– ?Pero por todos los santos! ?Que esta usted diciendo? -grito el marchante-. Es verdad que la ultima vez que estuvo en mi casa lo vi leer en ese libro. Habia venido para consultar unos gra bados antiguos sobre vestidos de epoca, pero cuando me fui estaba ante el atril. Le dije que podia seguir trabajando tranquilamente, que yo me iba a comer fuera. Eramos viejos amigos. Nos conociamos desde hace veinticinco anos. Le dije que si necesitaba algo llamara a mi criado. «Muy bien, muy bien», me contesto, y despues ya no lo he vuelto a ver con vida, pues al volver yo ya se habia marchado. Un senor que estuvo aqui hace tres dias tambien me pidio que le de jara ver el libro. Tomo unas notas y dijo que ya volveria.
– Y no vino, naturalmente. No pudo. La tarde de aquel mismo dia murio. ?De donde ha sacado usted este libro?
– Mi hijo lo trajo en cierta ocasion de Amsterdam. Por el amor del cielo, ?que significa todo esto? ?Que es lo que hay en este libro?
– Ahora mismo lo sabremos -dijo el doctor Gorski, y abrio la pesada cubierta chapada de cobre. Felix estaba detras suyo, mirando por encima de su hombro.
– ?Mapas! -exclamo el doctor Gorski sin poder ocultar su sorpresa-.
– Son mapas grabados en cobre y coloreados a mano -observo Felix-.
– Veamos que mas hay, Felix, ?siga adelante!
– Es verdad, doctor. Es italiano.
– Italiano antiguo, querido amigo.
– Si, cojalo usted, ?lleveselo! ?Saquelo de aqui! Si es cierto todo lo que han dicho no quiero verlo mas.
– Si, ??pero como nos lo llevamos, por todos los demonios?! -exclamo el doctor-. ?Como sacarlo de aqui, si apenas podemos levantarlo?
– Mandare a dos empleados de mi laboratorio para que pasen a recogerlo, gente fuerte, ellos podran -decidio Felix-. Nos veremos a las tres en mi casa.
20
RELACION DE POMPEO DEI BENE,
ORGANISTA Y CIUDADANO DE FLORENCIA,
SOBRE LOS HECHOS QUE TUVIERON LUGAR
ANTE SUS OJOS
DURANTE LA NOCHE DE SIMON Y DE JUDAS
DEL ANO 1532 DESPUES DE
LA ENCARNACION DE NUESTRO SENOR JESUCRISTO.
ESCRITO DE SU PROPIA MANO.
?En nombre del Dios verdadero, justo y eterno y para su mayor gloria!
Puesto que manana se van a cumplir mis cincuenta anos y los tiempos que corren han tomado un sesgo tal que en esta ciudad uno puede perder la vida antes de que sienta llegada su hora, quiero en el dia de hoy, y despues de haber pasado tantos anos conteniendome el escribir, dar al mundo la verdad y poner por escrito lo que le acontecio en la mencionada noche a Giovansimone Chigi, llamado Cattivanza, afamado pintor y arquitecto, hoy conocido con el sobrenombre de Maestro del Juicio Final. Quiera Dios perdonarle de sus pecados, como deseo que me perdone a mi y a todas las criaturas de este mundo.
Siendo yo un rapaz de dieciseis anos, habia escogido la pintura como oficio y sonaba ya con poder vivir de ella. Mi padre, que era un tejedor de seda de la ciudad de Pisa, decidio llevarme al taller de Tommaso Gambarelli, donde trabaje y colabore con el en la realizacion de muchas y muy maravillosas obras. Pero el 24 de mayo, en la vigilia de la pascua de Pentecostes, el llamado Tommaso Gambarelli murio de la peste en el Ospedale della Scala, el mismo dia en que los enemigos tomaban el monte Sansovino. Asi que me encomende a Dios y me puse a buscar a otro maestro que me aleccionara en el arte de la pintura, y de este modo fui a recalar junto a Giovansimone Chigi, que tenia su taller en el antiguo mercado, junto a los puestos de los ropavejeros.
El tal Giovansimone Chigi era un hombre menudo y muy grunon, y llevaba puesta, tanto en invierno como en verano, un gorra de pano azul con orejeras, y quienes lo veian por primera vez no se equivocaban de mucho si lo creian mas el capitan de una nave de piratas turcos que un ciudadano de Florencia. Y tanta era su avaricia, que no me daba ni medio pan a la semana, razon por la que, no llevando aun siete semanas a su servicio, ya me habia gastado cinco florines de oro de mi propia bolsa.
Cierta noche en la que volvia tarde a casa despues de la clase de aritmetica, me encontre con que mi maestro estaba conversando en el taller con maese Donato Salimbeni de Siena, un medico que estaba al servicio del legado cardenalicio Pandolfo de Nerli. Maese Salimbeni era hombre de relevante inteligencia y aspecto honorable, que habia viajado mucho y adquirido una gran experiencia en el arte de la alquimia. Yo ya le conocia por mi anterior maestro, y sus remedios me habian proporcionado un gran alivio cuando, cabalgando camino de Pisa, habia caido victima de la fiebre por culpa de la humedad que impregna el aire de aquellas tierras.
Cuando entre, Salimbeni estaba sumido en la contemplacion de un cuadro que representaba una virgen rodeada de querubines, en tanto que el maestro iba de un lado para otro junto al fuego, pues la noche era fria. Al verme, Salimbeni me hizo una senal para que me acercara.
– ?Y este? -pregunto.
– Es mi ayudante, el unico que tengo -res pondio el maestro torciendo la boca-. Pinta las flores y los animales de un modo digno de elogio, y esa tarea es para la que mas sirve. Cuando tengo que pintar lechuzas, gatos, pajaros canto res o escorpiones, el chico me es de gran ayuda.
Suspiro y se agacho para poner un par de troncos mas al fuego. Luego prosiguio:
– Cuando yo era joven, realice obras muy hermosas, y con mi arte acrecente la fama de esta ciudad. Yo soy el autor del esplendido San Pedro de bronce que aun hoy podeis admirar ante el altar de la iglesia de Santa Maria del Fiore. Por el clavaron mas de veinte sonetos en mi puerta para elogiar mi obra y celebrar mi nombre. Y aun me fueron concedidos otros y mayores honores. Pero ahora ya soy un hombre viejo y nada me sale como debiera.
Y senalo un
– Esto que veis aqui no es nada. Yo mismo me doy cuenta y no es necesario que me lo digais vos ni nadie, pues nada hay que sea mas bochornoso que la critica. En mi juventud tenia la fuerza de la vision, y era capaz de percibir al Dios Padre, a los patriarcas, a nuestro Redentor, a los santos, a la Virgen y a los angeles con mis propios ojos. Los veia, si, ?y de que modo mas maravilloso!, mirara donde mirara, hacia el cielo, hacia las nubes, o aqui mismo, en mi taller; y con tanta claridad, con tanta vida, que el entendimiento jamas podria dar razon de ello. Y del mismo modo que los veia los pintaba, y en verdad no eran muchos los que pudieran igualarme en mi arte. Pero ahora mis ojos estan turbios y el fuego de la vision se ha apagado en mi.
Salimbeni estaba apoyado contra la pared en medio de la oscuridad, de modo que no podia verle y solo oia su voz.
– ?Giovansimone! -dijo-. Toda la sabiduria humana no es mas que una creacion imperfecta, y aun menos, es solo humo y sombras ante el rostro del Senor. Sin embargo, me ha sido concedida la suerte de poder desvelar algunos de los secretos de este mundo pasajero mientras elevaba mis pensamientos hacia Dios. Y eso que tu llamas la fuerza de la vision puedo retornartelo, e incluso puedo hacerla brotar en aquellos que nunca antes la han poseido. No hay nada mas sencillo que esto.
El maestro escuchaba. Al cabo de unos instantes se levanto, parecia reflexionar. Luego sacudio la cabeza y solto una carcajada.