La casa de su familia.

CAPITULO 38

– Rehvenge quiere verte.

Phury miro por encima del vaso de agua con gas que habia pedido. Uno de los enormes gorilas de ZeroSum se dirigia el, el Moro rezumaba una silenciosa amenaza.

– ?Por alguna razon en especial?

– Usted es un cliente importante.

– Entonces deberia dejarme solo.

– ?Eso es un no?

Phury arqueo una ceja.

– Sip, eso es un no.

El Moro desaparecio y regreso con refuerzos, dos tipos tan grandes como el.

– Rehvenge quiere verle.

– Sip, ya me lo dijiste.

– Ahora.

La unica razon por la que Phury se deslizo fuera de la cabina fue que el trio parecia preparado para llevarselo a la fuerza, y no necesitaba la clase de atencion que vendria cuando los golpeara.

Al instante en que entro en la oficina de Rehvenge, supo que el varon estaba de un peligroso estado de animo. No es que eso fuera nuevo.

– Dejadnos -murmuro el vampiro desde atras de su escritorio.

Cuando la habitacion quedo vacia, se sento de nuevo en la silla, astutos ojos violetas. El instinto hizo que Phury moviera con cuidado una mano a su espalda, cerca de la daga que llevaba en el cinturon.

– He estado pensando sobre nuestro ultimo encuentro -dijo Rehvenge, haciendo un templo con los largos dedos. La luz sobre el resaltaba los pomulos altos, la dura mandibula y los anchos hombros. Se habia recortado la cresta, la negra franja no tenia mas de dos pulgadas en su craneo-. Bien… he estado pensando sobre el hecho de que conoces mi pequeno secreto. Me siento expuesto.

Phury permanecio en silencio, preguntandose a donde infiernos conduciria todo eso.

Revhenge empujo hacia atras su silla cruzando las piernas, el tobillo en la rodilla. Involuntariamente se le abrio el caro traje, revelando un amplio pecho.

– Puedes imaginarte como me siento. Como me tiene.

– Prueba algun Imbien. Eso te pondra fuera de combate.

– O puedo encender un monton de humo rojo. Como tu, ?no? -El macho se paso una mano sobre la cresta, curvo los labios en una taimada sonrisa-. Bien, realmente no me siento seguro.

Que mentira. El tipo se mantenia rodeado de Moros que eran tan listos como mortiferos. Y era definitivamente alguien que se podria defender por si mismo. Ademas, los sympath tenian ventajas en un conflicto que nadie mas tenia.

Rehvenge dejo de sonreir.

– Estaba pensando que quizas podrias admitir tu secreto. Entonces estariamos empatados.

– No tengo ninguno.

– Tonterias… Hermano -la boca de Rehvenge se curvo de nuevo en las esquinas, pero sus ojos eran de un frio purpura-. Porque eres un miembro de la Hermandad. Tu y esos grandes machos que vienen aqui. Uno con perilla que se bebe mi vodka. El tipo con la cara destrozada que chupa a mis putas. No se que decir del humano que siempre va contigo.

Phury miro dura y fijamente a traves del escritorio.

– Estas violando todas las costumbres sociales que tiene nuestra especie. Pero de todas formas, ?por que esperaria un buen comportamiento de un traficante de drogas?

– Y los adictos siempre mienten. Entonces la pregunta fue inutil, ?no?

– Ve con cuidado, amigo -dijo Phury en voz baja.

– ?O tu que? Estas diciendo que eres un Hermano, entonces ?mejor me pongo en forma antes de que me hagas dano?

– La salud nunca deberia ser dada por supuesta.

– ?Por que no lo admites? ?O los Hermanos teneis miedo que se rebele la raza a la que estan fallando? ?Estais escondiendoos de todos nosotros a causa del trabajo de mierda que estais haciendo ultimamente?

Phury se marcho.

– No se de lo que me estas hablando.

– Sobre el humo rojo -la voz de Rehvenge fue cortante como un cuchillo-. Justamente me he quedado sin el.

Un destello de ansiedad se apreto en el pecho de Phury. Miro sobre su hombro.

– Hay otros traficantes.

– Diviertete encontrandolos.

Phury puso la mano en la manija. Cuando no giro, volvio la mirada a traves de la habitacion. Rehvenge le observaba, tranquilo como un gato. Atrapandolo en la oficina contra su voluntad.

Phury apreto con fuerza y tiro, rompiendo enseguida la pieza de laton. Cuando la puerta se abrio colgando, lanzo la manija sobre el escritorio de Rehvenge.

– Creo que vas a tener que arreglar esto.

Dio dos pasos antes que una mano le agarrara el brazo. La cara de Rehvenge era dura como una piedra, asi como su agarre. Con el parpadeo de un ojo violeta, algo destello entre ellos, algun tipo de cambio… una corriente.

De la nada, Phury sintio una marea abrumadora de culpabilidad, como si alguien hubiera levantado la tapa de sus mas profundas preocupaciones y miedos por el futuro de la raza. Tenia que responder a eso, no podia soportar la presion.

De repente, se encontro a si mismo hablando rapidamente.

– Vivimos y morimos por nuestro pueblo. La especie es nuestra primera y unica preocupacion. Peleamos cada noche y contamos las jarras de los lessers que matamos. El sigilo es la manera en que protegemos a los civiles. Cuanto menos sepan sobre nosotros, mas seguros estan. Eso es por lo que desaparecimos.

Tan pronto como dijo esas palabras, maldijo.

Maldito, nunca puedes confiar en un symphath, penso. O los sentimientos que tienes mientras estas entre ellos.

– Sueltame, comedor de pecados -rechino los dientes-. Y deja de joderme la cabeza.

El duro agarre se disolvio y Rehvenge se inclino un poco, una medida de respeto que fue una conmocion.

– Bien, como sabes, guerrero. Un cargamento de humo rojo acaba de llegar.

El varon paso rozando y camino lentamente en la multitud, la cresta, los anchos hombros, su aura se perdia entre las personas de cuyas adicciones el se alimentaba.

Bella tomo forma delante de la casa familiar. Las luces exteriores estaban apagadas, lo cual era extrano, pero estaba llorando, asi es que de cualquier forma no era que viera mucho. Paso dentro desactivando la alarma, y entro en el vestibulo.

?Como podia Zsadist hacerle esto? Con lo que dolia, el bien pudo tener sexo con ella. Dios, siempre habia sabido que seria cruel, pero eso habia sido demasiado, incluso para el…

Salvo que no fuera en represalia por el desaire social, ?no? No, eso era demasiado mezquino. Sospechaba que habia mordido a esa humana como una declaracion de ruptura. Porque queria enviarle un mensaje, un total e inconfundible mensaje de que Bella no era bienvenida en su vida.

Bien, pues funciono.

Deshinchada, derrotada, miro alrededor del vestibulo. Todo estaba igual. El empapelado azul seda, el suelo de

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