comprar un pequeno juego de pesas. Trabajaba con el metal seis dias a la semana. Y no tenia nada que lo demostrara. No importaba con la fuerza que las bombeara o como de desesperadamente quisiera ser mas grande, no habia aumentado ningun musculo.

Parte del problema era su dieta. Those Ensures era todo lo que podia tomar sin enfermar y ellos no tenian toneladas de calorias. El problema estaba relacionado con el alimento. Su genetica era una puta. A la edad de veintitres anos, hacia cinco pies y seis pulgadas, 102 libras. No tenia que afeitarse. No habia ningun pelo sobre su cuerpo. Nunca habia tenido una ereccion.

Poco viril. Debil. Lo peor de todo, no cambiaba. Habia tenido este tamano y habia sido asi desde los ultimos diez anos.

La identidad repetitiva de su existencia lo cansaba, lo agotaba, lo vaciaba. Habia perdido la esperanza de convertirse en un hombre y la aceptacion de la realidad lo habia envejecido. Sentia antiguo su pequeno cuerpo, como si su cabeza no perteneciera al resto de el.

Pero tenia algun descanso. Le gustaba dormir. En sus suenos se veia luchando, era fuerte, se sentia seguro, el era…un hombre. De noche, mientras sus ojos estaban cerrados, tenia una temible daga en su mano, un asesino que hacia lo que fuese por una noble razon, Y no estaba solo en su trabajo. Tenia la compania de otros hombres como el, luchadores y hermanos, leales hasta la muerte.

Y en sus visiones, hacia el amor con mujeres, hermosas mujeres que hacian extranos sonidos cuando el entraba en sus cuerpos. A veces habia mas de una con el, y las tomaba con fuerza por que ellas lo querian asi y el tambien lo queria. Sus amantes le agarraban el trasero, aranando su piel cuando se estremecian y se movian debajo de sus caderas que chocaban. Con rugidos de triunfo, el se dejaba ir, su cuerpo contrayendose y resbalandose en el calor humedo que ellas le ofrecian. Y despues de que llegara, en conmocionantes actos de depravacion, beberia su sangre y el frenesi salvaje dejaria las sabanas blancas, rojas. Finalmente cuando las necesidades pasaran y la furia y las ansias terminaran, las sostendria amablemente y lo contemplarian con satisfaccion, adorando sus ojos. La paz y la armonia vendrian y serian bienvenidas como bendiciones.

Lamentablemente, se seguia despertando cada manana.

En la vida real, no podia esperar derrotar o defender a alguien, no del modo que lo habia construido. Y aun no habia besado a una mujer. Nunca habia tenido la posibilidad. El sexo contrario tenia dos reacciones: las mas mayores lo trataban como a un nino y las mas jovenes miraban a traves de el. Ambas respuestas le dolian, las mayores por que subrayaban su debilidad, las ultimas por que le robaban cualquier esperanza de que encontraria alguien de quien ocuparse.

Cual era el por que queria a una mujer. Tenia la gran necesidad de proteger, abrigar, guardar. Una llamada sin salida concebible.

Ademas, ?que mujer lo iba a querer? Era condenadamente flacucho. Sus vaqueros colgaban de sus piernas. Su camisa adjunta al pecho concavo que corria entre sus costillas y sus caderas. Sus pies eran del tamano de un nino de diez anos.

John podia sentir crecer su frustracion, pero no sabia que era lo que le disgustaba. Seguro, le gustaban las mujeres. Y queria tocarlas por que su piel parecia tan delicada y olia tan bien. Pero no era como alguna vez se habia despertado, incluso si se despertaba en medio de uno de sus suenos. Era un monstruo. Colgado en algun sitio entre un hombre y una mujer, ni lo uno ni lo otro. Un hermafrodita sin el equipo impar.

Una cosa era segura. Definitivamente no estaba con los hombres. Muchos de ellos habian ido detras suyo durante anos, empujando el dinero o las drogas o amenazandolo, intentando atraerlo a los cuartos de bano o a los coches. De algun modo, siempre lograba escaparse.

Bien, siempre hasta el invierno pasado. Alla por enero lo habian atrapado a punta de pistola en el hueco de la escalera del edificio anterior donde habia vivido.

Despues de esto, se habia mudado y habia comenzado a llevar pistola.

Tambien habia llamado al Telefono Directo de Prevencion del Suicidio.

Eso habia sido hacia diez meses y el todavia no podia soportar sentir el tacto de los vaqueros contra su piel. Habria tirado los cuatro pares si se lo hubiera podido permitir. En cambio, habia quemado los que llevaba aquella noche y se habia aficionado a llevar calzoncillos largos bajo los pantalones, incluso en verano.

Pues no, no le gustaban los hombres.

Tal vez esa era otra de las razones por las que respondia asi ante las mujeres. Sabia como se sentian, siendo un objetivo por que tenia algo que alguien mas poderoso queria tomar de ellas.

No es que estuviera a punto de adherirse con alguien sobre su experiencia o alguna cosa. No tenia ninguna intencion de compartir con nadie lo que le habia pasado en aquel hueco de aquella escalera. No podia imaginarse contandolo.

Pero Dios, ?que, si una mujer le preguntaba si habia estado alguna vez con alguna? No sabria como contestar a eso.

Un pesado puno golpeo su puerta.

John se puso de pie deprisa, cogiendo el arma que estaba debajo de su almohada. Libero el seguro con un movimiento rapido de su dedo.

La llamada se repitio.

Nivelando el arma contra la puerta, espero que un hombro golpeara la madera y la astillara.

– ?John? -Era una voz masculina, grave y ponderosa. -John, se que estas dentro. Me llamo Tohr. Me conociste hace dos noches.

John fruncio el ceno y luego se estremecio cuando sus sienes le dolieron. Bruscamente, como si alguien hubiera abierto una compuerta, recordo que habia ido a algun sitio clandestinamente. Y se habia reunido con un hombre alto vestido de cuero. Con Mary y Bella.

Mientras la memoria lo golpeaba, algo se movio en lo mas profundo de su interior. En el nivel de sus suenos. Algo viejo…

– He venido para hablar contigo. ?Me dejaras entrar?

Con el arma en su mano, John fue a la puerta y la abrio, manteniendo la cadena en su lugar. Estiro el cuello hacia arriba, para encontrarse con los ojos azul oscuro del hombre. Una palabra le vino a la memoria, una que no entendia.

Hermano.

– ?Quieres reponer el seguro de esa arma, hijo?

John nego con la cabeza, atrapada entre el eco de un extrano recuerdo en su cabeza y que estaba delante de el: un hombre mortal de cuero.

– Bien. Solo vigila donde apuntas. No te ves muy comodo con esa cosa y no quiero la molestia de tener un agujero en mi. -El hombre miro la cadena. -?Me dejaras entrar?

Dos puertas mas abajo, una volea de elevados gritos fueron in crescendo y terminaron con el sonido de un cristal roto.

– Vamos, hijo. Un poco de intimidad sera bueno.

John alargo profundamente hacia su pecho y al alrededor de sus instintos buscando cualquier sensacion de peligro real. No encontro nada, a pesar de que el hombre era grande y dura e indudablemente armado. Alguien como el solo tenia que hacer las maletas.

John retiro la cadena y se distancio, bajando el arma.

El hombre cerro la puerta detras de el. -?Recuerdas que nos encontramos, verdad?

John asintio, preguntandose por que sus recuerdos habian vuelto tan deprisa. Y por que el terrible dolor de cabeza habia llegado con ellos.

– Recuerdas sobre lo que estuvimos hablando. ?Sobre el entrenamiento que te ofrecemos?

John puso el seguro del arma en su lugar. Recordo todo y la curiosidad que lo habia golpeado, volvio. Asi como un feroz anhelo.

– Entonces ?te gustaria unirte y trabajar con nosotros? Y antes de que me digas que no eres lo bastante grande, conozco a muchos tipos de tu tamano. De hecho, tenemos una clase de hombres que son justo como tu.

Manteniendo sus ojos sobre el forastero, John se puso el arma sobre su bolsillo trasero y se acerco a la cama. Cogio un bloc de papel y un boligrafo Bic y escribio: No tengo $

Cuando el le enseno el bloc, el hombre leyo sus palabras. -No tienes que preocuparte por eso.

John garabateo, Si, lo hago y giro el papel.

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