nosotros.
No hubo tiempo de pensarlo, con todo lo que sucedio despues. Mensajeros jadeantes llegaron a la aldea. - ?Vuelven los Dinosaurios!- Se habia visto una manada de monstruos desconocidos corriendo furiosa por la llanura. Si seguian a aquel paso al alba del dia siguiente atacarian la aldea. Se dio la senal de alarma.
Pueden imaginarse la tempestad de sentimientos que se desencadeno en mi pecho a la noticia: ?mi especie no estaba extinguida, podia reunirme con mis hermanos, recomenzar la antigua vida! Pero el recuerdo de la antigua vida que me volvia a la mente era la serie interminable de derrotas, fugas, peligros; recomenzar significaba quizas tan solo un temporario suplemento de aquella agonia, el retorno a una fase que me hacia la ilusion de haber cerrado ya. Ahora habia alcanzado, aqui en la aldea, una especie de nueva tranquilidad y me pesaba perderla.
El animo de los Nuevos tambien estaba dividido entre sentimientos diferentes. Por un lado el panico, por el otro el deseo de triunfar del viejo enemigo, por otro tambien la idea de que si los Dinasaurios habian sobrevivido y ahora avanzaban en busca de un desquite, era senal de que nadie podia detenerlos, y no estaba excluido que una victoria de ellos, aun que fuese despiadada, pudiera constituir un bien para todos. Los Nuevos querian, en una palabra, al mismo tiempo defenderse, huir, exterminar al enemigo, ser vencidos; y esta inseguridad se reflejaba en el desorden de sus preparativos de defensa.
– ?Un momento! -grito Zahn-. ?Hay uno solo entre nosotros que esta en condiciones de tomar el mando! ?El mas fuerte de todos, el Feo!
– ?Es cierto! ?El Feo es el que debe mandarnos! -dijeron en corro todos los otros-. ?Si, si, el mando al Feo! -y se ponian a mis ordenes.
– Pero no, como quereis que yo, un extranjero, no estoy a la altura… -me defendia yo. No hubo modo de convencerlos.
?Que debia hacer? Aquella noche no pude cerrar los ojos. La voz de la sangre me obligaba a desertar y a reunirme con mis hermanos; la lealtad hacia los Nuevos que me habian acogido y brindado hospitalidad y confiado en mi queria, en cambio, que me considerase de parte de ellos; ademas sabia bien que ni los Dinosaurios ni los Nuevos merecian que se moviera un dedo por ellos. Si los Dinosaurios trataban de restablecer su dominio con invasiones y matanzas, era senal de que no habian aprendido nada con la experiencia, que habian sobrevivido solo por error. Y los Nuevos era evidente que dandome a mi el mando habian encontrado la solucion mas comoda: descargar todas las responsabilidades en un extranjero que podia ser tanto el salvador como, en caso de derrota, un chivo expiatorio que se entrega al enemigo para calmarlo, o bien un traidor que puesto en manos del enemigo realizara el sueno inconfesable de los Nuevos, de ser dominados por los Dinosaurios. En una palabra, no queria saber nada ni de unos ni de otros; ?que se degollasen entre ellos!; me importaba un rabano de todos. Tenia que escapar cuanto antes, dejarlos que se cocinaran en su salsa, no tener nada mas que ver con esas viejas historias.
Esa misma noche, escurriendome en la oscuridad, deje la aldea. El primer impulso era alejarme lo mas posible del campo de batalla, regresar a mis refugios secretos; pero la curiosidad fue mas fuerte: volver a ver a mis semejantes, saber quien venceria. Me escondi en lo alto de unas rocas que dominaban el embalse del rio, y espere el alba.
Con la luz, aparecieron figuras en el horizonte. Avanzaban a la carga. Antes de distinguirlos bien, ya podia excluir que los Dinosaurios hubieran corrido con tan poca gracia. Cuando los reconoci no sabia si reir o avergonzarme. Rinocerontes, una manada, de los primeros, grandes y bastos y torpes, cubiertos de protuberancias de materia cornea, pero en esencia inofensivos, dedicados a comer hierba: ?con eso habian confundido a los antiguos Reyes de la Tierra!
La manada de rinocerontes galopo con ruido de trueno, se detuvo a lamer unas matas, reanudo la carrera hacia el horizonte sin percatarse siquiera de los destacamentos de pescadores.
Volvi corriendo a la aldea. -?No se han dado cuenta de nada! ?No eran Dinosaurios! -anuncie-. ?Rinocerontes, eso es lo que eran! ?Ya se fueron! ?No hay mas peligro! -Y anadi, para justificar mi desercion nocturna-: ?Yo habia salido a explorar! ?A espiar y contaros!
– Quiza no nos hayamos dado cuenta de que no eran Dinosaurios -dijo con calma Zahn-, pero nos hemos dado cuenta de que no eres un heroe -y me volvio la espalda.
Si, se habian desilusionado: de los Dinosaurios, de mi. Entonces sus historias de Dinosaurios se convirtieron en chistes en los cuales los terribles monstruos aparecian como personajes ridiculos. A mi no me afectaba ese espiritu mezquino. Ahora reconocia la grandeza de alma que nos habia hecho elegir la desaparicion antes que vivir en un mundo que ya no era para nosotros. Si yo sobrevivia era solamente para que un Dinosaurio siguiera sintiendose como tal en medio de esa gentuza que disfrazaba con bromas triviales el miedo que todavia la dominaba. ?Y que otra opcion podia presentarse a los Nuevos sino entre irrision y miedo?
Flor de Helecho revelo una actitud distinta contandome un sueno: -Habia un Dinosaurio, comico, verde verde, y todos le tomaban el pelo, le tiraban de la cola. Y me di cuenta de que, con ser ridiculo, era la mas triste de las criaturas, y de sus ojos amarillos y rojos corria un rio de lagrimas.
?Que senti al oir aquellas palabras? ?La negativa a identificarme con las imagenes del sueno, el rechazo de un sentimiento que parecia haberse convertido en piedad, la imposibilidad de tolerar la idea disminuida que todos ellos se hacian de la dignidad dinosauria? Tuve un arrebato de soberbia, me puse rigido y le eche a la cara unas pocas frases despreciativas: -?Por que me aburres con esos suenos tuyos cada vez mas infantiles? ?No sabes sonar mas que estupideces!
Flor de Helecho estallo en lagrimas. Yo me aleje encogiendome de hombros.
Esto habia sucedido en el muelle; no estabamos solos; los pescadores no habian oido nuestro dialogo pero se habian dado cuenta de mi estallido y de las lagrimas de la muchacha.
Zahn se sintio obligado a intervenir. -?Pero quien te crees que eres -dijo con voz agria- para faltarle el respeto a mi hermana?
Me detuve y no conteste. Si queria pelear, estaba dispuesto. Pero el estilo de la aldea habia cambiado los ultimos tiempos: todo lo tomaban a broma. Del grupo de pescadores salio un grito en falsete: -?Terminala, Dinosaurio!- Esta era, lo sabia bien, una expresion burlona que habia empezado a usarse ultimamente para decir: 'Baja el copete, no exageres', y asi. Pero a mi me revolvio algo en la sangre.
– ?Si, lo soy, si quereis saberlo -grite-, un Dinosaurio, eso mismo! ?Si nunca habeis visto un Dinosaurio, aqui me teneis, mirad!
Estallo una carcajada general de burla.
– Yo vi uno ayer -dijo un viejo-, salio de la nieve. -A su alrededor reino de pronto el silencio.
El viejo volvia de un viaje a las montanas. El deshielo habia fundido un antiguo glaciar y habia asomado un esqueleto de Dinosaurio.
La noticia se propalo por la aldea. -?Vamos a ver al Dinosaurio!- Todos subieron corriendo la montana y yo con ellos.
Dejando atras una morrena de guijarros, troncos arrancados, barro y osamentas de pajaros, se abria un pequeno valle en forma de concha. Un primer velo de liquenes verdecia las rocas liberadas del hielo. En el medio, tendido como si durmiera, con el cuello estirado por los intervalos de las vertebras, la cola desplegada en una larga linea serpentina, yacia un esqueleto de Dinosaurio gigantesco. La caja toracica se arqueaba como una vela y cuando el viento golpeaba contra los listones chatos de las costillas parecia que aun le latiera dentro un corazon invisible. El craneo habia girado hasta quedar torcido, la boca abierta como en un ultimo grito.
Los Nuevos corrieron hasta alli dando voces jubilosas: frente al craneo se sintieron mirados fijamente por las orbitas vacias; permanecieron a unos pasos de distancia, silenciosos; despues se volvieron y reanudaron su necio jolgorio. Hubiera bastado que uno de ellos pasase su mirada del esqueleto a mi, que estaba contemplandolo, para darse cuenta de que eramos identicos. Pero nadie lo hizo. Aquellos huesos, aquellos colmillos, aquellos miembros exterminadores, hablaban una lengua ahora ilegible, ya no decian nada a nadie, salvo aquel vago nombre que habia perdido relacion con las experiencias del presente.
Yo seguia mirando el esqueleto, el Padre, el Hermano, el igual a mi, Yo Mismo; reconocia mis miembros descarnados, mis rasgos grabados en la roca, todo lo que habiamos sido y ya no eramos, nuestra majestad, nuestras culpas, nuestra ruina.
Ahora aquellos despojos servirian a los Nuevos, distraidos ocupantes del planeta, para senalar un punto del paisaje, seguirian el destino del nombre 'Dinosaurio' convertido en un sonido opaco sin sentido. No debia permitirlo. Todo lo que incumbia a la verdadera naturaleza de los Dinosaurios tenia que permanecer oculto. En la noche, mientras los Nuevos dormian en torno al esqueleto embanderado, traslade y sepulte vertebra por venebra a