aquella atmosfera irreal, de ensueno, que le susurraba que abriese la puerta y cruzase el umbral sin retorno. La muchacha abrio los ojos.

El corredor ofrecia el camino de regreso entre las tinieblas. Irene suspiro y, por un instante, sus ojos se perdieron en los reflejos que tenian la cortina de gasa. Fue entonces cuando aquella silueta oscura se recorto tras la cortina y se detuvo al otro lado.

– ?Ismael? -murmuro Irene.

La silueta permanecio alli por espacio de unos instantes y, despues, sin producir sonido alguno, se retiro de nuevo a las sombras.

– Ismael, ?eres tu? -pregunto de nuevo.

El lento veneno del panico habia empezado a insuflarse en sus venas. Sin apartar la mirada de aquel punto, abrio la puerta de la habitacion y penetro en el interior, cerrando a su espalda. Por un segundo, la luz de zafiro que se filtraba desde los grandes ventanales, altos y estrechos, la cego. Luego, mientras sus pupilas se aclimataban a la luminosidad evanescente de la camara, Irene atino a encender, con manos temblorosas, uno de los fosforos que Ismael le habia proporcionado. La lumbre cobriza de la llama la ayudo a desvelar una suntuosa sala palaciega, cuyo lujo y esplendor parecian escapados de las paginas de una fabula.

El techo, coronado por un artesonado laberintico, dibujaba un remolino barroco en torno al centro de la estancia. En un extremo, un suntuoso palanquin del que pendian largos velos dorados albergaba un lecho. En el centro de la habitacion una mesa de marmol sostenia un gran tablero de ajedrez, cuyas piezas estaban labradas en cristal. En el otro extremo, Irene descubrio otra fuente de luz que contribuia a configurar esa atmosfera irisada: las fauces cavernosas de un hogar donde ardian gruesos troncos en brasa pura. Encima, se alzaba un gran retrato. Un rostro blanco y dotado de las facciones mas delicadas que puedan imaginarse en un ser humano rodeaba los ojos profundos y tristes de una mujer de conmovedora belleza. La dama del retrato aparecia enfundada en un largo atuendo blanco y tras ella podia distinguirse el islote del faro en la bahia.

Irene se acerco lentamente hasta el pie del retrato, sosteniendo en alto el fosforo encendido hasta que la llama le quemo los dedos. Lamiendose la quemadura, la joven distinguio un portavelas sobre un escritorio. No lo necesitaba estrictamente, pero encendio la vela con otro fosforo. La llama irradio de nuevo un vaho de claridad en torno a ella. Sobre el escritorio, un libro de piel aparecia abierto por la mitad.

Los ojos de Irene reconocieron la caligrafia que le era tan familiar sobre el papel apergaminado y cubierto por una capa de polvo que apenas permitia leer las palabras escritas en la pagina. La muchacha soplo levemente y una nube de miles de particulas brillantes se esparcio sobre la mesa. Cogio el libro en sus manos y paso las paginas hasta llegar a la primera. Acerco el tomo a la luz y dejo que sus ojos leyesen las palabras impresas en letras plateadas. Lentamente, a medida que su mente comprendia lo que todo aquello significaba, un intenso escalofrio se le clavo como una aguja helada en la base de la nuca.

Alexandra Alma Maltisse

Lazarus Joseph Jann

1915

Una brizna de madera encendida chasqueo entre el fuego, escupiendo pequenas chispas que se desvanecieron al contacto con el suelo. Irene cerro el libro y lo deposito sobre el escritorio. Fue entonces cuando advirtio que, en el otro extremo de la estancia, tras el velo que ondeaba en el palanquin que rodeaba el lecho, alguien la observaba. Una silueta esbelta yacia tendida sobre la cama. Una mujer. Irene avanzo unos pasos hacia ella. La mujer alzo una mano.

– ?Alma? -susurro Irene, aterrada por el sonido de su propia voz…

La muchacha recorrio los metros que la separaban del lecho y se detuvo al otro lado. El corazon le batia con fuerza y respiraba entrecortadamente.

Despacio, empezo a separar los cortinajes. En aquel instante, una fria rafaga de aire cruzo la estancia y agito los velos suspendidos. Irene se volvio a mirar a la puerta. Una sombra se extendia sobre el suelo, como un gran charco de tinta esparciendose bajo la puerta. Un sonido fantasmal, una voz lejana y llena de odio, parecio susurrar algo desde la oscuridad.

Un instante despues, la puerta se abrio con una fuerza incontenible y golpeo contra el interior de la habitacion, practicamente arrancando los goznes que la sujetaban. Cuando la garra de unas afiladas como largas cuchillas de acero emergio de las sombras, Irene grito hasta donde le llego la voz.

Ismael empezaba a pensar que habia cometido algun error al tratar de ubicar mentalmente la habitacion de Hannah. Cuando ella le habia descrito la casa, el muchacho habia trazado su propio plano de Cravenmoore. Una vez en el interior, sin embargo, la estructura laberintica de la mansion se le antojaba indescifrable. Todas las habitaciones del ala que habia decidido explorar estaban cerradas a cal y canto. Ni una sola de las cerraduras habia cedido a sus artes, y el reloj no parecia mostrar compasion alguna para con su completo fracaso.

Los quince minutos acordados se habian evaporado en vano, y la idea de abandonar la busqueda por aquella noche empezaba a resultarle tentadora. Un simple vistazo al lugubre decorado de aquel lugar le sugeria mil y una excusas con tal de escapar de el. Ya habia tomado la decision de abandonar la mansion cuando oyo el grito de Irene, apenas un hilo de voz atravesando las tinieblas de Cravenmoore desde algun lugar recondito. El eco se esparcio en varias direcciones. Ismael sintio la punzada de adrenalina quemandole las venas y se lanzo tan de prisa como sus piernas se lo permitieron hacia el otro extremo de aquella monumental galeria.

Sus ojos apenas se detuvieron en el siniestro tunel de formas tenebrosas que se deslizaba a su alrededor. Cruzo bajo el halo espectral de la linterna en la cuspide y rebaso la encrucijada de galerias en torno a la escalinata central. El entramado de baldosas del suelo parecia extenderse bajo sus pies, y la vertiginosa fuga del pasillo se alargaba frente a sus ojos como un corredor que cabalgase hacia el infinito.

Los gritos de Irene llegaron de nuevo a sus oidos, esta vez mas cercanos. Ismael atraveso el umbral de cortinajes transparentes y por fin detecto la entrada a la camara del extremo del ala oeste. Sin pensarlo un segundo, el muchacho se lanzo al interior, desconocedor de lo que lo esperaba alli dentro.

La fisonomia velada de una monumental habitacion se desplego ante sus ojos a la luz de las brasas que chispeaban en el fuego. La silueta de Irene, recortada contra un amplio ventanal banado en luz azul, lo reconforto por un instante, pero pronto pudo leer el terror ciego en los ojos de la muchacha. Ismael se volvio instintivamente y la vision que descubrio frente a si le nublo la mente, paralizandolo como hubiese hecho la danza hipnotica de una serpiente.

Alzandose de entre las sombras, una titanica silueta desplego dos grandes alas negras, las alas de un murcielago. O de un demonio.

El angel extendio dos largos brazos, coronados por dos garras, a su vez formadas por dedos largos y oscuros, y el filo acerado de sus unas brillo frente a su rostro, velado por una capucha.

Ismael retrocedio un paso en direccion al fuego y el angel alzo el rostro, desvelando sus facciones a la claridad de las llamas. Habia algo mas en aquella siniestra figura que una simple maquina. Algo se habia refugiado en su interior, convirtiendola en un titere infernal, una presencia palpable y malefica. El muchacho lucho por no cerrar los ojos y agarro el extremo intacto de un tronco medio reducido a brasas. Blandiendo el tronco encendido frente al angel, senalo la puerta de la habitacion.

– Ve hacia la puerta lentamente -le murmuro a Irene.

La muchacha, paralizada por el panico, ignoro sus palabras.

– Haz lo que te he dicho -ordeno Ismael energicamente.

El tono de su voz desperto a Irene. Asintio temblando e inicio su camino en direccion a la puerta. Apenas habia recorrido un par de metros cuando el rostro del angel se volvio hacia ella como un depredador atento y paciente. Irene sintio sus pies fundirse con el suelo.

– No lo mires y sigue andando -indico Ismael, sin cesar de blandir el tronco frente al angel.

Irene dio un paso mas. La criatura ladeo la cabeza hacia ella y la joven dejo escapar un gemido.

Ismael, aprovechando la distraccion, golpeo con el tronco al angel en un lado de la cabeza. El impacto levanto una lluvia de briznas encendidas. Antes de que pudiese retirar el tronco, una de las garras aferro el madero y unas unas de cinco centimetros, poderosas como cuchillos de caza, lo hicieron anicos ante sus ojos. El angel dio un paso hacia Ismael. El muchacho pudo sentir la vibracion sobre el piso bajo el peso de su oponente.

– Eres solo una maldita maquina. Un maldito monton de hojalata… -murmuro, tratando de borrar de su mente el efecto aterrador de aquellos dos ojos escarlatas que asomaban bajo la capucha del angel.

Las pupilas demoniacas de la criatura se redujeron lentamente hasta formar un filamento sangrante sobre corneas de obsidiana, emulando los ojos de un gran felino. El angel dio otro paso hacia el. Ismael echo un rapido

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