indiferente, como si hablaran de extranos, de desconocidos. Y sin embargo, escuchandolas yo comprendia que nunca habia pensado en lo que pareciamos a los demas, y que entre muchas patranas aquellos relatos, en algunos detalles y desde el especial punto de vista de ellos, estaban en lo cierto. En mi mente sus historias de terrores infligidos por nosotros, se confundian con mis recuerdos de terror sufrido: cuanto mas me enteraba de lo que habiamos hecho temblar, mas temblaba.

Contaban una historia cada uno, y en cierto momento: -Y el Feo, ?que dice? -preguntan-. ?Tu no tienes historias que contar? ?En tu familia no han ocurrido aventuras con los Dinosaurios?

– Si, pero… -farfullaba- ha pasado tanto tiempo… si supierais…

La que venia en mi ayuda en aquellos trances era Flor de Helecho, la joven de la fuente. -Dejadlo en paz… Es forastero, todavia no se ha aclimatado, habla mal nuestra lengua…

Terminaban por cambiar de tema. Yo respiraba. Entre Flor de Helecho y yo se habia establecido una especie de confianza. Nada demasiado intimo: nunca me habia atrevido a rozarla. Pero hablabamos largo y tendido. Es decir, era ella la que me contaba muchas cosas de su vida; yo, por temor de traicionarme, de hacerle sospechar mi identidad, me mantenia siempre en las generalidades. Flor de Helecho me contaba sus suenos: -Anoche vi a un Dinosaurio enorme, espantoso, que echaba fuego por las narices. Se acerca, me toma por la nuca, me lleva, quiere comerme viva. Era un sueno terrible, terrible, pero yo, que extrano, no estaba nada asustada, no, ?como decirte? me gustaba…

Por aquel sueno hubiera debido comprender muchas cosas, y sobre todo una: que Flor de Helecho no deseaba otra cosa que ser agredida. Habia llegado el momento, para mi, de abrazarla. Pero el Dinosaurio que ellos imaginaban era demasiado distinto del Dinosaurio que era yo, y este pensamiento me volvia aun mas timido y diferente. En una palabra, perdi una buena oportunidad. Despues, el hermano de Flor de Helecho volvio de la temporada de pesca en la llanura, la joven estaba mucho mas vigilada, y nuestras conversaciones escasearon.

El hermano, Zahn, desde que me vio adopto un aire suspicaz. -?Y ese quien es? ?De donde viene? -pregunto a los otros, senalandome.

– Es el Feo, un forastero que trabaja en la madera -le dijeron-. ?Por que? ?Que tiene de raro?

– Quisiera preguntarselo a el -dijo Zahn, con aire torvo-. Eh, tu, ?que tienes de raro?

?Que debia responder? -?Yo? Nada…

– Porque tu, a tu parecer, no eres raro, ?eh? -y se rio. Aquella vez termino ahi, pero yo no me esperaba nada bueno.

Zahn era uno de los tipos mas decididos del pueblo. Habia corrido mundo y demostraba saber muchas mas cosas que los otros. Cuando oia las habituales conversaciones sobre los Dinosaurios, le asaltaba una especie de impaciencia. -Patranas -dijo una vez-, todas patranas las vuestras. Quisiera veros si llegara aqui un Dinosaurio de verdad.

– Hace tanto tiempo que no existen -intervino un pescador.

– No tanto -dijo Zahn con una risita burlona-, nadie ha dicho que no ande todavia alguna manada por los campos… En la llanura, los nuestros se turnan para vigilar dia y noche. Pero alli pueden fiarse de todos, no admiten a tipos que no conocen… -y detuvo en mi la mirada, con intencion.

Era inutil prolongar la situacion: mejor agarrar el toro por los cuernos, en seguida. Di un paso adelante.

– ?Por que te la tomas conmigo? -pregunte.

– Me la tomo con alguien que no sabemos de quien ha nacido ni de donde viene, y pretende comer de lo nuestro, y cortejar a nuestras hermanas…

Uno de los pescadores asumio mi defensa: -El Feo se gana la vida; es de los que trabajan duro…

– Sera capaz de llevar troncos sobre el lomo, no lo niego -insistio Zahn-, pero en un momento de peligro, cuando tengamos que defendernos con dientes y unas, ?quien nos garantiza que se portara como es debido?

Comenzo una discusion general. Lo extrano era que la posibilidad de que yo fuese un Dinosaurio nunca se tenia en cuenta; la culpa que se me achacaba era la de ser Distinto, un Extranjero y por lo tanto Sospechoso; y el punto debatido era en que medida mi presencia aumentaba el peligro de un eventual retorno de los Dinosaurios.

– Quisiera verlo en el combate, con esa boquita de lagartija -seguia provocandome Zahn, despectivo.

Me le acerque, brusco, nariz contra nariz. -Puedes verme ahora mismo, si no escapas.

No se lo esperaba. Miro alrededor. Los otros hicieron rueda. Ahora no quedaba mas que pelear.

Avance, esquive un mordisco torciendo el cuello, ya le habia asestado una patada que lo revolco patas arriba, y me le fui encima. Era un movimiento equivocado: como si no lo supiera, como si no hubiera visto morir Dinosaurios a aranazos y mordiscos en el pecho y en el vientre, mientras creian que habian inmovilizado al enemigo. Pero la cola todavia sabia usarla para mantenerme firme; no queria dejarme tumbar; hacia fuerza pero sentia que estaba por ceder…

Entonces uno del publico grito: -?Dale, fuerza, Dinosaurio! -Saber que me habian desenmascarado y volver a ser el de antes fue todo uno: perdido por perdido lo mismo daba hacerles sentir el anriguo espanto. Y golpee a Zahn, una, dos, tres veces…

Nos separaron. -Zahn, te lo habiamos dicho: el Feo tiene musculos. ?Con el Feo no se bromea! -y se reian y me felicitaban, me daban manotones en la espalda. Yo, que me creia descubierto, no entendia nada; solo mas tarde comprendi que el apostrofe de 'Dinosaurio' era una manera de decir, de animar a los rivales en una especie de: '?Dale que te lo cargas!', y ni siquiera se sabia si me lo habian gritado a mi o a Zahn.

Desde aquel dia todos me respetaron. Hasta Zahn e alentaba, me andaba detras para verme dar nuevas pruebas de fuerza. Debo decir que tambien sus discursos habituales sobre los Dinosaurios habian cambiado un poco, como sucede cuando uno se cansa de juzgar las cosas de la misma manera y la moda comienza a tomar otra direccion. Ahora, si querian criticar alguna cosa en el pueblo, habian adquirido la costumbre de decir que entre los Dinosaurios no hubieran sucedido ciertas cosas, que los Dinosaurios podian dar el ejemplo en muchos casos, que en el comportamiento de los Dinosaurios en esta o aquella situacion (por ejemplo de la vida privada) no habia nada que criticar. En una palabra, parecia asomar casi una admiracion postuma por esos Dinosaurios de los cuales nadie sabia nada preciso.

A mi una vez se me ocurrio decir: -No exageremos: ?que creeis que era un Dinosaurio, al fin y al cabo?

Me reconvinieron: -Calla, ?tu que sabes si nunca los viste?

Quizas era el momento justo de empezar a llamar al pan pan. -?Si que los vi -exclame-, y si quereis os puedo explicar como eran!

No me creyeron: pensaban que queria tomarles el pelo. Para mi, esta nueva manera que tenian de hablar de los Dinosaurios era casi tan insoportable como la de antes. Porque -aparte del dolor que sentia por el cruel destino de mi especie- yo la vida de los Dinosaurios la conocia desde adentro, sabia como entre nosotros prevalecia una mentalidad limitada, llena de prejuicios, incapaz de ponerse a la altura de las situaciones nuevas. ?Y ahora tenia que ver como estos tomaban por modelo aquel mundo nuestro pequeno, tan retrogrado, tan -digamoslo- aburrido! ?Tenia que soportar como me imponian ellos una suerte de sagrado respeto por mi especie, yo que nunca lo habia sentido! Pero en el fondo era que justo que fuera asi: estos Nuevos, ?en que se diferenciaban de los Dinosaurios de los buenos tiempos? Seguros en su pueblo, con los diques y las pesquerias, les habia asomado tambien una jactancia, una presuncion… ?Me pasaba que sentia ante ellos la misma impaciencia que me habia producido mi ambiente, y cuanto mas los oia admirar a los Dinosaurios, mas detestaba a los Dinosaurios y a ellos al mismo tiempo!

– Sabes, anoche sone que iba a pasar un Dinosaurio delante de mi casa -me dijo Flor de Helecho-, un Dinosaurio magnifico, un principe o un rey de los Dinosaurios. Yo me ponia bonita, me ataba una cinta en la cabeza y me asomaba a la ventana. Trataba de atraer la atencion del Dinosaurio, le hacia una reverencia, pero el ni siquiera se daba cuenta, no se dignaba echarme una mirada…

Este sueno me dio una nueva clave para comprender el estado de animo de Flor de Helecho con respecto a mi: la joven debia de haber confundido mi timidez con una desdenosa soberbia. Ahora que lo pienso, comprendo que me hubiera bastado insistir un poco en aquella actitud, demostrar un altivo desapego, y la hubiera conquistado del todo. En cambio la revelacion me conmovio tanto que me arroje a sus pies con lagrimas en los ojos, diciendo: -No, no, Flor de Helecho, no es como tu crees, tu eres mejor que cualquier Dinosaurio, cien veces mejor, y yo me siento tan inferior a ti…

Flor de Helecho se puso rigida, dio un paso atras.

– ?Pero que estas diciendo?

No era lo que ella esperaba; estaba desconcertada y encontraba la escena un poco desagradable. Yo me di cuenta demasiado tarde; me rehice en seguida, pero una atmosfera de incomodidad pesaba ahora entre

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