Vamos a ver, ?para que se les da a los granaderos cada dia su paga y sus dos libras de pan?

– ?Y luego, que? -pregunto Eglofstein.

– ?Luego? Les tomo a esos bergantes una caldera de cobre, un molinillo y el lupulo y la cebada necesarios para hacer cinco barriles de cerveza cuando volvamos a nuestros cuarteles por la noche.

– ?Nada mas?

– ?Si, tedeums y aleluyas cada dia! ?Y para ti, Eglofstein, una peluca con trenza! -anadio Brockendorf a sus planes estrategicos.

– Te has olvidado de una cosa, Brockendorf -observo Eglofstein-. Me refiero a la orden: ?Toque de retreta! ?Retirada! ?Salvese quien pueda! -Bajo la voz hasta convertirla en un susurro-: ?Es que no sabes que solo tenemos dos paquetes de cartuchos para cada hombre?

– Lo unico que se -dijo Brockendorf con gesto de fastidio- es que en estos barrizales no me ganare la Cruz de Honor. Y ya no me queda dinero. Cada vez que lo pienso, maldigo mi suerte.

– Diez disparos por hombre, ni uno mas, esas son las reservas que tenemos -dijo Eglofstein en voz baja, mirando a su alrededor por si alguno de sus hombres podia oirlo-. Sabe el diablo como se enteraria el marques de Bolibar de que estabamos esperando un cargamento de sesenta mil cartuchos.

– Todo mi dinero -dijo Brockendorf- lo deje en la fonda de Tortoni, en Madrid. Hacian unos rinones estofados de primera, y una especie de pastelillos de huevas de caballa que no tienen igual en el mundo.

– Pero ?como diablos pudo entrar en la casa y salir de ella?

– ?Quien? -pregunto Donop.

– El marques de Bolibar -exclamo Eglofstein-. Me confieso incapaz de hallar respuesta a esa pregunta.

Yo le habria podido dar esa respuesta, pero preferi guardarme para mi lo que sabia.

– Yo opino -dijo Donop con decision- que el marques sigue escondido en su casa. De otro modo, ?como habria podido hacer la senal con la paja en el momento adecuado? Quien no este de acuerdo, que me descifre este enigma.

– Salignac ha registrado todos los rincones en su busca -objeto Eglofstein-. No ha dejado tranquilo a ningun bicho viviente. Si el marques estuviera escondido en la casa, Salignac lo habria encontrado.

– Curiosamente, mis hombres -conto Brockendorf- culpan a Salignac de que el convoy cayera en manos de la guerrilla. No acabo de entenderlo. Dicen que desde que Salignac esta con nosotros se ha torcido la suerte del regimiento, y estan muy desmoralizados.

– Y los campesinos y toda la gente de La Bisbal -agrego Donop- le tienen a Salignac un miedo cerval. Es divertido ver como, cuando lo ven venir, doblan a toda prisa la esquina mas cercana y se santiguan. Se portan como si tuviera la viruela o echara mal de ojo.

Las palabras de Donop y Brockendorf provocaron un intenso desasosiego en Eglofstein.

– ?Es verdad eso? ?Se santiguan? ?Lo rehuyen?

– Si. Y las mujeres, en cuanto lo ven venir, esconden a las criaturas detras de los portales.

– ?Brockendorf! -exclamo Eglofstein tras un breve silencio-. ?Te acuerdas del motin de los lanceros polacos en Witebsk?

– Si. Pedian buen pan y que no los apalearan mas.

– ?No! No fue asi la cosa. Una noche, los lanceros polacos se reunieron, se amotinaron y se pusieron a gritar que su comandante estaba maldito de Dios y su presencia era la causa de la epidemia de peste que asolaba al regimiento. El Emperador hizo fusilar a treinta de ellos como escarmiento. Se echo a suertes, mediante tiras de papel blancas y negras, quienes serian las victimas. Bueno, pues aquel comandante era Salignac.

Nos quedamos mudos de asombro. Se acercaba el mediodia. Por sobre los campos soplaba una brisa tibia, y el aire olia a deshielo. Oiamos a nuestro alrededor el repiqueteo de palas y layas, y el leve ruido de la tierra removida.

– Hermanos -dijo Eglofstein enderezandose con brusquedad, como si hubiera tomado una decision-, hace dias que lo llevo dentro, pero hoy me roe mas que nunca. ?Puedo estar seguro de vosotros? ?Puedo hablar? ?Me guardareis el secreto?

Lo prometimos, y clavamos en el miradas curiosas y expectantes.

– Ya me conoceis -empezo Eglofstein-. Sabeis que desprecio cualquier clase de absurda supersticion. Me importan un comino Dios y los santos y los intercesores y el resto de seres fabulosos que pueblan esa invencion llamada paraiso. ?Callate, Donop! ?No me interrumpas! Yo tambien he leido La verdadera Cristiandad de Arndt. Y el Gozo terrenal en Dios de Brockes. Esos libros estan llenos de palabras bonitas, pero detras de ellas no hay ninguna realidad.

Donop sacudio la cabeza. Estabamos apinados, con las cabezas tan juntas que los penachos blancos que coronaban nuestros cascos se rozaban. Eglofstein continuo hablando:

– Me rio de esos viejos necios que hablan de conjunciones funestas del cielo, de constelaciones hostiles, de la influencia nociva de Venus, del Sol o del Triangulo. Por no hablar de lo que hacen en este pais esas mujerucas que, por medio cuarto, le leen a uno en la mano, con toda solemnidad, la linea de la vida, la linea del corazon y la linea de la felicidad: todo eso no es mas que necedad o engano, por mas que a los espanoles les pueda parecer cosa sagrada.

– ?Siga, siga usted! -le apuro Donop.

– Pero de una cosa estoy seguro. Podeis reiros sin quereis, pero yo creo en ello con tanta firmeza como el mas piadoso de los cristianos cree en la santidad de la misa. Hay personas que son la avanzadilla de las catastrofes. Alla donde van, traen la desgracia y la ruina. Esas personas existen, Donop, lo se, aunque tu te rias de mi y me llames iluso.

– No me rio. Bien se que a cada uno le llega la hora en que ha de ir con el rey Saul a Endor.

– Y por eso me asuste aquella Nochebuena cuando aparecio Salignac. No deje que se notara, pero hubiese preferido que se fuera con su orden al infierno o a cualquier otra parte.

– ?Y bien, que pasa con Salignac? -pregunto Brockendorf, reprimiendo un bostezo.

– ?Brockendorf! Tu tambien estuviste en la campana de Prusia. Tuviste que oir hablar de Salignac. Os voy a contar lo que se de el.

Se sento encima de un cesto de zapador, apoyo el menton entre las manos y conto:

– En diciembre del ano 1806, el cuerpo de ejercito Angereau cruzo el Vistula a la altura de la aldea de Ukrst. La maniobra, sin el hostigamiento del enemigo, se llevo a cabo con exito practicamente hasta el final. Justo en el momento en que el ultimo ponton se disponia a dejar la orilla, aparecio Salignac, que viajaba al encuentro del Emperador con despachos de Berthier, y se introdujo en la barca con su caballo. La embarcacion llego hasta el centro del rio. De repente, una bala perdida alcanzo al timonel. Cundieron la confusion y el panico, el caballo de Salignac se espanto, la barca volco y diecisiete granaderos del regimiento del coronel Albert se ahogaron a la vista de todo el cuerpo de ejercito. Solo Salignac, con su caballo, logro alcanzar a nado la otra orilla. Los lanceros polacos de Witebsk sabian muy bien por que se amotinaron.

– ?He oido bien? -exclamo Donop-. ?Como es esto, mi capitan? ?Quiere usted sacar conclusiones de semejante casualidad?

– ?Casualidad? Puede ser. Pero las casualidades se amontonan. Escuchad un poco mas. -Saco del bolsillo un cuaderno con apuntes y le echo una mirada-. Lo que les voy a relatar ahora se refiere a la destruccion del regimiento de linea numero 16, en enero de 1807. El regimiento avanzaba, siguiendo el curso del rio Warthe, hacia Bromberg, llevando por delante unidades de caballeria enemiga. En la noche del ocho al nueve de enero, las tropas acamparon en un lugar protegido por vegetacion boscosa y arbustos. Poco despues del amanecer, el regimiento fue atacado por husares prusianos. Esto habia venido aconteciendo casi a diario, y el coronel Fenerol habria podido repeler el ataque sin excesivo esfuerzo de no ser porque, por motivos no esclarecidos, tomo a las fuerzas enemigas, hasta el momento mismo de la refriega, por efectivos del cuerpo de ejercito Davout. El coronel Fenerol cayo nada mas empezar la lucha. Su magnifico regimiento fue practicamente triturado. Quiza todo esto les sea conocido. Sin embargo, seguro que ignoran que el dia anterior Salignac se habia incorporado al regimiento con dos escuadrones de cazadores de la caballeria de Murat. Y Salignac fue el unico de los oficiales que consiguio abrirse paso luchando hasta Bromberg. Si quieren llamar tambien casualidad a eso…

– ?Pero todo eso se puede explicar de la manera mas natural del mundo! -exclamo Donop, cuyo asombro iba en aumento.

– Pues escuchad un caso en el que me vi envuelto yo mismo. El once de febrero del mismo ano llegue a Pasewalk. Buscando donde guarecerme, pues la noche era helada y habia dos palmos de nieve, me encontre en la

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