chinos nuevos que sacarse del sombrero, pero se limito a explicarle que llamaba porque sentia curiosidad.

– Seguimos creyendo que el hombre que, por desgracia, logro quitarse la vida era el culpable -aseguro Vivi Sundberg-. Aunque ya no viva, la investigacion sigue en marcha. No podemos juzgar a un muerto, pero si darles a los vivos una explicacion de lo que sucedio y, desde luego, de por que.

– ?Lo conseguireis?

– Es demasiado pronto para responder.

– ?Alguna otra pista?

– No puedo ofrecer detalles al respecto.

– ?Ningun otro sospechoso?

– De eso tampoco puedo ofrecer detalles. Seguimos inmersos en una intrincada investigacion con muchos datos complejos.

– Pero ?de verdad creeis que fue el hombre al que detuvisteis? ?Y que el tenia un movil para matar a diecinueve personas?

– Eso parece. Lo que si puedo decirte es que hemos contado con todos los expertos, criminologos, creadores de perfiles, psicologos y, ademas, los policias judiciales y tecnicos con mas experiencia del pais. El profesor Persson abriga sus dudas, como es natural. Pero ?cuando no ha sido asi? Sin embargo, nadie mas que el nos ha contradicho. Y aun nos queda mucho camino por andar.

– Y el nino que murio pero que no tenia por que estar alli, ?como lo explicais? -quiso saber Birgitta.

– No tenemos explicacion, pero si una idea de como sucedio.

– Yo sigo teniendo una duda -prosiguio Birgitta-. ?Alguna de las victimas parecia mas importante que las demas?

– ?A que te refieres?

– Si alguien sufrio un ataque mas brutal, por ejemplo. O murio el primero. O quizas el ultimo.

– No tengo respuesta a esas preguntas.

– Al menos, dime si te sorprenden.

– No.

– ?Habeis encontrado alguna explicacion a la cinta roja?

– No.

– Yo estuve en China -explico Birgitta-. Y fui a visitar la Muralla China. Me asaltaron y pase un dia entero en compania de unos policias muy estrictos.

– ?Vaya! -exclamo Vivi Sundberg-. ?Resultaste herida?

– No, solo me asustaron, pero me devolvieron el bolso robado.

– En ese caso tuviste suerte, despues de todo.

– Si -respondio Birgitta-. Tuve suerte. Gracias por dedicarme tu tiempo.

Birgitta Roslin se quedo sentada en el despacho despues de la conversacion. No dudaba de que los expertos a los que habian recurrido habrian reaccionado si hubiesen hallado indicios de que la investigacion entraba en un callejon sin salida.

Aquella tarde dio un largo paseo y dedico unas horas a hojear nuevos folletos de vinos. Anoto algunos tintos italianos que queria comprar y vio en la television una pelicula antigua que habia visto con Staffan al principio de su relacion. Jane Fonda interpretaba a una prostituta, los colores estaban desvaidos y apagados, el argumento era de lo mas extrano y Birgitta no pudo por menos de sonreir al ver la ropa tan curiosa y, ante todo, los zapatos con plataforma, tan altos y tan vulgares, que la moda imponia entonces.

Listaba a punto de dormirse cuando sono el telefono. El reloj de la mesilla indicaba las doce menos cuarto. Aguardo hasta que dejo de sonar. De haber sido Staffan o alguno de los chicos habrian llamado al movil. Al cabo de un rato, volvio a sonar y Birgitta se apresuro a coger el telefono, que estaba en su escritorio.

– ?Birgitta Roslin? Lamento llamar tan tarde. ?Sabes quien soy?

Reconocia la voz, pero no fue capaz de atribuirle un rostro. Era un hombre. Un hombre de edad.

– No, no exactamente.

– Sture Hermansson.

– ?Te conozco de algo?

– Bueno, conocer, lo que se dice conocer, quiza sea demasiado decir, pero viniste a mi pequeno hotel de Hudiksvall hace unos meses.

– ?Ah, si! Ya me acuerdo.

– Siento llamar tan tarde.

– Eso ya lo has dicho antes. Me figuro que tienes algun recado que darme.

– Ha vuelto.

Sture Hermansson dijo estas palabras en voz baja. Y Birgitta comprendio de inmediato a quien se referia.

– ?El chino?

– El mismo.

– ?Estas seguro?

– Llego hace unos minutos. No habia hecho reserva. Acabo de darle la llave y ahora esta en su habitacion, la numero doce, la misma de la otra vez.

– ?Estas seguro de que es el?

– Bueno, tu tienes la pelicula, pero a mi me parece que es la misma persona. Al menos utiliza el mismo nombre.

Birgitta Roslin intento decidir que debia hacer. El corazon le martilleaba en el pecho.

Sture Hermansson la interrumpio en sus pensamientos.

– Hay una cosa mas.

– ?Que?

– Ha preguntado por ti.

Birgitta contuvo la respiracion. El miedo la invadio de inmediato y la dejo paralizada.

– No es posible.

– Mi ingles no es muy bueno. Si he de ser sincero, me llevo unos minutos comprender por quien preguntaba. Dijo algo asi como «Bilgitta Loslin».

– ?Que le dijiste?

– Que vivias en Helsingborg. Parecio sorprendido. Me dio la impresion de que creia que eras de Hudiksvall.

– ?Que mas le dijiste?

– Le di tu direccion, puesto que me la habias dado cuando me pediste que llamase si pasaba algo. Y ahora puede decirse que ha pasado algo.

«Menudo imbecil», se lamento Birgitta para si, presa del panico.

– Hazme un favor -le dijo-. Llamame cuando salga, aunque lo haga a medianoche, llamame.

– Me figuro que querras que le diga que he hablado contigo.

– Seria estupendo si te abstuvieras.

– Bien, en ese caso, no lo hare. No le dire nada.

Ahi termino la conversacion. Birgitta Roslin no comprendia lo que estaba sucediendo.

Hong estaba muerta, pero el hombre de la cinta roja habia vuelto.

36

Tras una noche de insomnio, Birgitta Roslin llamo al hotel Eden poco antes de las siete de la manana. Espero un buen rato, pero nadie respondio.

Habia pasado la noche intentando controlar su miedo. Si Ho no hubiese viajado desde Londres para contarle que Hong estaba muerta, no habria reaccionado de aquel modo a la llamada nocturna de Sture Hermansson. El hecho de que el hostelero no hubiese vuelto a ponerse en contacto con ella durante la noche le dio a entender que nada habia sucedido.

El chino seguiria durmiendo.

Espero media hora mas. Tenia varios dias sin juicios en los que esperaba poder adelantar algo de trabajo

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