Conozco el arbol por su corteza, conozco las artimanas del gitano, conozco al amo por los criados, conozco el mandoble, conozco la estocada, conozco al cura por la sotana, conozco a las putas que hacen la calle, conozco el honor, conozco la verguenza, lo conozco todo, menos a mi.

El tabernero bajo la jarra que ya le pesaba demasiado. Los dos maestros canteros estaban sentados como titanes cansados con la mirada fija en sus almadrenas; uno apoyaba la barbilla en su puno, el otro la frente. El hermano Luca habia levantado su cabeza de sabio. Sin darse cuenta, marcaba con la tiza en la mano el ritmo de los versos. Y Mancino prosiguio:

Conozco el vino por el tonel, conozco las bufonadas de los bufones, conozco la virtud, conozco el pecado, conozco el grito de cada pajaro. Conozco el moho sobre mi pan, conozco las cuentas que nunca pague conozco el infierno, conozco el cielo lo conozco todo, menos a mi. Conozco a las moscas en la sopa, conozco a los corchetes que burle, conozco los graneros y los almacenes, conozco el ?Doblate o rompete!, Conozco los taleros que tuve antano, conozco la belleza que no se marchito, conozco la borrachera y el olvido, lo conozco todo menos a mi. Conozco la vida, buenas gentes. Conozco la muerte, ese monstruo salvaje. Conozco los lances de la fortuna. Lo conozco todo. Todo menos a mi.

– Ese era el resumen -dijo bajando de la silla de un salto -. Contiene in nuce todo lo que tenia que decir sobre este asunto, y las tres estrofas precedentes sobraban como la mayor parte de lo que fluye de la boca y de la pluma de los poetas. Pero yo estoy disculpado. Lo que me importaba era la cena.

El ventero desperto de su rigidez. Puso la jarra de Vino Santo delante de Mancino.

– No soy versado en bellas artes, como ya sabeis -dijo-. Pero por el semblante del venerable hermano Luca, que es un profesor, veo que habeis creado algo muy bueno y valioso. Pero que seais capaz de conocer el vino por el tonel, es algo que no podeis contarselo a un tabernero. Ahi habeis fanfarroneado. No obstante, se os perdona. Mientras tanto, probad este.

Y volvio a bajar a la bodega en busca de vino para Behaim.

Los companeros de Mancino no dedicaron muchas palabras a sus versos. Pero lo que pensaban sobre ellos se podia adivinar por las pequenas senas que se hacian, por las miradas que intercambiaban y por su manera de alzar los vasos en su honor. Extrajeron, primero este, despues aquel, una pequena moneda de plata o algunas piezas de cobre de los bolsillos, luego las juntaron y seguidamente pidieron pescado y carne asada para Mancino.

El posadero regreso; una idea le habia venido a la cabeza mientras bajaba a la bodega. Se acerco a Behaim para servirle y le dijo en voz baja:

– ?Habia exagerado, senor? ?Un ingenio! ?Uno de los mejores! Tal como os lo habia dicho. Pero lo del pan mohoso y las moscas en la sopa no debeis creerlo, eso es una mentira. ?Moscas en la sopa! ?En mi taberna! Cierto que el pan puede enmohecerse cuando se pone humedo, pero entonces no se lo sirvo a mis clientes. ?Pero los poetas son asi! Cuando buscan una rima les importa bien poco arruinar la reputacion de un hombre honrado. ?Moscas en la sopa! ?En mi casa! En lo que se refiere a las cuentas que nunca pago… ahi si se le ha escapado una gran verdad. De eso y no de las moscas…

– Dejadme ahora un rato en paz -le interrumpio Behaim.

– Es igual, el vino corre de mi cuenta -dijo el tabernero que, incapaz de callar en el acto, siguio murmurando-. Lo dije una vez, ahi esta mi palabra y no la retiro, a pesar de las moscas. Si, senores, ya voy, ya estoy aqui, en seguida les atiendo.

El escultor se dirigio de nuevo a Behaim.

– ?Venis de mas alla de las montanas? -pregunto senalando con el pulgar por encima de su hombro como si alli, en algun lugar detras de el, se encontrase Alemania-. ?Cruzando el Albula y el Bernina?

– En esta epoca del ano habria sido un viaje penoso -observo Behaim y vacio de un trago su vaso de estano-. No, senor, vengo por mar de los paises de Oriente. De los estados del Gran Turco. Estuve por negocios en Alepo,

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