Yo le escuchaba en silencio, sin decir palabra.
– Nosotros dos ya sabemos como ocurrio todo en realidad. Solgrub tiene una gran fantasia, y a consecuencia de ello una ligera propension a hacer el ridiculo. Se ha obstinado en relacionar el suicidio de una senorita que no conozco de nada con el de mi cunado. Tambien habla de un experimento que le ha de permitir extraer importantes conclusiones, y de los influjos de cierto desconocido envuelto por el misterio. Sabe Dios que no me ha resultado nada facil escucharle sin perder la calma. Si le he comprendido bien, ahora todo su fantastico razonamiento se basa en la suposicion de que Eugen Bischoff realizo dos disparos: uno contra si mismo y otro contra algo o alguien desconocido. Cuando llegue Solgrub, y no dudo de que vendra, ya tendra ocasion de admitir su error. Le dare una explicacion satisfactoria que resolvera el enigma del primer disparo: Eugen nunca antes habia utilizado su revolver. Por esa razon hizo un disparo de prueba antes de apuntar contra si mismo. Esta es la sencilla explicacion de todo el misterio. Verdaderamente, es muy extrano que aun no haya llegado.
– ?Desea realmente esperarle? -le pregunte con una cierta brusquedad, pues queria acabar de una vez con todas aquellas digresiones.
– Si no le molesto…
– Entonces permitame que siga con lo que estaba haciendo.
No espere su respuesta. Cogi un paquete de cartas que habia sobre el escritorio y comence a revisarlas.
– ?El arambel de Bosnia! -exclamo Felix, y sus ojos se quedaron mirando fijamente la parte que estaba mas a oscuras de la habitacion-.
?Cuanto tiempo hara de mi ultima visita? Estabamos sentados el uno frente al otro, exacta mente igual que ahora. Yo me habia alistado en su regimiento y acudi a usted en busca de con sejo sobre un asunto que me afectaba profunda mente. En aquella ocasion me hablo como a un amigo. ?Lo piensa tirar todo al fuego, baron?
– Todo. Son solo cosas sin importancia, recuerdos del pasado. Por cierto, son ya las nueve. Dudo mucho que el ingeniero venga hoy.
– Vendra seguro.
– Entonces, ?puedo ofrecerle un jerez, una taza de te?
– No, gracias. En cambio, si que le agradeceria un vaso de agua. Este mismo que tiene usted ahi sobre el escritorio, si no le importa…
– No le aconsejo que beba de este vaso -le dije, y al instante llame a mi sirviente-. Es el somnifero que tenia preparado para esta noche.
– Para esta noche… -repitio Felix en voz baja al tiempo que me lanzaba una larga mirada inquisitiva.
Transcurrieron unos minutos. Vinzenz aparecio por la puerta y le di el encargo de que trajera mas agua. Se fue en silencio y yo volvi a mis viejos papeles.
– He sido injusto con usted esta manana al no decirle que subiera -dijo Felix inesperadamente-. Cuando al cabo de media hora volvi a salir a la ventana, ya se habia ido. Quiza tenia el deseo, perfectamente comprensible…
Le interrumpi, no con una palabra o con un gesto, sino con una mirada de absoluta perplejidad.
– Le vi esta manana delante de nuestra villa, yendo de un lado para otro bajo la lluvia. ?O acaso me equivoco? -se explico, algo descon certado.
– ?A que hora dice usted haberme visto?
– Bien, a eso de las diez…
– Eso no es posible -dije con toda tranquilidad-. A las diez me encontraba en el despacho de mi abogado. Nuestra entrevista habra durado aproximadamente desde las nueve hasta las once.
– Entonces me habre confundido… En todo caso con alguien que se parecia asombrosamente a usted.
– Puede ser -le respondi, mientras sentia como la furia se encendia dentro de mi. Felix seguia absolutamente convencido de que yo habia estado realmente alli para poder atisbar a Dina al menos por un momento, lo leia en su mirada. Senti que no podria contenerme por mucho tiempo, me asalto el impulso salvaje de herirle en lo mas hondo, de golpear de lleno contra su orgullo, de hacerle dano. Entonces cogi la fotografia, aquella que jamas antes habia mostrado a ninguna otra persona. No me costo nada encontrarla. La sostuve unos momentos en mis manos, de tal modo que el pudiera verla. Vi como palidecia, como le temblaba la mano que sostenia el vaso. Y luego la tire al fuego con gesto distraido, como si fuera un papel mas que habia que quemar.
Senti un profundo escalofrio, una punzada que me atravesaba el pecho. No pude evitar el recuerdo de una noche de invierno, y al instante tuve que dominar el impulso de arrebatar a las llamas con mis manos desnudas la fotografia que ya comenzaba a arder. Espere hasta que se hubo reducido a cenizas, sin moverme de mi sitio. Todo se oscurecio ante mis ojos. Solo podia ver el fuego de la chimenea y la mano vendada de Felix.
– Ahora ya se por que he venido -oi que decia su voz-. Para ser sinceros, no estaba muy seguro de cuales eran sus propositos, y esta ultima noche la he dedicado a poner por escrito el asunto que usted y yo tenemos pendiente, por si acaso. Sin embargo, ahora… Ahora le he comprendido, baron. Usted ha tomado una decision que es irrevocable. De otro modo, no se habria deshecho jamas de esa fotografia.
Saco un gran sobre blanco del bolsillo de su americana y lo sostuvo de manera que yo pudiera leer el nombre del destinatario.
– Aqui esta la carta -dijo. -No creo que ahora tenga ningun sentido. Permitame usted que aproveche esta ocasion.
Y dicho eso, tiro al fuego la carta que iba dirigida a los mandos de mi regimiento.
En ese preciso instante comprendi que habia llegado mi hora, que mi suerte estaba echada. Y de la misma manera que tomaba conciencia de ello, se me aparecia ahora, subitamente transformado, el sentido del dia que tocaba a su fin: me sentia como si desde la manana a la noche solo hubiera tenido esta idea en la cabeza, que habia de morir por haber dado mi palabra de honor en falso. Y todos los asuntos que me habian ocupado a lo largo del dia se me revelaban ahora con todo su verdadero sentido, porque no habian sido un simple antojo estas ansias de ponerlo todo en orden, este repentino anhelo de prescindir de lo pasado y superfluo; todo respondia a una secreta intencion de muerte, y tras mi partida nada habia de quedar que pudiera caer en manos de curiosos y fisgones. Por esa razon habia dejado sin abrir la carta largo tiempo esperada de Jolanthe. Fuera cual fuera su contenido, ahora ya no tenia ningun sentido leerla. Y ahi seguia el vaso, con sus promesas de sueno eterno.
– Han llamado a la puerta -dijo Felix-. Debe de ser Solgrub, Que venga y que nos cuente lo que quiera. Pero usted ya ha tomado una determinacion.
Oi pasos. Si, solo podia ser Solgrub, y comence a esperar con angustia el instante en que asomaria la cabeza por la puerta de la habitacion. Lo que habia de decirnos nos pareceria forzosamente estupido, ridiculo, absurdo. Incluso podia ver ya un leve deje burlon en los labios de Felix.
– ?Solgrub! ?Adelante, adelante! -dijo-. Haznos saber que noticias nos traes.
No, no era el ingeniero. En la puerta aparecio la figura menuda del doctor Gorski.
– ?Ah! ?Es usted, doctor! ?Busca tambien a Solgrub?
– No. Le buscaba a usted, Felix -dijo el doctor arrastrando lentamente las palabras-. He estado en su casa y alli me han dicho que le encontraria aqui.
– ?Vaya! ?Quien se lo ha dicho?
– Dina. No he querido que ella lo supiera, he preferido callar ante ella. Solgrub…
– ?Que le ha ocurrido a Solgrub?
El doctor Gorski dio un paso hacia adelante. Se detuvo y se quedo mirandome.
– Solgrub… Eran las siete de la tarde, todavia estaba trabajando en mi consulta cuando de pronto suena el telefono. Pregunto quien es, y desde el otro extremo del hilo me llega una voz que no consigo reconocer: «?Doctor! ?Por el amor de Dios, doctor!» «?Pero quien es?», grite. «?Doctor, aprisa, por lo que mas quiera, digale a Felix…!» Deduje que era el: «?Solgrub! ?Es usted, Solgrub, ?Que ocurre?» «?Atras!» aullo una voz que ya nada tenia de humana, «?atras!» Y ya no oi nada mas, solamente un ruido como si se hubiera volcado un sillon. Volvi a llamar, pero fue en vano, el telefono habia quedado descolgado. Baje a toda prisa, cogi un taxi y acudi a su casa tan rapido como pude. Llame a su puerta, pero nadie respondia. Baje de nuevo, como un loco, para ir en busca de un cerrajero. Finalmente di con uno y conseguimos forzar la puerta. Solgrub yacia tendido en el suelo con el auricular en la mano…
– ?Suicidio? -pregunto Felix sin apartar de el su mirada.
– No. Ataque al corazon. Ese era el experimento que queria hacer, y no hay duda de que sucumbio victima de el.
– ?Y que era lo que queria decirme en el ultimo momento?