Y al escuchar aquel reto senti que algo despertaba dentro de mi, mi propio orgullo me hacia sentir un deseo irreprimible de acabar de una vez con la segundad de aquel hombre, de inducirlo al error, de sumirlo en la duda. De modo que con la mayor serenidad, y sabiendo muy bien lo que me hacia, dije:
– Y bien, ?que ocurriria si les dijera que Felix esta en lo cierto, que yo actue tal como el se lo expuso ayer noche? ?Que sucederia si yo les confesara que soy el verdadero asesino de Eugen Bischoff?
El doctor Gorski me cogio del brazo y se me quedo mirando fijamente sin poder decir nada. Solgrub sacudio la cabeza.
– Tonterias -dijo-. No diga usted estupideces. ?Se cree que me puede enganar?… ?Han oido? Llaman a la puerta, debe de ser el joven Karasek. Dejenme hablar a mi primero.
16
– Se cree que somos periodistas -me cuchicheo el doctor Gorski al oido-. Solgrub cree que es mejor que no le digamos la verdadera razon de nuestra visita. Es una suerte que hoy vaya usted vestido de civil; la verdad es que un capitan de Dragones con el distintivo de tesorero no resultaria muy creible como reportero de la seccion de noticias locales, ?no cree usted?
El joven que en aquel momento entro en el pequeno salon donde nos encontrabamos recordaba aquel tipo de personajillo insignificante que en los cafes de suburbio ejerce el papel del
– Ha sido muy amable por su parte -dijo el ingeniero- al haber encontrado un poco de tiempo para nosotros a pesar de los muchos trastornos que un dia asi conlleva. ?Puedo preguntarle antes que nada por el estado en que se encuentra la muchacha?
– ?Oh, por favor, por favor, se lo ruego! – exclamo el joven Karasek rechazando los cumplidos-. Me hago cargo de los deberes de la prensa, faltaria mas. Siempre de un lado para otro, siempre a la caza de la noticia. Mi difunto padre tuvo mucho que ver con periodistas: Hermann Karasek, presidente de la decimoctava seccion de magistratura y consejero de obras. Quizas alguno de ustedes llego incluso a conocerlo. En fin, pues si, mi prima, ?que lastima! No me han dejado ni tan solo entrar a verla.
Se inclino hacia delante y, como si fuera a desvelarnos un secreto de estado, nos dijo:
– El doctor ha decidido intentarlo con cloretil.
– Supongo que mediante inhalaciones -observo el doctor.
– Cloretil -repitio el joven-. Hay que pro barlo todo.
– ?Ha hablado usted con el doctor? -pre gunto el ingeniero-. ?Cree posible que la seno rita este manana lo suficientemente recuperada como para recibir visitas?
– ?Manana, dice usted? Lo veo dificil, si, muy dificil -dijo el joven sacudiendo la cabeza-. El doctor dice… Bien, en realidad he hablado con el asistente. El doctor, ya se lo pueden figurar, esta muy ocupado y logicamente dispone de muy poco tiempo. El asistente opina que, a menos de que ocurra un milagro, y a pesar de que la esperanza es lo ultimo que hay que perder (y la enfermera opina lo mismo), pues opina que mi prima seguramente no pasara de esta noche.
– ?Tan mal esta? -pregunto el ingeniero.
El joven senor Karasek levanto las manos con aire de resignacion y volvio a dejarlas caer. El doctor Gorski se levanto y recupero su sombrero.
– Pero como, ?ya se van? Si quieren aguardar un minuto, habia pensado en un refresco, aunque supongo que ya habran comido. Quizas un cafe, no tardara ni dos minutos, voy a llamar para que lo traigan. Ah, eso queria preguntarles: ?con quien de ustedes he tenido el honor de hablar antes por telefono? Querria saberlo.
– Yo he sido quien ha llamado -dijo Solgrub.
– ?Y como se habia enterado usted…? Me quede lo que se dice de una pieza. De acuerdo, era una gran fumadora; doce, quince cigarrillos al dia, a menudo encendia el primero antes del desayuno. Hoy en dia, las muchachas, ya se sabe, en fin, quiero decir que son cosas que pasan. Mi abuelo no debe saberlo, un hombre de su edad, ochenta anos, de otra epoca, como quien dice. ?Pero como supo usted que mi prima…? ?Si no habian transcurrido ni cinco minutos! Me quede de piedra. Y no he dejado de preguntarme como lo supo usted, senor. ?Que lince!
– Es muy facil de explicar -respondio el ingeniero-. Creo estar en condiciones de decirle que el intento de suicidio de su prima no partio libre y espontaneamente de ella, sino que algo la forzo a llevarlo a cabo. En los ultimos meses se han dado tres casos extremadamente similares de suicidios inducidos; del ultimo no hace ni veinticuatro horas. Aparentemente en todos los casos ha intervenido siempre el mismo personaje y el metodo ha sido tambien el mismo. ?De modo que la muchacha le pidio un cigarrillo inmediatamente antes de que ocurriera todo?
– ?Un cigarrillo? No, ni hablar. Tenia siempre un paquete entero sofbre el escritorio. Lo que si que me pidio fue una boquilla.
– ?Una boquilla! Naturalmente, debia haber melo imaginado. ?Una boquilla vacia! ?Adivina usted ahora, doctor, con que fin habia cogido Eugen Bischoff la pipa? Una pregunta mas antes de irnos, senor Karasek, una pregunta que segura mente le parecera extrana. ?Hizo su prima ultimamente algun comentario sobre el Juicio Final?
?Sabe usted a lo que me refiero? Quiero decir al dia del Juicio Final.
– Pues ahora que lo dice, si senor… Discul peme, ?cual ha dicho que era su nombre?
– Solgrub, Waldemar Solgrub -grito el in geniero sin poder contener su impaciencia-. Y digame, ?en que situacion lo dijo? ?En relacion a que? Haga usted memoria, es posible que con siga recordarlo.
– Pues hablando de pintura. Era una idea que no dejaba de rondarle por la cabeza. Mire, el otro dia estabamos los tres, quiero decir ella, Ladstatter y yo. Bien, debo decir que Poldi esta prometida con un buen amigo mio, un companero del despacho, un tipo de lo mas simpatico que viene aqui cada dia y que es casi como si fuera ya de la familia. Se querian casar en primavera. No es que tenga mucho dinero pero dispone de una buena colocacion y ella gana tambien un sueldo para ir tirando. El ajuar, los muebles, todo estaba en orden. Incluso el abuelo ya les habia dado su bendicion. Pues bien, como les decia, el jueves de la semana pasada fuimos a cenar al Ciervo con un grupo de amigos, unas chicas y unos companeros de la oficina. Era el santo de uno de ellos, y la verdad es que nos lo pasamos muy bien. Ya de vuelta a casa, Poldi, Ladstatter y yo nos adelantamos algo a los demas porque Ladstatter iba con su guitarra y… En fin, la cuestion es que Poldi comenzo otra vez con el cuento de que si en la farmacia se aburre tanto, de que si lo suyo es el arte, etcetera, etcetera. Y Ladstatter, en lugar de dejarla que se desahogue, pues empieza a discutir con ella: «?Poldi!», le dice, «si estas hablando en serio entonces espero que sepas lo que te dices, porque segun parece no te importa demasiado que nos casemos este marzo; ya sabes que yo no gano mucho, y que para empezar todavia necesitamos lo que tu ganas en la farmacia…». Y mi prima que le dice: «?Y quien te dice que con la pintura no voy. a ganar mas, muchisimo mas que con la farmacia?». Y Ladstatter: «Ya llevas hechas dos exposiciones y todavia no has vendido ni un triste cuadro, de modo que no te pongas a sonar con imposibles. Ademas, en este tipo de ambientes, si no se tienen relaciones no se hace nada». «Esta vez sera distinto, esta vez tendre exito», dijo Poldi. «?Caramba! ?Y por que precisamente esta vez?», contraataco Ludwig. A lo que Poldi le contesto muy tranquila: «Porque esta vez lo hare mucho mejor. De ello deja que se encargue el Maestro del juicio Final.»
– ?El Maestro del Juicio Final? ?Quien es? ?Lo conoce usted?
– No. No tengo ni idea. Y Ladstatter tambien se quedo de lo mas intrigado. «?Quien diablos es ese? ?Otro pintorcillo de esos que te invitan a su estudio?», le pregunto. Y Poldi va y se echa a reir: «?Estas celoso, Ludwig? No has de estar celoso, de verdad que no. ?Como te iba a enganar con el, con lo viejo que es!». Pero el pobre Ludwig se puso rojo como un tomate: «?Viejo o joven, quiero saber de quien se trata! Creo que tengo derecho a ello ?no?» Y Poldi se lo quedo mirando muy seriamente y dijo: «De acuerdo, tienes derecho a saberlo, es verdad. Y cuando sea famosa te lo dire. Solo a ti, Ludwig, a nadie mas que a ti. Pero solo cuando me haya hecho famosa, no antes». Y entonces nos alcanzaron los demas y ya no se le pudo sonsacar nada mas en toda la noche.
– ?Doctor! -exclamo el ingeniero-. Ahora al menos ya conocemos cuales son sus metodos. Sabemos sus trampas, sus senuelos. Solo me falta saber cual es su movil. ?Que es lo que espera conseguir con sus crimenes?