– Eso creo. Puedes irte a casa. Ya Ru esta muerto. Todo ha terminado. Ni tu ni yo sabemos que va a ocurrir, pero, en esta historia, tu ya no tienes parte.
– ?Y como podre vivir con esto sin conocer todos los detalles?
– Intentare ayudarte.
– ?Que sera de San?
– La policia obtendra sin duda declaraciones de testigos segun los cuales un chino mato a otro chino, pero nadie podra acusarlo a el.
– Me salvo la vida.
– Seguramente tambien salvo la suya matando a Ya Ru.
– Pero ?quien es ese hombre, el hermano de Hong, que tanto miedo les inspira a todos?
Ho nego con un gesto.
– No se si puedo contestarte. En mas de un sentido es un exponente de la nueva China de la que ni Hong, ni yo, ni Ma Li ni, por cierto, el propio San queremos saber nada. Se estan librando en nuestro pais grandes batallas sobre el futuro y sobre como ha de ser. Nadie sabe nada, nada esta decidido. Solo podemos hacer lo que creemos correcto.
– ?Como, por ejemplo, matar a Ya Ru?
– Eso era necesario.
Birgitta Roslin fue a la cocina y se sirvio un vaso de agua. Cuando lo dejo sobre la mesa, comprendio que habia llegado la hora de volver a casa. Todo lo que aun resultaba oscuro podia esperar. Ahora solo queria volver a casa, lejos de Londres y de todo lo sucedido.
Ho la acompano a Heathrow en un taxi. Tras cuatro horas de espera, pudo tomar un vuelo a Copenhague. Ho queria quedarse hasta que saliera el avion, pero Birgitta Roslin le pidio que no lo hiciera.
Ya en su casa de Helsingborg, abrio una botella de vino que consumio a lo largo de toda la noche. El dia siguiente lo paso durmiendo. La desperto una llamada de Staffan: la travesia habia terminado. Birgitta no pudo contenerse y rompio a llorar.
– ?Que te pasa? ?Ha ocurrido algo?
– No, nada. Es solo que estoy cansada.
– ?Quieres que interrumpamos las vacaciones y volvamos ya?
– No, no es nada. Si quieres ayudarme, creeme, no hay ningun problema. Hablame de la travesia.
Estuvieron hablando un buen rato. Birgitta se empeno en que le contase el viaje en barco con todo lujo de detalles, asi como los planes que tenian para esa noche y para el dia siguiente. Cuando por fin terminaron la conversacion, habia conseguido tranquilizar a su marido.
Y tambien ella se sentia mas tranquila.
Al dia siguiente pidio el alta y volvio al trabajo. Y hablo por telefono con Ho.
– Pronto tendre mucho que contarte -le aseguro Ho.
– Te prometo escuchar con atencion. ?Como esta San?
– Indignado, asustado y llorando a su madre. Pero San es fuerte.
Despues de la conversacion, Birgitta se quedo un rato sentada en la cocina.
Cerro los ojos.
La imagen del hombre que yacia exanime sobre la mesa del comedor del hotel empezo a desdibujarse en su mente, hasta desaparecer del todo.
38
Unos dias antes del solsticio de verano, Birgitta presidio su ultimo juicio antes de las vacaciones. Staffan y ella habian alquilado una cabana en Bornholm, donde pasarian tres semanas y donde recibirian la visita de sus hijos, de uno en uno. El juicio que, segun sus calculos, estaria listo en tres dias, trataba de tres mujeres y un hombre que actuaban como piratas callejeros. Dos de las mujeres eran de Rumania, el hombre y la tercera mujer, suecos. La impresiono la brutalidad que habian mostrado, en especial una de las mujeres mas jovenes, en dos ocasiones en que atacaron a los habitantes de una caravana en un aparcamiento nocturno. A uno de los hombres, un aleman algo mayor, la joven lo habia golpeado con un martillo hasta el punto de quebrarle el craneo. El hombre sobrevivio, pero de haber recibido los golpes en otro punto de la cabeza, habria muerto en el acto. En otra ocasion, le clavo a una mujer un destornillador a pocos centimetros del corazon.
El fiscal Palm describio a la banda como «empresarios activos en diversos ramos del crimen». Ademas de pasarse las noches merodeando por los aparcamientos entre Helsingborg y Varberg, tambien se dedicaban a robar sobre todo en tiendas de ropa y en comercios de material electronico. Provistos de bolsas especiales cuyo forro habian retirado y sustituido por papel de aluminio para desactivar las alarmas cuando atravesaran la salida, robaron objetos por valor superior al millon de coronas antes de ser detenidos. Cometieron el error de volver a una tienda de ropa de Halmstad que ya habian visitado y el personal del comercio los reconocio enseguida. Todos confesaron, las pruebas y los objetos robados estaban identificados. Para sorpresa de la policia, compartida por Birgitta, no se acusaron unos a otros a la hora de confesar quien habia hecho que.
Aquel dia, mientras se dirigia al juzgado, llovia y hacia fresco. Los sucesos que culminaron en el hotel de Londres solian atormentarla por la manana.
Habia hablado con Ho en dos ocasiones, y en ambas quedo decepcionada, pues sintio que ella le contestaba con evasivas y rehuia explicarle lo ocurrido despues del disparo. Ho, por su parte, insistia en que debia tener paciencia.
– La verdad nunca es simple -le dijo-. Solo los occidentales creeis que el saber es algo que puede adquirirse con ligereza y rapidez. Lleva su tiempo. La verdad no tiene prisa.
Sin embargo, Ho le habia contado algo que le infundio mas temor que ninguna otra cosa. En la mano del cadaver de Ya Ru, la policia encontro una bolsa de seda que contenia restos de un finisimo polvo de vidrio. Los investigadores britanicos no lograron determinar que era exactamente, pero Ho le explico que se trataba de un antiguo y refinado metodo chino para matar a alguien.
Asi de cerca habia estado, pues. A veces, y siempre que se encontraba a solas, sufria violentos ataques de llanto. Ni siquiera se habia confiado a Staffan. Habia llevado sola aquella carga desde que regreso de Londres y logro ocultarla bien, pues nadie sospechaba siquiera como se encontraba.
Por aquella epoca recibio en su despacho la llamada de una persona con la que no tenia el menor deseo de hablar: Lars Emanuelsson.
– Va pasando el tiempo -le dijo el reportero-. ?Alguna novedad?
Fue la semana siguiente a la muerte de Ya Ru. Por un instante, temio que Lars Emanuelsson hubiese logrado averiguar que ella deberia haber sido la victima aquella manana en el hotel londinense.
– No, ninguna -respondio-. La policia de Hudiksvall no ha cambiado su hipotesis, ?verdad?
– ?Sobre la culpabilidad del suicida? ?Un individuo insignificante y probablemente desquiciado iba a cometer el mayor asesinato de la historia del crimen en Suecia? Si, claro, podria ser, pero me consta que no son pocos quienes lo ponen en duda. Yo, por ejemplo. Y tu.
– Yo ya no pienso en ello. Lo he olvidado.
– No creo que sea del todo cierto.
– Lo que tu creas es cosa tuya. ?Que querias? Estoy ocupada.
– ?Que tal tus contactos en Hudiksvall? ?Sigues comunicandote con Vivi Sundberg?
– Mira, dejamos la conversacion ahora mismo.
– Ni que decir tiene que me gustaria que te pusieras en contacto conmigo cuando tengas algo que contar. Se por experiencia que aun quedan muchas sorpresas ocultas tras la tragedia acontecida en el pueblo.
– Voy a colgar.
Y eso hizo, mientras se preguntaba hasta cuando seguiria molestandola Lars Emanuelsson. Aunque, bien mirado, quizas echase de menos su tozudez cuando dejase de sufrirla.
Asi pues, aquella manana de la vispera del solsticio llego al despacho, reunio los documentos del juicio, llamo a una secretaria para aclarar las fechas de varias vistas pendientes para el otono y se encamino a la sala. Apenas entro, descubrio la presencia de Ho, que estaba sentada en uno de los ultimos bancos, en el mismo lugar que en su
