En su mano vendada sostenia un objeto brillante, de un color castano rojizo. Me acerque para observarlo mejor; a primera vista no lo reconocia, pero al instante me lleve la mano al bolsillo de la americana para buscar la pequena pipa inglesa que siempre llevaba encima. En el bolsillo no habia nada.

– Estaba aqui, sobre la mesa, en el momento en que entramos el doctor y yo… ?Cuidado, doctor…!

La habitacion empezo a dar vueltas a mi alrededor, luego quedo todo a oscuras. Como si hubiera sucedido hacia anos, como un recuerdo largo tiempo olvidado, la imagen surgio del fondo de mi ser. Me veia cruzar el jardin por el camino de grava, pasar junto al parterre lleno de fucsias. ?Que era lo que iba yo a buscar en el pabellon? La puerta chirrio ligeramente al abrirla. Eugen palidecio al oir el susurro de mis palabras, fijo los ojos en el periodico, vi su sobresalto, su abatimiento… Su mirada, presa del terror y la furia, se clavo en mi mientras abandonaba el pabellon y cerraba la puerta con cuidado para no hacer ruido. En la terraza todavia habia luz. Era Dina. Subi. Y de pronto un grito, ?un disparo! Abajo en el jardin rondaba la muerte, y yo habia sido quien la habia llamado.

– ?Cuidado, doctor, va a desplomarse! -el grito de alarma resono en mis oidos.

No. No llegue a caerme. Abri los ojos y me sente en el sillon. Felix estaba ante mi.

– La pipa es suya, ?no es cierto?

Asenti con la cabeza. El dejo caer lentamente su mano vendada.

Al cabo de unos instantes me puse en pie.

– ?Se va usted ya, baron? -pregunto Felix-. Bien, la cuestion ha sido aclarada, no quiero robarle mas tiempo. No creo que su palabra de honor, la palabra de honor de un oficial, sea algo sobre lo que difieran nuestras opiniones. Y puesto que dudo mucho que nos volvamos a ver mas, querria que supiera que nunca he sentido aversion hacia usted. Tampoco hoy. La verdad es que una parte de mi le comprendia y se sentia extranamente atraida por usted. Simpatia no seria la palabra apropiada. Era mas bien… Vera, al fin y al cabo no puedo dejar de ser el hermano de Dina. Usted tiene todo el derecho a preguntar por que razon, a pesar de mis sentimientos hacia usted, le he puesto en una situacion en la que, tal como estan las cosas, mucho me temo que no hay mas que una salida. Pues bien: uno puede sentirse fascinado por un gato montes, uno puede admirar perfectamente la belleza de sus movimientos, el atrevimiento de sus saltos, y, a pesar de todo ello, disparar cuando llegue el momento sin ningun tipo de dudas, pues sabe que despues de todo no deja de ser una alimana. Solamente me queda decirle que no debe sentirse obligado a dar cumplimiento a la determinacion que sin duda habra tomado ya en el plazo de las proximas veinticuatro horas. Suponiendo que fuera necesario dar un paso asi, tenga a buen seguro que antes de que haya transcurrido esta semana no acudire al tribunal de honor de su regimiento. Esto es lo que me quedaba por decirle.

Le escuche, pero mi pensamiento estaba perdido en el oscuro canon del revolver que habia sobre la mesa. Sentia como me miraba fijamente con sus ojos terribles, acercandose mas y mas, aumentando cada vez mas de tamano, invadiendolo todo, hasta que solo lo veia a el.

– Eres injusto con el baron, Felix -oi que decia de pronto la voz del ingeniero-. El tiene tan poco que ver con esta muerte como tu o como yo.

9

Tengo un vago recuerdo del momento en que recobre el sentido. Me oi a mi mismo suspirar profundamente, y este fue el primer sonido que interrumpio el silencio que reinaba en la habitacion. Despues senti una punzada en mi cabeza, una sensacion que no llegaba a ser ningun dolor, sino solo un malestar que paso enseguida.

Mi primera reaccion fue de sorpresa y de panico. ?Que es lo que ha ocurrido? ?Que locura se ha apoderado de mi? Luego me invadio un sentimiento de angustia. ?Como ha podido sucederme una cosa asi? ?Como ha podido ser posible?, me preguntaba lleno de asombro y de miedo. ?Acaso me he visto realmente entrar aqui y susurrar palabras que nunca han salido de mis labios? ?Yo mismo he creido por un momento en mi propia culpa! ?Como es posible? Sin duda se ha tratado de una fuerte perturbacion de mis sentidos, una alucinacion que se ha burlado de mi, una voluntad ajena a la mia que me ha forzado a asumir algo que yo no he hecho. No, evidentemente yo no he estado aqui antes, no he hablado para nada con Eugen Bischoff y no soy ningun asesino. Un sueno, una locura que se ha escapado de los infiernos y que ahora ha vuelto a hundirse en aquel lugar de donde nunca deberia haber salido.

Respire hondo sintiendome algo mas aliviado de aquel peso que me oprimia. Me habia defendido, no me habia entregado, y aquella extrana fuerza que se habia aduenado por un momento de mis sentidos habia sido rota, vencida. Dentro de mi y a mi alrededor las cosas habian recobrado su aspecto normal, sentia que volvia a pertenecer a la realidad.

Mire de frente. Ante mi estaba Felix, completamente erguido, sobre sus labios todavia se podia ver un rasgo persistente y tenaz de dureza e inquina contra mi. Parecia decidido a no dejarse arrebatar la victoria tan facilmente, y con un gesto brusco se encaro al ingeniero, como haciendo frente a un nuevo enemigo portador de mas peligros. Lo miraba fijamente, con el ceno fruncido y un aire de melancolica crispacion, dispuesto tambien, en el caso de que fuera necesario, a arremeter contra el, y su mano vendada se levanto con un gesto de furiosa sorpresa.

El ingeniero no se dejo intimidar.

– Sera mejor que te tranquilices, Felix -le advirtio-. Se muy bien lo que digo. He reflexionado a fondo sobre todo este asunto y he llegado al convencimiento de que no se puede culpar de nada al baron. Has sido injusto con el, y solo te estoy pidiendo que me prestes un instante de atencion.

Aquella seguridad con que hablaba fue un verdadero sedante para mis alterados nervios. Y el sentimiento que significaba volver a estar libre de toda sospecha hizo desaparecer como por arte de magia aquella opresion que unos momentos antes me habia atenazado y mortificado. A decir verdad, ahora me parecia algo perfectamente fantastico y absurdo que se me quisiera atribuir en serio el asesinato del marido de Dina. Y mientras veia proyectarse la luz de la realidad sobre todo aquel asunto solo sentia ya la tension y la impaciencia del espectador que no esta involucrado en la historia y que tan solo se siente participe de ella por una especie de curiosidad, por el simple deseo de conocer cual sera su desenlace. Y en ese estado de animo me hacia todo tipo de preguntas que exigian respuesta: ?Quien ha inducido a Eugen Bischoff al suicidio? ?Quien es el culpable? Y mi pipa, este mudo testigo presencial, ?por que extrano camino ha venido a parar aqui? Si yo soy inocente, entonces, ?a quien acusa?

Eso era lo que yo queria saber, lo que tenia que saber, y casi sin quererlo mis ojos se clavaron en los del ingeniero, como si el ya supiera el camino para salir de aquella jungla llena de enigmas por resolver.

Yo ignoraba que era lo que en aquel momento sentia mi adversario: si enojo, impaciencia, disgusto, irritacion o decepcion. En todo caso, fuera lo que fuese aquello que le pasaba por la cabeza, conseguia ocultarlo a la perfeccion. Sus gestos, sus ademanes, volvian a ser educados y atentos, y el furioso movimiento de su mano se transformo casi por arte de magia en un comedido gesto de requerimiento.

– Estoy impaciente, Waldemar. Haznos oir tu explicacion. Pero mucho me temo que vas a tener que ser breve, porque ya oigo el coche de la policia.

Y era cierto. Desde la calle se oia el gimoteo de una sirena que se iba acercando cada vez mas, pero el ingeniero no se inmuto. Y ahora que iba a hablar de nuevo volvia a sentir en mi conciencia el peso de que lo que alli estaba en juego era nada mas y nada menos que mi palabra, mi honor y mi vida. Pero fue solo un instante, rapidamente recobre la tranquilidad y la confianza; me sentia completamente ajeno a todo aquello, y estaba convencido de que mas tarde o mas temprano surgiria una explicacion natural y convincente que lo aclararia todo. Sencillamente, me parecia inconcebible que aquella horrible sospecha pudiera seguir recayendo sobre mi.

– Veamos -comenzo el ingeniero-. Cuando se oyeron los disparos el baron se encontraba arriba, en la casa. ?Lo sabias? Para ser mas exactos en la terraza, charlando con tu hermana. Debemos partir de este hecho.

– Puede ser -respondio Felix en el mismo tono de voz con el que se podria hablar de las cosas mas insignificantes. Seguia atento al ruido de la sirena, pero esta acabo perdiendose en la lejania.

– Debemos retenerlo en la memoria. Es importante -prosiguio el ingeniero-. Porque tengo motivos para suponer que el visitante desconocido se encontraba todavia aqui en el momento en que Eugen Bischoff efectuo los dos disparos.

– ?Los dos disparos? Yo solo he oido uno.

Вы читаете El Maestro del Juicio Final
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату