surgido. En cualquier caso alli estaba, de pronto, clara como el dia. En realidad, no se explicaba como no se le habia ocurrido antes. Claro que tambien su madre habia dejado atras su propio pasado. Jamas le pidio a Birgitta, su unica hija, que se interesase por su pasado.

Birgitta Roslin fue a buscar un mapa de carreteras de Suecia. En verano, cuando los ninos eran pequenos, alquilaban una casa en algun sitio, generalmente por un mes, y viajaban en coche. Alguna vez lo hicieron en avion, como las dos ocasiones en que fueron a Gotland, pero nunca tomaron el tren; y a Staffan jamas se le ocurrio pensar que un dia cambiaria su profesion de abogado por la de conductor de trenes.

Abrio un mapa general. Halsingland estaba mucho mas al norte de lo que ella creia. Y no encontraba Hesjovallen, era un pueblo tan insignificante que ni siquiera aparecia.

Cuando dejo el mapa, ya lo tenia decidido. Iria en coche hasta Hudiksvall. Y no porque quisiera visitar el lugar del crimen, sino porque deseaba ver el pueblo en el que habia crecido su madre.

Cuando era joven, penso muchas veces en emprender un gran viaje por toda Suecia. «El viaje al hogar», solia llamarlo ella, llegaria hasta Treriksroset, el punto mas al norte, y luego volveria a la costa de Escania, donde estaria cerca del continente y tendria todo el pais a su espalda. De camino al norte pensaba seguir la costa, mientras que el viaje de regreso lo haria por el interior. Sin embargo, nunca lo hizo y cuando, en alguna ocasion, se lo menciono a Staffan, el no mostro el menor entusiasmo. Luego, durante los anos en que los ninos estaban creciendo, resultaba imposible plantearselo.

Ahora por fin tenia la posibilidad de hacer al menos una parte de dicho viaje.

Cuando Staffan termino de desayunar y se preparo para acudir a su tren de aquel dia, con destino a Alvesta, que seria el ultimo antes de tomarse unos dias libres, Birgitta le conto su plan. El no solia oponerse a sus ocurrencias, y tampoco lo hizo en esta ocasion. Tan solo le pregunto cuanto tiempo estaria fuera y si su medico no tenia nada que objetar al esfuerzo que, despues de todo, supondria para ella conducir un trecho tan largo.

Cuando lo vio en el vestibulo, con la mano en la manija de la puerta, dispuesto a salir, Birgitta dio rienda suelta a su indignacion. Ya se habian despedido en la cocina, pero despues fue tras el y le arrojo a la cara el periodico de la manana.

– Pero ?que haces?

– ?Te interesa lo mas minimo saber por que he decidido emprender ese viaje?

– Ya me lo has explicado.

– ?No comprendes que tal vez sea tambien porque necesito tiempo para pensar en nuestra relacion?

– No podemos empezar a hablar de ese tema ahora. Llegare tarde a mi tren.

– ?No, claro, nunca te viene bien! Por la noche, no es buen momento; por la manana, no es buen momento. ?No sientes nunca la necesidad de hablar conmigo de la vida que llevamos?

– Ya sabes que no siento la misma urgencia que tu.

– ?Urgencia? ?Llamas urgencia al hecho de que yo reaccione porque llevemos un ano sin hacer el amor?

– No podemos hablar de eso ahora. No tengo tiempo.

– Pues deberias empezar a tenerlo.

– ?Que quieres decir?

– Puede que se me agote la paciencia.

– ?Es una amenaza?

– Lo unico que se es que asi no podemos seguir. Y ahora, vete a tu maldito tren.

Mientras volvia a la cocina oyo el golpe de la puerta al cerrarse. Se sentia aliviada al haber podido decir por fin lo que pensaba, pero al mismo tiempo la inquietaba su reaccion.

Aquella noche, Staffan la llamo. Ninguno de los dos menciono la discusion de la manana en el vestibulo. Sin embargo, le noto en la voz que estaba afectado. Tal vez podrian hablar por fin de lo que ya no tenia sentido seguir ocultando…

A la manana siguiente, muy temprano, se sento en el coche dispuesta a partir hacia el norte desde Helsingborg. Habia vuelto a hablar con sus hijos y penso que estaban tan ocupados con sus vidas que no les quedaban fuerzas para involucrarse en las cosas de su madre. Aun no les habia dicho nada de lo que la vinculaba con lo sucedido en Hesjovallen.

Staffan, que habia llegado el dia anterior a casa ya de noche, le llevo la maleta al coche y la dejo en el asiento trasero.

– «?Donde te alojaras?

– Hay un pequeno hotel en Lindesberg. Alli pasare la noche. Llamare desde alli, te lo prometo. Y luego supongo que me instalare en Hudiksvall.

Staffan le acaricio fugazmente la mejilla y la despidio con la mano mientras se alejaba. Birgitta se lo tomo con calma, fue parando a menudo y llego a Lindesberg ya entrada la tarde. Hacia el final del trayecto empezo a encontrar nieve en las carreteras. Reservo habitacion en un hotel, ceno en un pequeno y desierto restaurante y se fue temprano a la cama. En un diario vespertino, aun plagado de noticias sobre la gran tragedia, vio que el frio se recrudeceria al dia siguiente, pero que seguiria sin haber precipitaciones.

Birgitta Roslin durmio profundamente; cuando desperto no recordaba sus suenos y reanudo su viaje rumbo a la costa y hacia Halsingland. No puso la radio, sino que fue disfrutando del silencio, de los bosques en apariencia infinitos, mientras se preguntaba como habria sido su vida si hubiese crecido alli. Ella no tenia mas experiencia que los ondulantes campos y un paisaje abierto. «En el fondo de mi corazon, soy una nomada», se dijo. «Y un nomada no busca el bosque, sino las amplias llanuras.»

Mentalmente empezo a buscar palabras que rimasen con nomada. La segunda silaba le daba muchas alternativas. «Tal vez una cancion sobre mi misma», se sugirio. «Una jueza que busca a la nomada que lleva dentro.»

Hacia las diez se detuvo a tomarse un cafe en un restaurante de carretera, justo al sur de Njutanger. Estaba sola en el local. Sobre una de las mesas habia un ejemplar del Hudiksvalls Tidning. La masacre seguia dominando las noticias, pero no encontro nada que no supiese ya. El jefe de policia Tobias Ludwig comunicaba que harian publicos los nombres del resto de las victimas al dia siguiente. En la borrosa fotografia del diario parecia demasiado joven para asumir la gran responsabilidad a la que tenia que enfrentarse con aquel caso.

Una mujer mayor iba de aqui para alla regando las plantas que adornaban las ventanas. Birgitta Roslin le hizo una sena.

– No hay mucha gente por aqui -comento-. Creia que esto estaria a rebosar de periodistas y policias, despues de lo ocurrido.

– Estan en Hudik -respondio la mujer con un marcado dialecto-. Dicen que no se podra conseguir una sola habitacion de hotel por la zona.

– ?Que comenta la gente?

La mujer se quedo pensativa junto a su mesa, observandola con suspicacia.

– ?Tu tambien eres periodista?

– En absoluto. Estoy de paso.

– No se lo que pensaran otros, pero para mi que ya ni siquiera el campo se libra de la brutalidad de las grandes ciudades.

A juicio de Birgitta, aquello sonaba a la cantinela de siempre. «Lo habra leido en algun sitio o lo habra dicho alguien en la television y la mujer habra hecho suyas esas palabras.»

Pago la cuenta, se monto en el coche y desplego el mapa. Aunque solo quedaban unos kilometros hasta Hudiksvall. Si se desviaba ligeramente al norte y hacia el interior, dejaria atras Hesjovallen. Vacilo un instante, se sentia como una hiena, pero desecho la idea. En realidad, tenia una buena razon para ir alli.

Ya en Iggesund giro a la izquierda, y luego una vez mas, cuando llego a la encrucijada de Olsund. Se cruzo con un coche de policia, poco despues con otro. De repente, el bosque se abrio y descubrio un lago. Junto a la carretera habia unas casas dispersas, algunas rodeadas de largas cintas rojiblancas. La carretera estaba llena de policias a pie.

Junto al lindero del bosque vio una tienda de campana y, en el jardin mas cercano, otra. Se habia llevado unos prismaticos. ?Que esconderia aquella tienda? De eso no decian nada los periodicos. ?Seria el lugar en que hallaron a una o varias de las victimas, o habria localizado alli la policia alguna pista?

Observo todo el pueblo con los prismaticos y vio entre las casas a gente con monos de trabajo o de uniforme, fumando junto a las verjas, solos o en grupos. En ocasiones, ella misma acudia al escenario de un crimen y seguia

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