo que le conto solo podia ser dicho con tranquilidad, nunca expresado con lagrimas o gritos.

En una pequena caja cubierta con un periodico Yershov le habia llevado algunos obsequios y medio litro de vodka. El anciano hablo, y el hijo se sento a su lado y escucho.

Le hablo sobre el hambre, sobre la gente del pueblo que habia muerto, sobre los ninos cuyos cuerpos llegaron a pesar menos que una gallina o una balalaica.

Narro los cincuenta dias de travesia, en invierno, en un vagon de ganado con goteras; dia tras dia los muertos viajaron al lado de los vivos. Prosiguieron el viaje a pie, las mujeres llevaban a los ninos en brazos. La madre de Yershov deliraba de fiebre. Fueron conducidos al interior del bosque, donde no habia ni una sola choza o refugio; comenzaron una nueva vida en pleno invierno, encendiendo hogueras, construyendo camas con ramas de abeto, derritiendo nieve en cacerolas, enterrando a los muertos…

«Es la voluntad de Stalin», afirmo el padre sin un apice de ira o resentimiento. Asi hablaba la gente sobre la fuerza del destino, una fuerza que no conoce la indecision.

A su regreso del permiso, Yershov escribio a Kalinin, rogandole misericordia hacia un anciano inocente; pidio que permitieran al viejo vivir con su hijo. Pero su carta aun no habia llegado a Moscu cuando Yershov fue citado ante las autoridades, que habian recibido la comunicacion, o mejor dicho, la denuncia, de su viaje a los Urales.

Se le expulso del ejercito. Encontro trabajo en una obra. Su plan era ahorrar dinero y reunirse con su padre. Muy pronto, sin embargo, recibio una carta desde los Urales informandole de que su padre habia muerto.

El dia despues del estallido de la guerra, el teniente de reserva Yershov fue movilizado.

En una batalla cerca de Roslavl, su comandante de batallon cayo muerto y Yershov tomo el mando. Reagrupo a sus hombres, lanzo un contraataque, recupero el control del paso del rio y aseguro la retirada de la artilleria pesada de las reservas del Estado Mayor.

Cuanto mas grande era la carga, mas fuertes eran sus hombros. No era consciente de su fuerza. La sumision no era inherente a su naturaleza. Cuanto mas fuerte era el ataque, mas furiosas eran sus ganas de luchar.

A veces se preguntaba de donde procedia su odio contra los vlasovistas. Los llamamientos de Vlasov proclamaban lo mismo que su padre le habia contado. Si, sabia que aquella era la verdad. Pero sabia tambien que aquella verdad puesta en boca de los alemanes y los vlasovistas se transformaba en mentira.

Sentia, le resultaba totalmente claro, que al luchar contra los alemanes, luchaba por una vida libre en Rusia, la victoria sobre Hitler se convertiria en la victoria sobre los campos de la muerte donde su padre, su madre y sus hermanos habian perecido.

Yershov experimentaba al mismo tiempo un sentimiento de dolor y felicidad: alli, en el campo, donde los datos biograficos de nada servian, el se habia convertido en una fuerza, le seguian. Alli no eran relevantes las condecoraciones, ni las mas altas insignias, ni las medallas, ni la seccion especial, ni el servicio de personal, ni las comisiones de clasificacion, ni las llamadas telefonicas del comite de distrito, ni la opinion del adjunto de la seccion

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