Un sonido escalofriante llego hasta sus oidos, un sonido que parecia el eco de una risa lejana, cruel y malefica. En aquel instante, las facciones de aquella sombra asomaron entre la penumbra como un espejismo de aguas de obsidiana. Negras. Demoniacas.
– Fuera de aqui -se oyo decir a si mismo.
La forma de vapor negro se desvanecio ante sus ojos y la sombra cruzo la habitacion a toda velocidad, como una nube de gas candente, hasta la puerta. Una vez alli la silueta formo una espiral fantasmagorica que se filtro a traves del orificio de la cerradura, un tornado de tinieblas succionado por una fuerza invisible.
Solo entonces la resistencia de la bombilla prendio de nuevo y, esta vez, la calida luz bano la habitacion. El impacto subito de la luz electrica le arranco un alarido de panico que se ahogo en su garganta. Sus ojos recorrieron cada rincon de la estancia, pero no quedaba rastro de la aparicion que habia creido ver segundos antes.
Dorian respiro profundamente y se dirigio hacia la puerta. Poso la mano sobre el pomo. El metal estaba frio como el hielo. Armandose de determinacion, la abrio y estudio las sombras del pasillo. Nada.
Suavemente, cerro de nuevo la puerta de su habitacion y volvio hasta la ventana. Abajo, en el porche, Lazarus se despedia de su madre. Justo antes de partir, el fabricante de juguetes se inclino y la beso en la mejilla. Un beso breve, casi un roce. Dorian sintio que el estomago se le encogia hasta el tamano de un guisante. Un instante despues, desde las sombras, el hombre alzo la mirada y le sonrio. La sangre se le helo en las venas.
El fabricante de juguetes se alejo lentamente rumbo al bosque, bajo la luz de la luna y, por mas que Dorian lo intento, fue incapaz de ver donde se reflejaba la sombra de Lazarus. Poco despues, la oscuridad lo engullo.
Tras atravesar un largo corredor que comunicaba la fabrica de juguetes con la mansion, Ismael e Irene se adentraron en las entranas de Cravenmoore. Bajo el manto de la noche, la morada de Lazarus parecia un palacio de tinieblas, cuyas galerias, pobladas por decenas de criaturas mecanicas, se extendian hacia la oscuridad en todas las direcciones. La luz central que coronaba la escalinata en espiral en el centro de la mansion esparcia una lluvia de reflejos purpuras, dorados y azules que reverberaban hacia el interior de Cravenmoore, como burbujas escapadas de un caleidoscopio.
A los ojos de Irene, las siluetas aletargadas de los automatas y los rostros inanimados sobre los muros sugerian un extrano encantamiento que hubiese apresado las almas de decenas de antiguos habitantes de la mansion. Ismael, mas prosaico, no veia en ellas mas que el reflejo de la mente laberintica e insondable que los habia creado. Y ello no lo tranqui1izaba en absoluto; al contrario, a medida que se aventuraban en los dominios privados de Lazarus Jann, la presencia invisible del fabricante de juguetes parecia mas intensa que nunca. Su personalidad estaba en cada recondito detalle de aquella barroca construccion: desde el techo, tramado en una boveda de frescos que mostraban escenas de cuentos celebres, hasta el suelo que pisaban, un interminable tablero de ajedrez que formaba una red hipnotica y enganaba a la vista con un extravagante efecto optico de profundidad infinita. Caminar por Cravenmoore era como adentrarse en un sueno embriagador y a la vez aterrador.
Ismael se detuvo al pie de una de la escalera e inspecciono cuidadosamente el recorrido en espiral que se perdia en las alturas. Mientras lo hacia, Irene advirtio que el rostro de uno de los relojes mecanicos de Lazarus en forma de sol abria los ojos y les sonreia. Al tiempo que la manecilla de las horas alcanzaba la vertical de la medianoche, la esfera giro sobre si misma y el sol dio paso a una luna que irradiaba una luz espectral. Los ojos oscuros y brillantes de la luna giraban de un lado a otro lentamente.
– Vayamos arriba -murmuro Ismael-. La habitacion de Hannah estaba en el segundo piso. -Aqui hay decenas de habitaciones, Ismael. ?Como sabremos cual era la suya?
– Hannah me conto que su habitacion estaba en el extremo de un corredor, de cara a la bahia.
Irene asintio, pese a que aquella le parecia poca aclaracion. El muchacho parecia tan abrumado por la atmosfera del lugar como ella, pero no lo admitiria ni en cien anos. Ambos echaron un ultimo vistazo al reloj.
– Ya es medianoche. Lazarus volvera pronto -dijo Irene.
– Andando.
La escalera ascendia en una espiral bizantina que parecia desafiar la ley de la gravedad, arqueandose progresivamente como los conductos de acceso a la cupula de una gran catedral. Tras un vertiginoso ascenso, rebasaron la entrada al primer piso. Ismael aferro la mano de Irene y siguio subiendo. La curvatura de los muros se hacia mas pronunciada ahora, y el trayecto se transformaba paulatinamente en un esofago claustrofobico horadado en la piedra.
– Solo un poco mas -dijo el chico, leyendo el angustioso silencio de Irene.
Una eternidad mas tarde -en realidad, unos treinta segundos-, ambos pudieron escapar de aquel asfixiante conducto y alcanzar la puerta de acceso a la segunda planta de Cravenmoore. Frente a ellos se extendia el corredor principal del ala este. Una jauria de figuras petrificadas acechaba en las sombras.
– Seria conveniente que nos separasemos -apunto Ismael.
– Sabia que dirias eso.
– A cambio, escoge tu que extremo quieres explorar -ofrecio Ismael, tratando de bromear.
Irene dirigio una mirada en ambas direcciones.
Hacia el este se distinguian los cuerpos de tres figuras encapuchadas en torno a una enorme marmita: brujas. La muchacha senalo en la direccion opuesta.
– Hacia alli.
– Son solo maquinas, Irene -dijo Ismael-.
No tienen vida. Simples juguetes.
– Dimelo por la manana.
– Esta bien, yo explorare esta parte. Nos encontraremos aqui dentro de quince minutos. Si no hemos encontrado nada, mala suerte. Nos largamos -concedio-. Lo prometo.
Ella asintio. Ismaelle tendio su caja de fosforos. -Por si acaso.
Irene la guardo en el bolsillo de su chaqueta y dirigio una ultima mirada a Ismael. El muchacho se inclino y la beso ligeramente en los labios. -Buena suerte -murmuro.
Antes de que pudiera responderle, el se alejo hacia el extremo del corredor enterrado en la negrura. «Buena suerte», penso Irene.
El eco de los pasos del chico se perdio a su espalda. La muchacha respiro profundamente y se encamino rumbo al otro extremo de la galeria que atravesaba el eje central de la mansion. El corredor se bifurcaba al llegar a la escalinata central. Irene se asomo levemente al abismo que descendia hasta la planta baja. Un haz de luz descompuesta caia en vertical desde una especie de linterna ubicada en la cuspide trazando un arco iris que aranaba las tinieblas.
Desde aquel punto, la galeria se adentraba en dos direcciones: hacia el sur y hacia el oeste. El ala oeste era la unica que tenia vistas a la bahia. Sin dudarlo un instante, Irene se interno en el largo pasillo, dejando tras de si la reconfortante claridad que emanaba de la linterna. Subitamente, la muchacha advirtio que un velo semitransparente cruzaba el pasillo, apenas una cortinilla de gasa mas alla de la cual el corredor adquiria una fisonomia ostensiblemente diferente de la del resto de la galeria. No se veia la silueta de ninguna figura mas acechando en la sombra. Una letra aparecia bordada sobre la corona que sostenia la cortina divisoria. Una inicial:
A
Irene separo con los dedos el velo de la cortina y cruzo aquella extrana frontera que parecia dividir en dos el ala oeste. Un frio aliento invisible le acaricio el rostro y por primera vez la muchacha vislumbro que los muros estaban recubiertos por una compleja marana de relieves labrados sobre la madera. Solo tres puertas podian verse desde alli. Dos a ambos lados del corredor y una tercera, la mayor de las tres, situada en el extremo y marcada con la inicial que habia visto sobre la cortina a sus espaldas.
Irene se encamino lentamente hacia aquella puerta. Los relieves a su alrededor mostraban escenas incomprensibles que personificaban extranas criaturas. Cada una de ellas, a su vez, se yuxtaponia con otras, creando un oceano de jeroglificos cuyo significado se le escapaba completamente. Para cuando Irene llego a la puerta del extremo, la nocion de que era improbable que Hannah hubiese ocupado una estancia en aquel lugar ya habia tomado forma en su mente. El embrujo de aquel espacio, sin embargo, podia mas que la siniestra atmosfera de santuario prohibido que alli se respiraba. Una intensa presencia parecia flotar en el aire. Una presencia casi palpable.
Irene sintio que el pulso se le aceleraba y poso su mano temblorosa sobre el pomo de la puerta. Algo la detuvo. Un presentimiento. Aun estaba a tiempo de volver atras, de reunirse de nuevo con Ismael y escapar de aquella casa antes de que Lazarus advirtiese su incursion. El pomo giro suavemente bajo sus dedos, resbalando sobre la piel. Irene cerro los ojos. No tenia por que entrar alli. Le bastaba con rehacer sus pasos. No tenia por que ceder a