– A la senora que acaba de entrar se le cayo esto en la calle.
El recepcionista tomo el papel y lo guardo en un casillero vacio, el correspondiente a la habitacion seiscientos catorce, en la ultima planta del hotel.
Era un papel en blanco, no habia nada escrito. Ya Ru intuia que Birgitta Roslin le preguntaria al recepcionista quien lo habia dejado. «Un chino», seria la respuesta. Y se asustaria mucho mas aun, pero tambien estaria mas alerta. Pero puesto que el ya lo sabia, no suponia ningun riesgo.
Ya Ru fingio leer un folleto del hotel mientras reflexionaba sobre como averiguar cuanto tiempo se alojaria Birgitta Roslin en el hotel. Se le presento la ocasion cuando el recepcionista chino se marcho a una habitacion trasera y una joven inglesa vino a sustituirlo. Ya Ru se acerco al mostrador.
– La senora Birgitta Roslin -dijo-. De Suecia. Tengo que recogerla para llevarla al aeropuerto, pero no esta claro si partira manana o pasado manana.
La recepcionista no cuestiono sus palabras y tecleo el nombre en el ordenador.
– La senora Roslin habia reservado tres dias -explico-. ?Quiere que la llame para que puedan aclarar cuando han de venir a buscarla?
– No, lo arreglare con la oficina. Nosotros no molestamos a nuestros clientes sin necesidad.
Cuando Ya Ru salio del hotel, habia empezado a caer de nuevo una fina lluvia. Se subio el cuello del chaqueton y se encamino a Garrick Street para tomar un taxi. Ya no tenia que preocuparse por el tiempo de que disponia. «Ha pasado un tiempo indecible desde que todo esto empezo», se dijo. «Asi que puede continuar unos dias antes de que llegue el implacable final.»
Llamo a un taxi y le dio al taxista la direccion de Whitehall, donde su empresa de Liechtenstein poseia un apartamento en el que el solia quedarse cuando iba a Inglaterra. En mas de una ocasion penso que traicionaba la memoria de sus antepasados al quedarse en Londres y no en Paris o en Berlin. Y en ese momento, mientras iba en el taxi, decidio venderlo y comprarse uno en Paris.
Ya era hora de terminar tambien con aquello.
Se tumbo en la cama y escucho el silencio. Habia insonorizado todas las paredes nada mas comprar el apartamento y asi no oia siquiera el lejano murmullo del trafico. El unico ruido era el leve zumbido del aire acondicionado. Y eso le daba la sensacion de encontrarse a bordo de un barco. Sentia una gran paz.
– ?Cuanto tiempo hace? -pregunto en voz alta-. ?Cuanto tiempo hace del principio de lo que ahora debe llegar a su fin?
Calculo mentalmente. Corria el ano de 1868 cuando San se instalo en la habitacion de la mision. Y ahora era 2006. Hacia ciento treinta y ocho anos. San se sentaba a la luz de su vela para escribir despacio caracter tras caracter hasta componer su historia y la de sus dos hermanos, Guo Si y Wu. Empezo el dia en que abandonaron su miserable hogar para emprender el largo camino hacia Canton. Alli, un espiritu maligno se les aparecio bajo la persona de Zi. A partir de ahi, la muerte los siguio adondequiera que fueran. El unico que quedo al final fue el propio San, con su ferrea voluntad de contar su historia.
«Murieron de la forma mas humillante que pueda imaginarse», penso Ya Ru. Los distintos emperadores y los mandarines seguian el consejo de Confucio y sometian al pueblo a un yugo tan duro que hacia imposible la rebelion. Los hermanos huyeron hacia lo que creian una vida mejor, pero, del mismo modo en que los ingleses trataban a la gente en sus colonias, los americanos torturaron a los dos hermanos mientras estos participaban en la construccion del ferrocarril. Al mismo tiempo, los ingleses intentaban convertir a los chinos en drogadictos inundando China de opio. Asi veo yo a esos salvajes mercaderes ingleses, como traficantes de droga que, en una esquina, les venden narcoticos a unas personas a las que odian y desprecian como seres de una clase inferior. No hace tanto que los chinos aparecian caricaturizados como monos con rabo en los dibujos europeos y americanos. Y la caricatura se ajustaba a la realidad. Fuimos creados para ser esclavizados y humillados. No eramos humanos. Eramos animales. Con rabo.»
Cuando Ya Ru paseaba por las calles de Londres, solia pensar que muchos de los edificios que lo rodeaban habian sido construidos con el dinero de la gente esclavizada, con su sudor y su sufrimiento, con el dolor de sus espaldas y con su muerte.
?Que habia escrito San? Que construyeron el ferrocarril en el desierto americano con sus propias costillas como traviesas bajo los railes. Del mismo modo, los gritos y los padecimientos de los hombres esclavizados estaban fundidos en los puentes de hierro que se extendian sobre el Tamesis o en los gruesos muros de los grandes edificios que poblaban los antiguos y celebres centros de las finanzas de Londres.
El sueno aparto a Ya Ru de sus pensamientos. Cuando desperto, salio de la sala de estar, amueblada exclusivamente con piezas fabricadas en China. Sobre la mesa que habia delante del sofa de color rojo oscuro habia una bolsa de seda azul claro. La abrio, no sin antes haber puesto debajo un papel blanco sobre el que esparcio una delgada capa de finisimo polvo de vidrio. Era una costumbre inveterada, un metodo antiquisimo para matar a una persona, echar el invisible polvo cristalino en un plato de sopa o una taza de te. No habia salvacion para quien lo bebia. Miles de granos microscopicos cortaban los intestinos. Antiguamente se llamaba «la muerte invisible», puesto que se presentaba de forma subita e inexplicable.
Y con el vidrio pulverizado hallaria su fin, su punto final, la historia que San comenzo en su dia. Ya Ru volvio a guardar el polvo en la bolsa de seda antes de anudarla otra vez. Despues apago todas las luces de la habitacion, salvo una lampara de pantalla roja con dragones bordados en hilo de oro. Se sento en una silla que pertenecio a un gran senor de la provincia de Shangtun. Respiro despacio para entrar en ese estado de paz interior que le permitia pensar con toda claridad.
Le llevo una hora decidir como iba a escribir el ultimo capitulo en que mataria a Birgitta Roslin, quien, con toda probabilidad, le habia confiado a su hermana Hong una informacion peligrosa para el. Informacion que ella bien podria haber transmitido sin que el supiese a quien. Una vez tomada la decision, hizo sonar una campanilla que habia sobre la mesa. Minutos despues oyo que la vieja Lang empezaba a prepararle la cena en la cocina.
Lang habia trabajado como limpiadora de su despacho de Pekin. Noche tras noche, Ya Ru contemplaba sus movimientos lentos. Lang era la mejor de todas las limpiadoras que mantenian en orden la casa y todas sus dependencias.
Una noche se le ocurrio preguntarle como era su vida. Cuando Lang le conto que, ademas de limpiar, se dedicaba a preparar cenas tradicionales para bodas y entierros, le pidio que le preparase una cena para la noche siguiente. A partir de aquel dia la contrato como cocinera, con un salario que la mujer no habria podido sonar siquiera. Puesto que Lang tenia un hijo que habia emigrado a Londres, Ya Ru le permitio trasladarse a Europa para servirlo alli durante sus numerosas visitas a Occidente.
Aquella noche, Lang le sirvio una serie de platos, exactamente lo que el queria, sin necesidad de recibir instrucciones. La mujer dejo el te sobre una pequena cocina de queroseno que habia en la sala de estar.
– ?Querra el desayuno por la manana? -le pregunto antes de retirarse.
– No. Lo preparare yo mismo. La cena si. Pescado.
Ya Ru se acosto temprano. Desde que salio de Pekin, no habia dormido muchas horas seguidas. El viaje a Europa, los muchos y complejos transbordos para llegar a la ciudad del norte de Suecia, la visita a Helsingborg, la entrada furtiva en el apartamento de Birgitta Roslin donde encontro una nota junto al telefono en la que la jueza habia escrito y subrayado la palabra «Londres»… Habia volado a Estocolmo en su propio avion y les ordeno a los pilotos que solicitasen de inmediato el permiso necesario para volar primero a Copenhague y despues a Inglaterra. El ya suponia que Birgitta Roslin iria a ver a Ho. Y, en efecto, la vio llegar a su casa, vacilar ante la puerta y dirigirse despues al cafe de enfrente.
Hizo unas anotaciones en su diario, apago la luz y no tardo en dormirse.
Al dia siguiente, una gruesa capa de nubes cubria el cielo de Londres. Ya Ru se levanto sobre las cinco, como era su costumbre, para escuchar las noticias de China en onda corta. Echo un vistazo a los movimientos de la Bolsa en el ordenador, hablo con un par de directores a su servicio sobre varios de los proyectos que tenia en marcha y se preparo un sencillo desayuno compuesto principalmente de fruta.
Salio de su apartamento a las siete, con la bolsa de seda en el bolsillo. En el plan que habia disenado habia un momento de inseguridad. Ignoraba a que hora desayunaba Birgitta Roslin. Si, para cuando el llegase, ella ya habia pasado por el comedor, tendria que aplazarlo todo hasta el dia siguiente.
Se encamino a Trafalgar Square, se detuvo un momento a escuchar a un chelista solitario que tocaba sentado en la acera, con un sombrero a sus pies. Antes de proseguir su camino, le arrojo unas monedas. Tomo despues Irving Street, hasta llegar al hotel. En la recepcion habia un hombre al que veia por primera vez. Ya Ru se acerco al mostrador y tomo una de las tarjetas de visita del hotel y aprovecho para comprobar que la hoja de papel en blanco