– Hay algo que necesito saber. ?Quien eres tu?
– Llevo en Londres desde principios de 1990. Llegue como secretaria de la embajada. Luego me nombraron directora de la Camara de Comercio anglochina. En la actualidad soy independiente y trabajo como asesora de empresas chinas que quieren establecerse en Inglaterra. Aunque no solo alli. Tambien colaboro en la construccion de un gran complejo para exposiciones que se edificara en las afueras de una ciudad sueca llamada Kalmar. Mi trabajo me obliga a recorrer Europa.
– ?Como conociste a Hong?
La respuesta sorprendio a Birgitta.
– Eramos parientes. Primas. Nos conociamos desde la juventud, aunque ella era diez anos mayor que yo.
Birgitta penso en por que habria dicho Hong que eran viejas amigas. Aquello implicaba algun tipo de mensaje oculto que no pudo interpretar mas que diciendose que, para Hong, su breve amistad habia alcanzado gran profundidad. Que era posible hacerse grandes confidencias. O, mas bien, necesario.
– ?Que decia de mi la carta?
– Hong queria que se te informara cuanto antes.
– ?Que mas?
– Ya te lo he dicho. Debias saber de mi existencia, donde encontrarme, por si sucedia algo.
– Ya, bueno, ahi es donde no me cuadra la cosa. ?Que iba a suceder?
– No lo se.
Algo en el tono de voz de Ho puso en guardia a Birgitta. «Hasta ahora me ha dicho la verdad, pero en este punto… no es sincera. Sabe mas de lo que dice», concluyo para si.
– China es un pais grande -dijo Birgitta-. Para un occidental resulta facil mezclar las cosas y asociar su extension al misterio. La falta de conocimiento hace que todo resulte misterioso. Seguro que yo cometo el mismo error. Y, de hecho, asi veia a Hong. No importaba que me decia, nunca llegaba a comprender realmente que queria decirme.
– China no es mas misteriosa que cualquier otro pais del mundo. Eso de que nuestro pais es incomprensible es un mito occidental. Los europeos jamas han aceptado el hecho de no poder comprender como pensamos. Ni tampoco que hicieramos tantos descubrimientos decisivos ni que inventaramos tantas cosas antes que vosotros. La polvora, la brujula, la imprenta, todo es chino, en su origen. Ni siquiera en el arte de medir el tiempo fuisteis los primeros. Mil anos antes de que empezaseis a fabricar relojes mecanicos, nosotros ya teniamos relojes de agua y de cristal. Es algo que jamas podreis perdonarnos. De ahi que nos considereis incomprensibles y misteriosos.
– ?Cuando viste a Hong por ultima vez?
– Hace cuatro anos. Viajo a Londres y pasamos varias tardes juntas. Fue en verano. Queria dar largos paseos por Hampstead Heath y preguntarme sobre como veian los ingleses la evolucion de China. Me hizo preguntas dificiles de responder y se mostraba impaciente cuando mis respuestas no le parecian claras. Por lo demas, queria ver un partido de criquet.
– ?Por que?
– Pues no me lo dijo. Hong tenia unos gustos muy interesantes.
– A mi los deportes no me interesan demasiado, pero el criquet me resulta un deporte del todo incomprensible, en el que parece imposible decidir quien es el ganador.
– Yo creo que su entusiasmo era bastante infantil y que se basaba en su deseo de comprender como funcionan los ingleses estudiando su deporte nacional. Hong era una persona muy obstinada.
Ho miro el reloj.
– Tengo que volver a Londres desde Copenhague dentro de unas horas.
Birgitta Roslin dudaba si plantearle una pregunta que habia ido madurando poco a poco.
– Por cierto, no serias tu quien entro en mi casa anteanoche, ?verdad? En mi despacho…
Ho no parecio comprender y Birgitta repitio la pregunta. Ho nego con un gesto.
– Me alojo en un hotel, ?por que iba a entrar en tu casa como una ladrona?
– Era solo una pregunta. Me desperto un ruido.
– Pero ?entro alguien en tu casa?
– No lo se.
– ?Echas en falta algo?
– No, pero me dio la impresion de que mis documentos estaban desordenados.
– Pues no -reitero Ho-. Yo no estuve alli.
– ?Y has venido sola?
– Nadie sabe que he venido a Suecia. Ni siquiera mi marido ni mis hijos. Creen que estoy en Bruselas, pues viajo alli a menudo.
Ho le dio a Birgitta una tarjeta de visita con su nombre completo, Ho Mei Wan, su direccion y varios numeros de telefono.
– ?Donde vives?
– En Chinatown. En verano hay mucho ruido en la calle, a veces durante toda la noche, pero prefiero vivir alli. Es una pequena China en medio de Londres.
Birgitta Roslin se guardo la tarjeta en el bolso. Acompano a Ho a la estacion y se aseguro de que tomaba el tren adecuado.
– Mi marido es conductor de trenes -le explico Birgitta-. ?A que se dedica el tuyo?
– Es camarero -respondio Ho-. Tambien por eso vivimos en Chinatown. Trabaja en el restaurante de la planta baja de nuestro edificio.
Birgitta vio como el tren con destino a Copenhague desaparecia en el tunel.
Se marcho a casa, preparo la comida y fue consciente de lo cansada que estaba. Decidio ver las noticias, pero se durmio frente al televisor en cuanto se echo en el sofa. Staffan llamo desde Funchal. La conexion era pesima y tenia que gritar para hacerse entender, pero Birgitta comprendio que todo estaba en orden y que lo estaban pasando de maravilla. De pronto, se interrumpio la conversacion. Esperaba que llamasen otra vez, pero no fue asi, de modo que volvio a tumbarse en el sofa. El que Hong estuviese muerta le resultaba tan irreal que le costaba asimilarlo. Sin embargo, desde que se lo oyo contar a Ho, tuvo la sensacion de que algo no encajaba.
Empezo a lamentar no haberle hecho a Ho mas preguntas. Claro que estaba demasiado agotada despues de aquel juicio tan complicado y no tenia fuerzas. Ahora era demasiado tarde. Ho iba camino de su casa inglesa en Chinatown.
Birgitta Roslin encendio una vela por Hong y busco entre los mapas y planos de la estanteria hasta localizar uno de Londres. El restaurante estaba junto a Leicester Square. En cierta ocasion, ella estuvo sentada en aquel pequeno parque con Staffan, viendo pasar a la gente. Fue un ano, a finales de otono, y salieron de viaje sin prepararlo de antemano, asi, de un dia para otro. El caso de la mujer que habia maltratado a su madre no era tan complejo como el que habia tramitado contra los cuatro vietnamitas, pero no podia permitirse el lujo de estar cansada cuando ocupase su asiento en el tribunal. El respeto que sentia por si misma se lo impedia. A fin de asegurarse el sueno, se tomo medio somnifero antes de apagar la luz.
El juicio resulto mas sencillo de lo que ella esperaba. La mujer acusada cambio de pronto su version con respecto a lo declarado en los interrogatorios anteriores y confeso sin ambages las circunstancias que expuso el fiscal. La defensa tampoco aporto ninguna sorpresa que prolongase el juicio, de modo que a las cuatro menos cuarto de la tarde Birgitta Roslin dio por finalizada la sesion y anuncio la fecha del mes de junio en que se comunicaria la sentencia.
Una vez en su despacho marco, sin haberlo planeado, el numero de la policia de Hudiksvall. Le parecio reconocer la voz de la joven que atendio la llamada. Sonaba menos nerviosa y estresada que aquel dia de invierno en que Birgitta llamo.
– Quisiera hablar con Vivi Sundberg. Si es que esta.
– Acabo de verla pasar. ?De parte de quien?
– La jueza de Helsingborg. Eso sera suficiente.
Vivi Sundberg acudio enseguida.
– Birgitta Roslin. ?Cuanto tiempo!
– Se me ha ocurrido llamar, asi sin mas.
– ?Algun chino nuevo? ?Nuevas teorias?
Birgitta percibio la ironia en la voz de Vivi Sundberg y estuvo a punto de responder que tenia montones de