de mi.
– Ahi esta -oi su voz, y se detuvo ante mi, mirandome fijamente a los ojos. Su gran bocaza se habia desfigurado en una horrible mueca y el sudor perlaba su frente. Tenia las manos escondidas detras de la espalda, y yo ya sabia lo que me ocultaba. Empece a gritar, queria huir de alli, pero venian de todas partes, no habia escapatoria posible.
Entonces senti el revolver en mi mano. No sabia de donde habia salido pero ahi estaba, en mi poder, y podia notar el frio mortal del canon.
En el instante preciso en que apuntaba el arma contra mi cabeza el cielo se convirtio en un mar inmenso que ardia y echaba llamas de un color que yo jamas habia visto. Y sin embargo podia adivinar su nombre: era el rojo de las trompetas. Mis ojos estaban cegados por aquel huracan, por aquel color que iluminaba el fin de todas las cosas.
– ?De prisa! ?Cojale la mano! -grito una voz junto a mi, y senti que mi brazo se volvia pesado como si fuera de plomo, pero me solte, obsesionado con poner fin a mi vida.
– ?Asi no haremos nada, dejeme a mi! -volvio a gritar la voz, y luego oi un estampido y un canto, y la espantosa luz del cielo se apago y se volvio todo oscuro. Durante un segundo pude ver, como en suenos, cosas largo tiempo olvidadas: una mesa, un sofa, unas paredes tapizadas con papel azul, blancas cortinas movidas por el viento, y despues nada mas.
22
Me desperte como saliendo de un sueno profundo. Durante un rato permaneci con los ojos cerrados, sin tener ninguna nocion del tiempo ni del espacio. No podia recordar donde me encontraba ni lo que habia ocurrido. En vano intentaba articular mis ideas, pensar algo en lo que poder asirme. Luego entreabri los ojos. Tuve que esforzarme para conseguirlo, pues el sueno y una cierta sensacion de indolencia y malestar me atenazaban.
Ahora ya sabia donde me encontraba. Estaba echado sobre una cama turca en la sala de musica de la villa de los Bischoff. El doctor Gorski estaba sentado junto a mi y me tomaba el pulso. Detras suyo estaba Felix. La luz mortecina de la lampara de pie caia sobre las paginas del grueso volumen abierto sobre la mesa.
– ?Como se siente? -pregunto el doctor-. ?Le duele la cabeza? ?Tiene malestar? ?Le zumban los oidos? ?Le molesta la luz?
Dije que no con la cabeza.
– Tiene usted una constitucion envidiable, baron, permitame que se lo diga. Quien sabe en que estado se encontraria cualquier otro en su lugar. El corazon no parece haber sufrido dano alguno. Casi creo que podra irse a casa por su propio pie.
– Se ha comportado usted como un chiquillo -dijo Felix-. ?Como pudo ocurrirsele hacer una cosa asi? ?Acaso no sabia lo que le esperaba? Fue una verdadera suerte que Dina estuviera en el jardin en aquel momento y le oyera gritar.
– Si senor, y llegamos lo que se dice en el momento oportuno, pues ya estaba apuntandose en la sien con el revolver. Por otra parte, no es que tuviera usted muchos miramientos conmigo, verdaderamente. Me lanzo contra la pared como si fuera una pelota de goma. Y si Felix no llega a tener la gran idea…
– No fue ninguna ocurrencia mia, ya lo sabe usted…
– Claro, claro, es verdad: ?el «remedio» del doctor Salimbeni! Un buen punetazo en la frente, y sus ansias suicidas cesaron al instante. Debio de ver cosas realmente espantosas, baron. ?Es usted consciente de lo cerca que ha estado de llegar a la otra orilla?
En aquel momento recorde todo lo que habia visto. Me incorpore de golpe, ansioso por contarselo todo: el leproso que me cogia de la mano, el manicomio, la espantosa luz en el cielo…
– Ahora callese, baron. ?No diga nada! -el doctor hizo un gesto de rechazo-. Mas tarde, cuando se haya tranquilizado, ya habra ocasion de que nos lo cuente todo. De modo que lepra, ?eh? Y un manicomio, dice. Me habia esperado algo parecido, esta es la verdad, y su experiencia no hace mas que confirmar lo que de todos modos ya habia supuesto. Cuando volvio usted en si le estaba exponiendo a Felix mis teorias sobre el asunto. Si no he de fatigarle, le ruego que preste usted atencion. Espero que mis palabras le hagan comprender algunas cosas.
Acerco la lampara de pie al sillon donde estaba sentado y permanecio unos momentos en silencio, sin moverse.
– No, la verdad es que no creo que la pocima en cuestion fuera una receta de aquel medico de Siena. Ha de ser mas bien algo antiquisimo, y su origen sospecho que habria que buscarlo en Oriente. ?El miedo en union con el extasis! ?Han oido hablar de los
– Y ahora se ha perdido para siempre- dijo Felix.
– Desde el punto de vista cientifico es algo que se podria calificar de lamentable, pero yo me alegro de que haya sido asi. Solgrub sabia muy bien lo que se hacia cuando destruyo la ultima pagina del manuscrito. Y el veneno que ha inhalado usted, baron, tenia la propiedad de actuar sobre aquella parte del cerebro que gobierna la fantasia. Por asi decirlo, multiplico hasta lo inconmensurable su capacidad de imaginarse cosas. Las ideas que en otras circunstancias hubieran pasado fugaces por su cerebro, adquirieron de pronto forma tangible, mostrandose ante sus ojos como si existieran de verdad. ?Comprenden ahora por que el experimento del doctor Salimbeni atrae sobre todo a actores, escultores y pintores? Todos ellos esperaban obtener del «fuego de la vision» nuevos impulsos para su actividad creadora. Tan solo veian el senuelo, y no se daban cuenta del peligro a que se enfrentaban.
Y presa de un repentino impulso colerico se levanto y fue a estrellar su puno contra las paginas abiertas del libro.
– ?Una trampa infernal! ?Se dan ustedes cuenta? En el cerebro la fantasia esta localizada en el mismo lugar que el miedo. ?Esto es! Miedo y fantasia estan intimamente ligados el uno a la otra. Desde siempre, los mas grandes sonadores han vivido poseidos por los peores miedos y los mas espantosos terrores. ?Piensen en el Hoffmann mas fantasmagorico, en Miguel Angel, en el Bruegel pintor de infiernos, piensen en Poe…!
– No, no se trataba de miedo -dije yo, y con solo recordarlo volvi a sentir un escalofrio que me recorria todo el cuerpo-. Yo ya se lo que es el miedo, y puedo decir que lo he experimentado en mas de una ocasion. El miedo es algo a lo que podemos enfrentarnos y al que podemos sobreponernos. No, aquello no era miedo, ni angustia, ni tampoco terror. Era algo mil veces mas fuerte que todo esto junto. Era una sensacion para la que no hay palabras.
– ?Y dice usted que conoce lo que es el mie do? – exclamo el doctor-. Dira mas bien que lo sabe desde hoy mismo. A lo que usted hasta ahora habia ido dando ese nombre no era mas que el palido reflejo de un sentimiento que hace siglos se apago en nuestro interior. El verdadero miedo, el autentico miedo, es el miedo del hombre primitivo cuando se alejaba del resplandor de la hoguera para adentrarse en la oscuridad, su miedo cuando caian rayos enfurecidos de las nubes, o cuando desde los pantanos retumbaban los gritos de los saurios; este es el miedo de verdad, el miedo primigenio de la criatura errante y solitaria. Ninguno de los que vivimos en la epoca actual lo conocemos, y ninguno de nosotros esta preparado para soportarlo, pero el nervio capaz de evocarlo en nuestro espiritu no esta muerto, sino que vive, aunque se encuentre sumido en un sueno de milenios, sin moverse, sin dar senales de vida. ?Y todo este horror, se dan ustedes cuenta, todo este horror lo llevamos dormido en nuestro cerebro!
– ?Y esa luz espantosa? ?Y ese color nunca visto?
– Podria ser que una sencilla explicacion de caracter fisiologico nos diera la razon de este extrano fenomeno. Pero antes permitame que diga algo sobre la constitucion del ojo humano: la parte sensible al color es la retina, o mejor dicho, un sistema de fibras nerviosas que confluyen todas en la retina y que son excitadas por los colores fundamentales, es decir, por rayos de una determinada longitud de onda. Siendo ello asi, ?acaso no es posible que el veneno que ha inhalado usted, baron, cause tambien un cambio transitorio en la retina, de tal modo que esta se vuelva sensible para otro tipo de rayos de mayor o menor longitud de onda? Quizas ese rojo tan misterioso, el llamado rojo de las trompetas, no sea al fin y al cabo otra cosa que aquel rojo situado al margen del espectro solar y que los cientificos denominan «infrarrojo».
– ?Pero que esta usted diciendo! -exclamo Felix. -?Acaso nos esta hablando de esos miste riosos rayos