Abrio la ventana y miro hacia fuera. Durante unos segundos permanecio asi sin moverse, mientras el viento sacudia e hinchaba el cortinaje. Afuera, los castanos murmuraban. Los papeles que habia sobre el escritorio comenzaron a revolotear y una hoja seca que habia entrado en la habitacion se deslizo en silencio por el suelo. El ingeniero cerro la ventana y se giro de nuevo hacia mi.
– No era ningun cobarde, no senor, no lo era. La verdad es que no se lo puso nada facil a su asesino.
– ?A su asesino?
– Claro. A su asesino. Eugen Bischoff fue arrastrado a la muerte. Ahi estaba el, y alli estaba el otro.
Senalo el lugar de la pared en el que yo le habia sorprendido contemplando totalmente absorto.
– Estuvieron el uno frente al otro -dijo lentamente, observandome-. Como en un duelo.
Senti que se me helaba la sangre al oirle hablar con aquella seguridad; parecia que hubiera estado alli mientras ocurria todo.
– ?Y quien -pregunte casi ahogandome, sintiendo de nuevo el nudo en la garganta-, quien cree usted que fue el asesino?
El ingeniero me miro en silencio, no dijo nada, encogio lentamente los hombros y los dejo caer de nuevo.
– ?Pero todavia esta usted aqui? -dijo de pronto una voz desde la puerta-. ?Se puede saber que es lo que espera a marcharse?
Me di la vuelta aterrorizado. En la puerta estaba el doctor Gorski y su mirada daba a entender claramente que se referia a mi.
– ?Vayase de una vez, por el amor de Dios!
?Desaparezca de aqui! ?Aprisa!
Pero ya era demasiado tarde para irse. Verdaderamente ahora ya era demasiado tarde.
Detras de el aparecio el hermano de Dina. Aparto a un lado al doctor y se puso ante mi.
Lo mire a los ojos. ?Como se parecia en aquel momento a su hermana! El mismo aire exotico en su rostro, el mismo rasgo de obstinacion en los labios.
– ?Todavia esta usted aqui? -dijo con una cortesia helada que contrastaba espantosamente con el arrebato del doctor-. No habia contado con ello, sinceramente. Pero esto nos facilita las cosas, asi podremos aclarar el asunto de inmediato.
8
Todavia pude contenerme. En el instante mismo en que entro el hermano de Dina en el pabellon me di cuenta de que debia considerarlo como mi enemigo mortal, que no habia lugar para ningun acuerdo amistoso y que el combate debia llegar hasta el final. Pero lo que todavia no alcanzaba a comprender era la razon de todo aquello. Solo sabia que debia permanecer en mi sitio y enfrentarme a mi adversario, sucediera lo que sucediera.
El doctor Gorski intento hasta el ultimo minuto evitar la tormenta que se avecinaba.
– ?Felix! -le exhorto con un gesto suplicante y lleno de reproche, al tiempo que senalaba con la mirada la manta a cuadros que cubria el cuerpo sin vida de Eugen Bischoff-. ?Recuerde donde estamos! ?Ha de ser forzosamente aqui y ahora?
– Es mejor asi, doctor. ?Que sentido tiene alargar mas las cosas? -respondio el sin apartar en ningun momento la vista de mi-. En el fon do es una verdadera suerte que el capitan se en cuentre todavia aqui.
Contra su costumbre, nombro por mi cargo en el ejercito. Yo sabia perfectamente lo que aquello significaba. El doctor Gorski permanecio todavia un instante indeciso entre nosotros, despues se encogio de hombros y se fue hacia la puerta para dejarnos solos.
Pero Felix lo retuvo.
– Doctor, le ruego que se quede -dijo -. Podria darse el caso de que la presencia de un tercero resultara conveniente.
De entrada, el doctor Gorski no parecio comprender muy bien aquella observacion. Luego me miro como para hacerme participe de la incomodidad que le causaba el tener que ser testigo de aquella conversacion. Finalmente se sento sobre el borde mismo del escritorio, en una actitud que daba a entender su disposicion para abandonar la habitacion en el instante mismo en que se le pidiera. Para el ingeniero, en cambio, a quien nadie habia pedido que se quedara, aquella fue la senal para tomar asiento en la unica silla que habia; luego encendio un cigarrillo de un modo harto peculiar -usando solo dos dedos de su mano izquierda- e hizo como si su permanencia alli no pudiera ser puesta en duda por ninguna de las partes.
Yo veia y observaba todas aquellas maniobras a mi alrededor con un interes, esta es la verdad, puramente objetivo. Me sentia completamente tranquilo y senor de mi mismo, y esperaba con toda la calma de este mundo ver que era lo que iba a suceder. Pero durante un minuto no sucedio nada. Felix estaba inclinado sobre el cadaver de Eugen Bischoff; no podia ver su rostro, pero me daba la impresion de estar luchando contra la profunda emocion que lo embargaba, como si ya no tuviera mas fuerzas para seguir llevando aquella mascara de tranquilidad forzada. Durante un momento crei que se dejaria llevar por sus sentimientos y se abalanzaria sobre el muerto, y que toda la escena concluiria con aquel estallido de emotividad. Pero no ocurrio nada de eso. Se incorporo de nuevo y giro hacia mi un rostro que denotaba el control mas absoluto de sus sentimientos. Todo lo que habia hecho habia sido volver a cubrir la cabeza del muerto con parte de la manta que habia resbalado al suelo.
– Desgraciadamente no tenemos mucho tiempo -comenzo a decir, y en su voz no se percibia ningun temblor ni rastro alguno de excitacion-. Dentro de media hora estara aqui la policia, creo que seria conveniente que para entonces hubieramos resuelto este asunto.
– Crea que comparto su mismo deseo -le respondi, dirigiendo mi mirada al ingeniero-. El numero de testigos es suficiente, ya que, se gun veo, ambos han tenido la amabilidad de po nerse a nuestra disposicion para la entrevista.
El doctor Gorski se removio sobre el escritorio visiblemente intranquilo, pero el ingeniero no tuvo reparo alguno en asentir a mis palabras con un movimiento de la cabeza.
– Solgrub y el doctor Gorski son amigos mios -indico Felix-. Tengo un especial interes en que sepan con la mayor exactitud posible que es lo que ha sucedido. De modo que, por lo que a mi respecta, no voy a omitir ningun detalle. Como por ejemplo el hecho, capitan, de que ha ce cuatro anos Dina fuera su amante.
Me quede de una pieza. La verdad es que no estaba preparado para una cosa asi. Pero mi confusion duro solo unos instantes, pues al momento ya tenia pensada mi respuesta.
– Al aceptar esta entrevista con usted la verdad es que estaba dispuesto a cualquier ataque, pero no a que le falte al respeto a una mujer que tengo en tan alta estima. No pienso permitirselo. Exijo que retire esta expresion…
– Vamos, capitan. ?Para que? Le puedo asegurar que se corresponde totalmente con la idea que Dina se ha hecho de su relacion con usted.
– ?Debo entender con ello que su hermana le ha dado su autorizacion?
– Puede estar usted seguro, capitan.
– Entonces le ruego que prosiga.
Sobre sus labios se dibujo una sonrisa de infantil autosuficiencia al ver que el primer asalto concluia con clara ventaja a su favor. Pero aquella sonrisa desaparecio al instante de su rostro, y el tono de voz en el que prosiguio volvio a ser absolutamente correcto, casi obsequioso.
– Esta relacion, sobre cuyo caracter parece ser que nos hemos conseguido poner de acuerdo de aqui en adelante, no duro mas de medio ano. Tuvo un final cuando a usted, capitan, le vino en gana emprender un viaje hacia el Japon, Y digo «tuvo un final», a pesar de que tal «final» parece ser que usted lo considero siempre como algo transitorio.
– Mi viaje no fue al Japon, sino a Tongking y a Camboya -le interrumpi-. Y ademas no fue por capricho mio, sino por encargo del Ministerio de Agricultura.
Y tras estas aclaraciones sobre algo que me traia completamente sin cuidado, ocultaba mi gran sorpresa por el hecho de que Felix hubiera podido mencionar con tanta ligereza y como sin prestar atencion a la relacion que su hermana habia mantenido conmigo. ?Adonde querra ir a parar?, me preguntaba. Si lo que quiere es que le de algun tipo de satisfaccion, entonces aqui me tiene. ?Por que no se enfrenta a mi mas abiertamente? ?Que es lo que se propone? Y de pronto me senti sobrecogido por un leve sentimiento de miedo, como si presintiera un peligro que