una parte diferente de Estados Unidos. Se llamaba Jan August y trabajo, al parecer, en la construccion del ferrocarril que une las costas este y oeste de ese gran pais. En la carta preguntaba por los parientes, vivos y muertos. Sin embargo, grandes porciones del texto eran ilegibles, pues estaba borroso.
La direccion de Jan August era: «Reno Post Office, Nevada, United States of America».
Siguio leyendo, pero no encontro en el monton ningun otro documento relacionado con el nexo de su madre y la familia Andren.
Aparto los montones de papeles, entro en Internet y, sin esperanza, empezo a buscar la direccion postal de Minneapolis que indicaba Gustaf Andren en su carta. Tal y como esperaba, fue a parar a un callejon sin salida. Busco entonces la direccion postal de Nevada y la remitieron a una publicacion llamada
Una vez mas, intento buscar la publicacion
De repente aparecio una pagina que le hizo dar un respingo en la silla. Al principio leyo sin entender del todo, despues volvio a leer, mas despacio; y penso que, sencillamente, aquello no podia ser verdad. Se levanto de la silla y se coloco a unos metros del ordenador. Pero el texto y las fotografias seguian alli.
Las imprimio y se las llevo a la cocina. Muy despacio, volvio a leerlas.
El 4 de enero, se cometio un brutal asesinato en la pequena ciudad de Ankersville, al nordeste de Reno. Una manana, un vecino hallo muerto, junto con toda su familia, al propietario de un taller de mecanica. El vecino se extrano al no ver el taller abierto como de costumbre. La policia aun no tenia ninguna pista, pero estaba claro que toda la familia Andren, Jack, su esposa Connie y sus dos hijos, Steven y Laura, habian sido asesinados con algun tipo de arma cortante. No habia indicios de allanamiento ni de robo. No habia movil. Los Andren eran gente apreciada por todos y no tenian enemigos. La policia buscaba a un enfermo mental, tal vez a un drogadicto desesperado, capaz de cometer un crimen tan horrendo.
Se quedo petrificada. Por la ventana se filtraba la luz del camion de la basura que pasaba por la calle.
«No se trata de un loco», concluyo para si. «La policia de Halsingland esta tan equivocada como lo estaba la policia de Nevada. Se trata de uno o varios criminales que saben muy bien lo que hacen.»
Por primera vez, experimento una creciente sensacion de temor, como si la estuviesen observando sin que ella lo supiera.
Fue al vestibulo y comprobo que la puerta estaba cerrada con llave. Despues volvio a sentarse frente al ordenador y busco antiguos articulos en la
El camion de la basura ya habia desaparecido. Empezaba a caer la noche.
7
Mucho despues, cuando el recuerdo de todos los sucesos empezo a palidecer en su memoria, hubo ocasiones en que se pregunto que habria ocurrido si, pese a todo, hubiese emprendido el viaje a Tenerife y hubiese vuelto a casa y a su trabajo recuperada de su anemia, con la tension controlada y la energia renovada. Pero no fue asi. Por la manana, muy temprano, Birgitta Roslin llamo a la agencia de viajes para anular su reserva. Puesto que habia tomado la precaucion de contratar un seguro, apenas le costo cien coronas.
Staffan llego tarde aquella noche, pues el tren en el que trabajaba se quedo en mitad del trayecto a causa de una averia en el motor. Durante dos horas se vio obligado a tratar con pasajeros protestones y, ademas, con una senora mayor que se puso enferma. Cuando llego a casa, estaba cansado e irritado. Birgitta lo dejo cenar tranquilo, pero despues le conto lo que habia descubierto de lo acontecido en el remoto estado de Nevada y su sospecha de que podria guardar relacion con la masacre de Halsingland. Se dio cuenta de que el parecia no creerselo del todo, pero no supo si atribuirlo a que realmente dudaba de la veracidad de lo que ella le conto o si se debia a su cansancio. Cuando Staffan se acosto, ella volvio a sentarse al ordenador y estuvo navegando en Internet tanto por paginas de Halsingland como de Nevada. Hacia la medianoche tomo unas notas en un bloc, como hacia cuando se disponia a redactar una sentencia. Por ilogico que pareciera, no podia por menos de pensar que los dos sucesos guardaban relacion. Penso, ademas, que ella era, en cierto modo, una Andren, aunque ahora se llamase Roslin.
?Correria su vida algun peligro por ese motivo? Permanecio largo rato sentada, concentrada en el bloc de notas, sin hallar respuestas. Despues salio afuera a contemplar el cielo estrellado de la clara noche invernal. Su madre le habia contado que su padre era un apasionado observador de los astros. Muy de vez en cuando, Gerda recibia cartas de su padre, escritas desde el barco en el que trabajaba, en las que le hablaba de las noches que pasaba en latitudes remotas estudiando las estrellas y las distintas constelaciones. Tenia un convencimiento casi religioso de que los muertos se transformaban en materia que, a su vez, originaba nuevas estrellas, en ocasiones tan lejanas que no eran visibles para los ojos de los vivos. Birgitta Roslin se preguntaba que pensaria cuando el
El cielo parecia mas proximo aquella noche; la luz de las estrellas, mas intensa. «Veo la superficie», se dijo. «Existe una conexion, unos delgados hilos que se enredan entre si. Pero ?que hay debajo? ?Que motivo habia para asesinar a diecinueve personas en un pueblecito de Norrland y para aniquilar a una familia en el desierto de Nevada? Seguro que no era un movil muy distinto de los habituales: venganza, avaricia, celos. Mas ?que agravio exigiria tan tremenda venganza? ?Quien obtendria beneficios economicos matando a una serie de jubilados de un pueblo de Norrland que ya estaba moribundo? ?Y quien sentiria celos de ellos?»
Volvio adentro, pues empezaba a tener frio. En condiciones normales, se acostaba temprano, ya que por las noches solia estar cansada y detestaba ir al trabajo, en especial cuando tenia juicio, sin haber descansado lo suficiente. Se tumbo en el sofa y puso algo de musica, aunque muy baja, para no despertar a Staffan. Estaban dando un verdadero repertorio de antiguas baladas suecas. Birgitta Roslin guardaba un secreto que no habia compartido con nadie, sonaba con escribir algun dia una cancion que fuese numero uno, tan buena que ganase el concurso para el festival de Eurovision. A veces se avergonzaba de abrigar semejante deseo, pero al mismo tiempo lo alentaba. Hacia ya muchos anos que se habia comprado un diccionario de rimas y tenia una coleccion de borradores de canciones guardados bajo llave en un cajon del escritorio. Tal vez no fuese muy apropiado que una jueza en activo se dedicase a escribir canciones de moda, pero, que ella supiera, tampoco habia ninguna norma que se lo prohibiese.
Mas que nada, le gustaria escribir sobre una alondra. Una cancion sobre un pajaro, sobre el amor, con un estribillo que nadie olvidase jamas. Si su padre habia sido un apasionado de las estrellas, ella se tenia por una entusiasta cazadora de estribillos. Ambos eran apasionados, aunque solo uno de los dos mirase al cielo.
Se fue a la cama a las tres y tuvo que zarandear a Staffan, que estaba roncando. Cuando se dio la vuelta y se callo, tambien ella cayo vencida por el sueno.
A la manana siguiente, Birgitta Roslin recordo lo que habia sonado durante la noche. Habia visto a su madre, que le hablaba sin que ella pudiera comprender sus palabras. Como si se encontrase tras un cristal. La situacion parecia prolongarse hasta la eternidad. Su madre no cesaba de hablar, cada vez mas indignada al comprobar que su hija no la entendia, mientras ella se preguntaba que las separaba.
«La memoria es como el vidrio», se dijo. «Aquellos que se han ido siguen siendo visibles, cercanos; pero ya no hay posibilidad de contacto. La muerte es muda, prohibe el dialogo, solo permite el silencio.»
Birgitta Roslin se levanto con una idea que empezaba a cobrar forma en su mente. Ignoraba de donde habia