Salvat
Una semana mas tarde, huyendo de recuerdos intolerables, German partio para Paris. Le habian ofrecido un puesto como profesor en una escuela de pintura. No volveria a poner los pies en Barcelona en diez anos. En Paris, German se labro una reputacion como retratista de cierto prestigio y descubrio una pasion que no le abandonaria jamas: la opera. Sus cuadros empezaban a venderse bien y un marchante que le conocia de sus tiempos con Salvat decidio representarle. Ademas de su sueldo como profesor, sus obras se vendian lo suficiente para permitirle una vida sencilla pero digna. Haciendo algunos ajustes, y con ayuda del rector de su escuela, que era primo de medio Paris, consiguio reservarse una butaca en el Teatro de la Opera para toda la temporada. Nada ostentoso: anfiteatro en sexta fila y un tanto tirado a la izquierda. Un veinte por ciento del escenario no era visible, pero la musica llegaba gloriosa, ignorando el precio de butacas y palcos.
Alli la vio por primera vez. Parecia una criatura salida de uno de los cuadros de Salvat, pero ni su belleza podia hacerle justicia a su voz. Se llamaba Kirsten Auermann, tenia diecinueve anos y, segun el programa, era una de las jovenes promesas de la lirica mundial. Aquella misma noche se la presentaron en la recepcion que la compania organizaba tras la funcion. German se colo alegando que era el critico musical de 'Le Monde'. Al estrechar su mano, German se quedo mudo.
– Para ser un critico, habla usted muy poco y con bastante acento -bromeo Kirsten. German decidio en aquel momento que se iba a casar con aquella mujer aunque fuese la ultima cosa que hiciera en su vida. Quiso conjurar todas las artes de seduccion que habia visto emplear a Salvat durante anos. Pero Salvat solo habia uno y habian roto el molde. Asi empezo un largo juego del raton y el gato que se prolongaria durante seis anos y que acabo en una pequena capilla de Normandia, una tarde de verano de 1946.
El dia de su boda el espectro de la guerra todavia se olfateaba en el aire como el hedor de la carrona escondida. Kirsten y German regresaron a Barcelona al cabo de poco tiempo y se instalaron en Sarria. La residencia se habia convertido en un fantasmal museo en su ausencia. La luminosidad de Kirsten y tres semanas de limpieza hicieron el resto.
La casa vivio una epoca de esplendor como jamas la habia conocido. German pintaba sin cesar, poseido por una energia que ni el mismo se explicaba. Sus obras empezaron a cotizarse en las altas esferas y pronto poseer 'un Blau' paso a ser requisito 'sine qua non' de la buena sociedad. De pronto, su padre se enorgullecia en publico del exito de German. 'Siempre crei en su talento y en que iba a triunfar', 'lo lleva en la sangre, como todos los Blau' y 'no hay padre mas orgulloso que yo' pasaron a ser sus frases favoritas y, a fuerza de tanto repetirlas, llego a creerselas. Marchantes y salas de exposiciones que anos atras no se molestaban en darle los buenos dias se desvivian por congraciarse con el. Y en medio de todo este vendaval de vanidades e hipocresias, German nunca olvido lo que Salvat le habia ensenado.
La carrera lirica de Kirsten tambien iba viento en popa. En la epoca en que empezaron a comercializarse los discos de setenta y ocho revoluciones, ella fue una de las primeras voces en inmortalizar el repertorio. Fueron anos de felicidad y de luz en la villa de Sarria, anos en los que todo parecia posible y donde no se podian adivinar sombras en la linea del horizonte. Nadie dio importancia a los mareos y a los desvanecimientos de Kirsten hasta que fue demasiado tarde. El exito, los viajes, la tension de los estrenos lo explicaban todo.
El dia en que Kirsten fue reconocida por el doctor Cabrils, dos noticias cambiaron su mundo para siempre. La primera: Kirsten estaba embarazada. La segunda: una enfermedad irreversible de la sangre le estaba robando la vida lentamente. Le quedaba un ano. Dos, a lo sumo. El mismo dia, al salir del consultorio del medico, Kirsten encargo un reloj de oro con una inscripcion dedicada a German en la General Relojera Suiza de la Via Augusta.
Para German, en quien habla la luz.
K.A.
Aquel reloj contaria las horas que les quedaban juntos.
Kirsten abandono los escenarios y su carrera. La gala de despedida se celebro en el Liceo de Barcelona, con 'Lakme', de Delibes, su compositor predilecto. Nadie volveria a escuchar una voz como aquella.
Durante los meses de embarazo, German pinto una serie de retratos de su esposa que superaban cualquier obra anterior. Nunca quiso venderlos.
Un veintiseis de septiembre de 1964, una nina de cabello claro y ojos color ceniza, identicos a los de su madre, nacio en la casa de Sarria. Se llamaria Marina y llevaria siempre en su rostro la imagen y la luminosidad de su madre.
Kirsten Auermann murio seis meses mas tarde, en la misma habitacion en que habia dado a luz a su hija y donde habia pasado las horas mas felices de su vida con German. Su esposo le sostenia la mano, palida y temblorosa, entre las suyas. Estaba fria ya cuando el alba se la llevo como un suspiro.
Un mes despues de su muerte, German volvio a entrar en su estudio, que se encontraba en el desvan de la vivienda familiar. La pequena Marina jugaba a sus pies. German tomo el pincel y trato de deslizar un trazo sobre el lienzo. Los ojos se le llenaron de lagrimas y el pincel se le cayo de las manos. German Blau nunca volvio a pintar. La luz en su interior se habia callado para siempre.
Capitulo 9
Durante el resto del otono mis visitas a casa de German y Marina se transformaron en un ritual diario. Pasaba los dias sonando despierto en clase, esperando el momento de escapar rumbo a aquel callejon secreto. Alli me esperaban mis nuevos amigos, a excepcion de los lunes, en que Marina acompanaba a German al hospital para su tratamiento. Tomabamos cafe y charlabamos en las salas en penumbra.
German se avino a ensenarme los rudimentos del ajedrez. Pese a las lecciones, Marina me llevaba a jaque mate en unos cinco o seis minutos, pero yo no perdia la esperanza.
Poco a poco, casi sin darme cuenta, el mundo de German y Marina paso a ser el mio. Su casa, los recuerdos que parecian flotar en el aire… pasaron a ser los mios. Descubri asi que Marina no acudia al colegio para no dejar solo a su padre y poder cuidar de el. Me explico que German le habia ensenado a leer, a escribir y a pensar.
– De nada sirve toda la geografia, trigonometria y aritmetica del mundo si no aprendes a pensar por ti mismo -se justificaba Marina. Y en ningun colegio te ensenan eso. No esta en el programa.
German habia abierto su mente al mundo del arte, de la historia, de la ciencia. La biblioteca alejandrina de la casa se habia convertido en su universo. Cada uno de sus libros era una puerta a nuevos mundos y a nuevas ideas.
Una tarde a finales de octubre nos sentamos en el alfeizar de una ventana del segundo piso a contemplar las luces lejanas del Tibidabo. Marina me confeso que su sueno era llegar a ser escritora. Tenia un baul repleto de historias y cuentos que llevaba escribiendo desde los nueve anos. Cuando le pedi que me mostrase alguno, me miro como si estuviese bebido y me dijo que ni hablar.
'Esto es como el ajedrez', -pense. Tiempo al tiempo.
A menudo me detenia a observar a German y Marina cuando ellos no reparaban en mi. Jugueteando, leyendo o enfrentados en silencio ante el tablero de ajedrez. El lazo invisible que los unia, aquel mundo aparte que se habian construido lejos de todo y de todos, constituia un hechizo maravilloso.
Un espejismo que a veces temia quebrar con mi presencia. Habia dias en que, caminando de vuelta al internado, me sentia la persona mas feliz del mundo solo por poder compartirlo.
Sin reparar en un porque, hice de aquella amistad un secreto. No le habia explicado nada acerca de ellos a nadie, ni siquiera a mi companero JF. En apenas unas semanas, German y Marina se habian convertido en mi vida secreta y, en honor a la verdad, en la unica vida que deseaba vivir.
Recuerdo una ocasion en que German se retiro a descansar temprano, disculpandose como siempre con sus