mi Muerto.
Por la manana los Nuevos no encontraron huellas del esqueleto. No se preocuparon mucho. Era un nuevo misterio que se anadia a los tantos relacionados con los Dinosaurios. Pronto se les borro de la memoria.
Pero la aparicion del esqueleto dejo una huella, en el sentido de que en todos ellos la idea de los Dinosaurios quedo unida a la de un triste fin, y en las historias que contaban ahora predominaba un acento de conmiseracion, de pena por nuestros padecimientos. Esta compasion de nada me servia. ?Compasion de que? Si una especie habia tenido jamas una evolucion plena y rica, un reino largo y feliz, habia sido la nuestra. La extincion era un epilogo grandioso, digno de nuestro pasado. ?Que podian entender esos tontos? Cada vez que los oia ponerse sentimentales con los pobres Dinosaurios, me daban ganas de tomarles el pelo, de contar historias inventadas e inverosimiles. En adelante la verdad sobre los Dinosaurios no la comprenderia nadie, era un secreto que yo custodiaria solo para mi.
Una banda de vagabundos se detuvo en la aldea. Entre ellos habia una joven. Me sobresalte al verla. Si mis ojos no me enganaban, aquella no tenia en las venas solo sangre de los Nuevos: era una mulata, una mulata dinosauria. ?Lo sabia? Seguramente que no, a juzgar por su desenvoltura. Quiza no uno de los padres, pero uno de los abuelos o bisabuelos o trisabuelos habia sido Dinosaurio, y los caracteres, la gracia de movimientos de nuestra progenie, volvian a aparecer en un gesto casi desvergonzado, irreconocible ahora para todos, incluso para ella. Era una criatura graciosa y alegre; en seguida le anduvo detras un grupo de cortejantes, y entre ellos el mas asiduo y enamorado era Zahn.
Empezaba el verano. La juventud daba una fiesta en el rio. -?Ven con nosotros! -me invito Zahn, que despues de tantas peleas trataba de hacerse amigo; despues se puso a nadar junto a la Mulata.
Me acerque a Flor de Helecho. Quiza habia llegado el momento de buscar un entendimiento. -?Que sonaste anoche? -pregunte, por iniciar una conversacion.
Permanecio con la cabeza baja. -Vi a un Dinosaurio que se retorcia agonizando. Reclinaba la cabeza noble y delicada, y sufria, sufria… Yo lo miraba, no podia despegar los ojos de el y me di cuenta de que sentia un placer sutil viendolo sufrir…
Los labios de Flor de Helecho se estiraban en un pliegue maligno que nunca le habia notado. Hubiera querido solo demostrarle que en aquel juego suyo de sentimientos ambiguos y oscuros yo no tenia nada que ver: yo era de los que gozan de la vida, el heredero de una estirpe feliz. Me puse a bailar a su alrededor, la salpique con el agua del rio agitando la cola.
– ?No se te ocurren mas que conversaciones tristes! -dije, frivolo-. ?Terminala, ven a bailar!
No me entendio. Hizo una mueca.
– ?Y si no bailas conmigo, bailare con otra! -exclame. Tome por una pata a la Mulata, llevandomela en las propias narices de Zahn, que primero la miro alejarse sin entender, tan absorto estaba en su contemplacion amorosa, despues tuvo un sobresalto de celos. Demasiado tarde; la Mulata y yo ya nos habiamos zambullido en el rio y nadabamos hacia la otra orilla, para escondernos en los matorrales.
Quiza solo queria dar a Flor de Helecho una prueba de quien era realmente yo, desmentir las ideas siempre equivocadas que se habia hecho de mi. Y quiza me movia tambien un viejo rencor hacia Zahn, queria ostentosamente rechazar su nuevo ofrecimiento de amistad. O bien, mas que nada, las formas familiares y sin embargo insolitas de la Mulata eran las que me daban ganas de una relacion natural, directa, sin pensamientos secretos, sin recuerdos.
La caravana de vagabundos partiria por la manana. La Mulata consintio en pasar la noche en los matorrales. Me quede haciendo el amor con ella hasta el alba.
Estos no eran sino episodios efimeros de una vida por lo demas tranquila y escasa de acontecimientos. Habia dejado hundirse en el silencio la verdad acerca de mi y acerca de la era de nuestro reino. Ahora de los Dinosaurios casi no se hablaba; tal vez nadie creia ya que hubieran existido. Hasta Flor de Helecho habia dejado de sonar con ellos.
Cuando me conto: -Sone que en una caverna quedaba el unico sobreviviente de una especie cuyo nombre nadie recordaba, y yo iba a preguntarselo, y estaba oscuro, y yo sabia que estaba alli, y no lo veia, y sabia bien quien era y como era pero no hubiera podido decirlo, y no entendia si era el el que contestaba a mis preguntas o yo a las suyas… -fue para mi la senal de que finalmente habia empezado un entendimiento amoroso entre nosotros, como lo deseaba desde que me habia detenido por primera vez en la fuente y aun no sabia si me seria permitido sobrevivir.
Desde entonces habia aprendido tantas cosas, y sobre todo la forma en que vencen los Dinosaurios. Primero crei que desaparecer habria sido para mis hermanos la magnanima aceptacion de una derrota; ahora sabia que los Dinosaurios cuanto mas desaparecen mas extienden su dominio, y sobre selvas mucho mas inmensas que las que cubren los continentes: en la marana de pensamientos del que se queda. Desde la penumbra de los miedos y las dudas de generaciones ahora ignaras, continuaban extendiendo el cuello, levantando sus zarpas, y cuando la ultima sombra de su imagen se habia borrado, su nombre continuaba superponiendose a todos los significados, perpetuando su presencia en las relaciones entre los seres vivientes. Ahora, borrado hasta el nombre, les aguardaba convertirse en una sola cosa con los moldes mudos y anonimos del pensamiento, a traves de los cuales cobran forma y sustancia las cosas pensadas: por los Nuevos, y por los que vendrian aun despues.
Mire alrededor: la aldea que me habia visto llegar como extranjero, ahora bien podia decirla mia, y decir mia a Flor de Helecho: de la manera en que un Dinosaurio puede decirlo. Por eso, con un silencioso gesto de saludo me despedi de Flor de Helecho, deje la aldea, me fui para siempre.
Por el camino miraba los arboles, los rios y los montes y no sabia distinguir los que ya estaban en los tiempos de los Dinosaurios y los que habian venido despues. Alrededor de algunas guaridas habian acampado unos vagabundos. Reconoci de lejos a la Mulata, siempre agradable, un poco mas gorda. Para que no me vieran me resguarde en el bosque y la espie. La seguia un hijito que apenas podia correr sobre sus piernas meneando la cola. ?Cuanto tiempo hacia que no veia a un pequeno Dinosaurio tan perfecto, tan pleno de la exacta esencia de Dinosaurio, y tan ignorante de lo que el nombre Dinosaurio significaba?
Lo espere en un claro del bosque para verlo jugar, perseguir una mariposa, deshacer una pina contra una piedra para sacar los pinones. Me acerque. Era realmente mi hijo.
Me miro con curiosidad. -?Quien eres? -pregunto.
– Nadie -dije-. Y tu, ?sabes quien eres?
– ?Claro! Lo saben todos: ?soy un Nuevo! -dijo.
Era exactamente lo que esperaba oir. Le acaricie la cabeza, le dije: -Muy bien -y me fui.
Recorri valles y llanuras. Llegue a una estacion, tome el tren, me confundi con la multitud.
La forma del espacio
Caer en el vacio como caia yo, ninguno de ustedes sabe lo que quiere decir. Para ustedes caer es tirarse quiza desde el piso veinte de un rascacielos, o desde un avion que se averia en vuelo: precipitarse cabeza abajo, manotear un poco en el aire, y la tierra esta de pronto ahi, y uno se da un gran porrazo. Yo les hablo en cambio de cuando no habia debajo tierra alguna ni nada solido, ni siquiera un cuerpo celeste en lontananza capaz de atraerte a su orbita. Se caia asi, indefinidamente, durante un tiempo indefinido. Bajaba en el vacio hasta el extremo limite a cuyo fondo es pensable que se pueda bajar, y una vez alli veia que aquel extremo limite debia estar mucho, pero mucho mas abajo, lejisimos, y seguia cayendo para alcanzarlo. No habiendo puntos de referencia, no tenia idea de si mi caida era precipitada o lenta. Ahora que lo pienso, no tenia pruebas siquiera de que estuviera cayendo realmente: quiza habia permanecido siempre inmovil en el mismo sitio, o me movia en sentido ascendente; como no habia ni un arriba ni un abajo, estas eran solo cuestiones nominales y daba lo mismo seguir pensando que caia, como era natural pensarlo.
Admitiendo pues que cayeramos, caiamos todos con la misma velocidad y aceleracion; en realidad estabamos siempre mas o menos a la misma altura, yo, Ursula H'x, el Teniente Fenimore. No le quitaba los ojos de encima a Ursula H'x porque era muy hermosa de ver, y tenia en el caer una actitud suelta y laxa; esperaba atinar alguna vez