El tabernero bajo la jarra que ya le pesaba demasiado. Los dos maestros canteros estaban sentados como titanes cansados con la mirada fija en sus almadrenas; uno apoyaba la barbilla en su puno, el otro la frente. El hermano Luca habia levantado su cabeza de sabio. Sin darse cuenta, marcaba con la tiza en la mano el ritmo de los versos. Y Mancino prosiguio:
– Ese era el resumen -dijo bajando de la silla de un salto -. Contiene
El ventero desperto de su rigidez. Puso la jarra de Vino Santo delante de Mancino.
– No soy versado en bellas artes, como ya sabeis -dijo-. Pero por el semblante del venerable hermano Luca, que es un profesor, veo que habeis creado algo muy bueno y valioso. Pero que seais capaz de conocer el vino por el tonel, es algo que no podeis contarselo a un tabernero. Ahi habeis fanfarroneado. No obstante, se os perdona. Mientras tanto, probad este.
Y volvio a bajar a la bodega en busca de vino para Behaim.
Los companeros de Mancino no dedicaron muchas palabras a sus versos. Pero lo que pensaban sobre ellos se podia adivinar por las pequenas senas que se hacian, por las miradas que intercambiaban y por su manera de alzar los vasos en su honor. Extrajeron, primero este, despues aquel, una pequena moneda de plata o algunas piezas de cobre de los bolsillos, luego las juntaron y seguidamente pidieron pescado y carne asada para Mancino.
El posadero regreso; una idea le habia venido a la cabeza mientras bajaba a la bodega. Se acerco a Behaim para servirle y le dijo en voz baja:
– ?Habia exagerado, senor? ?Un ingenio! ?Uno de los mejores! Tal como os lo habia dicho. Pero lo del pan mohoso y las moscas en la sopa no debeis creerlo, eso es una mentira. ?Moscas en la sopa! ?En mi taberna! Cierto que el pan puede enmohecerse cuando se pone humedo, pero entonces no se lo sirvo a mis clientes. ?Pero los poetas son asi! Cuando buscan una rima les importa bien poco arruinar la reputacion de un hombre honrado. ?Moscas en la sopa! ?En mi casa! En lo que se refiere a las cuentas que nunca pago… ahi si se le ha escapado una gran verdad. De eso y no de las moscas…
– Dejadme ahora un rato en paz -le interrumpio Behaim.
– Es igual, el vino corre de mi cuenta -dijo el tabernero que, incapaz de callar en el acto, siguio murmurando-. Lo dije una vez, ahi esta mi palabra y no la retiro, a pesar de las moscas. Si, senores, ya voy, ya estoy aqui, en seguida les atiendo.
El escultor se dirigio de nuevo a Behaim.
– ?Venis de mas alla de las montanas? -pregunto senalando con el pulgar por encima de su hombro como si alli, en algun lugar detras de el, se encontrase Alemania-. ?Cruzando el Albula y el Bernina?
– En esta epoca del ano habria sido un viaje penoso -observo Behaim y vacio de un trago su vaso de estano-. No, senor, vengo por mar de los paises de Oriente. De los estados del Gran Turco. Estuve por negocios en Alepo,