La ejecucion desemboca en un drama tremendo e inmenso. O'Connor arrastra sus cadenas como sumido en un profundo sopor, pero despierta de pronto, cuando se encuentra al pie del patibulo y empieza a gritar y a luchar por su vida. El murmullo de los congregados aumenta y Jan August Andren describe como una «cruel experiencia ver a este hombre tan joven luchar por una vida que sabe no tardara en perder. El reo es conducido entre pataleos hasta la cuerda y sigue aullando sin cesar, hasta que se abre la trampilla y se le quiebra el cuello». Entonces cesa todo sonido, tambien los murmullos, y segun escribe Jan August Andren, «se hace un silencio tal que cualquiera diria que todos los presentes se han quedado mudos, como si fuesen ellos los ahorcados».
Se expresa muy bien, se dice Birgitta. Un hombre al que le gusta escribir y que lo hace con sensibilidad.
Desmontan el patibulo y se llevan el cuerpo por un lado y los listones por otro. Estalla una pelea entre varios chinos que quieren quedarse con la cuerda de la que han colgado a O'Connor. Andren anota que «los chinos no son como nosotros, son sucios, se mantienen apartados del resto, lanzan extranas maldiciones y practican artes magicas que no se dan entre nosotros. Seguro que pondran a cocer la cuerda del ahorcado para preparar alguna medicina con el agua».
«Es la primera vez que se retrata», observo Birgitta Roslin. «Se trata de una opinion absolutamente personal, que sale de su pluma: 'Los chinos no son como nosotros, son sucios'.»
De pronto, sono el telefono. Era Vivi Sundberg.
– ?Te he despertado?
– No.
– ?Podrias bajar? Estoy en la recepcion.
– ?Que pasa?
– Baja y te lo cuento.
Vivi Sundberg la aguardaba junto a la chimenea.
– Sentemonos -propuso al tiempo que senalaba un pequeno tresillo que habia en un rincon.
– ?Como sabias que me alojaba aqui?
– Lo averigue.
Birgitta Roslin empezo a maliciarse algo. Vivi Sundberg se mostraba reservada, un tanto fria, pero fue derecha al grano.
– No estamos totalmente sordos o ciegos -comenzo-. Aunque seamos policias de pueblo. Estoy segura de que me comprendes.
– No.
– Pues echamos de menos el contenido de un cajon del escritorio que hay en la casa donde fui tan amable de dejarte un rato a solas. Te pedi que no tocaras nada, pero lo hiciste. Supongo que irias alli durante la noche. En el cajon que limpiaste habia diarios y cartas. Esperare aqui mientras vas a buscarlos. ?Eran cinco o seis diarios? ?Cuantos fajos de cartas? En fin, traelos todos. Y tendre la amabilidad de olvidar el incidente. Ademas, puedes darme las gracias por haberme tomado la molestia de venir aqui.
Birgitta Roslin noto como se sonrojaba. La habian sorprendido
Se levanto y fue a su habitacion. Por un instante, sintio la tentacion de quedarse con el diario que estaba leyendo, pero no tenia ni idea de cuanto sabia Vivi Sundberg, y que hubiese dado a entender que no conocia el numero exacto de diarios no tenia por que significar nada. Tambien podia pretender poner a prueba su honradez. Birgitta Roslin bajo a recepcion con todos los documentos que se habia llevado. Vivi Sundberg tenia una bolsa de papel en la que lo guardo todo.
– ?Por que lo hiciste?
– Tenia curiosidad. Lo siento.
– ?Hay algo que no me hayas contado?
– No existe ningun movil oculto.
Vivi Sundberg la observo con interes. Birgitta Roslin noto que volvia a ruborizarse. La policia se levanto. Pese a ser una mujer corpulenta y con algo de sobrepeso, se movia con agilidad.
– Deja que nosotros nos encarguemos de esto -le sugirio-. No tomare medidas respecto de tu intromision nocturna en la casa. Lo olvidaremos. Tu te iras a casa y yo seguire con mi trabajo.
– Lo siento.
– Ya te has disculpado antes.
Vivi Sundberg desaparecio por la puerta en direccion al coche de policia que la aguardaba. Birgitta Roslin lo vio partir entre una nube de polvo de nieve. Subio a su habitacion, se puso el chaqueton y se fue a dar un paseo por el lago congelado. El viento soplaba frio y racheado y se protegio la barbilla en el cuello del chaqueton. Un juez no salia por la noche a robar diarios y cartas de una casa en la que acababan de masacrar a dos ancianos, penso. Caminaba preguntandose si Vivi Sundberg les referiria el asunto a sus colegas o si optaria por mantenerlo en secreto.
Birgitta Roslin fue bordeando el lago y regreso al hotel sudorosa y acalorada. Despues de darse una ducha y de cambiarse de ropa, reviso mentalmente lo sucedido.
Hizo un intento de poner por escrito sus ideas, pero arrugaba las notas una tras otra antes de arrojarlas a la papelera. Ya habia visitado la casa en la que habia crecido su madre. Habia visto su habitacion y sabia que las victimas eran sus padres adoptivos. «Ya es hora de volver a casa», se dijo.
Bajo a recepcion y aviso de que se quedaria una noche mas. Despues, se dirigio a Hudiksvall, busco una libreria y se compro un libro sobre vinos. Dudo unos minutos si comer en el restaurante chino del dia anterior, pero finalmente opto por uno italiano. Permanecio alli un buen rato, hojeando unos periodicos, aunque sin fijarse en lo que decian de Hesjovallen.
De pronto sono su movil y vio en la pantalla que era el numero de Siv, una de las gemelas.
– ?Donde estas?
– En Halsingland, ya te lo dije.
– Pero ?que has ido a hacer alli?
– No lo se, la verdad.
– ?Estas enferma?
– En cierto modo… Estoy de baja, pero mas que enferma estoy cansada.
– Dime, ?que haces en Halsingland?
– Vine por viajar un poco. Por variar. Vuelvo manana.
Birgitta Roslin oia la respiracion de su hija.
– ?Habeis vuelto a discutir papa y tu?
– ?Por que ibamos a haber discutido?
– Cada vez estais peor. Lo noto cuando voy a veros.
– ?El que?
– Que no estais bien. Ademas, el me lo ha dicho.
– ?Quieres decir que papa te ha hablado de nosotros?
– El tiene una ventaja: si le preguntas, contesta. Tu, en cambio, no lo haces. Creo que deberias reflexionar sobre ello cuando vuelvas. Ahora tengo que dejarte, se me acaba el saldo de la tarjeta.
Se oyo un clic. La conversacion habia terminado. Se quedo pensando en lo que le habia dicho su hija. Le dolia, pero al mismo tiempo hubo de admitir que era cierto. Ella acusaba a Staffan de escabullirse con ella, pero ella hacia lo mismo con sus hijos.
Regreso al hotel, leyo un poco del libro que acababa de comprar, tomo una cena ligera y se fue a dormir muy temprano.
El telefono la desperto en la oscuridad de la noche. Cuando descolgo, no habia nadie. La pantalla no mostraba ningun numero.
De repente, sintio cierto malestar, ?quien habria llamado?
Antes de volver a conciliar el sueno fue a comprobar que la puerta estaba cerrada con llave. Despues miro por la ventana. El camino hasta el hotel estaba desierto. Se acosto una vez mas y penso que, por la manana, haria lo unico sensato que podia hacer.
Volveria a casa.