Al dia siguiente los diarios hablaron del mayor incendio en la historia de la ciudad, de la vieja historia del Gran Teatro Real y de como su desaparicion borraba los ultimos ecos de una Barcelona perdida. Las cenizas habian tendido un manto sobre las aguas del puerto. Seguirian cayendo sobre la ciudad hasta el crepusculo. Fotografias tomadas desde Montjuic ofrecian la vision dantesca de una pira infernal que ascendia al cielo. La tragedia adquirio un nuevo rostro cuando la policia desvelo que sospechaba que el edificio habia sido ocupado por indigentes y que varios de ellos habian quedado atrapados en los escombros. Nada se sabia acerca de la identidad de los dos cuerpos carbonizados que se encontraron abrazados en lo alto de la cupula. La verdad, como habia predicho Eva Irinova, estaba a salvo de la gente.

Ningun diario menciono la vieja historia de Eva Irinova y de Mijail Kolvenik. A nadie le interesaba ya. Recuerdo aquella manana con Marina frente a uno de los quioscos de las Ramblas. La primera pagina de La Vanguardia abria a cinco columnas:

?Arde Barcelona!

Curiosos y madrugadores se apresuraban a comprar la primera edicion, preguntandose quien habia esmaltado el cielo de plata. Lentamente nos alejamos hacia la Plaza Cataluna mientras las cenizas seguian lloviendo a nuestro alrededor como copos de nieve muerta.

Capitulo 25

En los dias que siguieron al incendio del Gran Teatro Real, una oleada de frio se abatio sobre Barcelona. Por primera vez en muchos anos, un manto de nieve cubrio la ciudad desde el puerto a la cima del Tibidabo. Marina y yo, en compania de German, pasamos unas Navidades de silencios y miradas esquivas. Marina apenas mencionaba lo sucedido y empece a advertir que rehuia mi compania y que preferia retirarse a su habitacion a escribir. Yo mataba las horas jugando con German interminables partidas de ajedrez en la gran sala al calor de la chimenea. Veia nevar y esperaba el momento de estar a solas con Marina. Un momento que nunca llegaba.

German fingia no advertir lo que pasaba y trataba de animarme dandome conversacion.

– Marina dice que quiere ser usted arquitecto, Oscar.

Yo asentia, sin saber ya lo que realmente deseaba. Pasaba las noches en vela, recomponiendo las piezas de la historia que habiamos vivido. Intente alejar de mi memoria el fantasma de Kolvenik y Eva Irinova. En mas de una ocasion pense en visitar al viejo doctor Shelley para relatarle lo sucedido. Me falto valor para enfrentarme a el y explicarle como habia visto morir a la mujer a la que habia criado como su hija o como habia visto arder a su mejor amigo.

El ultimo dia del ano la fuente del jardin se helo. Temi que mis dias con Marina estuviesen llegando a su fin. Pronto tendria que volver al internado.

Pasamos la Nochevieja a la luz de las velas, escuchando las campanadas lejanas de la iglesia de la Plaza Sarria. Afuera seguia nevando y me parecio que las estrellas se habian caido del cielo sin avisar. A medianoche brindamos entre susurros. Busque los ojos de Marina, pero su rostro se retiro a la penumbra.

Aquella noche trate de analizar que es lo que habia hecho o que habia dicho para merecer aquel tratamiento. Podia sentir la presencia de Marina en la habitacion contigua. La imaginaba despierta, una isla que se alejaba en la corriente. Golpee en la pared con los nudillos. Llame en vano. No tuve respuesta.

Empaquete mis cosas y escribi una nota. En ella me despedia de German y Marina y les agradecia su hospitalidad. Algo que no sabia explicar se habia roto y sentia que alli sobraba. Al amanecer, deje la nota sobre la mesa de la cocina y me encamine de vuelta al internado.

Al alejarme, tuve la certeza de que Marina me observaba desde su ventana. Dije adios con la mano, esperando que me estuviese viendo.

Mis pasos dejaron un rastro en la nieve en las calles desiertas.

Aun faltaban unos dias para que regresaran los demas internos. Las habitaciones del cuarto piso eran lagunas de soledad. Mientras deshacia mi equipaje el padre Segui me hizo una visita. Le salude con una cortesia de compromiso y segui ordenando mi ropa.

– Curiosa gente, los suizos -dijo. Mientras los demas ocultan sus pecados, ellos los envuelven en papel de plata con licor, un lazo y los venden a precio de oro. El prefecto me ha enviado una caja inmensa de bombones de Zurich y no hay nadie aqui con quien compartirla. Alguien va a tener que echarme una mano antes de que dona Paula los descubra…

– Cuente conmigo ofreci sin conviccion.

Segui se acerco a la ventana y contemplo la ciudad a nuestros pies, un espejismo. Se giro y me observo como si pudiese leer mis pensamientos.

– Un buen amigo me dijo una vez que los problemas son como las cucarachas -era el tono de broma que empleaba cuando queria hablar en serio-. Si se sacan a la luz, se asustan y se van.

– Debia de ser un amigo sabio -dije.

– No -repuso Segui. Pero era un buen hombre. Feliz ano nuevo, Oscar.

– Feliz ano nuevo, padre.

Pase aquellos dias hasta el inicio de las clases casi sin salir de mi habitacion. Intentaba leer, pero las palabras volaban de las paginas. Se me consumian las horas en la ventana, contemplando el caseron de German y Marina a lo lejos. Mil veces pense en volver y mas de una me aventure hasta la boca del callejon que conducia hasta su verja. Ya no se oia el gramofono de German entre los arboles, solo el viento entre las ramas desnudas. Por las noches revivia una y otra vez los sucesos de las ultimas semanas hasta caer exhausto en un sueno sin reposo, febril y asfixiante.

Las clases empezaron una semana mas tarde. Eran dias de plomo, de ventanas empanadas de vaho y de radiadores que goteaban en la penumbra. Mis antiguos companeros y sus algarabias me resultaban ajenos. Charlas de regalos, fiestas y recuerdos que no podia ni queria compartir. Las voces de mis maestros me resbalaban. No conseguia descifrar que importancia tenian las elucubraciones de Hume o que podian hacer las ecuaciones derivadas para retrasar el reloj y cambiar la suerte de Mijail Kolvenik y de Eva Irinova. O mi propia suerte.

El recuerdo de Marina y de los escalofriantes hechos que habiamos compartido me impedia pensar, comer o mantener una conversacion coherente. Ella era la unica persona con quien podia compartir mi angustia y la necesidad de su presencia llego a causarme un dolor fisico.

Me quemaba por dentro y nada ni nadie conseguia aliviarme. Me converti en una figura gris en los pasillos. Mi sombra se confundia con las paredes. Los dias caian como hojas muertas. Esperaba recibir una nota de Marina, una senal de que deseaba verme de nuevo. Una simple excusa para correr a su lado y quebrar aquella distancia que nos separaba y que parecia crecer dia a dia. Nunca llego. Queme las horas recorriendo los lugares en los que habia estado con Marina. Me sentaba en los bancos de la Plaza Sarria esperando verla pasar…

A finales de enero el padre Segui me convoco en su despacho.

Con el semblante sombrio y una mirada penetrante me pregunto que me estaba sucediendo.

– No lo se -respondi.

– Quiza si hablamos de ello, podamos averiguar de que se trata -me ofrecio Segui.

– No lo creo -dije con una brusquedad de la que me arrepenti al instante.

– Pasaste una semana fuera del internado estas Navidades. ?Puedo preguntar donde?

– Con mi familia.

La mirada de mi tutor se tino de sombras.

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