volveria a rescatarla de aquel horrible lugar donde la habian confinado. Dona Carmen ponia los ojos en blanco cada vez que la oia. Nunca la visitaba nadie y bastaba con decirle lo guapa que estaba para que sonriese una semana.

Una tarde de jueves a finales de marzo llegamos a la habitacion y encontramos su cama vacia. Isabel Llorente habia fallecido aquella manana, sin darle tiempo a su galan a que la rescatase.

La otra paciente de la habitacion era Valeria Astor, una nina de nueve anos que respiraba gracias a una traqueotomia. Siempre me sonreia al entrar. Su madre pasaba todas las horas que le permitian a su lado y, cuando no la dejaban, dormia en los pasillos. Cada dia envejecia un mes. Valeria siempre me preguntaba si mi amiga era escritora y yo le decia que si, y que ademas era famosa. Una vez me pregunto, nunca sabre por que, si yo era policia. Marina solia contarle historias que se inventaba sobre la marcha. Sus favoritas eran las de fantasmas, princesas y locomotoras, por este orden. Dona Carmen escuchaba las historias de Marina y se reia de buena gana. La madre de Valeria, una mujer consumida y sencilla hasta la desesperacion de cuyo nombre nunca consegui acordarme, tejio un chal de lana para Marina en agradecimiento.

El doctor Damian Rojas pasaba varias veces al dia por alli. Con el tiempo, aquel medico llego a caerme simpatico. Descubri que habia sido alumno de mi internado anos atras y que habia estado a punto de entrar como seminarista.

Tenia una novia deslumbrante que se llamaba Lulu. Lulu lucia una coleccion de minifaldas y medias de seda negras que quitaban el aliento. Le visitaba todos los sabados y a menudo pasaba a saludarnos y a preguntar si el bruto de su novio se portaba bien. Yo siempre me ponia colorado como un pimiento cuando Lulu me dirigia la palabra.

Marina me tomaba el pelo y solia decir que, si la miraba tanto, se me pondria cara de liguero.

Lulu y el doctor Rojas se casaron en abril. Cuando el medico volvio de su breve luna de miel en Menorca una semana mas tarde, estaba como un fideo. Las enfermeras se partian de risa con solo mirarle.

Durante unos meses ese fue mi mundo. Las clases del internado eran un interludio que pasaba en blanco. Rojas se mostraba optimista sobre el estado de Marina. Decia que era fuerte, joven, y que el tratamiento estaba dando resultado.

German y yo no sabiamos como agradecerselo. Le regalabamos puros, corbatas, libros y hasta una pluma Mont Blanc. El protestaba y argumentaba que unicamente hacia su trabajo, pero a ambos nos constaba que metia mas horas que ningun otro medico en la planta.

A finales de abril Marina gano un poco de peso y de color. Dabamos pequenos paseos por el corredor y, cuando el frio empezo a emigrar, saliamos un rato al claustro del hospital. Marina seguia escribiendo en el libro que le habia regalado, aunque no me dejaba leer ni una linea.

– ?Por donde vas? preguntaba yo.

– Es una pregunta tonta.

– Los tontos hacen preguntas tontas. Los listos las responden. ?Por donde vas?

Nunca me lo decia. Intuia que escribir la historia que habiamos vivido juntos tenia un significado especial para ella. En uno de nuestros paseos por el claustro me dijo algo que me puso la piel de gallina.

– Prometeme que, si me pasa cualquier cosa, acabaras tu la historia.

– La acabaras tu -replique yo y ademas me la tendras que dedicar.

Mientras tanto la pequena catedral de madera crecia y, aunque dona Carmen decia que le recordaba al incinerador de basuras de San Adrian del Besos, para entonces la aguja de la boveda se perfilaba perfectamente.

German y yo empezamos a hacer planes para llevar a Marina de excursion a su lugar favorito, aquella playa secreta entre Tossa y Sant Feliu de Guixols, tan pronto pudiera salir de alli. El doctor Rojas, siempre prudente, nos dio como fecha aproximada mediados de mayo.

En aquellas semanas aprendi que se puede vivir de esperanza y poco mas.

El doctor Rojas era partidario de que Marina pasara el mayor tiempo posible andando y haciendo ejercicio por el recinto del hospital.

– Arreglarse un poco le vendra bien -dijo.

Desde que estaba casado, Rojas se habia convertido en un experto en cuestiones femeninas, o eso creia el. Un sabado me envio con su esposa Lulu a comprar una bata de seda para Marina. Era un regalo y la pago de su propio bolsillo.

Acompane a Lulu a una tienda de lenceria en la Rambla de Cataluna, junto al cine Alexandra. Las dependientas la conocian. Segui a Lulu por toda la tienda, observandola calibrar un sinfin de ingenios de corseteria que le ponian a uno la imaginacion a cien. Aquello era infinitamente mas estimulante que el ajedrez.

– ?Le gustara esto a tu novia? -me preguntaba Lulu, relamiendose aquellos labios encendidos de carmin.

No le dije que Marina no era mi novia. Me enorgullecia que alguien pudiera creer que lo era. Ademas, la experiencia de comprar ropa interior de mujer con Lulu resulto ser tan embriagadora que me limite a asentir a todo como un bobo. Cuando se lo explique a German, se rio de buena gana y me confeso que el tambien encontraba a la esposa del doctor altamente peligrosa para la salud. Era la primera vez en meses que le veia reir.

Una manana de sabado, mientras nos preparabamos para ir al hospital, German me pidio que subiera a la habitacion de Marina a ver si era capaz de encontrar un frasco de su perfume favorito. Mientras buscaba en los cajones de la comoda, encontre una cuartilla de papel doblada en el fondo. La abri y reconoci la caligrafia de Marina al instante. Hablaba de mi. Estaba llena de tachaduras y parrafos borrados. Solo habian sobrevivido estas lineas:

Mi amigo Oscar es uno de esos principes sin reino que corren por ahi esperando que los beses para transformarse en sapo. Lo entiende todo al reves y por eso me gusta tanto. La gente que piensa que lo entiende todo a derechas hace las cosas a izquierdas, y eso, viniendo de una zurda, lo dice todo.

Me mira y se cree que no le veo. Imagina que me evaporare si me toca y que, si no lo hace, se va a evaporar el. Me tiene en un pedestal tan alto que no sabe como subirse. Piensa que mis labios son la puerta del paraiso, pero no sabe que estan envenenados. Yo soy tan cobarde que, por no perderle, no se lo digo. Finjo que no le veo y que si, que me voy a evaporar…

Mi amigo Oscar es uno de esos principes que harian bien manteniendose alejados de los cuentos y de las princesas que los habitan. No sabe que es el principe azul quien tiene que besar a la bella durmiente para que despierte de su sueno eterno, pero eso es porque Oscar ignora que todos los cuentos son mentiras, aunque no todas las mentiras son cuentos. Los principes no son azules y las durmientes, aunque sean bellas, nunca despiertan de su sueno.

Es el mejor amigo que nunca he tenido y, si algun dia me tropiezo con Merlin, le dare las gracias por haberlo cruzado en mi camino.

Guarde la cuartilla y baje a reunirme con German. Se habia colocado un corbatin especial y estaba mas animado que nunca. Me sonrio y le devolvi la sonrisa.

Aquel dia durante el camino en taxi resplandecia el sol. Barcelona vestia galas que embobaban a turistas y nubes, y tambien ellas se paraban a mirarla. Nada de eso consiguio borrar la inquietud que aquellas lineas habian clavado en mi mente. Era el primer dia de mayo de 1980.

Capitulo 28

Aquella manana encontramos la cama de Marina vacia, sin sabanas.

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