tampoco se fiaba de su lampara despues de lo ocurrido. La llama danzaba caprichosamente bajo su aliento como el espiritu de una hada de fuego. Un desfile de reflejos le descubria formas insospechadas en cada rincon. Dorian suspiro. Aquella noche no podria pegar ojo ni por todo el oro del mundo.

Poco despues de despedir a Lazarus, Simone se habia asomado a su dormitorio para asegurarse de que estaba bien. Dorian se habia acurrucado bajo las sabanas completamente vestido, ofreciendo una de sus antologicas interpretaciones del dulce sueno de los inocentes, y su madre se habia retirado a su habitacion complacida y dispuesta a hacer lo propio. De eso hacia ya horas, quiza anos, segun las estimaciones del chico. La interminable madrugada le habia dado oportunidad de comprobar hasta que punto sus nervios estaban tensos como las cuerdas de un piano. Cada reflejo, cada crujido, cada sombra amenazaba con dispararle el corazon al galope.

Lentamente, el aliento de la llama de la vela se fue extinguiendo hasta reducirse a una diminuta burbuja azul, cuya palidez apenas conseguia penetrar en la penumbra. En un instante, la oscuridad volvio a ocupar el espacio al que habia renunciado a reganadientes. Dorian podia sentir el goteo de la cera caliente endureciendose en el vaso. Apenas unos centimetros mas alla, sobre la mesilla, el angel de plomo que Lazarus le habia regalado lo observaba en silencio. «Ya esta bien», penso Dorian, resuelto a aplicar su tecnica predilecta para combatir insomnios y pesadillas: comer algo.

Aparto las sabanas y se levanto. Decidio no ponerse los zapatos, para evitar los cien mil crujidos que parecian acudir a sus pies cada vez que pretendia deslizarse sigilosamente por la Casa del Cabo y, reuniendo todo el valor que le quedaba intacto, cruzo de puntillas la habitacion hasta la puerta. Abrir la cerradura sin ofrecer el habitual concierto de goznes herrumbrosos a medianoche le llevo unos diez segundos largos, pero valio la pena. Abrio la puerta con lentitud exagerada y examino el panorama. El corredor se perdia en la penumbra y la sombra de la escalera trazaba una trama de claroscuros sobre la pared. No se apreciaba ni el movimiento de una mota de polvo en el aire. Dorian cerro la puerta a su espalda y se deslizo cuidadosamente hasta el pie de la escalera, cruzando frente a la puerta del dormitorio de Irene.

Su hermana se habia retirado a dormir hacia horas, con la supuesta excusa de un terrible dolor de cabeza, aunque Dorian sospechaba que todavia estaria leyendo o escribiendole detestables cartas de amor al novio marinero con el que ultimamente pasaba mas horas de las que tenia el dia. Desde que la habia visto enfundada en aquel vestido de Simone, sabia que solo podia esperarse una cosa de ella: problemas. Mientras descendia los escalones a modo de explorador indio, Dorian se juro que, si algun dia cometia la torpeza de enamorarse, lo llevaria con mas dignidad. Mujeres como Greta Garbo no se andaban con tonterias. Ni cartitas de amor, ni flores. Podia ser un cobarde; pero un cursi, jamas.

Una vez llego a la planta baja, Dorian advirtio que un banco de niebla rodeaba la casa y que la masa vaporosa velaba la vision desde todas las ventanas. La sonrisa que habia conseguido a costa de burlarse mentalmente de su hermana se esfumo. «Agua condensada -se dijo-. No es mas que agua condensada que se desplaza. Quimica elemental.» Con esta tranquilizadora vision cientifica, ignoro el manto de niebla que se filtraba entre los resquicios de las ventanas y se dirigio a la cocina. Una vez alli, comprobo que el romance entre Irene y el capitan tormenta tenia sus aspectos positivos: desde que se veia con el, su hermana no habia vuelto a tocar la deliciosa caja de chocolates suizos que Simone guardaba en el segundo cajon del armario de provisiones.

Relamiendose como un gato, Dorian ataco el primero de los bombones. El exquisito estallido de trufa, almendras y cacao le nublo los sentidos. Por lo que a el respectaba, despues de la cartografia, el chocolate era probablemente la mas noble invencion del genero humano hasta la fecha. Particularmente, los bombones. «Ingenioso pueblo, los suizos -penso Dorian-. Relojes y chocolatinas: la esencia de la vida.» Un sonido subito lo arranco de cuajo de sus placidas consideraciones teoricas. Dorian lo oyo de nuevo, paralizado, y el segundo bombon se le resbalo entre los dedos. Alguien estaba llamando a la puerta.

El muchacho intento tragar saliva, pero la boca se le habia quedado seca. Dos golpes precisos sobre la puerta de la casa llegaron de nuevo a sus oidos. Dorian se adentro en la sala principal, sin apartar los ojos de la entrada. El aliento de la niebla se filtraba bajo el umbral. Otros dos golpes sonaron al otro lado de la puerta. Dorian se detuvo frente a ella y dudo un instante.

– ?Quien es? -pregunto con la voz quebrada. Dos nuevos golpes fueron toda la respuesta que obtuvo. El muchacho se acerco hasta la ventana, pero el manto de la niebla impedia completamente la vision. No se oian pasos sobre el porche. El extrano se habia ido. Probablemente un viajero extraviado, penso Dorian. Se dispuso a volver a la cocina cuando los dos golpes sonaron de nuevo, pero esta vez sobre el cristal de la ventana, a diez centimetros de su rostro. El corazon le dio un vuelco. Dorian retrocedio lentamente hacia el centro de la sala hasta topar con una silla a su espalda. Instintivamente, el muchacho aferro un candelabro de metal con fuerza y lo blandio frente a el.

– Vete… -susurro.

Por una fraccion de segundo, un rostro parecio formarse al otro lado del cristal, entre la niebla. Poco despues, la ventana se abrio de par en par, impulsada por la fuerza de un vendaval. Una oleada de frio le atraveso los huesos y Dorian contemplo, horrorizado, como una mancha negra se expandia sobre el suelo.

Una sombra.

La forma se detuvo frente a el y poco a poco fue adquiriendo volumen, alzandose desde el suelo como un titere de tinieblas suspendido por hilos invisibles. El chico trato de golpear al intruso con el candelabro, pero el metal atraveso la silueta de oscuridad en vano. Dorian dio un paso atras y la sombra se cernio sobre el. Dos manos de vapor negro le rodearon la garganta; sintio el contacto helado sobre su piel. Las facciones de un rostro se dibujaron frente a el. Un escalofrio le recorrio el cuerpo de pies a cabeza. El semblante de su padre se materializo a un palmo escaso de su rostro. Armand Sauvelle le sonrio. Una sonrisa canina, cruel y llena de odio.

– Hola, Dorian. He venido a buscar a mama. ?Me llevaras hasta ella, Dorian? -susurro la sombra.

El sonido de aquella voz le helo el alma. Aquella no era la voz de su padre. Aquellas luces, demoniacas y ardientes, no eran sus ojos. Y aquellos dientes largos y afilados que le asomaban entre los labios no eran los de Armand Sauvelle.

– Tu no eres mi padre…

La sonrisa lobuna de la sombra se esfumo y las facciones se desvanecieron como cera al fuego.

Un rugido animal, de rabia y odio, le desgarro los oidos y una fuerza invisible lo lanzo hasta el otro extremo de la sala. Dorian impacto contra una de las butacas, que cayo al suelo.

Aturdido, el muchacho se incorporo trabajosamente a tiempo para ver como la sombra ascendia por la escalera, un charco de alquitran con vida propia que reptaba sobre los peldanos.

– ?Mama! -grito Dorian, corriendo hacia la escalera.

La sombra se detuvo un instante y clavo sus ojos en el. Sus labios de obsidiana formaron una palabra inaudible. Su nombre.

Los cristales de las ventanas de toda la casa estallaron en una lluvia de astillas letales y la niebla penetro rugiendo en la Casa del Cabo mientras la sombra seguia ascendiendo hacia el piso superior. Dorian se lanzo tras ella, persiguiendo aquella forma espectral que flotaba sobre el suelo y avanzaba en direccion a la puerta del dormitorio de Simone.

– ?No! -grito el chico-. No toques a mi madre. La sombra le sonrio y, un instante despues, la masa de vapor negro se transformo en un torbellino que se filtro a traves de la cerradura de la puerta del dormitorio. Un segundo de silencio letal siguio a la desaparicion de la sombra.

Dorian corrio hacia la puerta pero, antes de que pudiera alcanzada, la lamina de madera salio impulsada con la fuerza de un huracan, arrancada de sus goznes, y se estrello con furia en el otro extremo del pasillo. Dorian se lanzo a un lado y consiguio esquivada por escasos milimetros.

Cuando se incorporo, una vision de pesadilla se desplego ante sus ojos. La sombra corria sobre los muros de la habitacion de Simone. La silueta de su madre, inconsciente sobre el lecho, proyectaba su propia sombra en la pared. Dorian observo como la negra silueta se deslizaba sobre los muros y como los labios de aquel espectro acariciaban los de la sombra de su madre. Simone se agito violentamente en su sueno, atrapada misteriosamente en una pesadilla. Dos garras invisibles la aferraron y la alzaron de entre las sabanas. Dorian se interpuso en su camino. Una vez mas, una furia incontenible lo golpeo y lo lanzo fuera de la habitacion. La sombra, portando a Simone en sus brazos, descendio la escalera a toda velocidad. Dorian lucho por no perder el sentido, se incorporo de nuevo y la siguio hasta la planta baja. El espectro se volvio y, por un instante, ambos se contemplaron fijamente.

– Se quien eres… -murmuro el muchacho. Un nuevo rostro, desconocido para el, hizo su aparicion: las facciones de un hombre joven, bien parecido y de ojos luminosos.

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