Despues dio paso a una mueca que traslucia un odio y una rabia sin limites.

Y aquella mirada terrible de odio y de rabia se quedo clavada en mi. Aquella mirada iba por mi, y yo no podia comprender por que razon, no podia imaginarme que era lo que queria decirme Eugen Bischoff con ella. Pero tampoco podia entenderme muy bien a mi mismo; me resultaba incomprensible el que, a pesar de encontrarme en presencia de un moribundo, no sintiera ningun temor, ni angustia ni congoja, sino solamente una cierta incomodidad ante aquella mirada, y el miedo a pisar el charco de sangre que iba empapando la alfombra cada vez mas.

El doctor se incorporo. El semblante otrora tan expresivo de Eugen Bischoff se habia convertido en una mascara callada, palida y rigida.

Desde la puerta oi los gritos de Felix.

– ?Esta viniendo hacia aqui, doctor! ?Que podemos hacer?

El doctor Gorski cogio una gabardina que colgaba de la pared y la tendio sobre el cuerpo sin vida de Eugen Bischoff.

– ?Vaya usted a su encuentro, doctor! -le suplico Felix-. Hable usted con ella, porque a mi me resulta imposible.

Vi a Dina atravesar el jardin en direccion hacia nosotros. Junto a ella iba el ingeniero, tratando de convencerla de que no fuera. De pronto senti que se apoderaba de mi un agotamiento infinito. Me costaba un enorme esfuerzo mantenerme en pie, y gustoso me hubiera tumbado sobre el cesped. No es nada, me dije. Solo un desmayo pasajero causado por el esfuerzo repentino de hace un momento.

Y mientras Dina desaparecia por la puerta del pabellon me ocurrio una cosa de lo mas extrana. Fue con el jardinero sordo. Estaba junto a mi, inclinado sobre el cesped, y seguia ocupado en su trabajo, como si nada hubiera ocurrido.

Y es que para el no habia sucedido nada. Para el todo seguia igual que antes. No habia oido el grito ni el disparo. Sin embargo, ahora debio de sentir que lo observaba, porque se incorporo y se quedo mirandome.

– ?Me ha llamado el senor? -dijo.

Sacudi la cabeza.

– No, no lo he llamado.

Pero no me creyo. El ruido que llegaba mortecino y desfigurado a sus oidos le debia de haber provocado la ilusion imprecisa de que alguien habia pronunciado su nombre.

– Si, usted me ha llamado, senor -repitio con voz grunona, y a pesar de que volvio a su trabajo vi que no me perdia de vista, que me observaba por el rabillo del ojo con mirada torva.

Y entonces senti de pronto el horror que no habia experimentado ante el cuerpo de Eugen Bischoff. Sucedio de improviso. El espanto me sacudio y un escalofrio recorrio mi espalda.

No, yo no habia llamado a aquel hombre que estaba ahi enfrente, cortando con su hoz las briznas de hierba y sin apartar sus ojos de mi. Si, era solo el viejo jardinero sordo, pero por un instante me parecio ver la imagen de la muerte tal como solia representarse antiguamente.

6

Fue solo durante un breve instante, y pronto recobre el dominio de mis nervios y mis sentidos. Sacudi la cabeza y no pude dejar de sonreir ante el hecho de haber tomado, en medio de mi delirio, al anciano y bonachon sirviente de los Bischoff por el silencioso mensajero, el oscuro barquero del rio eterno. Me aleje lentamente por el jardin hasta llegar a un bosquecillo y alli, en un lugar escondido entre el invernadero y la verja del jardin, encontre una mesa y un banco donde sentarme.

Debia de haber llovido, o quizas era solo el relente de la noche. Las hojas y las ramas del bosquecillo de saucos me golpeaban humedas en el rostro, al tiempo que una gota de agua me resbalaba por la mano. No lejos de donde yo estaba debia de haber pinos o abetos; no podia verlos en la oscuridad, pero su fragancia llegaba hasta mi.

Me hizo bien sentarme en aquel lugar. Respire a fondo el aire fresco y humedo del jardin. Deje que el viento acariciara mi rostro y bebi el halito de la noche. Tenia una leve sensacion de miedo. Temia que me echaran en falta, que me buscaran y acabaran encontrandome aqui. Pero no, ahora queria estar solo, no me sentia con fuerzas para hablar con nadie. Dina y su hermano… Me angustiaba la idea de encontrarmelos. ?Que habria podido decirles? Solo palabras vanas para un triste consuelo, cuya insignificancia yo mismo sentia repugnante.

Era perfectamente consciente de que mi desaparicion seria interpretada como lo que al fin y al cabo era: como una huida ante la gravedad del momento. Pero me daba lo mismo. Y recorde que de nino habia reaccionado asi a menudo, como en el santo de mi madre, cuando tenia que felicitarla y recitar los poemas aprendidos con esfuerzo para la ocasion. Entonces me asaltaba un miedo parecido a este y corria a esconderme para no aparecer hasta que ya hacia rato que habia pasado el peligro.

Desde la ventana abierta de la cocina de una casa cercana me llego el sonido de una armonica. Algunos compases de un vals estupido y banal que ya habia oido mil veces. Valse bleue o Souvenir de Moscou, creo que se llamaba. Sin embargo, por incomprensible que parezca, aquella musica tuvo la virtud de tranquilizarme, y todo lo que antes me habia oprimido y angustiado con su peso abrumador desaparecio de pronto, como por arte de magia. Valse bleue, la mejor musica funebre que imaginarse pueda. Aquel ser que yacia en aquellos momentos en el pabellon ya no era mi semejante, sino un ente extrano que pertenecia a otro mundo. Pero entonces, ?donde estaba el horror ante lo sublime, lo tragico, lo inconcebible e irrevocable de la muerte? ?Valse bleue! Una musica de vals de lo mas banal. Este es el ritmo de la vida y de la muerte, asi llegamos y asi partimos de este mundo. Lo que nos hace estremecer y nos arroja por los suelos se convierte en una sonrisa ironica en el rostro del espiritu universal, para quien el sufrimiento, la afliccion y la muerte de las criaturas de este mundo no es mas que lo que se repite eternamente y a cada instante desde el comienzo de los tiempos.

De pronto callo la musica. Durante unos minutos reino el mas profundo silencio. Solo se oia caer las gotas de lluvia de las ramas de los saucos sobre el techo de vidrio del invernadero. Despues la armonica comenzo de nuevo, esta vez con una marcha militar. Y no lejos de alli sono el reloj de un campanario.

Conte las campanadas: ?las diez! ?Que tarde se ha hecho! Y yo aqui sentado, escuchando la musica de una armonica mientras puede ser que Dina y su hermano me necesiten. Seguro que me estan buscando. Dina no puede pensar en todo.

Y rapidamente repase todos los asuntos que habria que solucionar. En esos casos se llama a la policia, al forense, a la funeraria… ?Y yo aqui sentado tan tranquilo, mientras escucho la musica que sale de una ventana! Tambien habra que pensar en la prensa. Dina no puede tener la cabeza en todo, es imposible. ?Para que estamos aqui, si no? Lo mejor sera coger un coche y salir volando a recorrer las redacciones de los periodicos, aunque sin decir ni una palabra sobre el suicidio. Un caso de muerte repentina, ha fallecido el admirado actor, en la cumbre de su arte, perdida irreparable para nuestro teatro… Miles de admiradores… La familia profundamente afectada…

?Y la direccion del teatro! De pronto me acorde. ?Dios mio, y que nadie hubiera caido en ello! La programacion de las proximas semanas debera ser alterada, esto es por el momento lo mas urgente. Me pregunto si en las oficinas del teatro habra gente a estas horas, ?y en domingo! Ya son las diez, hay que llamar ahora mismo… O mejor aun: debo ponerme en contacto con el director. Mira que no haber pensado antes en ello, dada mi condicion de amigo de la casa. ?Pero ahora basta ya de perder el tiempo!

Quise ponerme en pie de un salto, de pronto sentia la apremiante necesidad de actuar, de hacer lo que hiciera falta y asumir todas las gestiones necesarias. Hay que telefonear, no cesaba de decirme. Dentro de cinco minutos puede que ya sea demasiado tarde, que no haya nadie en las oficinas. Y el martes tiene lugar el estreno de Ricardo III… Sin embargo, a pesar de todo ello, permaneci en mi sitio, sin fuerzas, mortalmente cansado, incapaz de poner en practica ninguna de mis decisiones.

Estoy enfermo, me dije. Y repeti el intento de ponerme de pie. Naturalmente, debo de tener fiebre. Sin abrigo y sin sombrero, me dije, y sentado en medio del aire helado de la noche, y con esta humedad. ?Esto puede significar tu muerte! Y cogi el periodico que llevaba en mi bolsillo -Dios sabe por que razon lo llevaba encima- y puse con cuidado sus hojas sobre el banco, para que me aislaran de la humedad. De pronto oi la voz de mi viejo doctor, como si estuviera a mi lado: «?Que es lo que oigo, baron! ?Esta usted enfermo? ?Que! Hemos llevado una vida algo disipada en los ultimos tiempos, ?no es verdad? Se siente un poco cansado, ?no es verdad? Pues nada: dos dias de reposo absoluto en la cama, y mejor si son tres. Disponemos de tiempo, no descuidamos los negocios por ello, ?no

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