– Si vas a mentirme, no tiene sentido que continuemos esta conversacion, Oscar.

– Es la verdad -dije, he estado con mi familia…

Febrero trajo consigo el sol.

Las luces del invierno fundieron aquel manto de hielo y escarcha que habia enmascarado la ciudad. Eso me animo y un sabado me presente en casa de Marina. Una cadena aseguraba el cierre de la verja. Mas alla de los arboles, la vieja mansion parecia mas abandonada que nunca. Por un instante crei haber perdido la razon. ?Lo habia imaginado todo? Los habitantes de aquella residencia fantasmal, la historia de Kolvenik y la dama de negro, el inspector Florian, Luis Claret, las criaturas resucitadas…, personajes a los que la mano negra del destino habia hecho desaparecer uno a uno… ?Habria sonado a Marina y su playa encantada?

'Solo recordamos aquello que nunca sucedio…'

Aquella noche desperte gritando, envuelto en sudor frio y sin saber donde me encontraba. Habia vuelto en suenos a los tuneles de Kolvenik. Seguia a Marina sin poder alcanzarla hasta que la descubria cubierta por un manto de mariposas negras; sin embargo, al alzar estas el vuelo, no dejaban tras de si mas que el vacio. Frio. Sin explicacion. El demonio destructor que obsesionaba a Kolvenik. La nada tras la ultima oscuridad.

Cuando el padre Segui y mi companero JF acudieron a mi habitacion alertados por mis gritos, tarde unos segundos en reconocerlos. Segui me tomo el pulso mientras JF me observaba consternado, convencido de que su amigo habia perdido la razon por completo. No se movieron de mi lado hasta que volvi a dormirme.

Al dia siguiente, despues de dos meses sin ver a Marina, decidi volver al caseron de Sarria. No me echaria atras hasta haber obtenido una explicacion.

Capitulo 26

Era un domingo brumoso. Las sombras de los arboles, con sus ramas secas, dibujaban figuras esqueleticas. Las campanas de la iglesia marcaron el compas de mis pasos. Me detuve frente a la verja que me impedia la entrada. Adverti, sin embargo, marcas de neumaticos sobre la hojarasca y me pregunte si German habria vuelto a sacar su viejo Tucker del garaje. Me cole como un ladron saltando la verja y me adentre en el jardin.

La silueta del caseron se alzaba en completo silencio, mas oscura y desolada que nunca. Entre la maleza distingui la bicicleta de Marina, caida como un animal herido. La cadena estaba oxidada, el manillar carcomido por la humedad. Contemple aquel escenario y tuve la impresion de que estaba frente a una ruina donde no vivian mas que viejos muebles y ecos invisibles.

– ?Marina? -llame.

El viento se llevo mi voz. Rodee la casa buscando la puerta trasera que comunicaba con la cocina.

Estaba abierta. La mesa, vacia y cubierta por una capa de polvo. Me adentre en las habitaciones. Silencio. Llegue al gran salon de los cuadros. La madre de Marina me miraba desde todos ellos, pero para mi eran los ojos de Marina…

Fue entonces cuando escuche un llanto a mi espalda.

German estaba acurrucado en una de las butacas, inmovil como una estatua, tan solo las lagrimas persistian en su movimiento. Nunca habia visto a un hombre de su edad llorar asi. Me helo la sangre. La vista perdida en los retratos. Estaba palido. Demacrado. Habia envejecido desde que le habia visto por ultima vez. Vestia uno de los trajes de gala que yo recordaba, pero arrugado y sucio. Me pregunte cuantos dias llevaria asi. Cuantos dias en aquel sillon.

Me arrodille frente a el y le palmee la mano.

– German…

Su mano estaba tan fria que me asusto. Subitamente, el pintor se abrazo a mi, temblando como un nino. Senti que se me secaba la boca. Le abrace a mi vez y le sostuve mientras lloraba en mi hombro.

Temi entonces que los medicos le hubiesen anunciado lo peor, que la esperanza de aquellos meses se hubiese desvanecido y le deje desahogarse mientras me preguntaba donde estaria Marina, por que no estaba alli con German…

Entonces, el anciano alzo la vista. Me basto con mirarle a los ojos para comprender la verdad. Lo entendi con la brutal claridad con la que se desvanecen los suenos. Como un punal frio y envenenado que se te clava en el alma sin remedio.

– ?Donde esta Marina? -pregunte, casi balbuceando.

German no consiguio articular una palabra. No hacia falta. Supe por sus ojos que las visitas de German al hospital de San Pablo eran falsas. Supe que el doctor de la Paz nunca habia visitado al pintor. Supe que la alegria y la esperanza de German al regresar de Madrid nada tenian que ver con el. Marina me habia enganado desde el principio.

El mal que se llevo a su madre… murmuro German se la lleva, amigo Oscar, se lleva a mi Marina…

Senti que los parpados se me cerraban como losas y que, lentamente, el mundo se deshacia a mi alrededor. German me abrazo de nuevo y alli, en aquella sala desolada de un viejo caseron, llore con el como un pobre imbecil mientras la lluvia empezaba a caer sobre Barcelona.

Desde el taxi, el hospital de San Pablo me parecio una ciudad suspendida en las nubes, todo torres afiladas y cupulas imposibles.

German se habia enfundado un traje limpio y viajaba junto a mi en silencio. Yo sostenia un paquete envuelto en el papel de regalo mas reluciente que habia podido encontrar. Al llegar, el medico que atendia a Marina, un tal Damian Rojas, me observo de arriba abajo y me dio una serie de instrucciones. No debia cansar a Marina. Debia mostrarme positivo y optimista. Era ella quien necesitaba mi ayuda y no a la inversa. No acudia alli a llorar ni a lamentarme. Iba a ayudarla. Si era incapaz de seguir estas normas, mas valia que no me molestase en volver.

Damian Rojas era un medico joven y la bata aun le olia a facultad. Su tono era severo e impaciente y gasto muy poca cortesia conmigo. En otras circunstancias le habria tomado por un cretino arrogante, pero algo en el me decia que todavia no habia aprendido a aislarse del dolor de sus pacientes y que aquella actitud era su modo de sobrevivir.

Subimos a la cuarta planta y caminamos por un largo pasillo que parecia no tener fin. Olia a hospital, una mezcla de enfermedad, desinfectante y ambientador. El poco valor que me quedaba en el cuerpo se me escapo en una exhalacion tan pronto puse un pie en aquel ala del edificio. German entro primero en la habitacion. Me pidio que esperase fuera mientras anunciaba a Marina mi visita. Intuia que Marina preferiria que yo no la viese alli.

– Deje que yo hable primero con ella, Oscar…

Aguarde. El corredor era una galeria infinita de puertas y voces perdidas. Rostros cargados de dolor y perdida se cruzaban en silencio. Me repeti una y otra vez las instrucciones del doctor Rojas.

Habia venido a ayudar. Finalmente, German se asomo a la puerta y asintio. Trague saliva y entre. German se quedo fuera.

La habitacion era un largo rectangulo donde la luz se evaporaba antes de tocar el suelo. Desde los ventanales, la avenida de Gaudi se extendia hacia el infinito. Las torres del templo de la Sagrada Familia cortaban el cielo en dos.

Habia cuatro camas separadas por asperas cortinas. A traves de ellas uno podia ver las siluetas de los otros visitantes, igual que en un espectaculo de sombras chinescas. Marina ocupaba la ultima cama a la derecha, junto a la ventana.

Sostener su mirada en aquellos primeros momentos fue lo mas dificil. Le habian cortado el pelo como a un muchacho. Sin su larga cabellera, Marina me parecio humillada, desnuda. Me mordi la lengua con fuerza para conjurar las lagrimas que me ascendian del alma.

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