Senales
Llegado a este punto de su relato, el teniente Rohn hizo una descripcion del pavoroso cuadro de aquella reunion nocturna, que habia quedado hondamente grabada en su alma. Pinto al Tonel, quien agachado en el suelo como un gnomo, atizaba el fuego con unas ramas -pues la noche era fria-, mientras miraba fijamente al marques; al oficial ingles, que estaba alli de pie con rostro impasible y sin embargo lleno de excitacion, y no se daba cuenta de que el capote escarlata se le habia resbalado de los hombros y habia caido al suelo; a los guerrilleros, que se apinaban en torno al fuego, en parte para oir mejor lo que se decia, en parte a causa del relente de la noche; y al alcornoque con la estampa de la Virgen, que, desarraigado por el viento y casi caido en el suelo, parecia inclinarse sobre el marques para escuchar sus palabras. En el animo del teniente, turbado por el temor y la fiebre, se alzo el sentimiento de que tambien Dios y la Virgen estaban aliados con los guerrilleros y tomaban parte en su conspiracion.
De pie en el centro del cuadro, el marques de Bolibar revelaba a los demas sus siniestros planes.
– Enviareis a vuestros hombres a sus casas, coronel Saracho -ordeno-. Los hareis regresar a sus campos, a sus vinas, a sus estanques y a sus establos de mulas. Escondereis tambien vuestras piezas de artilleria y vuestros carros de municiones, y esperareis la hora en que seremos mas fuertes que los alemanes.
– ?Y cuando llegara esa hora? -pregunto el Tonel lleno de dudas, meneando la cabeza y soplando el fuego.
– La hora llegara pronto -anuncio el marques-. Pues voy a conseguiros un aliado. Contareis con una ayuda en la que no habiais pensado.
– Si os referis al Empecinado -refunfuno el Tonel levantandose del suelo-, sabed que ese hombre es mi enemigo, y no acudira cuando lo necesite.
– No estoy hablando del Empecinado. Son los ciudadanos de La Bisbal quienes saldran en vuestra ayuda. Los ciudadanos de La Bisbal se alzaran una noche y caeran sobre los alemanes.
– Esos barrigudos y papudos de La Bisbal -grito el Tonel, irritado y decepcionado, dejandose caer de nuevo al suelo- en lo unico que piensan por la noche, cuando estan acostados con sus mujers, es en como podrian darnos a nosotros y a la patria un nuevo Judas Iscariote.
– ?Yo hare que salgan de sus camas y se rebelen! -exclamo el marques, amenazando con la mano a la ciudad, que dormia tranquila abajo en el valle-. Tened por seguro que habra un gran levantamiento. Mis planes estan listos en mi cabeza; y pongo mi cuerpo y mi alma por prenda de que daran resultado.
Por unos instantes los tres quedaron callados, mirando al fuego y siguiendo cada uno la linea de sus pensamientos. Los guerrilleros cuchicheaban entre si, y el viento de la noche zumbaba entre los arboles y arrancaba gotas de lluvia de sus ramas.
– ?Y cual es nuestra mision en esa empresa? -pregunto al fin el capitan.
– Esperar mis senales. Os dare tres. A la primera, reunireis a vuestros hombres, ocupareis los caminos, colocareis la artilleria en posicion y hareis saltar por los aires los dos puentes del Alhar. Pero no hasta que os de la senal, pues es de la mayor importancia que hasta entonces los alemanes se crean seguros.
– ?Seguid, seguid! -apremio el Tonel.
– A mi segunda senal empezareis sin demora a bombardear la ciudad con balas de canon, bombas y granadas. Al mismo tiempo tomareis posesion de las primeras lineas de defensa.
– ?Y luego?
– Entretanto habra estallado la sublevacion; cuando los alemanes esten ocupados en defenderse por todas partes de los ciudadanos amotinados, hare la tercera senal, y vos ordenareis el asalto.
– Esta bien -dijo el Tonel.
– ?Y las senales? -pregunto el capitan sacando su pizarra.
– ?Conoceis mi casa en La Bisbal? -pregunto el marques al Tonel.
– ?La casa que hay a la entrada de la ciudad o la de la Calle de los Carmelitas, aquella que tiene unas cabezas de sarracenos?
– La de la Calle de los Carmelitas. Del tejado de ese edificio vereis alzarse un humo espeso y negro. Humo de paja mojada, esa sera la primera senal.
– Humo de paja mojada -repitio el capitan.
– Cuando una noche, estando todos en silencio en La Bisbal, oigais el organo del convento de San Daniel: esa sera la segunda senal.
– El organo del convento de San Daniel -escribio el capitan-. ?Y la tercera?
El marques reflexiono por breves instantes.
– Dadme vuestro cuchillo, coronel Saracho -dijo por fin.
El Tonel saco de debajo de su chupa un cuchillo de monte con mango de marfil tallado, de los que en Espana se llaman de lengua de buey.
El marques lo tomo.
– Cuando un mensajero os traiga este cuchillo, ordenareis el asalto. Ni antes ni despues: de ello depende el exito de toda la empresa, coronel Saracho.
Arriba, bajo el techo de la capilla, el teniente von Rohn, a quien no se le habia escapado ni una palabra, sintio que la frente le ardia y la sangre le martilleaba las sienes. Conocia las tres senales destinadas a hacer caer la catastrofe sobre la guarnicion de La Bisbal. Y sabia que el exito de la empresa ya no estaba en manos del Tonel, sino en las suyas.
– Hay aun algunos detalles que conviene aclarar -dijo el oficial ingles, pensativo, mientras guardaba en su bolsillo la pizarra-. Podria ocurrirseles a los alemanes la idea de poner a buen recaudo a la persona del marques de Bolibar. En tal caso, nos cansariamos de esperar inutilmente las senales.
– Los alemanes no encontraran en ninguna parte al marques de Bolibar. Veran a un mendigo ciego que vende cirios benditos para el Agnus Dei a la puerta de la iglesia, o a un aldeano que lleva al mercado huevos, queso y castanas con su burro. Tratad de reconocerme en el sargento que hace formar a los centinelas delante del polvorin, o en el dragon que lleva a abrevar el caballo del comandante del regimiento.
El ingles sonrio.
– Vuestro rostro no es de los que se olvidan con facilidad -dijo-. Me comprometeria a reconoceros en cualquiera de vuestros disfraces, senor marques.
– ?Asi que os comprometeriais? -dijo el marques, hundiendose despues en sus pensamientos; permanecio callado unos instantes-. Capitan, ?conoceis al general Rowland Hill?
– He tenido repetidas veces el honor de ver al general Rowland Viscount Hill of Hawkstone; por ultima vez, hace cuatro meses, cuando, alojandome en Salamanca, hube de efectuar algunas compras cerca de su residencia. Pero, ?que estais buscando en el suelo, senor marques?
El marques se habia inclinado hacia el suelo. Cuando se irguio llevaba puesto sobre los hombros el capote escarlata del ingles. Aparte de ello, el teniente Rohn no noto al principio nada singular, y fue el gesto de inmenso asombro que se pintaba en el rostro del ingles lo que desperto su atencion.
De repente, el rostro del marques de Bolibar habia adquirido rasgos extranos, por completo desconocidos para el teniente. Rohn veia por primera vez aquellas mejillas descarnadas, surcadas por numerosas arrugas, por primera vez aquellos ojos inquietos que se deslizaban sin descanso sobre las cosas, la boca dura y de trazos firmes, y aquel menton robusto que dejaba adivinar una gran energia y una voluntad inquebrantable. Y entonces aquel semblante extrano abrio la boca y dijo lentamente, con voz carrasposa:
– Capitan, la proxima vez que en un ataque os halleis frente a una artilleria tan pesada…
El ingles asio fuertemente al marques por los hombros y profirio una maldicion o un juramento que el teniente Rohn no comprendio.
– ?Que diablo de comediante os ha ensenado esa condenada tecnica? -grito-. ?Si no fuera porque casualmente se que Lord Hill no habla una palabra de espanol…! ?Pero devolvedme mi capote, que hace un frio de todos los demonios!
Los guerrilleros se rieron del enojo y la estupefaccion del ingles, pero uno de ellos se santiguo y dijo, mirando temerosamente al marques:
– Su excelencia el senor marques sabe hacer muchas mas cosas. Dadle dos medidas de sangre, doce libras de