es verdad? Bien abrigado y te caliente. Esto no le hara ningun dano. Y reposo, baron, reposo y mas reposo. Nada de cartas ni visitas ni periodicos. El reposo es lo que mejor le sentara, ya lo vera usted. De modo que sea buen chico y siga el consejo de su viejo doctor. El sabe de estas cosas. Y ahora mismo a casa. Aqui no hay nada mas que hacer. De modo que nos hemos puesto enfermos de verdad, con fiebre y todo, ?eh? Vamos a ver, dejeme ver este pulso».
Obediente, levante el brazo y me desperte con un sobresalto de mi sueno. Estaba solo, y seguia sentado sobre el banco humedo y frio. Verdaderamente estaba enfermo: el aire helado me hizo estremecer, mis dientes castaneaban con fuerza. Pense en irme a casa sin despedirme, aqui nadie me necesitaba. Dina y Felix ya sabian lo que habia que hacer. Y el doctor Gorski tambien estaba aqui. Si me quedaba, no haria mas que interponerme en su trabajo.
?Buenas noches a ti, jardin! ?Y tambien a ti, armonica, companera en esta noche solitaria! Buenas noches para siempre, querido Eugen, buen amigo. Me voy, te dejo solo, ya no me necesitas.
Me levante. Estaba exhausto, calado hasta los huesos de humedad, helado. Habia decidido irme y busque a tientas mi sombrero. Pero no podia encontrarlo y no alcanzaba a recordar donde lo habia dejado. Y mientras lo buscaba sobre la mesa del jardin, mi mano choco con el libro abierto, que debia de estar alli desde hacia dias, incluso semanas.
Puede que fuera porque mis dedos tocaron las hojas humedas de lluvia, o puede que fuera por la brisa helada que me dio en el rostro en el instante mismo en que me disponia a marchar, lo cierto es que de pronto senti en el aire un olor que me trajo a la memoria un dia pasado hacia ya mucho tiempo. La sensacion duro apenas un instante, pero durante ese tiempo la pude percibir con toda la viveza y reconoci enseguida su origen. Era una manana de otono en las colinas que hay frente a la ciudad, y de los campos llegaba el olor de las hojas ya marchitas de las patatas. Subiamos por el camino del bosque, ante nosotros se levantaba la verde muralla de las colinas y sobre las copas de los arboles corria una lejana y palida neblina que, como una premonicion del frio gelido del invierno que ya se acercaba, habia extendido su manto sobre el paisaje. El cielo otonal era azul y limpido, y a cada lado del camino crecian los rojos arbustos de escaramujo. Mientras caminabamos, Dina apoyaba su cabeza, sobre mi hombro, y el viento jugueteaba con los rizos castanos de su frente. Nos detuvimos, y ella comenzo a recitar poemas en voz baja; eran versos que hablaban del color rojo de las hojas en otono, de las neblinas plateadas que cubren como un manto las colinas.
La imagen se esfumo tan rauda como habia aparecido. Pero otro recuerdo acudio a mi mente. Estamos en un refugio de montana; es Nochevieja, desde el interior se ven las cornisas de nieve que cuelgan del tejado, la ventana aparece cubierta por una espesa capa de hielo; me siento feliz contemplando la pequena estufa que el posadero ha instalado en nuestra habitacion, escuchandola chisporrotear; el hierro parece que se haya vuelto blanco de tan caliente. Fuera, nuestro perro rasca en la puerta y lloriquea para que lo dejemos entrar. «Es Zamor», le digo a Dina en voz baja. «Anda, abrele. No creo que vaya a traicionarme», me responde. Me aparto de sus brazos y de sus labios para ir a abrirle, y durante un instante entra por la puerta una corriente de aire helado, mezclada con ruido de vasos y una lejana musica de baile.
Despues desaparecio tambien esa imagen. Solo permanecio la sensacion de frio y la musica de baile, que seguia llegando desde la casa vecina. Dentro de mi senti una desesperacion furiosa y un dolor que se clavaba hasta lo mas hondo de mi ser. ?Como puede ser, Dios mio, que nos hayamos convertido en dos extranos el uno para el otro? ?Puede ser que lo que una vez unio tan estrechamente a dos personas desaparezca sin mas? ?Como es posible que hayamos llegado al punto de estar los dos frente a frente y sin nada ya que decirnos? ?Como es posible que se escurriera de entre mis brazos y que sea otro quien la estrecha contra su pecho, mientras me toca a mi el papel de lloriquear y aranar la puerta para que me dejen entrar?
Fue en aquel mismo instante en que tome plena conciencia de que aquel «otro» estaba muerto, y al segundo comprendi lo que aquella palabra significaba, lo que era «estar muerto».
Me sentia perplejo, sorprendido ante aquella jugada del azar, ante lo que significaba encontrarme aqui precisamente hoy y en una ocasion como esta, justamente cuando la suerte comenzaba a sonreirme. Pero no, no habia sido ninguna jugada del azar; habia sido dispuesto de aquel modo porque la vida se rige por leyes inmutables a las que obedecemos sin ser conscientes de ello.
?Y yo que queria irme, huir! Ahora que me daba cuenta de ello no podia entender como se me podia haber ocurrido una cosa asi. Dina estaba arriba, sentada en la habitacion a oscuras, esperando.
– ?Eres tu, Gottfried? Has tardado tanto…
– Solo me he levantado para abrir la puerta, como me habias pedido. Ahora ya estoy aqui de nuevo.
Aun habia luz en el pabellon. Yo estaba escondido detras del tronco de un castano y esperaba.
Se abrio la puerta, oi voces. Felix salio, llevaba una linterna en la mano y avanzo lentamente en direccion a la casa.
Detras suyo iban dos figuras que parecian sombras: eran Dina y el doctor Gorski.
Dina no me vio.
– ?Dina! -dije en voz baja cuando paso tan cerca de mi que casi me rozo con el brazo.
Se quedo inmovil, buscando la mano del doctor Gorski.
– Dina -repeti. Entonces dejo la mano del doctor y dio un paso hacia mi.
Vi a la luz de la linterna como subia los escalones de la entrada de la casa y desaparecia por la puerta principal. Durante un instante el resplandor me permitio entrever los rasgos de Dina; durante un instante los arboles proyectaron sobre nosotros sus sombras, y los arbustos, y la hiedra… Despues todo volvio a quedar a oscuras.
– ?Todavia esta usted aqui? -oi que me de cia la voz de Dina muy cerca de mi-. ?Que es lo que quiere ahora?
Algo acaricio mi frente, como una mano tibia y suave. La cogi, pero solo era la hoja marchita de un castano que se habia desprendido de sus ramas y caia lentamente al suelo.
– Buscaba a Zamor -dije en voz baja. Ella ya sabria lo que yo queria decir con ello.
Hubo un largo silencio.
– Si aun le queda algo de humanidad -dijo con voz debil y desesperada-, entonces vayase, vayase de aqui ahora mismo.
7
Permaneci alli mientras la veia alejarse. Durante unos minutos solo oi dentro de mi el sonido de aquella voz tan querida, y cuando ya hacia rato que se habia ido fui consciente del sentido exacto de sus palabras.
En un primer momento me senti desconcertado y dolido. Despues me enfureci, me rebele con amargura contra sus palabras y lo que significaban; era una injusticia que se me hacia. ??Irme?! ?Ah, no! Ahora no podia irme de ninguna manera. La fiebre y el agotamiento habian desaparecido por completo. Me van a tener que oir, balbucee, van a tener que darme una explicacion, tanto Felix como el doctor Gorski, pienso insistir en que me la den. Yo no le he hecho nada a Dina. ?Que quieren que le haya hecho?
Si, no hay duda de ello: ha ocurrido una desgracia, una desgracia terrible, algo que posiblemente se habria podido evitar. Pero Dios sabe que yo no tengo la culpa de ello, de ningun modo. No deberian haberlo dejado a solas, no deberia haberse quedado solo ni un minuto. Y ademas, ?de donde ha sacado esa pistola? Y ahora quieren echarme a mi las culpas de todo. Comprendo muy bien que en tales situaciones la gente se vuelva a veces injusta y no medite sus palabras. Pero precisamente por ello he de quedarme, creo que se me debe una explicacion y he de…
De pronto se me ocurrio algo completamente evidente que hizo que mi excitacion y mi enfado de unos momentos antes se me antojaran perfectamente ridiculos. Naturalmente, se trataba de un malentendido. Sin duda. Solo podia tratarse de un malentendido. Habia interpretado mal las palabras de Dina y ella se habia referido a otra cosa. Seguro que solo habia querido decir que me fuera a casa porque alli ya no habia nada mas que hacer; era solo esto, ahora estaba bien claro. Claro como el dia. Nadie tenia la intencion de echarme a mi la culpa. Mis nervios sobreexcitados me habian jugado una mala pasada. El doctor Gorski habia estado alli, el lo habia oido todo. Estaba decidido a esperarle, el me confirmaria que todo aquello no habia sido mas que un malentendido.
No tardara mucho, me dije. No creo que tenga que esperar mucho rato. Felix y el doctor Gorski tendran que