Niccola se ruborizo satisfecha.

– ?De modo que me quereis? ?Sentis afecto por mi?

– ?Como lo has hecho? -pregunto Behaim-. No me habras echado algun filtro en el vino o en la sopa… Cuando no estoy contigo, solo puedo pensar en ti. En toda mi vida he estado tan enamorado.

– Eso esta bien -dijo Niccola-, y me llena de alegria.

– ?Y tu? -pregunto Behaim-. ?Cuales son tus sentimientos? ?Me quieres?

– Si -dijo Niccola-. Mucho.

– ?Dilo otra vez!

– Os quiero mucho. Siento un gran afecto por vos.

– ?Y por medio de que senal, por medio de que acto piensas manifestarmelo y probarmelo?

– ?Hace falta una senal? Vos sabeis que es asi. -La primera vez que nos encontramos -dijo Behaim-, jne prometiste un beso y mucho mas.

– ?Eso hice? -exclamo Niccola.

– Tus miradas lo hicieron -declaro Behaim-. En tus ojos habia una promesa. Y ahora que nuestra relacion va por buen camino, exijo que la cumplas.

– Con mucho gusto dejare besarme por vos -prometio Niccola-, pero no aqui, donde ese muchacho, el Nepote… ?No, os lo ruego, no ahora, hacedme caso! ?Por que cuando estabais ayer conmigo no habeis…?

Quiso recordarle que el dia anterior ella habia abandonado el pequeno pinar sin recibir un beso de el, aunque habian estado solos sin que nadie les estorbase, pero no pudo continuar pues el la habia atraido hacia si pensando que habia llegado el momento. Y mientras ella se entregaba a sus caricias estrechamente abrazada, no perdia de vista la puerta ni la ventana y permanecia atenta a los pasos del Nepote que bajaba a la bodega.

Behaim tardo algun tiempo en soltarla.

– ?Y bien? -dijo-. ?Que piensa mi adorable amada?

– La adorable amada se encomienda a vos -dijo Niccola con una pequena y encantadora reverencia-. Y tal vez sea cierto eso que se oye tan a menudo… que una boca besada no ha perdido nada.

Y se relamio como una gata que ha bebido un poco de leche.

– ?Quieres decir con ello -quiso saber Behaim-, que nadie te ha abrazado y besado antes?

– No hace falta que lo sepais todo -opino Niccola- Quizas soy de las que se dejan besar en cualquier esquina de la calle.

– Pero si conviene que tu sepas -le explico Behaim-, y para que no haya discusiones te lo digo de antemano, que yo no soy de los que se contentan con simples besos.

– Ya me he dado cuenta -dijo Niccola tratando de dar a sus palabras un tono de severa reprension-. Cuando me deje besar por vos, dejasteis jugar tambien vuestras manos. Eso fue un atrevimiento. Y, ciertamente, yo no os he prometido que en tan poco tiempo vos…

Enmudecio, pues el muchacho que les atendia estaba en la sala con una jarra de vino en la mano; se sonrojo, apurada, pues no sabia si el muchacho habia oido sus palabras. Entonces se acerco a la ventana y se quedo mirando la carretera y el estanque. Habia dejado de llover. El aguila ratera levantaba las plumas y afilaba el pico contra la cadena que la sujetaba.

En voz baja, con labios inmoviles, se dijo a si misma: «Quizas es verdad que me ama, pues no es de los que pronuncian palabras vanas. Si, creo que me tiene afecto. Pero probablemente habra amado a muchas mujeres. ?Oh Dios, asisteme! Ojala que lo que se ha iniciado entre nosotros tenga para mi un final dichoso y feliz. Pues como podria ocultartelo, Tu no ignoras que sere suya cuando el lo quiera».

Esa tarde lluviosa, messere Leonardo habia acudido, como solia hacer a menudo, al mercado de pajaros que se celebraba dos veces por semana cerca de la Porta Nuova. Mientras deambulaba entre los puestos, tenderetes y carros examinando a los pajaros en sus carceles hechas de varas de mimbre y ramas de aligustre, habia preguntado a los pajareros de que manera y por medio de que artimanas enganaban a los pajaros con reclamos, varetas y redes, y tambien habia escuchado sus quejas sobre la cautela, la paciencia y el esfuerzo que requeria un oficio que sin embargo era tan poco rentable.

Luego, con el medio escudo que habia caido inesperadamente en su bolsillo esa misma manana, messere Leonardo compro algunos verderones, dos tordos, dos pinzones y un pico manchado a los que, como era su costumbre, queria poner en libertad, a las afueras de la ciudad, en un prado o un bosquecillo. Pues no se cansaba de observar las distintas maneras de actuar de los pajaros cuando, tras una larga cautividad, recuperaban la libertad, como algunos revoloteaban indecisos como si no supiesen que hacer con ella, mientras que otros se elevaban a gran altura y desaparecian al instante.

En compania de algunos de sus amigos, habia tomado el camino que conducia a Monza, y uno de ellos, Matteo Bandello, que pese a su juventud gozaba ya de un considerable prestigio como autor de novelas y narrador de cuentos, habia cargado con las jaulas. El dia anterior habia llegado a Milan procedente de Brescia, con el unico objeto de ver los Progresos que habia hecho la Cena de messere Leonardo.

– En el relato que me ocupa actualmente y que pienso titular «El Retrato alegorico» -dijo Bellincioli, el poeta de la corte ducal que caminaba a su lado-, me gustaria ser capaz de expresar siquiera una particula de esa riqueza de formas y relaciones que messere Leonardo muestra en todos sus cuadros. Y esa variedad y riqueza es tanto mas sorprendente si consideramos lo reciente que es en nuestros tiempos el ejercicio de este arte que hasta los dias de Giotto estuvo sometido a la locura de los hombres.

– Sin razon -declaro messere Leonardo- elogias, Matteo, lo poco y escaso que he logrado hasta hoy en la pintura. Es posible que en Florencia haya aprendido algo de mi profesor, el maestro Verrocchio, que a su vez tomaria tambien de mi algun que otro detalle. Pero solo aqui en Milan, trabajando en esa Cena, me he convertido en pintor.

– Y por ese motivo -replico Bellincioli en un tono levemente burlon-, prefeririais que os dejasen seguir trabajando toda la vida en esa Cena y realizar vuestros experimentos con los colores y el barniz…

– No tengo mayor deseo -le respondio Leonardo- que terminar esa bella obra porque despues pienso consagrarme por completo al estudio de las matematicas, pues en ellas se manifiesta y percibe la voluntad divina. Pero el propio cielo y tambien la tierra tienen que asistirme para que esa Cena se convierta en una obra que signifique algo grande que viva y perdure eternamente y de testimonio de mi. Es cierto que en los ultimos tiempos no he tenido mucho trato con el pincel y las pinturas. Pero para esa obra, dos o tres anos no es mucho tiempo. Ademas deberiais considerar que soy un pintor y no un burro de carga. Y si bien es cierto que no estoy siempre con el pincel en la mano, paso todos los dias dos horas delante del cuadro pensando donde colocar a los personajes y que apariencia y actitud darles. Por no hablar del laborioso trabajo que realizo en las calles, en las tabernas y en otros lugares y que, por cierto, me ha reportado esta manana medio escudo. Llego muy a punto, pues sin el no habria podido rescatar a esos pequenos prisioneros que lleva nuestro Matteo a las espaldas.

Y preguntado sobre la proveniencia de ese medio escudo, messere Leonardo conto lo siguiente:

– Sabeis que este cuadro en el que represento al Salvador sentado a la mesa con sus discipulos exige un trabajo imprevisto que me quita mucho tiempo, y a veces persigo un dia entero a un hombre que me llama la atencion por su barbilla, su frente, su cabello o su barba, para descubrir su caracter y su naturaleza y modelar a su semejanza a mi san Jacobo, mi san Simon Pedro o a otro de los doce. Y esta manana, un individuo que yo perseguia de esa manera, se volvio y dirigiendose hacia mi me dijo enojado: «?Ahi tienes tu medio escudo, hombre insufrible, y que sepas que lo encontre en el arroyo y ahora largate y no incordies mas, y en el futuro, cuida mejor de tu dinero!», Y con esas palabras se fue sin dejar de refunfunar y asi, caballeros, fue como consegui mi medio escudo y eso era todo lo que yo tenia, pues habia comprado ayer a mi criado Giacomo, a quien llamais el Tragaldabas, pano para un abrigo y una gorra para que me dejase en paz, pues no paraba de asediar mis oidos con sus deseos, penas, quejas y ruegos.

– ?De modo que, despues de haber gastado vuestro dinero en ese holgazan y mentiroso, en ese ladron que os roba las sabanas de la cama y hace yesca con ellas para encender la estufa, no habeis hallado para el medio escudo mejor destino que el mercado de los pajaros? -Se exaspero el escultor Simoni que caminaba detras de messere Leonardo al lado de Marco d'Oggiono.

El novelista Bandello, que llevaba a las espaldas cinco o seis jaulas de pajaros, se detuvo y volvio su rostro jovial hacia el escultor a quien solia hacer, desde siempre, objeto de sus burlas y gracias.

– ?Entonces no sabeis, maestro Simoni -dijo reanudando la marcha a su lado-, que messere Leonardo trata de penetrar el secreto del vuelo de las aves? Dentro de poco lo habra conseguido y todas esas pequenas criaturas, los pinzones y verderones con los que me ha cargado le ayudaran a hacerlo. Claro que el papel que os corresponde en

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