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Ya Ru amaba las sombras. Alli podia hacerse invisible, igual que los depredadores que admiraba tanto como temia. Pero habia otros con la misma capacidad. A menudo pensaba que vivia en un mundo en que los jovenes empresarios estaban accediendo al poder sobre la economia y que, por tanto, llegaria el dia en que exigirian ocupar un puesto en la mesa donde se tomaban las decisiones politicas. Todos creaban sus propias sombras, desde las que vigilar a los demas sin ser vistos.

Sin embargo, las sombras tras las que el se ocultaba aquella noche en la lluviosa Londres tenian otro objetivo. Observaba a Birgitta Roslin sentada en un banco del pequeno parque de Leicester Square. Se habia colocado de forma que solo le veia la espalda, pero no se atrevia a arriesgarse a que lo descubriera. Ya se habia dado cuenta de que estaba alerta, vigilante como un animal inquieto. Ya Ru no la subestimaba. Si Hong habia confiado en ella, debia tomarsela en serio.

Habia estado siguiendola todo el dia, desde que aparecio por la manana ante la casa de Ho. Le divertia pensar que el era propietario del restaurante en el que trabajaba Wa, el marido de Ho. Claro que ellos lo ignoraban, Ya Ru rara vez ponia algo a su nombre. El restaurante Ming era de Chinese Food Inc., una sociedad anonima registrada en Liechtenstein, donde Ya Ru tenia registradas todos los restaurantes que poseia en Europa. Controlaba los balances anuales y los informes trimestrales que le presentaban jovenes talentos chinos reclutados en las principales universidades inglesas. Ya Ru odiaba todo lo ingles. Jamas olvidaria la historia. Y se alegraba de arrebatarle al pais a algunos de los brillantes hombres de negocios que habian estudiado en las mejores universidades.

Ya Ru jamas habia comido en el restaurante Ming. Y tampoco era esa su intencion aquella noche. En cuanto hubiese cumplido su cometido, volveria a Pekin.

Hubo una epoca de su vida en que entraba en los aeropuertos con un sentimiento casi religioso. Eran las instalaciones portuarias de la era moderna. Antes, jamas viajaba a ningun lugar sin llevar consigo un ejemplar de los viajes de Marco Polo. El arrojo y la voluntad de aquel hombre habian constituido para el un modelo. Ahora, en cambio, los viajes se le antojaban mas bien un tormento, aunque el tenia su propio avion y no dependia de horarios, ademas de no tener que esperar casi nunca a que le dieran pista en los desolados y embrutecedores aeropuertos. La sensacion de que tambien el cerebro se revitalizaba con aquellos desplazamientos tan rapidos, la embriagadora felicidad de cruzar zonas horarias y, en los casos mas extremos, de llegar a un destino incluso antes de partir entraba en conflicto con todo aquel absurdo tiempo que la gente pasaba esperando despegar o el equipaje. Los centros comerciales iluminados de neon de los aeropuertos, las cintas mecanicas, las jaulas de cristal cada vez mas reducidas donde los fumadores tenian que apretujarse para compartir el cancer o las enfermedades cardiovasculares no eran lugares donde uno podia dedicarse a nuevos pensamientos, a nuevos razonamientos filosoficos. Penso en la epoca en que la gente iba en tren o en barco de vapor. En aquel tiempo y en esas circunstancias, las discusiones sesudas eran una obviedad, tanto como el lujo y la indolencia.

De ahi que hubiese mandado decorar el Gulfstream, el avion del que ahora era propietario, con algunos muebles antiguos en los que guardaba lo mas importante de la literatura china y extranjera.

Se sentia como un pariente lejano, sin otros lazos de sangre que los miticos, del capitan Nemo, que viajaba como un solitario cesar sin imperio, con una gran biblioteca y un odio aniquilador contra la humanidad que habia destrozado su vida. Se consideraba que Nemo tenia como modelo a un principe indio desaparecido. Aquel principe se habia opuesto al Imperio Britanico y, por esa razon, Ya Ru se sentia emparentado con el. Pero, en cualquier caso, a quien si se sentia unido de verdad era al sombrio y exasperado capitan Nemo, el genial ingeniero y el sabio filosofo. Llamo al Gulfstream en el que viajaba Nautilus II, y la pared que habia junto a la entrada a la cabina de los pilotos estaba adornada con una ampliacion de uno de los grabados originales del libro en el que el capitan Nemo aparece con sus involuntarios visitantes en la gran biblioteca del Nautilus.

En cualquier caso, ahora se hallaba en la sombra. Bien escondido para observar a placer a la mujer a la que tenia que matar. Al igual que el capitan Nemo, tambien el creia en la venganza. El imperativo de la venganza era un leitmotiv a lo largo de la historia.

Muy pronto, todo habria terminado. Ahora que se encontraba en Chinatown, en Londres, con las gotas de lluvia discurriendole por el cuello del chaqueton, se le ocurrio que resultaba interesante que el final de aquella historia tuviese lugar en Inglaterra. En efecto, los dos hermanos Wang emprendieron desde alli el regreso a China, aunque solo uno de ellos pudo volver a ver su pais.

A Ya Ru le gustaba esperar cuando era el mismo quien controlaba su espera. Al contrario de lo que sucedia en los aeropuertos, donde eran otros quienes tenian el control. Aquello causaba sorpresa entre sus amigos, que, por lo general, consideraban que la vida era demasiado corta, creada por un dios que se parecia a un viejo mandarin cascarrabias que no queria que la alegria de la vida durase demasiado. En una conversacion con esos amigos, que ahora estaban haciendose con toda la China moderna, Ya Ru aseguro que, al contrario, el dios que creo la vida sabia muy bien lo que hacia. Si se permitia a los hombres vivir demasiado, sus conocimientos crecerian de tal manera que serian capaces de saber lo que pensaban los mandarines y, quizas, optar por destruirlos. La brevedad de la vida impide muchas rebeliones, sostenia. Y sus amigos se mostraban de acuerdo, como de costumbre, pese a que no siempre comprendian sus razonamientos. Incluso entre aquellos jovenes privilegiados, Ya Ru destacaba de la mayoria. Ninguno cuestionaba a aquel que estaba por encima de todos ellos.

Una vez al ano, reunia a sus conocidos en su granja del noroeste de Canton. Escogian a los caballos que iban a soltar y hacian sus apuestas antes de disfrutar de la lucha por el liderazgo de la manada, hasta que uno de ellos se erguia vencedor sobre la cima de una colina con la boca llena de espuma, tras haber demostrado ser el mas fuerte.

Ya Ru se fijaba siempre en los animales para comprender su comportamiento y el de los demas. El era el leopardo y tambien el caballo que luchaba por convertirse en el unico emperador.

Deng era el gato pardo, mejor que otros a la hora de cazar ratones, mientras que Mao era el buho, el pensador, pero tambien la cruel ave de rapina que sabia cuando atacar en silencio para atrapar a su presa.

Interrumpio sus razonamientos cuando se dio cuenta de que Birgitta Roslin se levantaba para marcharse. Despues de haberla seguido todo el dia, no cabia duda de que la mujer tenia miedo. No dejaba de mirar a su alrededor y parecia inquieta en todo momento, tenia la cabeza llena de extranos presentimientos. El podria aprovechar esa circunstancia, aunque aun no habia decidido como.

Pero la mujer se levanto y Ya Ru aguardo al abrigo de las sombras.

De repente sucedio algo para lo que no estaba en absoluto preparado. Birgitta Roslin dio un respingo, lanzo un grito, tropezo y cayo hacia atras, golpeandose la cabeza contra un banco. Un chino se detuvo y se agacho para comprobar que habia sucedido. Y varias personas se congregaron en el lugar. Ya Ru salio de su oscuro escondite y se acerco al grupo que rodeaba a la mujer tendida en el suelo. Dos policias que hacian su ronda por alli se apresuraron a acudir. Ya Ru se adelanto pasando entre la gente para poder ver mejor. Birgitta Roslin estaba sentada. Al parecer, habia sufrido un desmayo que le duro varios segundos. Oyo que la policia le preguntaba si necesitaba una ambulancia, pero ella respondio que no.

Aquella era la primera vez que Ya Ru oia su voz y la registro en su memoria: una voz bastante grave y muy expresiva.

– Debi de tropezar -la oyo decir-. Tuve la sensacion de que se me acercaba alguien y me asuste.

– ?La han atacado?

– No, ha sido mi imaginacion.

El hombre que la habia asustado seguia alli. Ya Ru penso que existia cierto parecido entre Liu y aquel hombre que, por casualidad, habia entrado en una historia con la que no tenia nada que ver.

Ya Ru sonrio para si. «No es poca la informacion que me proporciona con sus reacciones. En primer lugar, su miedo y su actitud de alerta. Y ahora me demuestra clarisimamente que lo que le causa temor es la posibilidad de que un hombre chino se le acerque de pronto.»

Los policias acompanaron a Birgitta a su hotel. Ya Ru se mantuvo a cierta distancia. Ya sabia donde se alojaba. Despues de cerciorarse una vez mas de que se encontraba bien y podia quedarse sola, los policias se marcharon mientras ella entraba en el hotel. Ya Ru vio como le entregaban la llave, que el recepcionista tomo de uno de los casilleros superiores. Aguardo unos minutos y entro. El recepcionista era chino. Ya Ru le hizo una reverencia y le mostro un papel.

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